Efe-E-Pe
Círculos concéntricos
Somos como piedras de río...
Somos como piedras de río...
Un pastor muy querido de mi familia y de su servilleta, hace ya algunos ayeres, dijo que el ser humano en lo general, y el cristiano en lo particular, es como una piedra de río. ¿Por qué?
Las piedras de río eran simples piedras como muchas puede haber. Hay dos razones por las cuales las piedras de río toman esta forma redonda y lisita. La primera es por la corriente misma del río, sino fuerte, sí constante, erosionando las partes ásperas de la piedra. Igualmente, las piedras de río suelen golpearse unas con otras y, eventualmente, el tallarse entre piedras también elimina asperezas y bordes picudos que pueden lastimar.
Con eso, al final del proceso, tenemos lindas piedras de río que inclusive sirven como adornos en muchos jardines.
Nosotros somos como estas piedrecitas que, al quedar a merced del caudal de agua viva que es Cristo, y al constante trato entre unos y otros -los que yacemos en la corriente de agua viva- nuestras asperezas poco a poco se desvanecen y desaparecen. Si bien no es un proceso de corto plazo, durante el desgaste de aquellas cosas indeseables en nosotros, aprendemos mansedumbre y paciencia, ejerciendo el amor fraterno y compartiendo nuestra fe con quien necesita saber de nosotros si nuestra fe en Dios es una realidad o una utopía.
Somos como piedras de río...
Un pastor muy querido de mi familia y de su servilleta, hace ya algunos ayeres, dijo que el ser humano en lo general, y el cristiano en lo particular, es como una piedra de río. ¿Por qué?
Las piedras de río eran simples piedras como muchas puede haber. Hay dos razones por las cuales las piedras de río toman esta forma redonda y lisita. La primera es por la corriente misma del río, sino fuerte, sí constante, erosionando las partes ásperas de la piedra. Igualmente, las piedras de río suelen golpearse unas con otras y, eventualmente, el tallarse entre piedras también elimina asperezas y bordes picudos que pueden lastimar.
Con eso, al final del proceso, tenemos lindas piedras de río que inclusive sirven como adornos en muchos jardines.
Nosotros somos como estas piedrecitas que, al quedar a merced del caudal de agua viva que es Cristo, y al constante trato entre unos y otros -los que yacemos en la corriente de agua viva- nuestras asperezas poco a poco se desvanecen y desaparecen. Si bien no es un proceso de corto plazo, durante el desgaste de aquellas cosas indeseables en nosotros, aprendemos mansedumbre y paciencia, ejerciendo el amor fraterno y compartiendo nuestra fe con quien necesita saber de nosotros si nuestra fe en Dios es una realidad o una utopía.