En Mateo 16:18 Jesús dijo lo siguiente sobre la congregación cristiana: “Las puertas del Hades “poderes de la muerte”, HAR no la subyugarán”.
De manera similar, cuando estaba al borde de la muerte, el rey Ezequías, dijo: “En medio de mis días ciertamente entraré por las puertas del Seol”. (Isa 38:10.)
Por tanto, es evidente que la promesa de Jesús de vencer al Hades significa que sus “puertas” se abrirán para dejar salir a los que allí estén por medio de una resurrección, como ocurrió en el caso del propio Jesucristo.
Puesto que el Hades se refiere a la sepultura común de toda la humanidad —es decir, un lugar más bien que una condición—, Jesús traspasó las “puertas del Hades” cuando José de Arimatea le enterró.
En el Pentecostés del año 33 E.C., Pedro dijo acerca de Jesucristo: “Ni fue abandonado en el Hades ni su carne vio corrupción.
A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos”. (Hch 2:25-27, 29-32;Sl 16:10.)
Aunque en los días de Pedro las “puertas del Hades” (Mt 16:18) aún retenían a David dentro de su dominio (Hch 2:29), se habían abierto de par en par para Cristo Jesús cuando su Padre lo resucitó del Hades.
A partir de entonces, como Jesús recibió poder para resucitar a los muertos (Jn 5:21-30), posee “las llaves de la muerte y del Hades”. (Rev 1:17, 18.)
Por lo tanto, el Hades bíblico no es el lugar imaginario que los antiguos griegos no cristianos describieron en sus mitologías, “región oscura, sin sol, en el interior de la Tierra”, pues de ese mundo subterráneo mitológico no había resurrección.
En Apocalipsis 6: 8 se dice simbólicamente que el Hades seguía de cerca al jinete del caballo pálido —que personifica a la muerte—, con el fin de recibir a las víctimas de la guerra, el hambre, las plagas y las bestias salvajes.
Además del Hades, la sepultura común terrestre, se hace mención del mar, que a veces también sirve de tumba.
De esta manera se recalca que el pasaje de Apocalipsis 20: 13, 14 —donde se dice que el mar, la muerte y el Hades tienen que entregar a los muertos que hay en ellos— incluye a todos los muertos.
Después, la muerte y el Hades (pero no el mar) son arrojados en “el lago de fuego”, “la muerte segunda”.
Por lo tanto, de manera simbólica, ambos desaparecen de la existencia, lo que significa el fin del Hades (Seol) —la sepultura común de la humanidad— y de la muerte heredada de Adán.
Por último, la palabra Hades aparece en Luc. 16: 22-26 en el relato del “rico” y “Lázaro”.
Se advierte claramente que el lenguaje a través de todo el relato es simbólico y, en vista de los pasajes precedentes, no puede interpretarse de forma literal. Nótese, sin embargo, que el “rico” de la parábola fue “sepultado” en el Hades, lo que viene a subrayar el hecho de que el Hades es la sepultura común de la humanidad.