Respondo: Hay un mensaje bíblico que no has considerado, y éste es el del tercer mensaje angélico que dice:
"Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas."
Si tú mismo te consideras salvo, entonces ya no estarás orando al Señor, ni pidiéndole perdón por tus pecados y menos estudiando su Palabra.
"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará." Mateo 16:24,25.
"Hermanos, orad por nosotros". Bien, nosotros sabemos que aunque nuestro ministerio proceda del Señor, si hasta aquí hemos sido mantenidos fieles por el poder del Espíritu Santo, sin embargo, solamente el que persevere hasta el fin, éste será salvo."
"Nuestro texto, sin embargo, aparece de nuevo en el capítulo veinticuatro de Mateo, en su versículo trece, y en esa ocasión no estaba dirigido a los apóstoles, sino a los discípulos. Los discípulos, viendo las inmensas piedras que fueron usadas en la construcción del Templo, admiraban grandemente el edificio, y esperaban que el Señor expresara al paso unas pocas palabras de encomio; el vez de lo cual, Él, que no vino a admirar la arquitectura, sino a labrar piedras vivas procedentes de la cantera de la naturaleza, para usarlas en la construcción de un templo espiritual, transformó sus observaciones en una aplicación práctica, al advertirles de un tiempo de tribulación, en el que habría tal tribulación como no la había habido nunca antes, y agregó: "Ni la habrá". Describió que los falsos profetas abundarían, y el amor de muchos se enfriaría, y les advirtió que "el que persevere hasta el fin, este será salvo". Así que esta solemne verdad se aplica a cada uno de ustedes."
"El cristiano, aunque no es llamado a la posición de peligro que significa testificar públicamente sobre la gracia de Dios, está destinado en su medida a testificar en relación a Jesús, y en su propia esfera y lugar, a ser una antorcha que arde y alumbra. No tiene los cuidados de una iglesia, pero tiene mucho más, pues están los cuidados del negocio: él está mezclado con el mundo; está forzado a asociarse con los impíos. En un alto grado, al menos seis días a la semana, debe caminar en una atmósfera incompatible con su naturaleza: es forzado a oír palabras que nunca le provocarán al amor ni a las buenas obras, y a contemplar acciones cuyo ejemplo es odioso. Está expuesto a tentaciones de todo tipo y tamaño, pues esta es la porción de los seguidores del Cordero. Satanás sabe cuán útil es un consistente seguidor del Salvador, y cuánto daño puede acarrear contra la causa de Cristo un profesante inconsistente, y por tanto vacía todas sus flechas de su aljaba para herir de muerte al soldado de la cruz."
"Hermanos míos, muchos de ustedes han tenido una experiencia más extensa que la mía; ustedes saben cuán severa es la batalla de la vida religiosa; cómo deben contender hasta derramar la sangre, esforzándose en contra del pecado. Su vida es una escena de guerra continua, tanto externa como internamente; y, tal vez, en este momento, están clamando con el apóstol: "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" La carrera del cristiano consiste en luchar y no cesar nunca; siempre ara en un mar embravecido, y no descansa nunca hasta que llegue al puerto de la gloria. Si mi Dios los preserva, como deberá preservarlos, pues de lo contrario no serían Suyos; si Él los guarda, como deberá guardarlos, si han entregado sus almas a Su fiel custodia, ¡qué honor les espera!"
".. La perseverancia es el distintivo de los santos; el blanco de nuestros enemigos; la gloria de Cristo; y el cuidado de todos los creyentes.
I. Entonces, primero, LA PERSEVERANCIA ES EL DISTINTIVO DE LOS VERDADEROS SANTOS. Es su señal escritural. ¿Cómo puedo conocer a un cristiano? Bien, hasta cierto punto, las palabras revelan al hombre; pero el discurso de un hombre no siempre es la copia de su corazón, pues muchos son capaces de engañar con un lenguaje afable. ¿Qué dice nuestro Señor? "Por sus frutos los conoceréis". Pero, ¿cómo habré de conocer los frutos de un hombre? ¿Vigilándolo durante un día? Puedo, tal vez, formarme una conjetura de su carácter al estar con él durante una sola hora, pero no podría pronunciarme confiadamente sobre el estado verdadero de un hombre ni siquiera habiendo estado con él una semana. "
Una vez le preguntaron a George Whitfield qué pensaba del carácter de una cierta persona. "Nunca he vivido con él", fue su muy prudente respuesta. Si tomáramos el recorrido de la vida de un hombre, digamos durante diez, veinte, o treinta años, y, si mediante una cuidadosa supervisión, vemos que produce los frutos de la gracia por medio del Espíritu Santo, podemos llegar a una conclusión con mucha seguridad. Como la aguja verdaderamente magnetizada de la brújula, a pesar de muchas desviaciones, apunta real y naturalmente al polo; así, si puedo ver que a pesar de las debilidades, mi amigo apunta a la santidad, sincera y constantemente, entonces podré concluir con algo parecido a la certeza, que él es un hijo de Dios.
Aunque las obras no justifican al hombre delante de Dios, sí justifican la profesión de un hombre delante de sus semejantes. Yo no puedo decir si tienes razón en llamarte cristiano excepto por tu obras; por tus obras, entonces, como dice Santiago, serás justificado. Por tus palabras no puedes convencerme de que eres un cristiano, y mucho menos por tu experiencia, que no puedo ver, sino que debo creer a ojos cerrados; pero tus acciones dirán la verdad, y la dirán en voz alta, a menos que seas un redomado hipócrita. Si tu senda es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto, yo sabría que la tuya es una senda de justicia. Todas las otras conclusiones son únicamente el juicio de la caridad que estamos obligados a ejercer; pero hasta aquí puede llegar el hombre emitiendo el juicio de la certeza cuando la vida de un hombre ha sido consistente todo el tiempo.
Además, la analogía nos muestra que es la perseverancia la que debe señalar al cristiano. ¿Cómo conozco al ganador de una carrera? Allí están los espectadores y allá están los corredores. ¡Qué hombres tan fuertes! ¡Qué músculos tan magníficos! ¡Qué fortaleza y qué vigor! Allá está la meta, y allí es donde debo juzgar quién es el ganador, no aquí, en el punto de partida, pues "¿No sabéis que los corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero un solo se lleva el premio?" Yo podría seleccionar a esta persona, o a aquella, como probable ganador, pero no puedo estar absolutamente seguro hasta que la carrera haya terminado. ¡Allá van volando! Miren cómo se esfuerzan estirando sus músculos; pero uno ha tropezado, otro se desmaya, un tercero se queda sin aliento, y otros se quedan muy atrás. Solamente gana uno; ¿quién es él? Bueno, el que continuó hasta el fin. Así yo puedo deducir de la analogía que Pablo constantemente nos recuerda, basándose en los juegos de antaño, que sólo aquel que continúe hasta alcanzar la meta, podrá ser considerado cristiano del todo."
"...Además, el juicio del sentido común de la humanidad nos dice que aquellos que simplemente comienzan, pero no permanecen, no serán salvos. Vamos, si cada hombre que comenzara a seguir a Cristo fuera salvo, ¿quién se condenaría? En un país como este, la mayoría de los hombres tiene al menos un espasmo religioso en su vida. Supongo que no hay ninguna persona ante mí, que en un momento u otro no haya determinado ser un peregrino. Tú, señor Flexible, fuiste inducido por un amigo cristiano, que ejercía alguna influencia en ti, para acompañarle un breve trecho, hasta que llegaste al Pantano del Desaliento, y te consideraste muy sabio cuando trepaste fuera del lodazal por aquella pared que estaba más cerca de tu propia casa. E incluso tú, señor Obstinado, no siempre eres terco; tienes arrebatos de reflexión e intervalos de ternura. "
"...LA PERSEVERANCIA ES LA GLORIA DE CRISTO. El hecho de que haga que todo Su pueblo persevere hasta el fin, es grandemente para Su honra. Si apostataran y perecieran, cada oficio, y obra, y atributo de Cristo sería manchado en el cieno. Si alguno de los hijos de Dios pereciera, ¿dónde quedarían los compromisos del pacto de Cristo? ¿Qué valor tendría Él, como mediador del pacto y como la fianza de ese pacto, si no ha guardado las promesas para toda Su simiente? Hermanos míos, Cristo es hecho un líder y un comandante del pueblo, para llevar a muchas almas a la gloria; pero si no las llevara a la gloria, ¿dónde estaría el honor del capitán? ¿Dónde estaría la eficacia de la sangre preciosa, si no redimiera eficazmente? Si sólo redimiera por un tiempo y luego permitiera que pereciéramos, ¿dónde estaría su valor? Si sólo borrara el pecado por unas cuantas semanas, y luego permitiera que el pecado regresara y permaneciera en nosotros, ¿dónde, pregunto, estaría la gloria del Calvario, y dónde estaría el lustre de la heridas de Jesús?
Él vive, Él vive para interceder, pero ¿cómo puedo honrar Su intercesión, si es infructífera? ¿Acaso no ora: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo"; y si no fueran llevados finalmente a estar con Él donde Él está, ¿dónde estaría el honor de Su intercesión? ¿Acaso no habría fallado el Intercesor, y el Mediador habría sido despachado sin éxito? ¿Acaso no está unido en este día con Su pueblo? Pero, ¿cuál sería el valor de la unión con Cristo, si esa unión no asegurara la salvación? ¿Acaso no está hoy a la diestra de Dios, preparando un lugar para Sus santos, y les prepararía un lugar para luego perderlos en el camino? ¡Oh!, ¿sería posible que Él consiga el arpa y la corona, y no salve almas para usarlas con ellas? Hermanos míos, si pereciera un verdadero hijo de Dios, sería tal deshonra para Jesús, que no puedo pensar en ello sin considerarlo una blasfemia. ¡Un verdadero creyente en el infierno! ¡Oh!, cuánta risa habría en el infierno: ¡qué desafío, qué júbilo tan impío! "¡Ah!, Príncipe de la vida y de la gloria", -dice el príncipe del abismo- "te he derrotado; he arrebatado la presa de manos del fuerte, y he liberado al cautivo legal; he quitado una joya de tu corona. ¡Mira, aquí está! Tú redimiste a esta alma con sangre y sin embargo está en el infierno." Oye lo que grita Satanás: "Cristo sufrió por esta alma, y sin embargo, la hace sufrir a ella misma. ¿Dónde está la justicia de Dios? Cristo bajó del cielo a la tierra para salvar a esta alma, y falló en el intento, y yo la tengo aquí"; y conforme sumerge a esa alma en olas más profundas de dolor, el grito del triunfo se elevaría más y más blasfemamente: "¡Hemos conquistado el cielo! Hemos rasgado el eterno pacto; hemos frustrado los propósitos de Dios; hemos derrotado Su decreto; hemos triunfado sobre el poder del Mediador, y hemos tirado Su sangre al suelo!" ¿Sucedería algo así jamás? ¡Atroz pregunta! Eso no podría suceder nunca. Aquellos que están en Cristo son salvos. Aquellos a los que Jesucristo ha tomado realmente en unión Consigo mismo, estarán con Él donde Él está. Pero, ¿cómo podrías saber si estás en unión con Cristo? Hermanos míos, sólo podrían saberlo obedeciendo las palabras del apóstol: "Tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección."
"...Pero ustedes no pueden perseverar excepto por medio de mucha vigilancia en el aposento, mucho cuidado sobre cada acción, mucha dependencia de la fuerte mano del Espíritu Santo que es el único que los conduce a permanecer. Caminen y vivan delante de Dios, sabiendo dónde está su fortaleza, y pueden estar seguros que todavía cantarán esa dulce doxología de Judas: "Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén." Una fe simple lleva al alma a Cristo, y Cristo mantiene viva la fe; esa fe le permite perseverar al creyente, y así entrar al cielo. Que esa sea la porción de ustedes y la mía por Cristo nuestro Señor. Amén." (Extracto de Charles Haddon Spurgeon, 14 de Febrero, 1864)
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