Re: Once de Septiembre
No fue sueño, fue pesadilla americana
Emma Rojas puso sobre la mesa una bolsa de plástico repleta con cartas que hicieron sus hijas cuando su esposo, Eusebio Sanromán, estuvo en la cárcel de Detroit siete meses atrás. Las leía, nerviosa, lloraba y traducía lo que Jocelynn, Julianna y Jazmínn escribieron a su padre. Eusebio se secaba las lágrimas al escuchar su relectura, varias cartas Eusebio las conoció después, Emma no quiso dárselas en su momento por no quebrar a su marido.
Toda la familia vivía feliz en Detroit.
“Adentro nos tratan como delincuentes. Unos decían que estaban ahí por drogas, robar, matar. Yo por ser mexicano, nada más, fui deportado en marzo del 2007. En el proceso fui maltratado, violaron mis derechos humanos”. Tenía una orden de deportación desde 1993, lo desconocía.
“Fui a Migración porque supuestamente iba a recibir mi residencia permanente, estaba muy contento. Pero me esposaron, me llevaron a la cárcel, no me dejaron llamar. Estuve incomunicado una semana, quería hablar con mi familia. Un mes después fui deportado”.
Emma lo buscaba desesperada. Una amiga policía le ayudó a encontrarlo, ésta intervino para que le dejaran hacer una llamada. En dos ocasiones lo cambiaron de cárcel. Todo el tiempo Emma lo estuvo rastreando.
Cada semana Emma revisaba la lista de deportados, los martes salían en avión, sorpresivamente Eusebio apareció en una lista, al día siguiente salía a México. Cambiaron el proceso”, recordó.
Alterada de los nervios Emma fue a parar tres veces al hospital. Las niñas estaban mal. Jazminn, de 6 años, se la pasaba pegada en la ventana. Las gemelas, Jocelynn y Julianna, de 8 años, lloraban todo el tiempo. A Jocelynn se le metió en la cabeza que su padre los abandonó. El pequeño Gabriel enfermó.
Emma trataba de ser fuerte, no mencionó lo de la cárcel. “Las niñas se imaginarían que su padre fue porque hizo algo horrible, no lo entenderían”.
Cuando Eusebio salió para México, el abogado advirtió que seguramente irían por Emma. Aterrada, decidió volver a México en mayo. No quería ser deportada y dejar a su suerte a los niños. Tenían un negocio, propiedades y una vida hecha en Estados Unidos, la dejaron atrás.
“No podía cambiarme de casa, tendría que rentar. Trabajar y sólo ganar para la niñera. No pude siquiera vender la casa, los carros y algunas propiedades que teníamos. Fue injusto salir así, nosotros le dimos mucho dinero al Gobierno de Estados Unidos. Nunca pedimos ayuda, mi esposo pagaba impuestos, ganaba bien, tenía 25 años allá”, comentó Emma.
“Al menos no sufrimos tanto. Estamos juntos. Tenemos de que echar mano. Hay familias de migrantes que viven al día. Que son separados los hijos de los padres. Muchos mexicanos estamos siendo expulsados de Estados Unidos, su economía no anda bien. No les importa lo que pase con nuestros hijos, nos sacan”.
Mientras tanto por diez años no podrá volver a Estados Unidos. Para los niños todo es diferente, el idioma, la escuela, la casa, la vida. Lloran porque quieren regresar. Extrañan su escuela, su vida.
Jazmínn, colgada del cuello de su padre, lo llena de besos. Las gemelas están fastidiadas, no quieren estar aquí. Gabriel corre por la casa. Él ha aprendido rápido español. “Yo creo que ahora no se dan cuenta de lo que tienen. Allá no pueden ir a las tiendas solas como aquí. Son libres en México”. Ahora la familia vive en San Pedro Lagunillas. Llevan a las niñas a la escuela primaria. Ahí vive la madre de Emma.
Están juntos, después de todo, pero moralmente destrozados.
Quieren montar una pizzería en San Pedro. Ese es el plan, mientras que recuperan la tranquilidad y la salud.
Sufre del maltrato
Por medio de un amigo, Eusebio conoció a una persona que tramitaba residencias. “Si tienes desde 1982 en el país podemos arreglarlo. Ese año hubo una amnistía, podemos apelar”, le decían.
El hombre tenía contactos con Migración de Estados Unidos. Cobraba hasta 15 mil dólares por el trámite. Eusebio pagó para tramitar su residencia permanente. En el 2006 contaba con una para trabajar.
Supo que era un fraude, había corrupción en Migración. Su conocido fue a la cárcel, a finales de enero de 2007 Eusebio fue a entrevista para la residencia. Estaba emocionado. Ese mismo día tenía cita con el FBI y con un abogado para atestiguar con el defraudador. No pudo hacerlo, fue encarcelado; Eusebio sospechó que fue detenido para no atestiguar, había mucha gente de Migración involucrada, iba a conocerse.
Fue detenido, atado de pies y manos. Eusebio quería llamar a su esposa. No se lo permitieron, necesitaba de un permiso, llegaría en una semana. “Quieres el teléfono (lo tenía el policía sobre la mesa), sólo que no puedes pasar la línea roja (frente a su escritorio), no puedes acercar tu apestoso y sucio hocico y trasero. Lávate primero”, recuerda le decían. “Recibíamos muchos insultos”.
“Recuerdo a un hombre cubano que fue detenido por llevar papeles falsos, eso es penadísimo desde el 11 de septiembre. Tenía tiempo encerrado, el día que fue encarcelado nacieron sus gemelos. Tenía muchas ganas de conocerlos, otro latino leía las cartas. Cada semana le decía que iba a salir. Jugaba con él. El cubano vivía con esa ilusión cada semana”.
“Los abogados nos robaban. Al principio ninguno quería tomar el caso. Contratamos dos y no hicieron nada. Aquí en México mandé una carta pidiendo perdón. Otro abogado quería dinero para mandar no sé cuántas cosas en un paquete. Tampoco hizo nada. Ahora estamos en espera del perdón, pueden pasar uno o tres años”.
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