¡Nuestro mundo le pertenece a Dios!

Dios dirige y somete a su voluntad (Mateo 6:25-34) todo lo que pasa en este mundo. Ya que la historia se desarrolla de una manera que sólo la conocemos en parte, (Salmos 147, 148) todas las cosas, desde las cosechas agrícolas hasta las calificaciones escolares, desde los trabajos hasta las leyes están bajo su control.
 
Dios está presente en nuestro mundo por su Palabra y Espíritu. La fidelidad (Salmo 111) de nuestro gran Proveedor da sentido a nuestras días y esperanza a nuestros años. El futuro es seguro, porque nuestro mundo le pertenece a Dios.
 
Al comienzo de la historia humana, nuestros primeros padres escucharon la voz del intruso.(Génesis 3) -­En vez de vivir de acuerdo a la palabra de vida del Creador, ¡cayeron por la mentira de Satanás y pecaron!

Ellos se olvidaron de su lugar; trataron de ser como Dios. Pero como pecadores temieron la cercanía de Dios y se escondieron de él.

Fuera de la gracia (Romanos 1:18-3:23; 5:12) comprobamos cada día que somos pecadores culpables. Habiendo caído en ese primer pecado, fallamos en no agradecer a Dios, rompemos sus leyes, olvidamos nuestras tareas.
 
Buscando vida sin Dios, sólo encontramos muerte; tomando ansiosamente nuestra libertad fuera de su ley, (1 Juan 1:8-10)caemos en la trampa de Satanás; persiguiendo el placer, perdemos el regalo del gozo.

Cuando los hombres ya no muestran la imagen de Dios, (Romanos 1) toda la creación sufre.

Abusamos de la creación o hacemos un ídolo de ella. (Efesios 4:17-19) Estamos separados de nuestro Creador, de nuestro prójimo, y de todo lo que Dios ha hecho.
 
Todas las esferas de la vida- (Romanos 1) matrimonio y familia, trabajo y adoración, escuela y estado, nuestros juegos y nuestro arte-- llevan las heridas de nuestra rebelión. (Salmo 14)

El pecado está presente en todas partes--(Amós 1-2) en el orgullo racial, en la arrogancia de las naciones, en el abuso al débil y al indefenso, en el descuido del agua, aire y suelo, en la destrucción de las criaturas vivientes, en la esclavitud, engaño, terror y guerra, (Jeremías 17:9)en la adoración de falsos dioses, y en el escape desesperado de la realidad. (Isaías 28:7-8)

Hemos llegado a ser víctimas de nuestro propio pecado. En todos nuestros esfuerzos (Salmo 8) de disculparnos o salvarnos a nosotros mismos, permanecemos condenados (Romanos 1:18) ante el Dios de la Verdad.

Pero nuestro mundo, destrozado y lleno de cicatrices, (Jeremías 14) todavía le pertenece a nuestro Dios. El lo mantiene unido, (Romanos 5:2-5; 15:13)y nos da esperanza.
 
Aunque justamente enojado,(Génesis 3: 9-15)Dios no le dio su espalda a un mundo que se dirigía a su destrucción; lo miró con su rostro de amor. (Juan 3:16)

Con paciencia y con tierno cuidado se puso (Lucas 1:68-75; 3:23-37) en el largo camino de la redención para recuperar lo perdido
como su pueblo, (Apocalipsis 11:15) y el mundo como su reino.

Aunque Adán y Eva fueron expulsados del huerto (Génesis 3:15-19) y su trabajo sufrió los efectos del pecado, Dios los sostuvo en amor. El prometió aplastar las fuerzas malignas que ellos habían desatado.

Cuando la maldad llenó la tierra, (Génesis 6-9) Dios la juzgó con diluvio, pero rescató a Noé y a su familia (1 Pedro 3:18-22) y a todas las clases de animales.

El hizo un pacto con todas las criaturas que las estaciones continuarían y que una destrucción similar no vendría otra vez hasta el día final.

El Creador se comprometió a ser el Dios (Génesis 12:1-3)de Abraham y de sus hijos
bendiciendo a todas las naciones a través de ellos mientras ellos vivieran obedientemente delante de él.
 
Escogió a Israel como su pueblo especial (Deuteronomio 7) para mostrar la gloria de su nombre, (Romanos 9) el poder de su amor, (Miqueas 6:8) y la sabiduría de su manera de hacer las cosas.

Les dio sus leyes a través de Moisés, Salmo (103:7) los guió con gobernantes y maestros,
para que ellos fueran un pueblo cuyo Dios era rey.

Cuando Israel despreció el amor de Dios (2 Crónicas 36) yéndose vehementemente tras otros dioses, confiando en el poder y la riqueza, e hiriendo al débil, Dios esparció a su pueblo entre las naciones.

Sin embargo, preservó a unos pocos fieles (Isaías 10) y les prometió el Mesías: un profeta para hablar la palabra clara, un rey para aplastar la cabeza de la serpiente, un siervo sacerdotal listo a ser quebrantado
para los pecadores. (Isaías 53)

Y prometió el don del Espíritu (Jeremías 11:31) para doblar las voluntades tercas
a una nueva obediencia.
 
Dios recordó su promesa (2 Corintios 5:18-21) de reconciliar el mundo para sí mismo; él ha venido entre nosotros (Gálatas 4:4-7) en Jesucristo, la eterna Palabra hecha carne. (Juan 1:1-14)

El es el Salvador esperado por tanto tiempo, (Lucas 1-2) completamente humano y completamente divino, concebido por el Espíritu de Dios y nacido de la virgen María.
 
En los eventos de su vida terrenal--(Lucas 4) sus tentaciones y sufrimiento, (Filipenses 2:1-11) su enseñanza y milagros,
sus batallas con los demonios y su hablar con los pecadores--Jesús hizo presente en acciones y palabras la venida del gobierno de Dios.

Como el segundo Adán él escogió (Romanos 5) el sendero que nosotros habíamos rechazado. Como nuestro representante, sirviendo a Dios perfectamente, y aun amando a aquellos que se burlaron de él, (1 Pedro 2:21-25) Cristo nos mostró cómo vive un hijo justo de Dios.

Como nuestro sustituto (Isaías 53) él sufrió todos sus años aquí en la tierra, especialmente en la horrible tortura de la cruz. El llevó el juicio de Dios de nuestro pecado; (Hechos 10) su sacrificio removió nuestra culpa.

¡El salió caminando de la tumba, ­el Señor de la vida! El conquistó el pecado y la muerte. (Romanos 4:18-5:11)
 
Hemos sido hechos justos para con Dios, nos ha sido dada vida nueva, y hemos sido llamados para caminar con él (Gálatas 5) libres del dominio del pecado.

Siendo ambos Dios y hombre, (1 Timoteo 2:5-6)
Jesús es el único Mediador entre Dios y su pueblo. El solo pagó la deuda de nuestro pecado; (Hechos 4:10-12) ¡­no hay otro Salvador!

En él el Padre escogió a aquellos a quienes iba a salvar. (Efesios 1:1-14) Su amor que elige sostiene nuestra esperanza: La gracia de Dios es gratuita para salvar pecadores que nada ofrecen sino su necesidad de misericordia.

Jesús ascendió en triunfo (Hechos 1:1-11) a su trono celestial. (Efesios 1:18-23) Allí él escucha nuestras oraciones, suplica por nuestra causa ante su Padre, (1 Juan 2:1-2)
y gobierna el mundo. (Apocalipsis 5)

¡Bienaventurados son todos (Romanos 8:31-39)
los que se refugian en él!
 
En el Pentecostés el Espíritu Santo (Hechos 2)fue dado a la iglesia.

Al derramar su Espíritu sobre muchas gentes,
Dios vence las divisiones de Babel; (Apocalipsis 7) ahora los pueblos de toda lengua, tribu, y nación están reunidos
en la unidad del cuerpo de Cristo.

Jesús permanece con nosotros en el Espíritu, (Juan 14)quien renueva nuestros corazones,
nos lleva a la fe, nos guía a la verdad, (2 Corintios 3:7-18) nos sostiene en nuestra necesidad, y hace que nuestra obediencia
sea fresca y vibrante.

El Espíritu empuja al pueblo de Dios
a la misión en todo el mundo. (Mateo 28:18-20)

El incita que los jóvenes y viejos,(Mateo 9:35-38) hombres y mujeres, y vayan al vecindario y a tierras lejanas, (Lucas 14:15-24) a la ciencia y al arte, al periodismo y a los negocios con las buenas nuevas de la gracia de Dios.

El Espíritu va delante de ellos y con ellos, (Juan 16:5-15) convenciendo al mundo de su pecado e invocando la causa de Cristo.

Los dones del Espíritu están aquí para quedarse (1 Corintios 12-14) en rica variedad-- adecuando sus respuestas a la necesidades oportunas.

En gratitud nos vemos los unos a los otros
como miembros con talentos de este compañerismo (Efesios 4) que se deleita en el trabajo del Espíritu creativo.

El da más de lo suficiente a cada creyente
para la alabanza de Dios y el bienestar del prójimo. (Romanos 12)
 
Dios no ha dejado a este mundo (Romanos 1) sin una manera de conocerlo. El muestra su poder y majestad en la creación; misericordiosamente él ha hablado a través de sus profetas, escritores de historia, poetas, (Hebreos 1) escritores de los evangelios, y apóstoles--- y más claramente a través del Hijo.

El Espíritu, quien hizo que los humanos (2 Timoteo 3:14-17 escribieran la Palabra de Dios, (2 Pedro 1:12-21) nos habla en la Biblia.

La Biblia es la Palabra de Dios, el registro y la herramienta de su obra redentora. Es la Palabra de Verdad, (Santiago 1:18) completamente confiable en que puede guiarnos (Hechos 8:26-39) a conocer a Dios y a tener vida (Juan 20:30-31) en Jesucristo. La Biblia nos cuenta de los poderosos actos de Dios (Hechos 7) en el desarrollo de la historia del pacto. (1 Corintios 10:1-11)

Es una revelación en dos Testamentos, que muestra un solo plan de salvación, y revela la voluntad infalible de Dios. Mientras el pueblo de Dios oye la Palabra y la hace, (2 Timoteo 3:14-17) está siendo equipado para el discipulado, para ser testigos de la buena noticia: Nuestro mundo le pertenece a Dios y él lo ama profundamente.
 
El Espíritu da poder a cada miembro (1 Corintios 12-13) a tomar parte en el ministerio de todos, para que las heridas sean sanadas y todos puedan regocijarse (1 Corintios 1:1-9)en la vida y el crecimiento de la amistad.

La iglesia es la asamblea (Efesios 2) de pecadores perdonados, llamados a ser santos, (1 Pedro 1) dedicados al servicio.

Salvados por la paciente gracia de Dios, (Mateo 5:43-48) nos tratamos con paciencia
los unos con los otros.

Conociendo nuestras propias debilidades y fallas, traemos las buenas noticias a todos los pecadores con entendimiento de su condición, y con esperanza en Dios.

Lamentamos que la iglesia (Efesios 4) que comparte un Espíritu, una fe, una esperanza,
y se extiende a todo tiempo, lugar, raza y lenguaje, (Gálatas 3:26-29) ha llegado a ser
una comunidad fracturada en un mundo descompuesto. Cuando luchamos por la pureza de la iglesia y por la rectitud que Dios exije, estamos orando por un coraje santo.

Cuando nuestro orgullo o nuestra ceguera obstaculiza la unidad de la familia de Dios, buscamos perdón. Nos maravillamos que el Señor junta las piezas rotas (Juan 17) para hacer su trabajo, y que él todavía nos bendice con gozo, nuevos miembros,
y sorprendentes evidencias de unidad.

Nos comprometemos a buscar y expresar la unión de todos los que siguen a Jesús.
 
Siguiendo a los apóstoles, la iglesia es enviada--(Mateo 28:18-20) enviada con el evangelio del reino (Juan 20:21-23) para hacer discípulos de todas las naciones, para alimentar a los hambrientos, (1 Juan 3:11-24) y para proclamar la seguridad que en el nombre de Cristo (2 Corintios 5:11-6:2) hay perdón de pecado y nueva vida para todo aquel que se arrepiente y cree--para contar la noticia que nuestro mundo le pertenece a Dios.
En un mundo separado de Dios, donde millones tienen que enfrentarse a decisiones confusas, esta misión es esencialmente fundamental, (Hechos 1:8) porque nosotros anunciamos el único nombre que salva.

Nos arrepentimos de dejar este trabajo a unos pocos, oramos por nuestros hermanos y hermanas que sufren por la fe, y nos regocijamos que el Espíritu (1 Tesalonicenses 1) nos está despertando para ver nuestra misión en el mundo de Dios.
 
El gobierno de Cristo cubre todo el mundo. (Filipenses 2:1-10; 4:8-9) Seguir a este Señor es servirlo en todas partes, (Romanos 12) sin adaptarnos al mundo, como la luz en las tinieblas, (Mateo 5:13-16) como la sal en un mundo descompuesto.
 
Servimos a Cristo recibiendo nuestra vida con gratitud (1 Corintios 6:19-20) como un regalo de su mano. Protestamos y resistimos todo abuso y daño a este regalo (Salmos 139) por aborto, polución, glotonería, adicción, y todoa clase de riesgos necios.
 
Ya que Dios nos ha hecho macho y hembra en su semejanza, (Génesis 1:26-2:25) un sexo no debe menospreciar al otro, no debemos exhibir ni explotar nuestra sexualidad. Nuestros roles como hombres y mujeres deben ajustarse (Cantar de los Cantares) a los dones y mandamientos de Dios (Gálatas 3:28) en la formación de nuestros patrones culturales.

La sexualidad está desordenada en nuestro mundo caído; (Proverbios 7) el resultado es lamento y soledad; (1 Corintios 6:9-20) pero el trabajo renovador de Cristo da esperanza para su arreglo y sanidad, y rodea a las personas que sufren (Juan 8:1-11) de una comunidad compasiva.
 
Servimos a Cristo como solteros, (1 Corintios 7:25-35) por un tiempo o por toda la vida, por una devoción individida al trabajo de Dios, y así añadimos nuestro amor y servicio para la construcción de su reino.

En el matrimonio y la familia (Efesios 5:1-6:4) servimos a Dios reflejando el amor del pacto en una lealtad de toda la vida, y enseñando sus caminos para que los niños conozcan a Jesús como su Señor y aprendan a usar sus dones en una vida de servicio gozoso.
 
En la educación buscamos el reconocimiento del Señor (Proverbios 4; 9:10) promoviendo escuelas y enseñando (Salmo 119:105) que la luz de su Palabra brilla en todo aprendizaje, (Colosenses 1:17) donde los estudiantes, de cualquier habilidad, sean tratados como personas hechas a la imagen de Dios (Deuteronomio 6:1-9) y que tienen un lugar en su plan.

En nuestro trabajo, aun en la aburrida rutina, (Efesios 4:17-32) escuchamos el llamado para servir al Señor. Debemos trabajar por algo más que salarios, (2 Tesalonicenses 3:6-13) y administrar por algo más que utilidades, (Efesios 6:5-9) para que el respeto mutuo y el uso justo de los bienes y habilidades (1 Tesalonicenses 4:9-12) puedan moldear el lugar de trabajo, para que así, mientras ganamos o tenemos utilidades, puedan resultar productos y servicios útiles. El descanso y los ratos de ocio son dones de Dios (Filipenses 4:8) para que reposemos y nos sintamos libres de descubrir y explorar. Creyendo que él provee para nosotros, podemos descansar más confiadamente (Hebreos 4:1-13) y entretenernos con más sencillez.
 
Agradecidos por los avances en la ciencia y la tecnología, (Génesis 1:28-31; 9:1-7) usamos sus productos con cuidado, (1 Crónicas 29:1-19) en guardia contra la idolatría y la investigación dañina, y teniendo cuidado de usarlos en una forma que responda (1 Timoteo 4:1-5) a las exigencias de Dios de amar a nuestro prójimo y de cuidar el planeta tierra y sus criaturas. (Romanos 8:19-23)

Ya que Dios establece los poderes que gobiernan, (Juan 19:11) estamos llamados a respetarlos, (Romanos 13:1-7) a menos que pisoteen la Palabra. Debemos obedecer a Dios en la política, (Hechos 4) orar por los gobernantes, y ayudar a que los gobernantes conozcan su voluntad para la vida pública. Sabiendo que el pueblo de Dios vive bajo diferentes formas de gobierno, tenemos gratitud por las libertades (Isaías 61:1-2) que gozan los ciudadanos de muchas tierras; sufrimos con aquellos que viven bajo opresión, (Génesis 18) y trabajamos por su libertad (Romanos 6:16-19) de vivir sin temor.