Todas las esferas de la vida- (Romanos 1) matrimonio y familia, trabajo y adoración, escuela y estado, nuestros juegos y nuestro arte-- llevan las heridas de nuestra rebelión. (Salmo 14)
El pecado está presente en todas partes--(Amós 1-2) en el orgullo racial, en la arrogancia de las naciones, en el abuso al débil y al indefenso, en el descuido del agua, aire y suelo, en la destrucción de las criaturas vivientes, en la esclavitud, engaño, terror y guerra, (Jeremías 17:9)en la adoración de falsos dioses, y en el escape desesperado de la realidad. (Isaías 28:7-8)
Hemos llegado a ser víctimas de nuestro propio pecado. En todos nuestros esfuerzos (Salmo 8) de disculparnos o salvarnos a nosotros mismos, permanecemos condenados (Romanos 1:18) ante el Dios de la Verdad.
Pero nuestro mundo, destrozado y lleno de cicatrices, (Jeremías 14) todavía le pertenece a nuestro Dios. El lo mantiene unido, (Romanos 5:2-5; 15:13)y nos da esperanza.