Re: Noticia de último momento: Los 144K sabrán el día y la hora de la 2da venida de J
"Mientras orábamos en el altar familiar, descendió sobre mí el Espíritu Santo y me pareció ser levantada cada vez más arriba, muy por encima del oscuro mundo. Me volví para buscar al pueblo adventista en el mundo, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: 'Vuelve a mirar un poco más arriba'. Alcé los ojos, y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo. En el comienzo del sendero, detrás de los que ya andaban, había una brillante luz, que, según me dijo un ángel, era el “clamor de media noche”. Esta luz brillaba a todo lo largo del sendero, para que no tropezaran. Delante de ellos iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros. Pero no tardaron algunos en cansarse, diciendo que la ciudad estaba todavía muy lejos, y que contaban con haber llegado más pronto a ella. Entonces Jesús los alentaba levantando su glorioso brazo derecho, del cual provenía una luz que ondeaba sobre la hueste adventista, y exclamaban: “¡Aleluya!”. Otros negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos, diciendo que no era Dios quien los había guiado hasta allí. Pero entonces se extinguió para ellos la luz que estaba detrás y dejó sus pies en tinieblas, de modo que tropezaron y, perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sendero abajo, en el mundo sombrío y perverso. Era tan imposible que ellos recobraran el camino y fueran a la ciudad, como todo el mundo impío que Dios había rechazado. Cayeron a todo lo largo del sendero, uno tras otro, hasta que escuchamos la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, que nos anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto. Cuando Dios declaraba el tiempo, derramaba sobre nosotros su Santo Espíritu, y nuestros rostros estaban iluminados y refulgían por la gloria de Dios como el rostro de Moisés al bajar del Monte Sinaí. –Elena G. de White, A Word to the Little Flock [Una palabra al pequeño rebaño], p. 14.
Respondo: ¡¡¡Ella se Ceñía a lo que dice la Biblia!!!
"Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene. Pero comprended esto: si el dueño de la casa hubiera sabido a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, hubiera estado alerta y no hubiera permitido que entrara en su casa.…" Mateo 24:42,43.
"Estad alerta, velad; porque no sabéis cuándo es el tiempo señalado" Marcos 13:33.
"Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre." Mateo 24:44.
"Por tanto, velad, porque no sabéis cuándo viene el señor de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer" Marcos 13:35.
"Dichosos aquellos siervos a quienes el señor, al venir, halle velando; en verdad os digo que se ceñirá para servir , y los sentará a la mesa, y acercándose, les servirá" Lucas 12:37.
"Estad alerta, no sea que vuestro corazón se cargue con disipación y embriaguez y con las preocupaciones de la vida, y aquel día venga súbitamente sobre vosotros como un lazo" Lucas 21:34.
"Mientras orábamos en el altar familiar, descendió sobre mí el Espíritu Santo y me pareció ser levantada cada vez más arriba, muy por encima del oscuro mundo. Me volví para buscar al pueblo adventista en el mundo, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: 'Vuelve a mirar un poco más arriba'. Alcé los ojos, y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo. En el comienzo del sendero, detrás de los que ya andaban, había una brillante luz, que, según me dijo un ángel, era el “clamor de media noche”. Esta luz brillaba a todo lo largo del sendero, para que no tropezaran. Delante de ellos iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros. Pero no tardaron algunos en cansarse, diciendo que la ciudad estaba todavía muy lejos, y que contaban con haber llegado más pronto a ella. Entonces Jesús los alentaba levantando su glorioso brazo derecho, del cual provenía una luz que ondeaba sobre la hueste adventista, y exclamaban: “¡Aleluya!”. Otros negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos, diciendo que no era Dios quien los había guiado hasta allí. Pero entonces se extinguió para ellos la luz que estaba detrás y dejó sus pies en tinieblas, de modo que tropezaron y, perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sendero abajo, en el mundo sombrío y perverso. Era tan imposible que ellos recobraran el camino y fueran a la ciudad, como todo el mundo impío que Dios había rechazado. Cayeron a todo lo largo del sendero, uno tras otro, hasta que escuchamos la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, que nos anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto. Cuando Dios declaraba el tiempo, derramaba sobre nosotros su Santo Espíritu, y nuestros rostros estaban iluminados y refulgían por la gloria de Dios como el rostro de Moisés al bajar del Monte Sinaí. –Elena G. de White, A Word to the Little Flock [Una palabra al pequeño rebaño], p. 14.