Respuesta a Mensaje # 225:
Nada sería tan sencillo y convincente como pegar un versículo que dijera: “No todos los verdaderamente salvos serán arrebatados por el Señor en su venida”.
Pero nuestra fe cristiana, edificada sobre la Biblia entera, frecuentemente tampoco posee textos explícitos respecto a cantidad de doctrinas y prácticas, sino que son inferidas desde la misma armonía de los textos que hablan del asunto. Aquí en el Foro es muy común la infantilidad de los que exigen que se les muestre un texto bíblico que diga esto o aquello. Hay cosas en las Escrituras que Dios las muestra tan claras como el mismo sol. Otras, requieren no sólo de mucho estudio y confrontar unos textos con otros, sino que siempre es necesaria la guía del Espíritu de verdad para que nos ilumine y dirija nuestra investigación por la senda recta. La confianza en uno mismo o la total dependencia de otros, son frecuentes causas de extravío.
Dije desde un principio, que en escatología no podemos ser dogmáticos, pues no nos es dado conocer a cabalidad el futuro sino apenas profecías y revelaciones que se prestan a diferente interpretación.
Hay ciertas pautas bíblicas y otras tomadas de la experiencia cotidiana en el trato con hermanos cristianos, que me condujeron a plantear la propuesta del epígrafe: NO TODOS LOS SALVOS SERÁN ARREBATADOS.
Pero yo no he pagado para que esta premisa aparezca en los titulares de los periódicos de mayor tiraje en los idiomas más hablados del mundo.
Entonces, debería ser tratado con la indulgencia de quien propone una tesis, dispuesto a defenderla, pero sin convertirla en doctrina incontrastable.
Quienes servimos en el ministerio de la Palabra, diariamente estamos leyendo de dos libros: La Biblia, Palabra de Dios, y los hombres. Cuando vemos, oímos y leemos a estos últimos, también estamos aprendiendo. Frecuentemente nos admiramos de lo que la Biblia dice de ellos y lo que les vemos hacer y oímos decir. Hasta aquí también existe la armonía.
Cuando leo que a la venida del Señor “uno será tomado y el otro será dejado”; unos siervos serán considerados bienaventurados y otros no; unas vírgenes entrarán a las bodas y otras no; y los “hijitos” a los que habla Juan tendrán confianza cuando el Señor se manifieste y otros se alejarán avergonzados, ya voy entreviendo que el asunto no es tal como me lo habían pintado. Cuando todavía reparo las frecuentes exhortaciones del Señor Jesús a que velemos en expectación de su venida, colijo que no puede ser lo mismo que se siga su consejo a que se desoiga.
Entonces, me pongo a leer el otro libro. Visito a hermanos y pastores por sus casas para mantener una conversación informal, abierta y tranquila. Ahí me confirman su doctrina respecto al rapto. A medida que la conversación transcurre y la tensión inicial afloja, comienzan a sincerarse, no negando, por supuesto, lo antes profesado, pero es evidente que tienen buenas y fundadas expectativas en lo que están haciendo y las metas que se han propuesto. Nada de malo hay en todo ello; pero lo que comienza a aflorar entonces, son sus raíces terrenales, mientras va empalideciendo su amor a la venida del Señor, que va quedando relegado como cosa que hay que enseñar y nada más.
Cuando leemos en He 9:28 que el Señor aparecerá por segunda vez para salvar a los que lo esperan, no se requiere ser muy perspicaz para inferir que no acontecerá lo mismo con los que no lo esperan. Por supuesto, todos ellos ya fueron salvos de la pena y del poder del pecado, pero ahora lo serán de la presencia del pecado que están en el mundo, y de la ira y los juicios de Dios que habrán de sobrevenir seguidamente al rapto.
Entre aquellos que dije que serán dejados: LOS QUE VIVEN AJENOS AL HECHO PORQUE POCO LES IMPORTA, hay una enorme gama, ya que la gran mayoría de ellos no ha apostatado, ni naufragado en la fe, ni se han ido al mundo. No podemos decir que porque no están velando como el Señor mandó es que no son salvos, ni ayer, ni ahora ni nunca. Estoy convencido de que son salvos desde su conversión y por toda la eternidad. ¿Pero de dónde hemos sacado la extraña idea de que los salvos no puedan desobedecer y desagradar al Señor?
¡No deben de hacerlo, de acuerdo! Pero que pueden, pueden; y no por ello pierden su salvación. Dije también, que no leo que para ser arrebatados tengamos que haber alcanzado un estado de impecabilidad, entera santificación y perfección completa. Alcanza con quererlo, pues Juan dice que “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1Jn 3:3). Algunos hermanos de veras anhelan la venida del Señor, otros no. Ello no me permite determinar que los primeros son salvos y los otros no. Basta leer todas las epístolas y las cartas a las siete iglesias en Asia, para comprobar que en las iglesias había hermanos que inspiraban y otros conspiraban. Unos tenían pasión por ayudar a resolver problemas, y otros por provocarlos. Estos últimos necesitaban ser enseñados, corregidos y disciplinados; pero no necesariamente podemos concluir que porque actuaban mal no eran salvos.
Israel en el desierto era pueblo de Dios, y Él moraba en medio de ellos. Sin embargo, no todos eran santos ni fieles. Sólo dos de sus hombres entraron en Canaán.
Espero ahora haber dejado más claro cuál sea mi entendimiento respecto a los que no han de ser arrebatados.
Saludos cordiales.
Ricardo.