Deje usted la hipocresìa y el cinismo a un lado y podrà ver mejor.
Si usted leyese el contexto de los textos que usted dice, no habrìa que repetir lo explicado por la misma Biblia; por ej. el texto de Gènesis 9:3-6, que menciona:
"Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes. Sòlo carne con su alma —su sangre— no deben comer. Y, además de èso, su sangre de sus almas la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de cada uno que es su hermano, reclamaré el alma del hombre. Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre".
Los textos anteriores se explican por sì mismos. De hecho, alguien que sepa leer y entienda, en este caso, el idioma español, puede entender que Jehovà Dios permitiò a Noè y su familia comer todo tipo de animales, a excepciòn de la sangre que Dios prohibiò que comiesen; èse fuè un primer mandato. Pero, ademàs de èso y relacionado con ello, Dios les da otro mandato, en el vers. 5, que el hombre que derrame sangre humana, es decir, que mate a otro ser humano, responderà con su propia alma (sangre).
Esa prohibiciòn, la de no comer o tomar sangre, se volviò a repetir a los israelitas, a los cuales se les diò màs detalles, por ej. en Levìtico 17-11-14, les dijo Dios:
"Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma. Por eso he dicho a los hijos de Israel: 'Ninguna alma de ustedes debe comer sangre, y ningún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes debe comer sangre'. ’En cuanto a cualquier hombre de los hijos de Israel o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes que al cazar prenda un animal o un ave que pueda comerse, en tal caso tiene que derramar su sangre y cubrirla con tierra'. Porque el alma de toda clase de carne es su sangre en virtud del alma en ella. En consecuencia dije yo a los hijos de Israel: 'No deben comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será eliminado'."
De igual modo, el anterior mandato es por sì mismo explicativo, teniendo que ver con la prohibiciòn de comer sangre, un punto de vista de Dios que se repite tambièn en Deuteronomio 12:23,24:
"Simplemente queda firmemente resuelto a no comer la sangre, porque la sangre es el alma (vida) y no debes comer el alma con la carne. No debes comerla. Debes derramarla sobre la tierra como agua."
Màs tarde, esa ley se volviò a repetir a los cristianos, una resoluciòn que, junto con el espìritu santo, tomaron los apòstoles y ancianos de Jerusalèn en el primer siglo, algo que puede leerse en Hechos 15:28,29 y 21:25:
"Porque el espíritu santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga màs que las indispensables, a saber: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, de la sangre y de cosas estranguladas, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de esas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”.
Se puede decir màs alto pero no màs claro. Ademàs del testimonio de la Biblia, existen escritos seglares que confirman que los cristianos del primer y segundo siglo no tomaban ningùn tipo de sangre, como asì corrobora el escritor Tertuliano (sig. II) y Felix (sig. III), que dicen que, a diferencia de los romanos paganos que incluso solìan beber sangre humana, los cristianos verdaderos, antes de corromperse el cristianismo, no tomaban ni siquera sangre de animales, ¡cuanto menos sangre humana!, prefiriendo, muchos de ellos, morir en los circos romanos antes que transgredir alguna Ley de Dios (Hechos 15:28,29; 21:25).
Asì que, por los motivos expuestos, bien definidos en la Biblia, se decidiò hace algunos años rechazar transfusiones de sangre, que por otro lado, contienen muchos riesgos para la salud, de hecho han muerto muchas màs personas por negligencias sanitarias que por haber rechazado una transfusiòn, en caso de alguien haya muerto por rechazar una transfusiòn, algo muy difìcil, pues los seres humanos solemos tener, aprox., unos 5 litros de sangre; por consiguiente, en el caso de que se necesitase plasma sanguìneo, es decir, lìquido o agua, hay otras formas de conseguir volumen sanguìneo, que es lo importante en caso de que se perdiese mucha sangre, para que asì, con suficiente lìquido o plasma, los eritrocitos o glòbulos rojos, que son producidos, mayormente, en la mèdula osea, lleve a las cèlulas el oxìgeno y alimento que necesitan; Por ende, las transfusiones de sangre, en la mayorìa de los casos, son innecesarias, siendo incluso suficiente, en algunos casos, alimentar a la persona por vìa intravenosa, mediante gotero con las vitaminas, minerales u otros elementos vitales que sean necesarios, segùn el caso; como por ej., los niños que se mencionaron en la revista 'Despertad' de Mayo del 1994, quienes, la mayorìa tenìan leucemia aguda, una enfermedad infantil mortal en aquel tiempo, y en la que las transfusiones de sangre no curan, ni èsa ni ninguna otra enfermedad, sòlamente sirven, en ese caso, para aumentar los glòbulos rojos, lo cual puede conseguirse de otras formas, como dije anteriormente; y sobre todo, en la actualidad, donde la mayorìa de paìses desarrollados tienen otros medios terapèuticos, a veces màs costosos, pero màs seguros que las transfusiones sanguìneas.
No obstante, como tambièn dije, es una decisiòn personal si alguien quiere, en un momento determinado, y segùn el tipo de enfermedad, usar fracciones obtenidas de la sangre, que, de otra forma, serìa muy difìcil de obtener. Asì pues, es muy raro que, hoy dìa, alguien muera por rechazar una transfusiòn sanguìnea, habiendo, como hay, en muchos hospitales avanzados, un abanico de posibilidades para enfrentarse a algùn problema sanguìneo, sea de la ìndole que sea.
Por consiguiente, la decisiòn de transfundirse sangre o no, es una decisiòn que cada testigo cristiano de Jehovà debe hacer, segùn el caso y segùn le dicte su conciencia cristiana, tomando siempre como base lo mencionado por la Palabra de Dios respecto a ese asunto (Gènesis 9:3-6; Levìtico 17:14; Hechos 15:28,29; 21:25).