-Lo que más hiere la sensibilidad cristiana en estos días, es el colmo al que se ha llegado en el mundo "occidental y cristiano", de reemplazar el innecesario festejo del nacimiento del niño Jesús por ese extraño personaje llamado Papá Noel o Santa Claus. Abundan las películas por Internet con las andanzas del barbudo personaje paseándose en trineo y distribuyendo regalos -tras entrar por la chimenea de confortables casas-, a los agraciados niños residentes.
-No solamente la fiesta da un inusual movimiento comercial -el mayor del año en muchos países-, sino que se está muy lejos de que esa sea realmente una "Noche de paz, noche de amor". Suculentos alimentos y espiritosas bebidas, acaban por enfermar a unos y malquistar a otros entre sí, ya que Jesús no suele estar presente. Las pobres mascotas de las casas, entre tanto, sufren del formidable estruendo de los fuegos artificiales que se elevan al cielo.
-En realidad, los cristianos celebramos diariamente la gracia que nos fue dada con que Dios enviara a nuestro mundo a su Hijo desde los cielos, para nacer como uno de los nuestros -pero sin pecado-, y tras su vida, muerte, sepultura, resurrección y ascensión a los cielos, dejarnos con esta bendita esperanza de su pronto regreso (Ap 22:20).