Re: LOS NUEVOS JUDAIZANTES VUELVEN A COLOCAR EL YUGO SOBRE LOS HOMBRES.
El objetivo de Pablo, cuando hablaba contra los judaizantes (judíos cristianos que enseñaban tradiciones de la ley exclusivas para su nación) era que los cristianos se quitaran el yugo de esas tradiciones que eran sombra de lo que había de venir, lo cual fue enseñado por Pablo y demás apóstoles de Jesús.
La circuncisión en la carne fue claramente disputada por Pablo. Las leyes ceremoniales fueron también claramente disputadas por Pablo. Cristo mismo enseñó que los castigos por infringir los mandamientos también quedaban fuera de acción. Jesús enseñó amar a nuestros enemigos, eso también era algo nuevo; todo castigo de muerte debido a la desobediencia a las leyes de la nación, fue quitado, pues Jesús es nuestro juez y a él ha sido dado el juicio. Pablo enseñó como Jesús, que eramos perdonados de nuestros pecados como en el caso de la mujer adúltera y que ya no debíamos de apedrear a nadie.
A las personas que han sido doctrinadas en contra del sábado, les han inyectado el veneno en contra de los diez mandamientos, la cual ley no tiene nada que ver con reglas y estatutos para regularizar al pueblo que ante Dios y los hombres, debía ser un ejemplo impecable del carácter divino. Dios llamó a Israel "mi hijo, mi primogénito: Éxodo 4:22 Entonces dirás a Faraón: ``Así dice el SEÑOR: `Israel es mi hijo, mi primogénito." Mas Israel no pudo ser cual Cristo. Jesús cumplió con los requisitos para establecer un sistema de perdón de pecados diferente. No apedrear a muerte, reconocer nuestro pecado contra los mandamientos y arrepentirnos para alcanzar perdón. Ir a Cristo, el único camino a Dios.
Esta es la razón por la que Dios hizo un mejor pacto con su pueblo: daré a mi Hijo que hará lo que ustedes no pudieron hacer. El será vuestro sacerdote eterno según el orden de Melquisedec y ya no más el de la nación; él no apedreará y pondrá su ley en vuestro corazón de carne.
Los Israelitas, al igual que muchos hoy, no comprendían cómo Dios pondría su ley en el corazón de ellos: "pondré mi ley en vuestro corazón de carne." Esta ley que pondría en los Israelitas sería solamente para los que tuviesen fe en Cristo, los cuales dejarían toda clase de observancia de justificación propia y obedecerían los mandamientos por amor a Dios. El amor les movería a no robar a su prójimo y tener paz en el alma sabiendo que han sido justificados. El agradecimiento de un corazón perdonado tiene completa armonía con la ley de Dios aunque no la conozca. Así, muchos que aunque no observaron el sábado, han sido salvos por el conocimiento del bien y el mal y la decisión de su corazón de guardar la ley de Dios en ellos. Cuando por naturaleza haces bien a tu hermano y amas a Dios, el Señor revelará a ti su voluntad.
Hermanos, no peleemos por quien tiene la razón, sino que debemos ser conscientes de los tiempos y vigilarlos. En este momento de la historia, la mayoría de las gentes, no son ignorantes en cuanto a la ley moral de Dios. Aquella que es recordada por el Espíritu a nuestra consciencia para no matar, no robar, no reemplazar a Dios por mediadores, no adulterar, no levantar falso testimonio, no adorar imágenes ni inclinarse ante ellas, ni llamar padre a ningún hombre, ni maestro a nadie sino a Cristo. Dios nos ha dado mayor capacidad para entender su gracia y voluntad en nuestras vidas. Miremos que no seamos desobedientes a sus mandamientos. Esto no es judaizar, pues Pablo no atacó está ley, sino que dijo que la establecía porque es buena. Los malos somos nosotros que la incumplimos. La ley nunca condenó al inocente. Los ángeles justos de Dios, tienen vida eterna porque no han pecado. Jesús nació como humano y como consecuencia, tuvo que morir. Lo hizo por la transgresión nuestra.
Por eso hermanos, ya no estamos bajo el yugo de Israel, sino bajo el yugo de Cristo (Mateo 11:29), por cuanto lo que él padeció siendo justo, nosotros también siendo justificados por él, debemos padecer por su nombre. Cuanto más hoy que el día se acerca, que su ley que ha puesto en el corazón de sus siervos es pisoteada por muchos; que nadie quiere compromiso; que todos buscan lo suyo y no el agrado ni la gloria de Dios. El mundo justifica sus hechos bajo la escusa de ser pobres y necesitan robar, matar o hacer cualquier cosa para sobrevivir; pero no sufren la cruz de Cristo. Hubieron tiempos en que la humildad de los hombres los llevaba a creer que debían sufrir por Cristo, mas no sabían el verdadero concepto. Pensaban que a través de sus propias obras serían salvos y no podían encontrar paz en las penitencias que a ellos mismos se imponían.
Es mi deseo que entendamos la gracia de Dios. La salvación no es ser libres de la responsabilidad en lo que se nos ha confiado, la salvación es ser libres del mal; para vivir, en el beneficio de la salvación. Es por eso que se ha dejado instrucción en la palabra de vida, para que andemos en vida; siendo buen testimonio a otros que ven nuestros frutos de buena conducta delante de los hombres y delante de Dios. Nuestra santificación es esencial para ser salvos de las garras del diablo. No podemos ser salvos si somos hijos del mundo. La persona salva es aquella que ha nacido de nuevo y se ha apartado del mal; es la persona justa, que vive y hace de acuerdo a los mandamientos de Dios. Cuando yo diga al justo que ciertamente vivirá, si él confía tanto en su justicia que hace iniquidad, ninguna de sus obras justas le será recordada, sino que por la misma iniquidad que cometió morirá.
Dios es justo y sus juicios son justos; de manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo, y bueno.
El objetivo de Pablo, cuando hablaba contra los judaizantes (judíos cristianos que enseñaban tradiciones de la ley exclusivas para su nación) era que los cristianos se quitaran el yugo de esas tradiciones que eran sombra de lo que había de venir, lo cual fue enseñado por Pablo y demás apóstoles de Jesús.
La circuncisión en la carne fue claramente disputada por Pablo. Las leyes ceremoniales fueron también claramente disputadas por Pablo. Cristo mismo enseñó que los castigos por infringir los mandamientos también quedaban fuera de acción. Jesús enseñó amar a nuestros enemigos, eso también era algo nuevo; todo castigo de muerte debido a la desobediencia a las leyes de la nación, fue quitado, pues Jesús es nuestro juez y a él ha sido dado el juicio. Pablo enseñó como Jesús, que eramos perdonados de nuestros pecados como en el caso de la mujer adúltera y que ya no debíamos de apedrear a nadie.
A las personas que han sido doctrinadas en contra del sábado, les han inyectado el veneno en contra de los diez mandamientos, la cual ley no tiene nada que ver con reglas y estatutos para regularizar al pueblo que ante Dios y los hombres, debía ser un ejemplo impecable del carácter divino. Dios llamó a Israel "mi hijo, mi primogénito: Éxodo 4:22 Entonces dirás a Faraón: ``Así dice el SEÑOR: `Israel es mi hijo, mi primogénito." Mas Israel no pudo ser cual Cristo. Jesús cumplió con los requisitos para establecer un sistema de perdón de pecados diferente. No apedrear a muerte, reconocer nuestro pecado contra los mandamientos y arrepentirnos para alcanzar perdón. Ir a Cristo, el único camino a Dios.
Esta es la razón por la que Dios hizo un mejor pacto con su pueblo: daré a mi Hijo que hará lo que ustedes no pudieron hacer. El será vuestro sacerdote eterno según el orden de Melquisedec y ya no más el de la nación; él no apedreará y pondrá su ley en vuestro corazón de carne.
Los Israelitas, al igual que muchos hoy, no comprendían cómo Dios pondría su ley en el corazón de ellos: "pondré mi ley en vuestro corazón de carne." Esta ley que pondría en los Israelitas sería solamente para los que tuviesen fe en Cristo, los cuales dejarían toda clase de observancia de justificación propia y obedecerían los mandamientos por amor a Dios. El amor les movería a no robar a su prójimo y tener paz en el alma sabiendo que han sido justificados. El agradecimiento de un corazón perdonado tiene completa armonía con la ley de Dios aunque no la conozca. Así, muchos que aunque no observaron el sábado, han sido salvos por el conocimiento del bien y el mal y la decisión de su corazón de guardar la ley de Dios en ellos. Cuando por naturaleza haces bien a tu hermano y amas a Dios, el Señor revelará a ti su voluntad.
Hermanos, no peleemos por quien tiene la razón, sino que debemos ser conscientes de los tiempos y vigilarlos. En este momento de la historia, la mayoría de las gentes, no son ignorantes en cuanto a la ley moral de Dios. Aquella que es recordada por el Espíritu a nuestra consciencia para no matar, no robar, no reemplazar a Dios por mediadores, no adulterar, no levantar falso testimonio, no adorar imágenes ni inclinarse ante ellas, ni llamar padre a ningún hombre, ni maestro a nadie sino a Cristo. Dios nos ha dado mayor capacidad para entender su gracia y voluntad en nuestras vidas. Miremos que no seamos desobedientes a sus mandamientos. Esto no es judaizar, pues Pablo no atacó está ley, sino que dijo que la establecía porque es buena. Los malos somos nosotros que la incumplimos. La ley nunca condenó al inocente. Los ángeles justos de Dios, tienen vida eterna porque no han pecado. Jesús nació como humano y como consecuencia, tuvo que morir. Lo hizo por la transgresión nuestra.
Por eso hermanos, ya no estamos bajo el yugo de Israel, sino bajo el yugo de Cristo (Mateo 11:29), por cuanto lo que él padeció siendo justo, nosotros también siendo justificados por él, debemos padecer por su nombre. Cuanto más hoy que el día se acerca, que su ley que ha puesto en el corazón de sus siervos es pisoteada por muchos; que nadie quiere compromiso; que todos buscan lo suyo y no el agrado ni la gloria de Dios. El mundo justifica sus hechos bajo la escusa de ser pobres y necesitan robar, matar o hacer cualquier cosa para sobrevivir; pero no sufren la cruz de Cristo. Hubieron tiempos en que la humildad de los hombres los llevaba a creer que debían sufrir por Cristo, mas no sabían el verdadero concepto. Pensaban que a través de sus propias obras serían salvos y no podían encontrar paz en las penitencias que a ellos mismos se imponían.
Es mi deseo que entendamos la gracia de Dios. La salvación no es ser libres de la responsabilidad en lo que se nos ha confiado, la salvación es ser libres del mal; para vivir, en el beneficio de la salvación. Es por eso que se ha dejado instrucción en la palabra de vida, para que andemos en vida; siendo buen testimonio a otros que ven nuestros frutos de buena conducta delante de los hombres y delante de Dios. Nuestra santificación es esencial para ser salvos de las garras del diablo. No podemos ser salvos si somos hijos del mundo. La persona salva es aquella que ha nacido de nuevo y se ha apartado del mal; es la persona justa, que vive y hace de acuerdo a los mandamientos de Dios. Cuando yo diga al justo que ciertamente vivirá, si él confía tanto en su justicia que hace iniquidad, ninguna de sus obras justas le será recordada, sino que por la misma iniquidad que cometió morirá.
Dios es justo y sus juicios son justos; de manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo, y bueno.