He llegado un tanto tarde a este debate.
Lo que el hermano Rodas dice es absoluta verdad, a mí me lo tocó vivir en carne propia, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado.
La iglesia a la cual pertenecía formaba parte del grupo por entonces más importante en el país. Hoy son absoluta minoría, porque se encerraron en sí mismos, fueron más papistas que el Papa, terminaron priorizando las "grandes enseñanzas" de sus antecesores, llenaron la iglesia de prohibiciones tácitas y explícitas, sobre asuntos de cuarta importancia, llenaron de cargas insoportables a los jóvenes, adocenaron las conductas de sus miembros, sofocaron todo intento de diferenciarse o pensar diferente, etc.
Junto con esto, se predicaba el evangelio, las almas se salvaban, habían hermanos y hermanas devotos y evangelizadores, se le daba mucha importancia a la Cena del Señor y el culto de adoración, y a una enseñanza bíblica bastante profunda.
Es decir, una mezcla de la pulpa de la nuez con la cáscara. El problema es que poco a poco sólo quedó la cáscara. Quieren una lista de prohibiciones y condicionamientos? La mujer no podía pintarse ni cortarse el cabello, se estipulaba el largo de la falda, no podía la mujer usar pantalones (de hecho, ni hacer una pregunta en la Iglesia, ni participar mientras hubiera hobmres presentes). No se podía escuchar radio, ni televisión, ni ir al cine, ni escuchar música mundana, ni tomar vino, en lo posible no leer revistas "mundanas", a veces hasta leer el diario era mal mirado. Por cierto, habia que dejar de visitar a los familiares y parientes a no ser para "predicarles el evangleio". Por ende, no se podía asistir con parientes "mundanos" a fiestas, cumpleaños, etc. No quiero amargarme ahora siguiendo la lista.
Lo que se logró fué castrar la juventud, impedir un crecimiento espiritual natural, progresivo y auténtico, predicar una moral victoriana, que no las practicaban ni los "ancianos" o "sobreveedores" ni los miembros, pero había que aparentarlo así, limpiando siempre lo de afuera del plato en la más farisaicas de las actitudes.
Yo de ningún modo promuevo irse a los extremos. Me encanta la mujer decorosa, pero no por ello debe dejar de acicalarse discretamente. He visto mucho cine desde entonces, y leído muchos libros, y visto TV, y tomado vino, e ido a fiestas de parientes, etc.etc. y ello lo que logró es hacerme una persona capaz de llevar una vida espiritual con naturalidad, que creo es la manera como nuestro Señor se mostraba a sus contemporáneos, que lo criticaban porque El no se dedicaba a minucias o a colar mosquitos.
No quiero estar en desacuerdo con nadie ni agredir a nadie, respeto el punto de vista de cada uno y doy el mío. Pero la vida cristiana no pasa por estas prohibiciones y tradiciones y legalismos y costumbres, es sacar el foco del centro de la cuestión. Naturalmente que no me sentiría cómodo en una iglesia liberal, mundana, superficial, pero acá lo que cuenta es el EQUILIBRIO, y eso depende en gran parte de una conducción pastoral sana, inteligente a la ves que amorosa, que sepa reconocer los límites de la tolerancia, pero que no castigue ni castre a sus ovejas con cosas que, al decir de Pablo, son "sombras"... Leamos Romanos 14, aceptemos la diferencias, pero seamos sensatos.
La muerte de una denominación comienza cuando se fanatiza en perpetuar sus "tradiciones" y "costumbres".