Apocalipsis 12
1 Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza;
2 está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.
La "imagen" es una pintura de Apocalipsis 12, "apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies"... y ya comentamos lo importante que fue para los indígenas lo del sol y la luna.
La Virgen tiene una cinta en el vientre, está "encinta", "embarazada"... ¿Porqué apareció encinta?: Porque quería que Jesús naciera de nuevo en México, en el corazón de cada mejicano y de cada americano, ¡y así fue, y así sigue siendo!...
... Además, hoy día, la Iglesia en México y Estados Unidos la han nombrado la defensora contra el "aborto", y puede usted estar seguro que el aborto se acabará con tan buena capitana al frente... yo no se cómo o cuándo será, pero quizás pase como con la Unión Soviética, en forma total, insospechada e inexplicable.
Nota: Siempre que la Virgen aparece como la "Inmaculada Concepción" está encinta. Como se puede ver en Lourdes, la Medalla Milagrosa, Guadalupe...
Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
Mientras mas se profundiza en sus estudios de esta imagen regalada por la Virgen Santisima nos sorprende cada vez más.
El Misterio de los ojos de la Virgen:
Según varios estudiosos y hombres de ciencia que han inspeccionado la imagen se pueden ver reflejadas, en ambos ojos y en la ubicación precisa en que se reflejarían en un ojo humano vivo, algunas figuras que han sido extensivamente analizadas y parecen corresponder a la forma y tamaño de figuras humanas localizadas enfrente de la imagen.
En 1929, Alfonso Marcué, quien era el fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió lo que parecía una clara imagen de un hombre con barba reflejada en el ojo derecho de la Virgen. Al principio no podía dar crédito a lo que estaba viendo: cómo podía ser?, Un hombre con barba dentro de los ojos de la Virgen de Guadalupe?. Pero luego de varias inspecciones de sus fotografías en blanco y negro de la imagen ya no tuvo mas dudas y decidió que era tiempo de informar a las autoridades de la Basílica. Así lo hizo, y le fué indicado por estas que se guardara completo silencio sobre el descubrimiento, lo que Marcué cumplió al pie de la letra.
Mas de 20 años después, el 29 de mayo de 1951, el dibujante mexicano José Carlos Salinas Chávez, luego de examinar una buena fotografía de la cara de la imagen, redescubre la imagen de lo que parece ser un busto humano reflejado en el ojo derecho de la Virgen, y luego también en el ojo izquierdo.
Desde entonces, mucha gente ha tenido la oportunidad de inspeccionar de cerca los ojos de la Virgen en la tilma, incluyendo mas de 20 médicos oftalmólogos.
El primero fue el prestigioso médico oftalmólogo mexicano Dr. Javier Torroella Bueno, el 27 de marzo de 1956. En lo que constituye el primer reporte emitido por un médico sobre los ojos de la imagen, él certifica la presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) característico de todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes resultantes se ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto, y también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la curvatura de la córnea.
Ese mismo año otro oftalmólogo, el Dr. Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la imagen ya con mas detenimiento y con la utilización de un oftalmoscopio. El Dr. Torija Lavoignet reporta la aparente figura humana en las córneas de ambos ojos, con la ubicación y distorsión propias de un ojo humano normal, notando además una inexplicable apariencia "viva" de los ojos al ser examinados.
Varias otras inspecciones de los ojos han sido realizadas por médicos oftalmólogos luego de éstas iniciales. Con mayores o menores detalles todas concuerdan en general con las dos primeras aquí expuestas.
Una nueva y fascinante clase de estudio y análisis de los ojos comenzó en 1979, por el Dr. José Aste Tonsmann, un graduado de la Universidad de Cornell trabajando para IBM en procesamiento digital de imágenes, al digitalizar éste a altas resoluciónes una muy buena fotografía de la cara de la Virgen tomada directamente de la tilma original.
Luego de procesar las imágenes de los ojos por diversos métodos para eliminar "ruidos" y destacar detalles el Dr. Tonsmann realizó lo que serían incríbles descubrimientos: no solamente era claramente visible en ambos ojos el "busto humano", sino también por lo menos otras cuatro figuras humanas eran también visibles en ambos ojos.
El Dr. Aste Tonsmann publicó sus últimos estudios efectuados sobre los ojos en la tilma con completos detalles y fotografías. Quizás uno de los aspectos mas fascinantes de su trabajo es su opinión de que Nuestra Señora no solo nos dejara su imagen impresa como prueba de su aparición sino también ciertos mensajes que permanecieron escondidos en sus ojos para ser revelados cuando la tecnología permitiese descubrirlos y en el tiempo en que fueran mas necesarios.
Este sería el caso de la imagen de una familia presente en el centro de los ojos de la Virgen, en momentos en que la Familia se encuentra precisamente ante serios ataques en nuestros días. La imagen de varias figuras humanas que parecen constituir una familia, incluyendo varios niños y un bebé llevado en la espalda por su madre como se acostumbraba en el siglo 16, aparece en el centro de la pupila de la Virgen, como centro de su mirada, como se puede apreciar en esta excelente imagen del ojo derecho resaltando la familia, provista gentilmente por el Dr. Aste Tonsmann.
Milagrosa conservación del lienzo
1531-1556 La Sagrada Imagen debió sufrir los efectos del clima húmedo y salitroso del Tepeyac, el humo constante de candelas, los insectos que eran atraídos por las luces, y el beso de miles de hijos que querían tener un contacto palpable con la Imagen.
1554 "Creyeron los que cuidaban la santa imagen que sería conveniente a su culto y lucimiento adornarla con unos querubines, que en el círculo de los rayos del sol la hicieren compañía. Hiciéronlo así, pero con el pasar de los años se desfiguraron y fue borrando todo: no pudieron competir con el pincel milagroso."
1647 El Virrey, Conde de Salvatierra, regala al Santuario unos vidrios traídos con esmero desde España, que colocan ante el sagrado lienzo para protegerlo -aunque no del todo- del humo, insectos y manoseo.
1660 Una descripción hecha por el P. Florencia dice que "pone admiración ver una manta de material tan vil, feble y corruptible que si antes de pintarse en ella la Imagen santa, se hubiera puesto en lugar tan nocivo y perjudicial por su salitre en el Tepeyac, estaría tan podrida a los 20 años que se desharía por sí misma quedando en pedazos en las manos. Al cambio, véese todo lo contrario: el ayate permanece a pesar de los años tan entero, recio y firme como si acabara de tejerse, y con colores tan vivos y bellos como si acabara de pintarse."
1666 Hay unas Informaciones que dicen que en el Tepeyac "se crían -cuando cesan las lluvias- una especie de "nitro" que arrastran los vientos tan corrosivos en su naturaleza que las piedras de cantería donde se posa las deshace y convierte en polvo, y pone negra y destruye hasta la plata."
1666 Una comisión de médicos dice: "no hay causa natural que explique la conservación milagrosa del "ayate" de maguey en que está representada la santa Imagen."
1666 Una comisión de pintores dice: "que han tocado con sus propias manos dicha pintura y que no han podido hallar cómo fuera puesta allí, sino de forma milagrosa y que otro, que no fuera Dios Nuestro Señor, no podía hacer cosa tan bella y de tanta perfección que parece estampada en la tilma del dichoso Juan Diego".
1666 Esa misma comisión de pintores, declaró bajo juramento "que visto el lienzo por el envés, se ve la santa Imagen con todos los colores que se admiran en el haz."
1666 El P. Florencia escribe: "se reconoce que no ha sido suficiente la intemperie a la que ha estado sometido el cuadro, para apagar el brillo de su pintura."
1756 Si se observa el ayate a una distancia superior a los 3 metros, los colores se aprecian fuertes y marcados, pero conforme se acerca uno al lienzo, se van desvaneciendo.
1766 Se puso un nuevo cristal ante la Imagen, aunque era frecuente que se abriera. El pintor Miguel Cabrera ve que "durante más de dos horas varios eclesiásticos estuvieron pasando sobre el Sagrado Lienzo 500 estampas e incontables Rosarios y ex-votos."
1791 Mientras un orfebre limpiaba el marco de oro y plata del marco exterior de la Imagen, un frasco con ácido nítrico se derramó sobre la parte superior derecha del ayate. Sólo quedó una mancha y no destruyó, milagrosamente, parte del lienzo.
1921 El 14 de noviembre se registra un atentado contra la Imagen. Estalla una bomba en el altar mayor de la antigua Basílica. La Imagen no sufre daño alguno.
1929 Hay un gran inconveniente para la toma de fotografías pues mientras más potente sea la lente, más resalta la grosera trama del lienzo en detrimento de los rasgos.
1936 El Dr. Ricardo Kuhn, austriaco y premio Nóbel de química, recibió dos fibras que le enviaron de México provenientes del lienzo de Guadalupe. Luego de su análisis manifestó: "en las dos fibras -una de color rojo y otra amarillo- no existen colorantes vegetales ni colorantes animales, (como la cochinilla), ni minerales. Tampoco podían ser colorantes sintéticos, pues en aquel tiempo (1531), no se conocían estos productos."
1954 El Prof. Francisco Camps Rivera, de la Universidad de Barcelona, experto en pintura, luego de examinar la tilma, afirmó que "no pudo encontrar huellas de pincel, ni que la tela fuera preparada para pintar", concluyendo que "ningún artista humano hubiera elegido para realizar una obra tan acabada, una tela de la calidad del ayate, y mucho menos con una costura en el centro."
1975 El Dr. Eduardo Turatí, luego de estudiar el Sagrado lienzo, sin el vidrio, afirmó: "observando unas zonas del tejido donde se encuentran unas grietas que lo abren -por lo viejo que está- puede verse que la pintura sigue fija en las fibras ocultas del tejido. Este detalle tan significativo hace pensar que la Imagen se encuentra impresa o es parte de la misma tela y no pintura sobrepuesta."
1975 El Dr. Sodi Palláres descubrió que "la tilma es refractaria al polvo, a los insectos y a la humedad de estos parajes mexicanos."
1979 En la noche del 7 de mayo, los norteamericanos Brant Smith y Philip S. Callagan, miembros del equipo científico de la NASA, toman fotografías con películas infrarrojas de la Imagen de la Vírgen sin el cristal protector. Entre sus conclusiones, aseguran: "que la cara, manos, manto y túnica de la Vírgen no tiene explicación posible". Los científicos -que tras muchas horas de labor terminaron enamorados de la Vírgen de Guadalupe- presentaron en 1981 su informe al Sr. Arzobispo de México, D. Ernesto Corripio Ahumada. Señalan que hay ciertos "añadidos" a la imagen original.
El Rostro
En 1660 el Padre de la Cruz al examinarla de cerca: "tiene la Santísima Virgen tal belleza, gracia y hermosura que da a entender ser prodigiosa copia de aquel original a quien S. Agustín llama "Hermosura de Dios". Refiriéndose al rostro, que en aquellos primeros años aparecía con toda la gracia de la impresión original decía el Dr. Becerra y Tanco al observarla detenidamente para la información canónica de 1666: "es tan bello su rostro y tan con tanta decencia apacible que trae admiración y consuelo a cuantos miran atentamente. Habiéndolo visto de cerca, vuelvo a ratificar que sólo milagrosamente pudo ser pintado."
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El Misterio de los ojos de la Virgen: Cronología
1929 Alfonso Marcué -fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe- al ampliar unos negativos del rostro, descubre un busto humano -que identifica con Juan Diego- en el ojo derecho de la Imagen de la Vírgen.
1951 En la noche del 29 de mayo, el dibujante J. Carlos Salinas, observando con una pequeña lupa una fotografía del cuadro a tamaño natural, tomada por el fotógrafo Jesús Castaño W., descubre un busto humano en la córnea transparente de ambos ojos, más claro en el derecho.
1956 El médico oftalmólogo Dr. Rafael Torija, en cinco ocasiones examina los ojos de la Vírgen. En la última revisión, el 23 de julio, lo hace con un oftalmoscopio y lente de aumento. Confirma, por escrito, la presencia en los dos ojos de un busto humano, y que en el ojo derecho se repite 3 veces, es decir, la llamada "triple imagen de Purkinje y Samson", investigadores del siglo XIX que descubrieron que en el ojo humano se forman tres imágenes del objeto que se está viendo. Semejantes investigaciones hace también el Dr. Javier Torroela.
1956 El mismo Dr. Torija notó que al dirigir la luz hacia la pupila, ésta emitía reflejos de luz, lo cual no sucede con ninguna fotografía o estampa, sino sólo en los ojos vivos.
1956 El Dr. Torija dice que "la pupila ilumina en forma difusa, dando la impresión de oquedad."
1962 Los oftalmólogos norteamericanos, Charles J. Wahling y Frank T. Avignone examinaron los ojos de Vírgen, realizando además pruebas fotográficas en vivo, en idénticas circunstancias de distancia, posición y luz, y son de la opinión que los reflejos no son de origen humano y que la Guadalupana estaba presente en la casa del Obispo Zumarraga, invisible para todos, cuando su imagen apareció en la tilma.
1974 El Dr. Enrique Graue, eminente oftalmólogo, luego de examinar el lienzo, manifestó que "al proyectar un haz de luz sobre el ojo, el iris brilla más que el resto, no así la pupila, lo que da una sensación de profundidad, pareciendo además como si el iris fuese a contraerse de un momento a otro, como el de una persona viva."
1974 "Fíjese hasta qué punto le recuerdan a uno los ojos de una persona viva que, en una de aquellas exploraciones, y estando yo con el oftalmoscopio en plena observación, inconscientemente comenté en voz alta, dirigiéndome a la imagen: por favor, mire un poquito para arriba..." (Dr. Graue).
1974 El Dr. Graue dice: "observé... en la córnea y cristalino de ambos ojos, la imagen de un hombre barbado, es decir que está admirablemente impreso en un mínimo espacio de 8 milímetros -la medida de las corneas de la Virgen- y ocupa un tercio de ellas, por lo que sus dimensiones no exceden de 4 milímetros."
1975 El Dr, Jorge Kuri, médico-cirujano, luego de observar de cerca el cuadro quedó muy impresionado y dijo: "aunque parezca mentira, ¡esos ojos tienen vida! Yo comprobé que al iluminarlos adquieren brillantez: parecen vivos."
1979 En el mes de febrero, José Aste Tonsmann, Ingeniero peruano, radicado en México, inicia un proceso de "digitalización" de los ojos de la Vírgen de Guadalupe, descubriendo -gracias a gigantescas ampliaciones- unas figuras humanas en el interior de los ojos.
La Proporción Perfecta
Coordinador: Dr. Juan Homero Hernández Illescas
Con respecto a un análisis de la pintura de la Virgen de Guadalupe, puede decirse que se trata de un cuadro de belleza extraordinaria. De acuerdo con Alberti, en una pintura debe observarse en términos generales el color, la línea y la composición. Con respecto a esta última, se define como la unión armónica de las partes para formar un todo, constituyendo unidad en la diversidad de los objetos. Una de las formas más bellas de lograrla, es por medio de la llamada proporción dorada, áurea o divina. Está formada por un cuadrado al que se le agrega un rectángulo, para formar un espacio donde el lado menor corresponde al mayor en una relación de 1 a 1.6181...denominada número áureo o "".
Se encuentra en todas las manifestaciones del arte. Desde Mesopotamia, Egipto y Grecia, hasta nuestros días. Ha sido estudiada por Pitágoras, Euclides y Vitrubio. En el Renacimiento la investigaron, Uccello, De la Francesca, Paccioli y Alberti. Miguel Ángel, Rafael, Leonardo y Durero la emplean con mucha frecuencia y aún pintores modernos, como Mondrian, la manejan a menudo. Se emplea igualmente en la escultura y en arquitectura, desde Ictinos en el Partenón, hasta Le Corbusier. Se encuentra además en las proporciones de la diferentes partes del hombre o de varios animales, es el patrón de crecimiento de gemas de vegetales, de caracoles, de fósiles y puede identificarse en la forma de las galaxias y en la agrupación de los átomos de algunas substancias. Por lo mismo constituye un elemento técnico importante que ofrece unidad, equilibrio, balance y elegancia en el arte universal.
Partiendo de la costura central de la Tilma de Juan Diego, la proporción dorada se identifica con evidente claridad en la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ella le confiere una especial belleza y además, al coincidir en su desarrollo, con prácticamente todos los elementos de la figura, refuerza su integridad y refuta de manera contundente, la extraña idea de que se le han hecho añadidos..
Es también un importante argumento, para demostrar el gran valor estético de la imagen, a la que no se le puede añadir ni quitar de su lugar ningún elemento, sin deteriorar su belleza. Hace también improbable, desde el punto de vista estadístico, que se encuentren en la pintura tantas señales de diferentes disciplinas, y que hayan sido fruto de la casualidad.
Las estrellas
Coordinador: Dr. Juan Homero Hernández Illescas
En el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentra representado con mucha fidelidad, el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de la ciudad de México.
Están representadas todas las constelaciones, que se extienden en el cielo visible a la hora de la salida del sol, y en el momento en que Juan Diego enseña su tilma (capa azteca) al obispo Zumárraga.
Caen las rosas que llevaba en ella y aparece estampada en la tela, la imagen de la Virgen.
En la parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del cielo del Norte. En el lado izquierdo las del Sur, visibles en la madrugada del invierno desde el Tepeyac. El Este se ubica arriba y el Oeste en la porción inferior. Como el manto está abierto, hay otros agrupamientos estelares que no están señalados en la imagen, pero se encuentran presentes en el cielo. Así la Corona Boreal, se ubica en la cabeza de la Virgen, Virgo en su pecho, a la altura de las manos, Leo en su vientre, justo sobre el signo del Nahui Ollin, con su principal astro denominado Régulo, el pequeño rey. Gemini, los gemelos, se encuentran a la altura de las rodillas, y Orión, donde está el Ángel.
En resumen, en el manto de la Guadalupana se pueden identificar las principales estrellas de las constelaciones de invierno. Todas ellas en su lugar, con muy pequeñas modificaciones.
¿Por qué el nombre "de Guadalupe"?
"Manifestó su tío ser cierto que entonces le sanó y que la vió del mismo modo en que se aparecía a su sobrino; sabiendo por Ella que le había enviado a México a ver al Obispo. También entonces le dijo la Señora de cuando él fuera a ver al Obispo, le revelara lo que vió y de que manera milagrosa le había sanado; y que bien le nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre Virgen Santa María de Guadalupe."(Nican Mopohua)
- Juan Bernardino contó que la Vírgen le había dicho que dijera al Obispo que llamaría y nombraría bien aquella preciosa Imagen, con el nombre de la siempre Vírgen Santa María de Guadalupe.
- Cuando Juan Bernardino dijo el nombre que la Vírgen quería para Ella, lo dijo en lengua náhuatl, su idioma natal, tal como le había hablado Nuestra Señora.
- El nombre que se dio la Vírgen en náhuatl fue; "Te Coatlaxopeuh" (la que viene volando de la Luz) o "Tequantlanopeuh" (la que nació en las cumbres de las peñas). O también, y más probablemente: "Te" que quiere decir piedra; "Coa" que significa serpiente y "Xopeuh" que quiere decir aplastar: la que aplastará la serpiente de piedra.
- Al pronunciarse esos nombres se dice: "Tecuatlacupe".
- Los españoles al oír la combinación de las palabras como "Tecuatlacupe" le sonaba como "Guadalupe" que para ellos era más natural por existir en Extremadura, España una Vírgen con ese nombre. Otra explicación proviene de que la imagen impresa en la tilma tiene alguna semejanza con una imagen que está en el coro de la Iglesia de Guadalupe de España, y siendo muchos los españoles de aquella región, así la comenzaron a llamar, de tal manera que a los diez años de las apariciones era popular ese nombre.
Relato de las Apariciones
Pbro. Pablo Arce Gargollo
(*)(Del Nican Mopohua, escrito originalmente en náhuatl, hay varias traducciones al español; se destacan las publicadas en 1666 de Luis Becerra Tanco, la de Primo Feliciano Velázquez de 1926, y las de Angel María Garibay y Mario Rojas, ambas de 1978. La versión que aquí publicamos es fruto comparativo de las versiones señaladas; los títulos son nuestros.)
Aquí se cuenta, se ordena, como hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Vírgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, en el Tepeyac, que se nombra Guadalupe.
Primero se hizo ver a un indito llamado Juan Diego; y después se apareció su preciosa Imagen delante del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumarraga.
Diez años después de conquistada la ciudad de México, se suspendió la guerra y hubo paz en los pueblos. Empezó a brotar la fe, el conocimiento del verdadero Dios, de Aquel por quien se vive.
PRIMER ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Precisamente en el año de 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un pobre indio de nombre Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlán que en las cosas espirituales pertenecía a Tlatilolco.
Era sábado muy de madrugada y venía en busca del culto divino y de sus mandatos.
Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyac, ya estaba amaneciendo. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros; y parecía que el monte les respondía. Sus cantos eran mejores al del coyoltotolt y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.
Se detuvo Juan Diego y se dijo: ¿por ventura soy digno de lo que oigo? ¿Quizá sueño? ¿Quizá sólo lo veo entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho nuestros ancianos, nuestros abuelos? ¿Acaso allá dentro del cielo?
Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumor por donde sale el sol, de donde provenía el canto celestial. Y cuando al fin cesó el canto, cuando todo quedó en calma, oyó que lo llamaban de arriba del cerrito y le decían: "Juanito, Juan Dieguito."
Entonces se atrevió a ir donde lo llamaban; no se sobresaltó para nada su corazón; al contrario, se sentía alegre y muy contento; fue subiendo el cerrito para ir a ver de dónde lo llamaban.
Cuando llegó a la cumbre, vió a una señora que estaba allí de pie y le dijo que se acercara. Y cuando llegó frente a Ella se admiró mucho de su perfecta hermosura: su vestido relucía como el sol y echaba rayos, como que reverberaba, y la piedra y el risco que estaba de pie, al recibir como flechas los rayos semejaba como joyeles de piedras preciosas, y relumbraba la tierra como el arco iris. Y los mesquites y nopales y las demás hierbas que por ahí se dan parecían como esmeraldas; su follaje, de finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro.
Ante Ella, se arrodilló. Escuchó su palabra que era muy blanda y sumamente afable, como de quien atrae y estima mucho. Ella le dijo: "Oye, hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?
Y él le contestó: "Señora y niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlaltilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son imagen de nuestro Señor: nuestros sacerdotes."
Entonces Ella le habló y le dijo su santa voluntad: "Sabe y ten por seguro mi hijo mío el más pequeño, que yo soy la siempre Vírgen Santa María, Madre del verdadero Dios, Aquel por Quien Vivímos, de El Creador de personas, de El Dueño de lo que está Cerca y Junto, del Cielo y de la Tierra."
"Quiero mucho y deseo vivamente que en este lugar me levanten mi templo. En donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en la salvación.
"Porque yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.
"Y para que pueda hacerse lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, ve a la casa del obispo en México, y le dirás cómo yo te mando como mi mensajero, para que le hagas presente cómo yo deseo mucho que aquí me haga una casa, que levante mi templo en lo plano. Le contarás bien todo lo que has visto y admirado y lo que has oído.
"Ten por seguro que lo agradeceré mucho y lo pagaré, que por ello te he de hacer dichoso, te glorificaré y mucho merecerás que yo recompense tu fatiga y tu trabajo, con que vas a poner por obra lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda, haz lo que esté de tu parte".
Entonces él se inclinó ante Ella y le dijo: "Señora mía, niña mía: ya me voy para cumplir tu mandato; ahora me separo de ti, yo, tu pobre indito."
Luego bajó para poner por obra su encomienda; vino a encontrar la calzada que viene derecho a México.
PRIMERA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Cuando entró en la ciudad, fue derecho al palacio del Obispo que muy recientemente había llegado y se llamaba Fray Juan de Zumarraga, religioso de San Francisco.
Apenas llegó, trató de verle; rogó a sus servidores, a sus ayudantes que fueran a decírselo. Pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el Señor Obispo que entrara. Luego que entró, se inclinó y arrodilló. En seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y también le dijo todo lo que admiró,lo que vió, lo que oyó.
Cuando oyó toda su narración, su mensaje, como que no lo tuvo por cierto, y le respondió: "Hijo mío, tendrás que venir otra vez, otra vez te oiré con calma desde el principio y consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad y tu
deseo."
El salió y venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrito y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo, en el mismo punto en que la había visto primero pues lo estaba esperando.
SEGUNDO ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Y en cuanto la vió, se arrodilló ante Ella y le dijo: "Patroncita, Señora, Niña mía, ya fui a donde me enviaste a decir tu pensamiento y tu palabra. Aunque con gran dificultad entré a donde es el lugar del Señor de los sacerdotes, lo ví, ante él expresé tu pensamiento y tu palabra, tal como tú me lo mandaste. Me recibió amablemente y me oyó con atención, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió y no lo creyó. Me dijo: tendrás que venir otra vez, otra vez te oiré con calma desde el principio y consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad y tu deseo. Comprendí perfectamente por la manera como me respondió, que es quizá invención mía que tu casa que quieres que te hagan aquí yo nada más lo invento, o que tal vez no es orden tuya.
"Por lo cual, mucho te suplico, Dueña mía, Reina y Niña mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, estimado y respetado, le encargues que lleve tu mensaje para que la crean. Porque yo soy un campesino, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser llevado a cuestas. Hija mía, niña mía, Señora mía, me mandas a un lugar donde no ando y no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía."
Le respondió la siempre Vírgen: "Oye, hijo mío el más pequeño, ten por cierto que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad. Pero es muy necesario que tú personalmente vayas y hables de esto, y que precisamente por tu mano se cumpla mi voluntad.
"Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño y con toda energía te mando que precisamente vayas otra vez mañana a ver al Obispo. Y en mi parte hazle saber, hazle oír bien mi voluntad, para que haga mi casa que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Vírgen María, la Madre de Dios, te envía."
Le respondió Juan Diego: "Dueña mía, Señora, Niña mía, no te cause yo aflicción. Con gusto iré a cumplir tu mandato, de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni me será penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, aunque tal vez no seré oído, y si me oye, quizá no me crea. Mañana en la tarde cuando se esté metiendo el sol vendré a dar razón de tu mensaje con lo que me responda el Señor de los sacerdotes. Ya me despido de ti, hija mía la más pequeña, mi Niña y Señora. Ahora descansa otro poquito."
Y luego se fue él a su casa a descansar.
SEGUNDA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Al día siguiente, domingo, muy de madrugada, aún oscuro, salió de su casa y vino derecho a Tlatilolco a aprender las cosas de Dios, y a ser contado. Luego para ver al Señor Obispo.
A eso de las diez fue cuando ya estaba preparado: había oído Misa y se había pasado lista y se había dispersado la multitud. Y Juan Diego fue al palacio del Señor Obispo. Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo otra vez lo vió; se arrodilló a sus pies, se entristeció y lloró al ir comunicando y descubriendo ante él el pensamiento y la palabra de la Señora del Cielo, pensando que ojalá fuera creída la embajada de hacerle su casita sagrada, en donde había dicho, en donde Ella lo quiere.
Pero el Señor Obispo le preguntó muchas cosas, lo investigó de muchas cosas para que su corazón quedara satisfecho: dónde la vió, cómo era Ella; todo enteramente se lo contó al Obispo.
Y aunque todo absolutamente se lo declaró, todo lo que había visto y admirado, que aparecía con toda claridad que era Ella la Perfecta Vírgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador Nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, aún no le dió crédito.
Dijo que no sólo por su sola palabra y solicitud se iba a hacer lo que él pedía. Que era muy necesario alguna otra señal para que se le pudiera creer que a él lo enviaba la Señora del Cielo en persona.
Tan pronto como lo oyó Juan Diego, le dijo al Obispo "Amo y Señor mío, considera cuál será la señal que pides, para luego ir a pedírsela a la Señora del Cielo, que me envió."
Viendo el Obispo que se afirmaba bien en la verdad y que en nada dudaba, luego lo despidió. Y cuando se fue, luego mandó a unos de su casa, en los que tenía confianza, que lo fueran siguiendo, que lo fueran observando bien a dónde iba, a quién veía, con quién hablaba. Y así se hizo. Juan Diego se fue derecho. Siguió la calzada. Los que lo iban siguiendo, donde sale la barranca cerca del Tepeyac, en el puente de madera, lo perdieron de vista. Y aunque lo buscaron por todas partes, ya por ninguna lo vieron.
Así es que regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino también porque les impidió su intento y los puso muy enojados. Así fueron a informar al Obispo y le metieron en la cabeza que no le creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras: que solamente había inventado lo que venía a decir. Y así determinaron que si otra vez venía, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar a la gente.
TERCER ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Vírgen diciéndole la respuesta que traía del Señor Obispo; la que oída por la Señora le dijo: "Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido. Con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará.
"Y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has hecho; ahora vete que mañana aquí te espero.
JUAN DIEGO SE OCUPA DE SU TIO
Al día siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió, porque cuando llegó a su casa, un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, le había dado la enfermedad y estaba en las últimas.
Primero fue a llamar a un médico y éste lo auxilió, pero ya no pudo hacer nada pues estaba muy grave.
Por la noche le rogó su tío que de madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote, para que fuera a confesarlo y disponerlo bien, pues estaba seguro que ya era el tiempo y el lugar de morir, porque ya no se levantaría, ya no se curaría. Y el martes, cuando aún era de noche, de allá vino a salir, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote en Tlatilolco.
Y cuando venía llegando al lado del cerrito del Tepeyac, al pie, donde sale el camino, de la parte en que el sol se mete, por donde tenía costumbre pasar, dijo para sí: "Si me voy derecho por el camino, no vaya a ser que me vea esta Señora y seguro, como antes, me detenga para que lleve la señal al gobernante eclesiástico, como me lo mandó. Que primero nos deje nuestra aflicción; que antes yo llame de prisa al sacerdote, mi tío no hace más que aguardarlo."
Entonces le dió la vuelta al cerro, subió por en medio y de ahí, atravesando por donde el sol sale, fue a salir para llegar pronto a México, para que no lo detuviera la Reina del Cielo. Pensó que no podía verlo la que está mirando bien a todas partes.
CUARTO ENCUENTRO CON LA VIRGEN
La vió bajar de la cumbre del cerrito, y que de allí lo había estado mirando. Le vino a salir al encuentro a un lado del cerro, le vino a cerrarle el paso y le dijo: "¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?". Pero él quizá un poco se mortificó, quizá tuvo vergüenza, quizá con esto se espantó y tuvo temor.
Ante Ella se puso de rodillas, la saludó y dijo: "Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta, ¿cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud Señora y Niña mía? Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Niña mía, que está en las últimas un servidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se ha asentado, seguro va a morir de ella. Y ahora voy de prisa a tu casa en México, a llamar a uno de los amados de Nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y disponerlo. !Por cierto que para eso hemos nacido: para esperar el deber de nuestra muerte! Pero si voy a hacer esto, al momento volveré otra vez acá, regresaré para llevar tu palabra y pensamiento. Ama y Niña mía, te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía, la más pequeña. Mañana sin falta vendré a toda prisa."
En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa Perfecta Vírgen: "Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente."
"¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
"Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te preocupe con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por seguro que ya sanó." (Y en el momento sanó su tío como después se supo).
Cuando Juan Diego oyó la amable palabra, el amable aliento de la Reina del Cielo, se consoló muchísimo, se puso en calma su corazón, y le suplicó que inmediatamente lo despachara a ver al gobernante Obispo a llevarle una señal y prueba para que creyera.
Y la Reina celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrito, allí donde antes la había visto. Le dijo: "Sube hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerro, a donde me viste y te di ordenes. Allí verás que haya variadas flores: córtalas, reúnelas, pónlas todas júntalas. Luego baja aquí; tráelas aquí, delante de mí."
Y Juan Diego luego subió al cerrito, y cuando llegó a la cumbre, quedó muy admirado: estaban extendidas, estaban abiertas, estaban florecientes toda clase de flores finas de Castilla, cuando no era tiempo en que se dieran, porque de veras que en aquél tiempo arreciaba el hielo. Estaban muy llenas de rocío; como si tuvieran perlas finas, así estaban cuajadas de rocío nocturno.
Luego comenzó a cortarlas, las juntó todas, las echó en el hueco de su tilma. Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se diera ninguna flor, pues sólo abundan los riscos, abrojos, espinas; nopales, mezquites, y si acaso se da alguna hierbecilla, entonces era el mes de diciembre, en que el hielo come y destruye todo.
Enseguida bajó, vino a traerle a la Reina del Cielo las distintas flores que había cortado.
Cuando Ella las vió, las tomó en sus venerables manos, y luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate. Le dijo: "Hijo mío el menor, estas diferentes flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas lo que quiero, y que con esto se realice mi voluntad y mi deseo. Y tú... tú eres mi mensajero, en ti pongo toda mi confianza. Y con toda energía te mando que solamente en presencia del Obispo abras tu ayate y le enseñes lo que llevas. Le contarás bien todo, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al gobernante sacerdote, para que luego ponga todo lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido".
En cuanto la Señora del Cielo le dió su mandato, tomó la calzada que viene derecho a México. Iba de prisa y contento, con el corazón seguro de que todo iba a salir bien. Cuidaba mucho lo que llevaba en el hueco de su ayate, no fuera que se le cayera algo. Se venía gozando con el perfume de las preciosas flores.
TERCERA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Al llegar al palacio del Obispo se encontró con el porteros y los demás servidores del Sacerdote gobernante, y se puso a rogarles que fueran a decirle que lo quería él ver; pero ninguno de ellos quiso; fingían que no le entendían o tal vez por ser aún muy temprano, o quizá porque ya lo conocían que nomás los molestaba, los importunaba y ya les habían contado sus compañeros, los que lo habían perdido de vista cuando lo fueron siguiendo. Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón.
Y cuando vieron que ya tenía mucho tiempo esperando de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado y como que algo traía en el hueco de su ayate, se le acercaron para ver lo que traía y desengañarse. Juan Diego se dió cuenta que no podía esconder lo que traía y que por eso lo molestarían, lo habían de echar fuera o lo maltratarían, y les mostró un poquito de aquellas flores.
Y cuando vieron que todas eran finas y variadas flores y que no era tiempo entonces de que se dieran, las admiraron mucho, lo frescas que estaban, lo abiertas que tenían sus corolas, lo bien que olían, lo bien que parecían. Y quisieron coger y sacar unas cuantas. Tres veces sucedió que se atrevieron a cogerlas, pero de ningún modo pudieron hacerlo, porque cuando hacían el intento ya no podían ver las flores, sino que les parecían pintadas o bordadas o cosidas en la tilma. Inmediatamente fueron a decirle al Señor Obispo lo que habían visto, y que lo quería ver el indito pobre que ya había venido otras veces, y que hacía muchísimo rato que estaba allí esperando el permiso, porque quería verlo.
Al oír esto, el Señor Obispo cayó en cuenta de que aquello era la prueba para convencerlo, para poner por obra lo que solicitaba el indio. Enseguida dio orden de que entrara, que viniera a verlo.
LA ESTAMPACION DE LA IMAGEN
Luego que entró Juan Diego se arrodilló delante del Obispo, como ya antes lo había hecho. Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje.
Le dijo: "Señor mío, Gobernante, ya hice, ya realicé lo que me ordenaste; fuí a decirle a la Señora mi Ama, la Niña celestial, Santa María, preciosa Madre de Dios, que tú pedías una prueba para poder creer, para que le hicieras su templo donde Ella te pide que se lo levantes. También le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad como me lo encargaste.
"Y escuchó bien tu deseo y tu palabra, y recibió con agrado tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga su amada voluntad. Hoy por la mañana, todavía oscuro, me mandó para que otra vez viniera a verte; y le pedí la prueba para que creyeras, pues me había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió.
"Me mandó a la cumbre del cerrito donde antes yo la había visto, para que cortara diversas rosas de Castilla. Después fuí a cortarlas, las traje abajo y con sus santas manos las tomó, otra vez las estuvo colocando en el hueco de mi ayate, para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las diera.
"Aunque yo sabía bien que no es sitio la cumbre del cerro donde se den flores, porque sólo hay muchos riscos, abrojos, huizaches, nopales, mesquites... no por ello dudé, no por eso lo puse en duda. Cuando llegué a la cumbre del cerrito miré que era ya como paraíso. Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fuí a cortar.
"Y me dijo que era para que yo te las diera y para que con este modo yo diera fe, que vieras la señal que le pedías para realizar su amable voluntad. Y para que veas que es verdad mi palabra y su mensaje, aquí las tienes; hazme favor de recibirlas".
Y en ese momento, extendió, desenvolviéndola, su blanca tilma, pues en su hueco traía recogidas las flores, y cayeron al suelo todas las diferentes flores preciosas.
En ese momento, se pintó, apareció de repente la preciosa Imagen de la Perfecta Vírgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está y ahora se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se llama Guadalupe.
En cuanto la vió el Obispo Gobernante y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron. Se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, tenían suspenso el corazón y el pensamiento.
El Señor Obispo, con lágrimas y conmovido le hizo oración, y le suplicó que lo perdonara por no haber creído a su voluntad, a su palabra, a su pensamiento.
Y cuando se puso de pie, desató del cuello de donde colgaba, el ayate de Juan Diego. en el que apareció y se dibujó la Señora del Cielo. Y luego la llevó y la fue a poner en su oratorio.
Todavía allí pasó un día Juan Diego en la casa del Obispo, que aún lo detuvo.
LA VERIFICACIÓN DEL LUGAR DE LAS APARICIONES
Al día siguiente le dijo: "¡Anda, vamos a que muestres dónde es voluntad de la Reina del cielo que le levanten su ermita!" De inmediato se convidó gente para hacerlo, levantarlo.
Y Juan Diego, en cuanto señaló dónde había mandado la Señora del Cielo que le levantaran su templo, pidió permiso para irse. Quería ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó para ir a llamar a un sacerdote a Tlatilolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien le había dicho la Reina del Cielo que ya había sanado.
Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa.
LA VIRGEN CON JUAN BERNARDINO
Al llegar, vieron a su tío que estaba sano, absolutamente nada le dolía.
Y él se admiró mucho de cómo venía su sobrino acompañado y muy honrado. Le preguntó por qué sucedía que lo honraban tanto. Juan Diego le dijo cómo cuando él iba a llamar al sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyac se le apareció la Señora del Cielo; y lo mandó a México a ir a decir al Gobernante Obispo que allí le edificaran su templo. Y le dijo que no se afligiera, que ya su tío estaba contento, y con ello mucho se consoló.
Le dijo su tío que era cierto, que en aquel momento preciso lo sanó y que él la había visto tal como se le había mostrado a su sobrino, y le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al Obispo; y que también, cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le descubriera, le platicara lo que había visto y a manera maravillosa en que lo había sanado. Y le dijo que bien la nombraría, así como bien había de nombrársele a su bendita imagen como la siempre Vírgen Santa María de Guadalupe.
JUAN BERNARDINO CON EL OBISPO
Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo, lo trajeron a hablar con él, a dar testimonio. Y junto con su sobrino, los hospedó en su casa unos cuantos días, en tanto se edificaba el templo de la Reina del Cielo en Tepeyac, donde se mostró a Juan Diego.
Y el Señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la amada imagen de la Amada Niña Celestial.
PRIMER TRASLADO DE LA IMAGEN
La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran y admiraran su preciosa imagen.
Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció, cuando vino a ver, a admirar su preciosa imagen.
Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraban la manera milagrosa como se había aparecido, puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada imagen.
Dios no se cansa de darnos preciosos regalos.
1 Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza;
2 está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.
La "imagen" es una pintura de Apocalipsis 12, "apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies"... y ya comentamos lo importante que fue para los indígenas lo del sol y la luna.
La Virgen tiene una cinta en el vientre, está "encinta", "embarazada"... ¿Porqué apareció encinta?: Porque quería que Jesús naciera de nuevo en México, en el corazón de cada mejicano y de cada americano, ¡y así fue, y así sigue siendo!...
... Además, hoy día, la Iglesia en México y Estados Unidos la han nombrado la defensora contra el "aborto", y puede usted estar seguro que el aborto se acabará con tan buena capitana al frente... yo no se cómo o cuándo será, pero quizás pase como con la Unión Soviética, en forma total, insospechada e inexplicable.
Nota: Siempre que la Virgen aparece como la "Inmaculada Concepción" está encinta. Como se puede ver en Lourdes, la Medalla Milagrosa, Guadalupe...
Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
Mientras mas se profundiza en sus estudios de esta imagen regalada por la Virgen Santisima nos sorprende cada vez más.
El Misterio de los ojos de la Virgen:
Según varios estudiosos y hombres de ciencia que han inspeccionado la imagen se pueden ver reflejadas, en ambos ojos y en la ubicación precisa en que se reflejarían en un ojo humano vivo, algunas figuras que han sido extensivamente analizadas y parecen corresponder a la forma y tamaño de figuras humanas localizadas enfrente de la imagen.
En 1929, Alfonso Marcué, quien era el fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió lo que parecía una clara imagen de un hombre con barba reflejada en el ojo derecho de la Virgen. Al principio no podía dar crédito a lo que estaba viendo: cómo podía ser?, Un hombre con barba dentro de los ojos de la Virgen de Guadalupe?. Pero luego de varias inspecciones de sus fotografías en blanco y negro de la imagen ya no tuvo mas dudas y decidió que era tiempo de informar a las autoridades de la Basílica. Así lo hizo, y le fué indicado por estas que se guardara completo silencio sobre el descubrimiento, lo que Marcué cumplió al pie de la letra.
Mas de 20 años después, el 29 de mayo de 1951, el dibujante mexicano José Carlos Salinas Chávez, luego de examinar una buena fotografía de la cara de la imagen, redescubre la imagen de lo que parece ser un busto humano reflejado en el ojo derecho de la Virgen, y luego también en el ojo izquierdo.
Desde entonces, mucha gente ha tenido la oportunidad de inspeccionar de cerca los ojos de la Virgen en la tilma, incluyendo mas de 20 médicos oftalmólogos.
El primero fue el prestigioso médico oftalmólogo mexicano Dr. Javier Torroella Bueno, el 27 de marzo de 1956. En lo que constituye el primer reporte emitido por un médico sobre los ojos de la imagen, él certifica la presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) característico de todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes resultantes se ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto, y también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la curvatura de la córnea.
Ese mismo año otro oftalmólogo, el Dr. Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la imagen ya con mas detenimiento y con la utilización de un oftalmoscopio. El Dr. Torija Lavoignet reporta la aparente figura humana en las córneas de ambos ojos, con la ubicación y distorsión propias de un ojo humano normal, notando además una inexplicable apariencia "viva" de los ojos al ser examinados.
Varias otras inspecciones de los ojos han sido realizadas por médicos oftalmólogos luego de éstas iniciales. Con mayores o menores detalles todas concuerdan en general con las dos primeras aquí expuestas.
Una nueva y fascinante clase de estudio y análisis de los ojos comenzó en 1979, por el Dr. José Aste Tonsmann, un graduado de la Universidad de Cornell trabajando para IBM en procesamiento digital de imágenes, al digitalizar éste a altas resoluciónes una muy buena fotografía de la cara de la Virgen tomada directamente de la tilma original.
Luego de procesar las imágenes de los ojos por diversos métodos para eliminar "ruidos" y destacar detalles el Dr. Tonsmann realizó lo que serían incríbles descubrimientos: no solamente era claramente visible en ambos ojos el "busto humano", sino también por lo menos otras cuatro figuras humanas eran también visibles en ambos ojos.
El Dr. Aste Tonsmann publicó sus últimos estudios efectuados sobre los ojos en la tilma con completos detalles y fotografías. Quizás uno de los aspectos mas fascinantes de su trabajo es su opinión de que Nuestra Señora no solo nos dejara su imagen impresa como prueba de su aparición sino también ciertos mensajes que permanecieron escondidos en sus ojos para ser revelados cuando la tecnología permitiese descubrirlos y en el tiempo en que fueran mas necesarios.
Este sería el caso de la imagen de una familia presente en el centro de los ojos de la Virgen, en momentos en que la Familia se encuentra precisamente ante serios ataques en nuestros días. La imagen de varias figuras humanas que parecen constituir una familia, incluyendo varios niños y un bebé llevado en la espalda por su madre como se acostumbraba en el siglo 16, aparece en el centro de la pupila de la Virgen, como centro de su mirada, como se puede apreciar en esta excelente imagen del ojo derecho resaltando la familia, provista gentilmente por el Dr. Aste Tonsmann.
Milagrosa conservación del lienzo
1531-1556 La Sagrada Imagen debió sufrir los efectos del clima húmedo y salitroso del Tepeyac, el humo constante de candelas, los insectos que eran atraídos por las luces, y el beso de miles de hijos que querían tener un contacto palpable con la Imagen.
1554 "Creyeron los que cuidaban la santa imagen que sería conveniente a su culto y lucimiento adornarla con unos querubines, que en el círculo de los rayos del sol la hicieren compañía. Hiciéronlo así, pero con el pasar de los años se desfiguraron y fue borrando todo: no pudieron competir con el pincel milagroso."
1647 El Virrey, Conde de Salvatierra, regala al Santuario unos vidrios traídos con esmero desde España, que colocan ante el sagrado lienzo para protegerlo -aunque no del todo- del humo, insectos y manoseo.
1660 Una descripción hecha por el P. Florencia dice que "pone admiración ver una manta de material tan vil, feble y corruptible que si antes de pintarse en ella la Imagen santa, se hubiera puesto en lugar tan nocivo y perjudicial por su salitre en el Tepeyac, estaría tan podrida a los 20 años que se desharía por sí misma quedando en pedazos en las manos. Al cambio, véese todo lo contrario: el ayate permanece a pesar de los años tan entero, recio y firme como si acabara de tejerse, y con colores tan vivos y bellos como si acabara de pintarse."
1666 Hay unas Informaciones que dicen que en el Tepeyac "se crían -cuando cesan las lluvias- una especie de "nitro" que arrastran los vientos tan corrosivos en su naturaleza que las piedras de cantería donde se posa las deshace y convierte en polvo, y pone negra y destruye hasta la plata."
1666 Una comisión de médicos dice: "no hay causa natural que explique la conservación milagrosa del "ayate" de maguey en que está representada la santa Imagen."
1666 Una comisión de pintores dice: "que han tocado con sus propias manos dicha pintura y que no han podido hallar cómo fuera puesta allí, sino de forma milagrosa y que otro, que no fuera Dios Nuestro Señor, no podía hacer cosa tan bella y de tanta perfección que parece estampada en la tilma del dichoso Juan Diego".
1666 Esa misma comisión de pintores, declaró bajo juramento "que visto el lienzo por el envés, se ve la santa Imagen con todos los colores que se admiran en el haz."
1666 El P. Florencia escribe: "se reconoce que no ha sido suficiente la intemperie a la que ha estado sometido el cuadro, para apagar el brillo de su pintura."
1756 Si se observa el ayate a una distancia superior a los 3 metros, los colores se aprecian fuertes y marcados, pero conforme se acerca uno al lienzo, se van desvaneciendo.
1766 Se puso un nuevo cristal ante la Imagen, aunque era frecuente que se abriera. El pintor Miguel Cabrera ve que "durante más de dos horas varios eclesiásticos estuvieron pasando sobre el Sagrado Lienzo 500 estampas e incontables Rosarios y ex-votos."
1791 Mientras un orfebre limpiaba el marco de oro y plata del marco exterior de la Imagen, un frasco con ácido nítrico se derramó sobre la parte superior derecha del ayate. Sólo quedó una mancha y no destruyó, milagrosamente, parte del lienzo.
1921 El 14 de noviembre se registra un atentado contra la Imagen. Estalla una bomba en el altar mayor de la antigua Basílica. La Imagen no sufre daño alguno.
1929 Hay un gran inconveniente para la toma de fotografías pues mientras más potente sea la lente, más resalta la grosera trama del lienzo en detrimento de los rasgos.
1936 El Dr. Ricardo Kuhn, austriaco y premio Nóbel de química, recibió dos fibras que le enviaron de México provenientes del lienzo de Guadalupe. Luego de su análisis manifestó: "en las dos fibras -una de color rojo y otra amarillo- no existen colorantes vegetales ni colorantes animales, (como la cochinilla), ni minerales. Tampoco podían ser colorantes sintéticos, pues en aquel tiempo (1531), no se conocían estos productos."
1954 El Prof. Francisco Camps Rivera, de la Universidad de Barcelona, experto en pintura, luego de examinar la tilma, afirmó que "no pudo encontrar huellas de pincel, ni que la tela fuera preparada para pintar", concluyendo que "ningún artista humano hubiera elegido para realizar una obra tan acabada, una tela de la calidad del ayate, y mucho menos con una costura en el centro."
1975 El Dr. Eduardo Turatí, luego de estudiar el Sagrado lienzo, sin el vidrio, afirmó: "observando unas zonas del tejido donde se encuentran unas grietas que lo abren -por lo viejo que está- puede verse que la pintura sigue fija en las fibras ocultas del tejido. Este detalle tan significativo hace pensar que la Imagen se encuentra impresa o es parte de la misma tela y no pintura sobrepuesta."
1975 El Dr. Sodi Palláres descubrió que "la tilma es refractaria al polvo, a los insectos y a la humedad de estos parajes mexicanos."
1979 En la noche del 7 de mayo, los norteamericanos Brant Smith y Philip S. Callagan, miembros del equipo científico de la NASA, toman fotografías con películas infrarrojas de la Imagen de la Vírgen sin el cristal protector. Entre sus conclusiones, aseguran: "que la cara, manos, manto y túnica de la Vírgen no tiene explicación posible". Los científicos -que tras muchas horas de labor terminaron enamorados de la Vírgen de Guadalupe- presentaron en 1981 su informe al Sr. Arzobispo de México, D. Ernesto Corripio Ahumada. Señalan que hay ciertos "añadidos" a la imagen original.
El Rostro
En 1660 el Padre de la Cruz al examinarla de cerca: "tiene la Santísima Virgen tal belleza, gracia y hermosura que da a entender ser prodigiosa copia de aquel original a quien S. Agustín llama "Hermosura de Dios". Refiriéndose al rostro, que en aquellos primeros años aparecía con toda la gracia de la impresión original decía el Dr. Becerra y Tanco al observarla detenidamente para la información canónica de 1666: "es tan bello su rostro y tan con tanta decencia apacible que trae admiración y consuelo a cuantos miran atentamente. Habiéndolo visto de cerca, vuelvo a ratificar que sólo milagrosamente pudo ser pintado."
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El Misterio de los ojos de la Virgen: Cronología
1929 Alfonso Marcué -fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe- al ampliar unos negativos del rostro, descubre un busto humano -que identifica con Juan Diego- en el ojo derecho de la Imagen de la Vírgen.
1951 En la noche del 29 de mayo, el dibujante J. Carlos Salinas, observando con una pequeña lupa una fotografía del cuadro a tamaño natural, tomada por el fotógrafo Jesús Castaño W., descubre un busto humano en la córnea transparente de ambos ojos, más claro en el derecho.
1956 El médico oftalmólogo Dr. Rafael Torija, en cinco ocasiones examina los ojos de la Vírgen. En la última revisión, el 23 de julio, lo hace con un oftalmoscopio y lente de aumento. Confirma, por escrito, la presencia en los dos ojos de un busto humano, y que en el ojo derecho se repite 3 veces, es decir, la llamada "triple imagen de Purkinje y Samson", investigadores del siglo XIX que descubrieron que en el ojo humano se forman tres imágenes del objeto que se está viendo. Semejantes investigaciones hace también el Dr. Javier Torroela.
1956 El mismo Dr. Torija notó que al dirigir la luz hacia la pupila, ésta emitía reflejos de luz, lo cual no sucede con ninguna fotografía o estampa, sino sólo en los ojos vivos.
1956 El Dr. Torija dice que "la pupila ilumina en forma difusa, dando la impresión de oquedad."
1962 Los oftalmólogos norteamericanos, Charles J. Wahling y Frank T. Avignone examinaron los ojos de Vírgen, realizando además pruebas fotográficas en vivo, en idénticas circunstancias de distancia, posición y luz, y son de la opinión que los reflejos no son de origen humano y que la Guadalupana estaba presente en la casa del Obispo Zumarraga, invisible para todos, cuando su imagen apareció en la tilma.
1974 El Dr. Enrique Graue, eminente oftalmólogo, luego de examinar el lienzo, manifestó que "al proyectar un haz de luz sobre el ojo, el iris brilla más que el resto, no así la pupila, lo que da una sensación de profundidad, pareciendo además como si el iris fuese a contraerse de un momento a otro, como el de una persona viva."
1974 "Fíjese hasta qué punto le recuerdan a uno los ojos de una persona viva que, en una de aquellas exploraciones, y estando yo con el oftalmoscopio en plena observación, inconscientemente comenté en voz alta, dirigiéndome a la imagen: por favor, mire un poquito para arriba..." (Dr. Graue).
1974 El Dr. Graue dice: "observé... en la córnea y cristalino de ambos ojos, la imagen de un hombre barbado, es decir que está admirablemente impreso en un mínimo espacio de 8 milímetros -la medida de las corneas de la Virgen- y ocupa un tercio de ellas, por lo que sus dimensiones no exceden de 4 milímetros."
1975 El Dr, Jorge Kuri, médico-cirujano, luego de observar de cerca el cuadro quedó muy impresionado y dijo: "aunque parezca mentira, ¡esos ojos tienen vida! Yo comprobé que al iluminarlos adquieren brillantez: parecen vivos."
1979 En el mes de febrero, José Aste Tonsmann, Ingeniero peruano, radicado en México, inicia un proceso de "digitalización" de los ojos de la Vírgen de Guadalupe, descubriendo -gracias a gigantescas ampliaciones- unas figuras humanas en el interior de los ojos.
La Proporción Perfecta
Coordinador: Dr. Juan Homero Hernández Illescas
Con respecto a un análisis de la pintura de la Virgen de Guadalupe, puede decirse que se trata de un cuadro de belleza extraordinaria. De acuerdo con Alberti, en una pintura debe observarse en términos generales el color, la línea y la composición. Con respecto a esta última, se define como la unión armónica de las partes para formar un todo, constituyendo unidad en la diversidad de los objetos. Una de las formas más bellas de lograrla, es por medio de la llamada proporción dorada, áurea o divina. Está formada por un cuadrado al que se le agrega un rectángulo, para formar un espacio donde el lado menor corresponde al mayor en una relación de 1 a 1.6181...denominada número áureo o "".
Se encuentra en todas las manifestaciones del arte. Desde Mesopotamia, Egipto y Grecia, hasta nuestros días. Ha sido estudiada por Pitágoras, Euclides y Vitrubio. En el Renacimiento la investigaron, Uccello, De la Francesca, Paccioli y Alberti. Miguel Ángel, Rafael, Leonardo y Durero la emplean con mucha frecuencia y aún pintores modernos, como Mondrian, la manejan a menudo. Se emplea igualmente en la escultura y en arquitectura, desde Ictinos en el Partenón, hasta Le Corbusier. Se encuentra además en las proporciones de la diferentes partes del hombre o de varios animales, es el patrón de crecimiento de gemas de vegetales, de caracoles, de fósiles y puede identificarse en la forma de las galaxias y en la agrupación de los átomos de algunas substancias. Por lo mismo constituye un elemento técnico importante que ofrece unidad, equilibrio, balance y elegancia en el arte universal.
Partiendo de la costura central de la Tilma de Juan Diego, la proporción dorada se identifica con evidente claridad en la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ella le confiere una especial belleza y además, al coincidir en su desarrollo, con prácticamente todos los elementos de la figura, refuerza su integridad y refuta de manera contundente, la extraña idea de que se le han hecho añadidos..
Es también un importante argumento, para demostrar el gran valor estético de la imagen, a la que no se le puede añadir ni quitar de su lugar ningún elemento, sin deteriorar su belleza. Hace también improbable, desde el punto de vista estadístico, que se encuentren en la pintura tantas señales de diferentes disciplinas, y que hayan sido fruto de la casualidad.
Las estrellas
Coordinador: Dr. Juan Homero Hernández Illescas
En el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentra representado con mucha fidelidad, el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de la ciudad de México.
Están representadas todas las constelaciones, que se extienden en el cielo visible a la hora de la salida del sol, y en el momento en que Juan Diego enseña su tilma (capa azteca) al obispo Zumárraga.
Caen las rosas que llevaba en ella y aparece estampada en la tela, la imagen de la Virgen.
En la parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del cielo del Norte. En el lado izquierdo las del Sur, visibles en la madrugada del invierno desde el Tepeyac. El Este se ubica arriba y el Oeste en la porción inferior. Como el manto está abierto, hay otros agrupamientos estelares que no están señalados en la imagen, pero se encuentran presentes en el cielo. Así la Corona Boreal, se ubica en la cabeza de la Virgen, Virgo en su pecho, a la altura de las manos, Leo en su vientre, justo sobre el signo del Nahui Ollin, con su principal astro denominado Régulo, el pequeño rey. Gemini, los gemelos, se encuentran a la altura de las rodillas, y Orión, donde está el Ángel.
En resumen, en el manto de la Guadalupana se pueden identificar las principales estrellas de las constelaciones de invierno. Todas ellas en su lugar, con muy pequeñas modificaciones.
¿Por qué el nombre "de Guadalupe"?
"Manifestó su tío ser cierto que entonces le sanó y que la vió del mismo modo en que se aparecía a su sobrino; sabiendo por Ella que le había enviado a México a ver al Obispo. También entonces le dijo la Señora de cuando él fuera a ver al Obispo, le revelara lo que vió y de que manera milagrosa le había sanado; y que bien le nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre Virgen Santa María de Guadalupe."(Nican Mopohua)
- Juan Bernardino contó que la Vírgen le había dicho que dijera al Obispo que llamaría y nombraría bien aquella preciosa Imagen, con el nombre de la siempre Vírgen Santa María de Guadalupe.
- Cuando Juan Bernardino dijo el nombre que la Vírgen quería para Ella, lo dijo en lengua náhuatl, su idioma natal, tal como le había hablado Nuestra Señora.
- El nombre que se dio la Vírgen en náhuatl fue; "Te Coatlaxopeuh" (la que viene volando de la Luz) o "Tequantlanopeuh" (la que nació en las cumbres de las peñas). O también, y más probablemente: "Te" que quiere decir piedra; "Coa" que significa serpiente y "Xopeuh" que quiere decir aplastar: la que aplastará la serpiente de piedra.
- Al pronunciarse esos nombres se dice: "Tecuatlacupe".
- Los españoles al oír la combinación de las palabras como "Tecuatlacupe" le sonaba como "Guadalupe" que para ellos era más natural por existir en Extremadura, España una Vírgen con ese nombre. Otra explicación proviene de que la imagen impresa en la tilma tiene alguna semejanza con una imagen que está en el coro de la Iglesia de Guadalupe de España, y siendo muchos los españoles de aquella región, así la comenzaron a llamar, de tal manera que a los diez años de las apariciones era popular ese nombre.
Relato de las Apariciones
Pbro. Pablo Arce Gargollo
(*)(Del Nican Mopohua, escrito originalmente en náhuatl, hay varias traducciones al español; se destacan las publicadas en 1666 de Luis Becerra Tanco, la de Primo Feliciano Velázquez de 1926, y las de Angel María Garibay y Mario Rojas, ambas de 1978. La versión que aquí publicamos es fruto comparativo de las versiones señaladas; los títulos son nuestros.)
Aquí se cuenta, se ordena, como hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Vírgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, en el Tepeyac, que se nombra Guadalupe.
Primero se hizo ver a un indito llamado Juan Diego; y después se apareció su preciosa Imagen delante del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumarraga.
Diez años después de conquistada la ciudad de México, se suspendió la guerra y hubo paz en los pueblos. Empezó a brotar la fe, el conocimiento del verdadero Dios, de Aquel por quien se vive.
PRIMER ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Precisamente en el año de 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un pobre indio de nombre Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlán que en las cosas espirituales pertenecía a Tlatilolco.
Era sábado muy de madrugada y venía en busca del culto divino y de sus mandatos.
Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyac, ya estaba amaneciendo. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros; y parecía que el monte les respondía. Sus cantos eran mejores al del coyoltotolt y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.
Se detuvo Juan Diego y se dijo: ¿por ventura soy digno de lo que oigo? ¿Quizá sueño? ¿Quizá sólo lo veo entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho nuestros ancianos, nuestros abuelos? ¿Acaso allá dentro del cielo?
Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumor por donde sale el sol, de donde provenía el canto celestial. Y cuando al fin cesó el canto, cuando todo quedó en calma, oyó que lo llamaban de arriba del cerrito y le decían: "Juanito, Juan Dieguito."
Entonces se atrevió a ir donde lo llamaban; no se sobresaltó para nada su corazón; al contrario, se sentía alegre y muy contento; fue subiendo el cerrito para ir a ver de dónde lo llamaban.
Cuando llegó a la cumbre, vió a una señora que estaba allí de pie y le dijo que se acercara. Y cuando llegó frente a Ella se admiró mucho de su perfecta hermosura: su vestido relucía como el sol y echaba rayos, como que reverberaba, y la piedra y el risco que estaba de pie, al recibir como flechas los rayos semejaba como joyeles de piedras preciosas, y relumbraba la tierra como el arco iris. Y los mesquites y nopales y las demás hierbas que por ahí se dan parecían como esmeraldas; su follaje, de finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro.
Ante Ella, se arrodilló. Escuchó su palabra que era muy blanda y sumamente afable, como de quien atrae y estima mucho. Ella le dijo: "Oye, hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?
Y él le contestó: "Señora y niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlaltilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son imagen de nuestro Señor: nuestros sacerdotes."
Entonces Ella le habló y le dijo su santa voluntad: "Sabe y ten por seguro mi hijo mío el más pequeño, que yo soy la siempre Vírgen Santa María, Madre del verdadero Dios, Aquel por Quien Vivímos, de El Creador de personas, de El Dueño de lo que está Cerca y Junto, del Cielo y de la Tierra."
"Quiero mucho y deseo vivamente que en este lugar me levanten mi templo. En donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en la salvación.
"Porque yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.
"Y para que pueda hacerse lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, ve a la casa del obispo en México, y le dirás cómo yo te mando como mi mensajero, para que le hagas presente cómo yo deseo mucho que aquí me haga una casa, que levante mi templo en lo plano. Le contarás bien todo lo que has visto y admirado y lo que has oído.
"Ten por seguro que lo agradeceré mucho y lo pagaré, que por ello te he de hacer dichoso, te glorificaré y mucho merecerás que yo recompense tu fatiga y tu trabajo, con que vas a poner por obra lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda, haz lo que esté de tu parte".
Entonces él se inclinó ante Ella y le dijo: "Señora mía, niña mía: ya me voy para cumplir tu mandato; ahora me separo de ti, yo, tu pobre indito."
Luego bajó para poner por obra su encomienda; vino a encontrar la calzada que viene derecho a México.
PRIMERA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Cuando entró en la ciudad, fue derecho al palacio del Obispo que muy recientemente había llegado y se llamaba Fray Juan de Zumarraga, religioso de San Francisco.
Apenas llegó, trató de verle; rogó a sus servidores, a sus ayudantes que fueran a decírselo. Pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el Señor Obispo que entrara. Luego que entró, se inclinó y arrodilló. En seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y también le dijo todo lo que admiró,lo que vió, lo que oyó.
Cuando oyó toda su narración, su mensaje, como que no lo tuvo por cierto, y le respondió: "Hijo mío, tendrás que venir otra vez, otra vez te oiré con calma desde el principio y consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad y tu
deseo."
El salió y venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrito y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo, en el mismo punto en que la había visto primero pues lo estaba esperando.
SEGUNDO ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Y en cuanto la vió, se arrodilló ante Ella y le dijo: "Patroncita, Señora, Niña mía, ya fui a donde me enviaste a decir tu pensamiento y tu palabra. Aunque con gran dificultad entré a donde es el lugar del Señor de los sacerdotes, lo ví, ante él expresé tu pensamiento y tu palabra, tal como tú me lo mandaste. Me recibió amablemente y me oyó con atención, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió y no lo creyó. Me dijo: tendrás que venir otra vez, otra vez te oiré con calma desde el principio y consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad y tu deseo. Comprendí perfectamente por la manera como me respondió, que es quizá invención mía que tu casa que quieres que te hagan aquí yo nada más lo invento, o que tal vez no es orden tuya.
"Por lo cual, mucho te suplico, Dueña mía, Reina y Niña mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, estimado y respetado, le encargues que lleve tu mensaje para que la crean. Porque yo soy un campesino, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser llevado a cuestas. Hija mía, niña mía, Señora mía, me mandas a un lugar donde no ando y no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía."
Le respondió la siempre Vírgen: "Oye, hijo mío el más pequeño, ten por cierto que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad. Pero es muy necesario que tú personalmente vayas y hables de esto, y que precisamente por tu mano se cumpla mi voluntad.
"Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño y con toda energía te mando que precisamente vayas otra vez mañana a ver al Obispo. Y en mi parte hazle saber, hazle oír bien mi voluntad, para que haga mi casa que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Vírgen María, la Madre de Dios, te envía."
Le respondió Juan Diego: "Dueña mía, Señora, Niña mía, no te cause yo aflicción. Con gusto iré a cumplir tu mandato, de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni me será penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, aunque tal vez no seré oído, y si me oye, quizá no me crea. Mañana en la tarde cuando se esté metiendo el sol vendré a dar razón de tu mensaje con lo que me responda el Señor de los sacerdotes. Ya me despido de ti, hija mía la más pequeña, mi Niña y Señora. Ahora descansa otro poquito."
Y luego se fue él a su casa a descansar.
SEGUNDA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Al día siguiente, domingo, muy de madrugada, aún oscuro, salió de su casa y vino derecho a Tlatilolco a aprender las cosas de Dios, y a ser contado. Luego para ver al Señor Obispo.
A eso de las diez fue cuando ya estaba preparado: había oído Misa y se había pasado lista y se había dispersado la multitud. Y Juan Diego fue al palacio del Señor Obispo. Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo otra vez lo vió; se arrodilló a sus pies, se entristeció y lloró al ir comunicando y descubriendo ante él el pensamiento y la palabra de la Señora del Cielo, pensando que ojalá fuera creída la embajada de hacerle su casita sagrada, en donde había dicho, en donde Ella lo quiere.
Pero el Señor Obispo le preguntó muchas cosas, lo investigó de muchas cosas para que su corazón quedara satisfecho: dónde la vió, cómo era Ella; todo enteramente se lo contó al Obispo.
Y aunque todo absolutamente se lo declaró, todo lo que había visto y admirado, que aparecía con toda claridad que era Ella la Perfecta Vírgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador Nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, aún no le dió crédito.
Dijo que no sólo por su sola palabra y solicitud se iba a hacer lo que él pedía. Que era muy necesario alguna otra señal para que se le pudiera creer que a él lo enviaba la Señora del Cielo en persona.
Tan pronto como lo oyó Juan Diego, le dijo al Obispo "Amo y Señor mío, considera cuál será la señal que pides, para luego ir a pedírsela a la Señora del Cielo, que me envió."
Viendo el Obispo que se afirmaba bien en la verdad y que en nada dudaba, luego lo despidió. Y cuando se fue, luego mandó a unos de su casa, en los que tenía confianza, que lo fueran siguiendo, que lo fueran observando bien a dónde iba, a quién veía, con quién hablaba. Y así se hizo. Juan Diego se fue derecho. Siguió la calzada. Los que lo iban siguiendo, donde sale la barranca cerca del Tepeyac, en el puente de madera, lo perdieron de vista. Y aunque lo buscaron por todas partes, ya por ninguna lo vieron.
Así es que regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino también porque les impidió su intento y los puso muy enojados. Así fueron a informar al Obispo y le metieron en la cabeza que no le creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras: que solamente había inventado lo que venía a decir. Y así determinaron que si otra vez venía, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar a la gente.
TERCER ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Vírgen diciéndole la respuesta que traía del Señor Obispo; la que oída por la Señora le dijo: "Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido. Con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará.
"Y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has hecho; ahora vete que mañana aquí te espero.
JUAN DIEGO SE OCUPA DE SU TIO
Al día siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió, porque cuando llegó a su casa, un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, le había dado la enfermedad y estaba en las últimas.
Primero fue a llamar a un médico y éste lo auxilió, pero ya no pudo hacer nada pues estaba muy grave.
Por la noche le rogó su tío que de madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote, para que fuera a confesarlo y disponerlo bien, pues estaba seguro que ya era el tiempo y el lugar de morir, porque ya no se levantaría, ya no se curaría. Y el martes, cuando aún era de noche, de allá vino a salir, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote en Tlatilolco.
Y cuando venía llegando al lado del cerrito del Tepeyac, al pie, donde sale el camino, de la parte en que el sol se mete, por donde tenía costumbre pasar, dijo para sí: "Si me voy derecho por el camino, no vaya a ser que me vea esta Señora y seguro, como antes, me detenga para que lleve la señal al gobernante eclesiástico, como me lo mandó. Que primero nos deje nuestra aflicción; que antes yo llame de prisa al sacerdote, mi tío no hace más que aguardarlo."
Entonces le dió la vuelta al cerro, subió por en medio y de ahí, atravesando por donde el sol sale, fue a salir para llegar pronto a México, para que no lo detuviera la Reina del Cielo. Pensó que no podía verlo la que está mirando bien a todas partes.
CUARTO ENCUENTRO CON LA VIRGEN
La vió bajar de la cumbre del cerrito, y que de allí lo había estado mirando. Le vino a salir al encuentro a un lado del cerro, le vino a cerrarle el paso y le dijo: "¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?". Pero él quizá un poco se mortificó, quizá tuvo vergüenza, quizá con esto se espantó y tuvo temor.
Ante Ella se puso de rodillas, la saludó y dijo: "Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta, ¿cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud Señora y Niña mía? Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Niña mía, que está en las últimas un servidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se ha asentado, seguro va a morir de ella. Y ahora voy de prisa a tu casa en México, a llamar a uno de los amados de Nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y disponerlo. !Por cierto que para eso hemos nacido: para esperar el deber de nuestra muerte! Pero si voy a hacer esto, al momento volveré otra vez acá, regresaré para llevar tu palabra y pensamiento. Ama y Niña mía, te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía, la más pequeña. Mañana sin falta vendré a toda prisa."
En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa Perfecta Vírgen: "Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente."
"¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
"Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te preocupe con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por seguro que ya sanó." (Y en el momento sanó su tío como después se supo).
Cuando Juan Diego oyó la amable palabra, el amable aliento de la Reina del Cielo, se consoló muchísimo, se puso en calma su corazón, y le suplicó que inmediatamente lo despachara a ver al gobernante Obispo a llevarle una señal y prueba para que creyera.
Y la Reina celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrito, allí donde antes la había visto. Le dijo: "Sube hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerro, a donde me viste y te di ordenes. Allí verás que haya variadas flores: córtalas, reúnelas, pónlas todas júntalas. Luego baja aquí; tráelas aquí, delante de mí."
Y Juan Diego luego subió al cerrito, y cuando llegó a la cumbre, quedó muy admirado: estaban extendidas, estaban abiertas, estaban florecientes toda clase de flores finas de Castilla, cuando no era tiempo en que se dieran, porque de veras que en aquél tiempo arreciaba el hielo. Estaban muy llenas de rocío; como si tuvieran perlas finas, así estaban cuajadas de rocío nocturno.
Luego comenzó a cortarlas, las juntó todas, las echó en el hueco de su tilma. Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se diera ninguna flor, pues sólo abundan los riscos, abrojos, espinas; nopales, mezquites, y si acaso se da alguna hierbecilla, entonces era el mes de diciembre, en que el hielo come y destruye todo.
Enseguida bajó, vino a traerle a la Reina del Cielo las distintas flores que había cortado.
Cuando Ella las vió, las tomó en sus venerables manos, y luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate. Le dijo: "Hijo mío el menor, estas diferentes flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas lo que quiero, y que con esto se realice mi voluntad y mi deseo. Y tú... tú eres mi mensajero, en ti pongo toda mi confianza. Y con toda energía te mando que solamente en presencia del Obispo abras tu ayate y le enseñes lo que llevas. Le contarás bien todo, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al gobernante sacerdote, para que luego ponga todo lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido".
En cuanto la Señora del Cielo le dió su mandato, tomó la calzada que viene derecho a México. Iba de prisa y contento, con el corazón seguro de que todo iba a salir bien. Cuidaba mucho lo que llevaba en el hueco de su ayate, no fuera que se le cayera algo. Se venía gozando con el perfume de las preciosas flores.
TERCERA ENTREVISTA CON EL OBISPO
Al llegar al palacio del Obispo se encontró con el porteros y los demás servidores del Sacerdote gobernante, y se puso a rogarles que fueran a decirle que lo quería él ver; pero ninguno de ellos quiso; fingían que no le entendían o tal vez por ser aún muy temprano, o quizá porque ya lo conocían que nomás los molestaba, los importunaba y ya les habían contado sus compañeros, los que lo habían perdido de vista cuando lo fueron siguiendo. Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón.
Y cuando vieron que ya tenía mucho tiempo esperando de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado y como que algo traía en el hueco de su ayate, se le acercaron para ver lo que traía y desengañarse. Juan Diego se dió cuenta que no podía esconder lo que traía y que por eso lo molestarían, lo habían de echar fuera o lo maltratarían, y les mostró un poquito de aquellas flores.
Y cuando vieron que todas eran finas y variadas flores y que no era tiempo entonces de que se dieran, las admiraron mucho, lo frescas que estaban, lo abiertas que tenían sus corolas, lo bien que olían, lo bien que parecían. Y quisieron coger y sacar unas cuantas. Tres veces sucedió que se atrevieron a cogerlas, pero de ningún modo pudieron hacerlo, porque cuando hacían el intento ya no podían ver las flores, sino que les parecían pintadas o bordadas o cosidas en la tilma. Inmediatamente fueron a decirle al Señor Obispo lo que habían visto, y que lo quería ver el indito pobre que ya había venido otras veces, y que hacía muchísimo rato que estaba allí esperando el permiso, porque quería verlo.
Al oír esto, el Señor Obispo cayó en cuenta de que aquello era la prueba para convencerlo, para poner por obra lo que solicitaba el indio. Enseguida dio orden de que entrara, que viniera a verlo.
LA ESTAMPACION DE LA IMAGEN
Luego que entró Juan Diego se arrodilló delante del Obispo, como ya antes lo había hecho. Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje.
Le dijo: "Señor mío, Gobernante, ya hice, ya realicé lo que me ordenaste; fuí a decirle a la Señora mi Ama, la Niña celestial, Santa María, preciosa Madre de Dios, que tú pedías una prueba para poder creer, para que le hicieras su templo donde Ella te pide que se lo levantes. También le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad como me lo encargaste.
"Y escuchó bien tu deseo y tu palabra, y recibió con agrado tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga su amada voluntad. Hoy por la mañana, todavía oscuro, me mandó para que otra vez viniera a verte; y le pedí la prueba para que creyeras, pues me había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió.
"Me mandó a la cumbre del cerrito donde antes yo la había visto, para que cortara diversas rosas de Castilla. Después fuí a cortarlas, las traje abajo y con sus santas manos las tomó, otra vez las estuvo colocando en el hueco de mi ayate, para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las diera.
"Aunque yo sabía bien que no es sitio la cumbre del cerro donde se den flores, porque sólo hay muchos riscos, abrojos, huizaches, nopales, mesquites... no por ello dudé, no por eso lo puse en duda. Cuando llegué a la cumbre del cerrito miré que era ya como paraíso. Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fuí a cortar.
"Y me dijo que era para que yo te las diera y para que con este modo yo diera fe, que vieras la señal que le pedías para realizar su amable voluntad. Y para que veas que es verdad mi palabra y su mensaje, aquí las tienes; hazme favor de recibirlas".
Y en ese momento, extendió, desenvolviéndola, su blanca tilma, pues en su hueco traía recogidas las flores, y cayeron al suelo todas las diferentes flores preciosas.
En ese momento, se pintó, apareció de repente la preciosa Imagen de la Perfecta Vírgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está y ahora se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se llama Guadalupe.
En cuanto la vió el Obispo Gobernante y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron. Se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, tenían suspenso el corazón y el pensamiento.
El Señor Obispo, con lágrimas y conmovido le hizo oración, y le suplicó que lo perdonara por no haber creído a su voluntad, a su palabra, a su pensamiento.
Y cuando se puso de pie, desató del cuello de donde colgaba, el ayate de Juan Diego. en el que apareció y se dibujó la Señora del Cielo. Y luego la llevó y la fue a poner en su oratorio.
Todavía allí pasó un día Juan Diego en la casa del Obispo, que aún lo detuvo.
LA VERIFICACIÓN DEL LUGAR DE LAS APARICIONES
Al día siguiente le dijo: "¡Anda, vamos a que muestres dónde es voluntad de la Reina del cielo que le levanten su ermita!" De inmediato se convidó gente para hacerlo, levantarlo.
Y Juan Diego, en cuanto señaló dónde había mandado la Señora del Cielo que le levantaran su templo, pidió permiso para irse. Quería ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó para ir a llamar a un sacerdote a Tlatilolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien le había dicho la Reina del Cielo que ya había sanado.
Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa.
LA VIRGEN CON JUAN BERNARDINO
Al llegar, vieron a su tío que estaba sano, absolutamente nada le dolía.
Y él se admiró mucho de cómo venía su sobrino acompañado y muy honrado. Le preguntó por qué sucedía que lo honraban tanto. Juan Diego le dijo cómo cuando él iba a llamar al sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyac se le apareció la Señora del Cielo; y lo mandó a México a ir a decir al Gobernante Obispo que allí le edificaran su templo. Y le dijo que no se afligiera, que ya su tío estaba contento, y con ello mucho se consoló.
Le dijo su tío que era cierto, que en aquel momento preciso lo sanó y que él la había visto tal como se le había mostrado a su sobrino, y le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al Obispo; y que también, cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le descubriera, le platicara lo que había visto y a manera maravillosa en que lo había sanado. Y le dijo que bien la nombraría, así como bien había de nombrársele a su bendita imagen como la siempre Vírgen Santa María de Guadalupe.
JUAN BERNARDINO CON EL OBISPO
Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo, lo trajeron a hablar con él, a dar testimonio. Y junto con su sobrino, los hospedó en su casa unos cuantos días, en tanto se edificaba el templo de la Reina del Cielo en Tepeyac, donde se mostró a Juan Diego.
Y el Señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la amada imagen de la Amada Niña Celestial.
PRIMER TRASLADO DE LA IMAGEN
La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran y admiraran su preciosa imagen.
Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció, cuando vino a ver, a admirar su preciosa imagen.
Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraban la manera milagrosa como se había aparecido, puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada imagen.
Dios no se cansa de darnos preciosos regalos.