"A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás"
Éste me parece el problema más importante que señala Martí en su obra. Pues si no limitamos su empleo del concepto "tierra" a ideas como "país" o "patria", entonces hallamos el foco medular de aquellos asuntos que recorre en el fragmento de su texto. Los pueblos fueron aquellos que tenían un arraigo a sus territorios, tenían sus propios lenguajes de lo que es el bien y el mal, y poco o nada sabían de los valores de los pueblo vecinos; porque saber no es un mero acto cartesiano, sino toda una práctica en vida. El Estado que aparece luego del Renacimiento, no es el mismo que podía ser conjurado todo el tiempo por culturas anteriores, sino que es la muerte de los pueblos, es el que se hace pasar por pueblo para desarmarlos de todo arraigo a la tierra; los desterritorializa, depurándolos en valores que cuadren a sus decodificaciones europeas.
"Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador" (p. 135). Pero no hay creación dentro de las axiomáticas estatales; los países deben tener himnos y banderas, y así dentro de los países los pueblos son aquellos que no caben en esas abstracciones de un
pensamiento mágico sin encanto, pero también molestan al gobernante, hasta que tarde o temprano son aniquilados o asimilados a los códigos del Estado, y por ende del Mercado. Por lo que donde todavía hay pueblo, éste no comprende tal fenómeno de perpetuidad institucional sin mecanismos de conjura para su conatus, sino como un benefactor del capitalismo tardío, o sea, un devorador de todo lo que favorezca otros modos de existencia, de los que no admitan anexiones a la episteme capitalística.
Entonces
quienes no tienen valor, se lo niegan a los demás; el Estado atrae a los demasiados, es decir, a lo superfluo. Los antagonismos son impedidos de enfrentarse mientras esté mediando esta deidad de rebaños, pues ha estructurado instituciones incuestionables como lo es la policía y el ejército, listos para impedir todo mecanismo de conjura, toda novedad política.
Martí en el libro sugerido aboga por un nacionalismo o regionalismo latinoamericano, pues él está situado en un contexto de expansión imperialista de EEUU. El autor comienza con “las sociedades en contacto” donde se opone a las políticas estadounidenses, pensando el cómo queremos ser ahora que nos estamos independizando del colonialismo. En el capítulo sobre las relaciones de poder, desarrolla la amenaza que representa EEUU como saqueador de recursos en latinoamérica.
Entonces, siguiendo por esa línea, su idea es crear un sentimiento de unidad y solidaridad contra el asecho -en principio- estadounidense. Pero su punto de partida es del mero acto enunciativo en el capítulo señalado: que no se peleen los hermanos latinoamericanos por cosas chicas puesto a que hay un gigante que los azota con su bota a todos ellos, y, ¿no es acaso esa bota nutrida por millones de latinoamericanos producidos en nuestros países vecinos aplaudiendo su poder? No veo la división que él nos ofrece, sino más bien dentro de LATAM tenemos a las masas “arrancándose la cabeza” entre sí por puestos de trabajo que son migajas ¿Entonces, cómo es ese concepto universal de “latinoamericanos” que propone Martí? Por lo pronto es metafísica o al menos idealista, suena lindo en el discurso porque justamente se saltea las complejidades cotidianas de lo que pueda significar “ser latinoamericano”:
Martí habla desde allí de un imperialismo que existe por fuera de ese
nosotros “los aldeanos”, cuando el imperialismo es la forma misma que constituye cada país americano. Dicho ésto, ya no es difícil entender que esos latinoamericanos que no pueden unirse a la lucha por creerse madrileños o sencillamente europeos, no se diferencian en nada de cualquier otro ciudadano de la región compitiendo por su puesto de trabajo (sea o no por supervivencia).
Sí, el autor habla de los que se avergüenzan de sus contextos latinoamericanos, pero, yo añado su renegar del imperialismo que fabrica a los latinoamericanos patriotas, incluyendo a los que no abandonarían su país. Una complejidad con la que Martí no puede lidiar, que necesita -siguiendo su metáfora- expulsar gente en barcos,
como si esa gente no fuera en primer lugar producida por sus naciones y patrias latinoamericanas.
Además se aferra a eventos donde lucharon indígenas como para decir que éstos querían crear una patria o un país; la europea costumbre de acomodar a las culturas dañadas a sus narrativas nacionalistas o patrióticas. Y pregunta “quién es el hombre?” detestando a los que lucharían con fusil en mano para EEUU pero no por su patria; por lo que yo me pregunto: ¿no son justamente los países latinoamericanos los que ponen soldados para favorecer a las tropas de EEUU? ¿o qué son los soldados uruguayos en el Congo, violando personas en varias formas? Martí trata de dividir a los buenos latinoamericanos de los malos, pero en el proceso niega el imperialismo que ama el latinoamericano promedio, y ese de quien habla no es otro que -pertenezca al partido que pertenezca- uno a favor de la erradicación indígena, como hemos visto en Brasil, Argentina, Chile, entre otros, desde la época del autor hasta nuestros tiempos.
Torciendo las palabras del autor, se le podría responder a su texto:
Con una frase de Martí no se desestanca la sangre cuajada de la raza india.
Sí, hace un llamado a pelear como hombres en masas mudas de indios, pero desde el formato república: Un oxímoron, como cuando en Montevideo hay académicos hablando de instituciones rizomáticas.
Repúblicas europeas han puesto repúblicas en América justamente para que nunca puedan descodificarse de su servidumbre maquínica; en otras palabras, no se puede combatir al enemigo siendo el enemigo. Por lo que diciendo ésto, hago énfasis en su oposición entre “falsa erudición y la naturaleza”, donde si me apego a su metáfora, él batalla contra la supuesta naturaleza que define; aun así prefiero sencillamente remarcar el sesgo dicotómico a modo de esclarecer lo que ya he venido desarrollando.
¿Qué se imagina cada uno ante la palabra “latinoamericanos”? Probablemente algo que nada se parece a lo que imaginaba Martí, e incluso entre participantes, la imagen que se les viene a la cabeza difiere; el signo es equívoco.
¿Latinoamericanos quiénes? Si el genocida Boric es latinoamericano, y un mapuche es latinoamericano, entonces estamos frente a una palabra que no tiene importancia, no más que la palabra “árbol” cuando no nos interesa si es un pino o un roble.