Re: LA VERDAD SOBRE EL ACTUAL PAPA-SERVIDOR NAZI
En lo que tenga un poco de tiempo me pongo al dia con los otros temas. En lo que respecta a este muchos sacerdotes y religiosos fueron obligados a ir al frente de batalla, especialmente durante el avance aliado.
Hay una entrevista al Cardenal Ratzinger muy interesante llamada Sal de la Tierra, aborda diversos temas sobre la Iglesia. Coloco unos fragmentos en donde es interrogado sobre su persona.
¿Cómo se expresaba concretamente su padre en contra del régimen de aquella época?
Estuvo de servicio hasta el año 1937. Durante el tiempo llamado «de acción», a finales de la República de Weimar, vivíamos en Tittmoning. Yo era muy pequeño todavía, pero recuerdo muy bien cuánto sufría mi padre entonces. Tenía alguna relación con el periódico «Dergerade Weg», contrario al nazismo; por ejemplo, todavía me acuerdo de las caricaturas de Hitler en ese periódico. Mi padre también era muy tajante en sus afirmaciones. El inminente poder nazi que él veía fue el principal motivo para que saliéramos de allí y nos fuéramos a vivir a un pueblecito. En el pueblo los ánimos estaban más calmados y la situación era más distendida, claro, a pesar de que entre aquellos campesinos ya hubiera -por desgracia- un gran número de nazis. Mi padre no ejerció ninguna clase de oposición en público, cosa que -por otra parte- allí hubiera sido imposible. Pero en casa, cuando leía el periódico, sufría un ataque de ira. Ante los demás sabía contener su indignación, no así cuando estaba con personas de su entera confianza, a las que les manifestaba su opinión con toda claridad. Pero, a pesar de ser funcionario, mi padre nunca estuvo afiliado a ninguna organización.
Dígame, Cardenal, ¿usted ha sido miembro de las Juventudes hitlerianas?
Nosotros no pertenecimos a las Juventudes hitlerianas, pero en el año 1941, mi hermano sí tuvo que formar parte. Yo era demasiado pequeño todavía, pero después -estando ya en el Seminario- también tuve que participar en las J.H. Luego lo dejé cuando nos ocuparon el Seminario, y eso me creó bastantes dificultades, porque yo sólo podía obtener el dinero para matricularme mostrando el carnet de las J.H. Menos mal que había un profesor de matemáticas que era nazi, pero, gracias a Dios, muy comprensivo -era un hombre honrado- que me advirtió: «ve al menos una vez, para que te den el carnet», y al ver que yo me negaba, me dijo: «no te preocupes, te comprendo», «yo lo haré por ti». Y me libró de aquella obligación.
¿Qué hacía en la artillería antiaérea, en aquel tiempo?
Sí. En 1943, todos los seminaristas de Traunstein, formando un grupo, fuimos destinados a Munich, a la arti llería antiaérea. Yo sólo tenía 16 años, y de agosto del 1943 a septiembre del 1944, estuve de servicio militar como todos los demás. Nos incorporamos al Max-Gymnasium y muy cerca de allí se seguían impartiendo clases. Tuvieron que reducirnos algunas asignaturas, pero pudimos recibir las clases sobre las materias más fundamentales. Aquello no resultaba demasiado agradable para nadie -como es lógico-, pero el compañerismo entre nosotros era tan fuerte que logramos tener un ambiente muy estimulante.
¿Participó en el bombardeo de Munich?
La batería estaba dividida en dos elementos principales, por una parte el cañón y por otra el departamento de mediciones. Yo estaba destinado en este último Por entonces ya disponíamos de los primeros aparatos electrónicos y ópticos para detectar la aproximación de aviones y trasmitir los datos necesarios a los artilleros. Aparte de los servicios regulares, siempre que había un toque de alarma, teníamos que estar todos en nuestros puestos. Esto no hubiera sido tan tremendo si no fuera porque el toque de alarma casi siempre sonaba de noche, y nos echaba a perder muchas horas de sueño, casi todas las noches.
Sí. Entonces estaba de servicio en un tercer departa mento, el de comunicaciones, que dirigía todas las opera ciones de telecomunicación. Nos encontrábamos en Gilching, cerca del lago Ammer, una posición muy destacada porque los americanos que regresaban del Mediterráneo tenían irremisiblemente que sobrevolar Munich. Muy cerca
¿Conserva algún recuerdo del final de la guerra?
de allí estaba la fábrica de aviones de Oberpfaffenhofen, donde se fabricaron los primeros caza-reactores. Nosotros fuimos los primeros en ver despegar y volar aquellos nuevos reactores alemanes. Hubo muchos bombardeos, algunos eran continuos; vivimos la guerra muy de cerca.
En el otoño de 1944 nos enviaron a todos al servicio en cuartel. Estuve estacionado dos meses en la frontera austro-húngara, justamente cuando Hungría capituló ante los rusos. Todo aquello estaba en ruinas, había barricadas antitanques, refugios. Después me trasladaron a Infantería y tuve la suerte de ser destinado a Traunstein. El reparto de destinos estaba a cargo de un oficial muy amable, manifiestamente anti-nazi, que siempre que podía procuraba ayudar a todo el mundo. Y él me envió a casa, a Traunstein, para que mi servicio en la Infantería fuera lo menos enojoso posible. Pero allí caí prisionero y me trasladaron a un campo de prisioneros americano en Ulm, con otros 40.000 o 50.000 soldados. Por fin, el 19 de junio de 1945, fui puesto en libertad.
Nos hallábamos en el campo de aviación de Aibling, Durante las seis semanas que permanecí en aquel campo de prisioneros dormíamos todos al aire libre y en el suelo, cosa nada divertida. Los americanos no pudieron instalar suficientes barracones ni ningún tipo de alojamiento para tantos prisioneros. Como no teníamos calendario ni nada semejante se nos ocurrían muchas cosas para contabilizar los días y tener noción del tiempo que iba pasando. Tampoco recibíamos noticias. De pronto, un día -era el 8 de mayo- nos dimos cuenta de que los americanos, que solían utilizar artillería ligera, habían cambiado a la munición pesada, y estaban disparando frenéticamente. Nos llegaron rumores de que la guerra estaba llegando a su fin. Alemania se había rendido. Todos suspiramos aliviados con la esperanza de que pronto nos pondrían en libertad y ya no nos podría pasar nada más. Pero, enseguida supimos -por nuevos rumores- que no debíamos alegrarnos tan rápidamente, porque los americanos pensaban seguir haciendo la guerra a Rusia y, muy probablemente, nos enviarían a combatir contra los rusos; iban a armarnos de nuevo para salir hacia el frente. Yo no me podía creer que aquel respiro acabara tan pronto, no podía ni pensar en ello. Me alegraba tanto de que la guerra hubiera terminado que sólo pensaba «ojalá que ahora esto no dure tanto».