Re: LA TRINIDAD - FALSA DOCTRINA...
Claramente, pues, la pregunta para cada uno es: ¿Adoro yo lo que no conozco, tal como los samaritanos de hace diecinueve siglos, o adoro yo, como el Mesías lo hacía, lo que conozco? Si adoramos lo que conocía el Mesías cuando estaba en la Tierra, eso significará salvación para nosotros, porque el Mesías mismo lo dijo. Él conocía al Padre celestial acerca del cual le habló a la samaritana. En prueba de esto dijo: “Tampoco conoce alguien plenamente al Padre sino el Hijo y cualquiera a quien el Hijo quiera revelarlo.” (Mat. 11:27) “El Padre me conoce y yo conozco al Padre.”—Juan 10:15.
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[/SUP] Cuando dijo esas palabras, la nación que adoraba en el templo de Jerusalén estaba en contrato solemne o pacto con Jehová Dios por medio de Su mediador, el profeta Moisés. Dios no estaba en un pacto nacional con los samaritanos, aunque ellos alegaban que se adherían al Pentateuco, cinco libros bíblicos escritos por Moisés. Porque rechazaban el resto de las Escrituras Sagradas inspiradas, no estaban adorando en el monte correcto y no conocían correctamente a Jehová Dios que se revelaba por medio de todos aquellos escritos inspirados. Correctamente, pues, Jesús podía decir a los samaritanos: “Ustedes adoran lo que no conocen.” Pero hablando por sí mismo y por la nación de la cual era parte terrestre, Jesús podía decir: “Nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación se origina de los judíos.” (Juan 4:22) Esto era verdad, puesto que Jesucristo en los días de su carne era judío circunciso, y, hasta como los samaritanos de Sicar dijeron acerca de él: “Sabemos que este hombre es verdaderamente el salvador del mundo.”—Juan 4:42.
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[/SUP] Muchas personas de hoy día que tienen prejuicios raciales quizás tropiecen por la declaración de Jesús: “La salvación se origina de los judíos.” Pudieran preguntar: ‘¿Quiere decir eso que tenemos que aceptar el judaísmo, circuncidarnos e ir a la sinagoga judía y hacer peregrinaciones a Jerusalén si deseamos adorar al Dios verdadero?’
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[/SUP] Bueno, ¿qué aprendemos de lo que el Mesías Jesús le dijo a la samaritana? Escuche: “Créeme, mujer: La hora viene cuando ni en esta montaña [Gerizim], ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. . . . No obstante, la hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.”—Juan 4:21-24.
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[/SUP] Esas palabras indicaban que un cambio radical estaba por efectuarse. Cuarenta años más tarde la ciudad de Jerusalén fue destruida por las legiones romanas bajo el general Tito, y su templo para la adoración de Jehová Dios no ha sido restablecido allí hasta este día. La ciudad que fue construida allí en el siglo siguiente por los romanos paganos llegó a ser con el tiempo una ciudad “cristiana” a la cual la gente de la cristiandad hacía peregrinaciones. Tiempo después llegó a ser una ciudad mahometana, donde los musulmanes adoraban en la mezquita que fue construida en el lugar donde había estado el templo judío. Hoy esa mezquita todavía está allí y toda Jerusalén está completamente en manos de los judíos que componen la República de Israel. Pero nada de eso es de importancia para los “verdaderos adoradores.” Ellos no tienen que adorar a Jehová Dios en la Jerusalén terrestre ni en ninguna otra ciudad terrestre que sea considerada sagrada por diferentes clases de religiosos, sin excluir la Ciudad del Vaticano. Para ellos un lugar especial en la Tierra no cuenta. Lo que ellos tienen que hacer sin falta, según lo que Jesús le dijo a la samaritana, es, adorar al Padre celestial con espíritu y con verdad. Él es espíritu, es un Espíritu, no limitado a una ubicación terrestre.
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[/SUP] El adorar al Padre celestial, quien es espiritual, por lo tanto no se hace por medio de contacto físico, corporal, con él. Más bien que depender de la presencia y uso de cosas visibles o materiales y ubicaciones geográficas, el verdadero adorador tiene que tener la actitud correcta que ejerce fe más bien que vista y tacto; tiene que tener la inclinación y la instancia de la adoración pura prescindiendo del lugar o las cosas que estén alrededor de él. No solo debe mostrar sinceridad y disposición de corazón completo en su adoración, sino también tener la verdad. El Padre celestial busca a los que buscan la verdad de Él y que lo adoran según la verdad, no según las enseñanzas y tradiciones contradictorias de las centenares de organizaciones religiosas de la cristiandad y otros sistemas religiosos. Sin la verdad, ¿qué clase de idea pudiera tener cualquier persona de lo que adora como Dios? ¡Las ideas sobre Dios pueden variar en millones de maneras!
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[/SUP] La verdad acerca de Dios es progresiva, y el adorador verdadero tiene que mostrar un amor a la verdad por medio de mantenerse al paso con el progreso de ésta. ¿Qué hay de la propia nación de Jesús según la carne? ¿Podía él seguir diciendo acerca de aquella nación: “Nosotros adoramos lo que conocemos”? ¿Cómo podría hacerlo? Después de oírlo predicar por aproximadamente tres años el mensaje: “¡El reino de Dios se ha acercado!” los líderes religiosos de la nación, seguidos por la mayoría de la gente, mostraron que diferían de él en cuanto a ideas de Dios. Mostraron que preferían sus tradiciones religiosas y preceptos de hombres a lo que él les señaló con las inspiradas Santas Escrituras. Lo acusaron de blasfemia y trataron de matarlo violentamente. Al fin su Tribunal Supremo en Jerusalén sí lo condenó a muerte como blasfemador de Dios. Hasta le dijeron al gobernador romano Poncio Pilato que, según la propia ley de ellos, Jesús debería morir por blasfemia. Pero para inducir al gobernador romano que estaba en Jerusalén a ejercer su autoridad y hacer que se le diera muerte a Jesús lo acusaron de sedición política. Tras eso vino la muerte de Jesús en un madero de ejecución. ¡De modo que ellos no estuvieron con Jesús en adorar lo que él conocía!
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[/SUP] ¿Podemos nosotros concordar con aquella nación antigua en aquel proceder? No si queremos adorar al mismo Dios que Jesús adoraba, el Dios que él conocía. Hasta este día los descendientes de aquella nación no han repudiado la actitud que ella adoptó respecto al Mesías Jesús. Rechazaron el mensaje de Jesús y también las pruebas que él dio de que era el Mesías por largo tiempo prometido, pero se vieron obligados a aceptar el cumplimiento de la predicción de Jesús de que la “ciudad santa” de Jerusalén y su hermoso templo serían destruidos, para nunca ser reedificados por los judíos. En cumplimiento fiel de las palabras de Jesús, la horripilante destrucción de Jerusalén y su templo vino dentro de aquella “generación,” en el año 70 E.C. (Mat. 24:1-34) Así, aunque los judíos trataron fanáticamente de que no sucediera así, Jerusalén cesó de ser el lugar donde adorar al único Dios vivo y verdadero. Ni siquiera hay allí hoy un templo judío que la recomiende como la ciudad en la cual dar adoración unida a un Dios Conocido. Pero la veracidad de Jesús como el verdadero profeta mesiánico de este Dios Conocido queda establecida por hechos imborrables de la historia. De modo que, no Jesús, sino la nación que lo rechazó, fue rechazada por este Dios Conocido.
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[/SUP] Por eso, el hecho de que Jesús dijera: “La salvación se origina de los judíos,” no significa que la salvación eterna viene por medio de aquella nación hoy y que tenemos que hacernos prosélitos circuncisos o miembros de esa nación. Tenemos que hacernos socios, no de la nación que rechazó al Mesías, sino del “resto” judío de unos millares de judíos naturales que aceptaron al Mesías Jesús, en 33 E.C., y que se hicieron seguidores fieles de él. (Rom. 11:1-7) Después que Jesús fue resucitado de entre los muertos y antes de que ascendiera al cielo, recogió a los primeros miembros de este “resto” judío de creyentes. En el día del Pentecostés (6 de Siván, 33 E.C.) Dios usó a Jesucristo para derramar desde el cielo el espíritu santo sobre aquellos primeros miembros del “resto” judío. Así pudieron adorar a Dios, no solo con el “espíritu” de la adoración genuina, sino también con la ayuda del espíritu santo de Dios, y también con la “verdad” que se revelaba por medio de ese espíritu santo. (Hech. 2:1-47) Más tarde, en 36 E.C., este resto judío pasó el mensaje de salvación de Dios a los gentiles o no judíos. (Hech. 10:1 a 11:18) De modo que fueron un conducto por el cual la salvación llegó a los gentiles.
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[/SUP] Más tarde, al tiempo crítico antes que ocurriera la destrucción de Jerusalén como la predijo Jesús, los miembros de aquel resto judío ni regresaron a Jerusalén a celebrar ninguna fiesta ni permanecieron en ella. Más bien, evitaron a Jerusalén y Judea y huyeron de ellas tal como Jesús, como profeta verdadero, les había advertido que hicieran. De ese modo no fueron destruidos con Jerusalén y su templo en el año 70 E.C. (Mat. 24:15-22; Luc. 21:20-24) Pero por eso ellos no fueron privados de un lugar verdadero donde adorar al Dios a quien conocían. No, sino que siguieron adorándolo en su verdadero templo, que no está hecho por manos humanas, y que nunca podrá ser destruido por manos humanas. (Heb. 8:1, 2) Es de este “resto” judío que Jesucristo podía continuar diciendo después del Pentecostés de 33 E.C. estas palabras que dijo a la samaritana: “Nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación se origina de los judíos.” (Juan 4:22) No a favor de la nación rechazada, sino de este “resto” judío, como si todavía estuviera vivo, tenemos que declararnos hoy si deseamos la salvación de parte de Dios por medio de su Mesías, Jesús.