Erre que erre con la misma cantaleta
Erre que erre con la misma cantaleta
Luis:
Con respecto a Clemente, te recuerdo un epígrafe en el que Jetonius te dió "un baño"
.
http://forocristiano.com/ultimatebb.cgi?ubb=get_topic&f=12&t=001600&p=2
QUOTE]Originalmente enviado por Luis Fernando
Criatura.... esta muchacha
En fin...
Allá por los años 90 del primer siglo de nuestra era, cuando todavía vivía el apóstol Juan, surgió un problema interno de no pequeña importancia en la iglesia de Corinto (nihil novum sub sole). Es de suponer que lo lógico hubiera sido que ya que todavía vivía uno de los apóstoles, éste hubiera sido el encargado de imponer su autoridad para zanjar la cuestión. Pues no. No fue así. Quien se encargó de arreglar el desaguisado fue ni más ni menos que el obispo de Roma.
Si con esto se pretende insinuar que un obispo, por más “sucesor de Pedro” que se lo quiera considerar, podía tener una autoridad superior a la de los mismos Apóstoles, el mismísimo Clemente se encarga de contradecir tal cosa:
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Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo: una y otra cosa, por ende, sucedieron ordenadamente por voluntad de Dios. Así, pues, habiendo los Apóstoles recibido los mandatos y plenamente asegurados por la resurrección del Señor Jesucristo y confirmados en la fe por la palabra de Dios, salieron, llenos de la certidumbre que les infundió el Espíritu Santo, a dar la alegre noticia de que el reino de Dios estaba para llegar. Y así, según pregonaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los que obedecían al designio de Dios, iban estableciendo a los que eran primicias de ellos –después de probarlos por el espíritu- por inspectores (episkopous) y ministros (diakonous) de los que habían de creer. Y esto no era novedad, pues de mucho tiempo atrás se había ya escrito acerca de tales inspectores y ministros. La Escritura, en efecto, dice así en algún lugar: Estableceré a los inspectores de ellos en justicia y a sus ministros en fe (Isaías 60:17).
Carta Primera de San Clemente, 42:1-4
En Daniel Ruiz Bueno, Padres Apostólicos. Edición bilingüe completa, 4ª Ed. Madrid: BAC, 1979
Habiendo sido establecidos ellos mismos por los propios Apóstoles, es imposible que su autoridad estuviese por encima de la de quienes se la habían otorgado en primer lugar. Además, cabe subrayar que Clemente en ninguna parte enseña o insinúa la existencia de un episcopado monárquico (como sí lo hace algo más tarde, en cambio, Ignacio de Antioquía). Por el contrario, en la carta a los corintios
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Se mencionan presbíteros varias veces, pero no son distinguidos de los obispos. No hay en absoluto mención de un obispo en Corinto, y las autoridades eclesiásticas son siempre nombradas en plural.
John Chapman, Pope St. Clement I . En The Catholic Encyclopedia, vol. IV (1908).
Clemente se explaya más adelante en cuanto a la forma de elección y las condiciones de las autoridades de la Iglesia:
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También nuestros Apóstoles tuvieron conocimiento, por inspiración de nuestro Señor Jesucristo, que habría contienda sobre este nombre y dignidad del episcopado. Por esta causa, pues, ..., establecieron a los susodichos y juntamente impusieron para adelante la norma de que, en muriendo éstos, otros que fueran varones aprobados les sucedieran en el ministerio. Ahora pues, a varones establecidos por los Apóstoles, o posteriormente por otros eximios varones con consentimiento de la Iglesia entera; hombres que han servido irreprochablemente al rebaño de Cristo con espíritu de humildad, pacífica y desinteresadamente; atestiguados, otrosí, durante mucho tiempo por todos; a tales hombres, os decimos, no creemos que se los pueda expulsar justamente de su ministerio. Y es así que cometeremos un pecado nada pequeño si deponemos de su puesto de obispos a quienes intachable y religiosamente han ofrecido los dones. Felices los ancianos que nos han precedido en el viaje a la eternidad, los cuales tuvieron un fin fructuoso y cumplido, pues no tienen ya que temer que nadie los eche del lugar que ocupan. Lo cual decimos porque vemos que vosotros habéis removido de su ministerio a algunos que lo honraron con conducta santa e irreprochable.
Carta Primera de San Clemente, 44:1-6
En Daniel Ruiz Bueno, Padres Apostólicos. Edición bilingüe completa, 4ª Ed. Madrid: BAC, 1979 (negritas añadidas)
Es decir, la conducta santa e irreprochable era para Clemente el requisito más importante para los obispos y ministros.
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A pesar de que algunos protestantes y ortodoxos tienden a minimizar la autoridad de Clemente, lo cierto es que del texto de su carta se desprende con claridad meridiana la consciencia que el propio Obispo de Roma tenía sobre su autoridad al frente de la Iglesia. Y si no, comprobadlo por vosotros mismos:
1 Clemente a los Corintios (LIX 1)
"Mas si algunos desobedecieren a las amonestaciones que por nuestro medio os ha dirigido Él mismo, sepan que se harán reos de no pequeño pecado y se exponen a grave peligro".
Aclaro que "Él mismo" se refiere a Dios. Es decir, el obispo de Roma interviene directamente en los asuntos internos de otra iglesia para imponer su autoridad que, como se encarga de reconocer, le viene de parte de Dios.
Algunas observaciones aquí:
1. La supuesta conciencia que Clemente tenía acerca de su propia autoridad solamente puede aparecer con “meridiana claridad” a quien anacrónicamente sostenga una potestad que Roma reclamó para sí más tarde y que jamás fue reconocida por las Iglesias orientales.
Al respecto, hay que observar que en la carta no hay la más mínima apelación a la autoridad del obispo de Roma como tal.
2. Si bien no hay duda razonable de que Clemente fue su autor, hay que notar que esto lo sabemos por evidencia externa, a saber, el testimonio unánime de la tradición. De hecho, el nombre de Clemente no aparece en la carta. Esto, desde luego, presenta un notable contraste con las epístolas de Pablo y de Pedro. La larga epístola es dirigida de “ La Iglesia de Dios que habita como forastera en Roma, a la Iglesia de Dios que habita como forastera en Corinto: A los llamados y santificados en la voluntad de Dios por nuestro Señor Jesucristo”. Contra lo que suelen afirmar los católicos, el encabezamiento no es el de un superior a un subordinado, sino de una hermana a otra.
Esto lo reconocen hasta quienes sostienen tenazmente la doctrina del primado romano, como Johannes Quasten, quien escribió:
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Es innegable que no contiene una afirmación categórica del primado de la Sede Romana. El escritor no dice expresamente en ninguna parte que su intervención ligue y obligue jurídicamente a la comunidad cristiana de Corinto.
Patrología (edición preparada por Ignacio Oñatibia). Madrid: BAC, 1978; 1:56.
De igual modo, Daniel Ruiz Bueno (o.c., p. 118) , quien como católico también considera la epístola como evidencia del supuesto primado, afirma categóricamente:
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Y me adelanto a decir que, por mucho que pueda investigarse en ella sobre el derecho y constitución de la Iglesia, afirmar que esta carta es antes una decisión jurídica que una homilía, me parece una imperdonable falta de penetración en su espíritu, nacida de un excesivo afán apologético.
3. La declaración tan cara a los apologistas católicos, "Mas si algunos desobedecieren a las amonestaciones que por nuestro medio os ha dirigido Él mismo [Dios], sepan que se harán reos de no pequeño pecado y se exponen a grave peligro", debe ser entendida en su contexto. El autor no ha hecho ninguna apelación a su autoridad personal; antes bien, ha expuesto las Escrituras como fuentes de su autoridad y ha mostrado dónde está el error de los sediciosos de Corinto. Y es sobre esta base, y no la de algún primado imaginario, que puede afirmar y con toda razón, que quienes desconociesen semejante amonestación, perfectamente fundamentada, se exponían a grave peligro: no por desobedecer al “papa”, sino por desobedecer a Dios. Clemente habla aquí, en nombre de la Iglesia de Roma, con autoridad profética. Esto queda claro de lo que sigue a la frase citada, que a menudo (como en este caso) se omite transcribir: “Mas nosotros seremos inocentes de este pecado”. Tal parece que el autor está pensando en términos de lo dicho por Dios al profeta Ezequiel:
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Cuando el justo se aparte de su justicia para cometer injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá él por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al justo que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido advertido , y tú habrás tu vida.
Ezequiel 3:20-22; cf. 33:1-9
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Bien, alguno podrá decir que una cosa es que el obispo de Roma pretendiera tener dicha autoridad y otra el que los corintios la reconocieran y aceptaran. Pues mira por dónde, tenemos el testimonio inobjetable de alguien que fue obispo de Corinto unas cuántas décadas más tarde. Su nombre es Dionisio, y tuvo a bien escribir lo siguiente a Soter, quien por entonces era también, ¡qué casualidad!, Obispo de Roma.
En su carta a Soter, alrededor del 170 Dc, Dionisio le dice:
"hoy hemos celebrado el santo día del Señor en el que leímos vuestra carta (la del Papa Soter) la que para nuestra corrección seguiremos leyendo siempre ASÍ COMO LA QUE ANTERIORMENTE NOS FUE ESCRITA POR CLEMENTE" (La cita aparece en Eusebio de Cesarea Historia IV, 23, 11)
O sea, resulta que en la iglesia de Corinto, en el día del Señor, se seguía leyendo la carta del obispo de Roma Clemente casi un siglo después de ser escrita, y además, para mayor abundamiento, se leía la carta del por entonces obispo de Roma, Soter, con la intención de ser corregidos por él.
Véase que no estamos hablando del papado en tiempos de Constantino, o del siglo X o del XV. No, estamos viendo cuál era la realidad sobre la primacía de la sede romana en los siglos I y II de la era cristiana.
El testimonio de Dionisio muestra el efecto benéfico que la epístola tuvo sobre la Iglesia de Corinto, y asimismo el valor del documento, que hasta donde sé nadie ha cuestionado. En otras palabras, la epístola fue recibida, leída y conservada por su valor intrínseco, no porque proviniese de un obispo de Roma.
Si bien según Eusebio la carta de Dionisio fue dirigida a Soter, por entonces obispo de Roma, lleva según el mismo autor el título A los Romanos (pros Rômaious) y se dirige a la comunidad en plural, nombrando al obispo en tercera persona (Historia Eclesiástica IV, 23, 9-10). El responsable de la edición de la BAC de la obra de Eusebio, dice en una nota al pie:
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La carta de Dionisio es, pues, respuesta a la que había recibido de los romanos, escrita sin duda «por ministerio» de Sotero, igual que «la primera» lo fuera «por ministerio de Clemente». Lo más probable es que Dionisio diga «primera», no por relación a una «segunda de Clemente», sino en relación con la «segunda de la Iglesia de Roma», esto es, la misma de que está hablando, escrita «por ministerio» de Sotero.
Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. Texto, versión española, introducción y notas por Argimiro Velasco Delgado, O.P. Madrid: BAC, 1978, 1:249, nota 198.
Lo de “por ministerio de” lo dice Velasco Delgado porque, a diferencia de la traducción ofrecida arriba, “como la que anteriormente nos fue escrita por Clemente” , traduce más correctamente “lo mismo que la primera que nos fue escrita por medio de Clemente” (hôs kai tên proteran êmin dia Klêmentos grafeisan).
De la exposición de Luis Fernando pudiera inferirse que solamente la Iglesia de Roma –o sus obispos- escribían a otras comunidades para exhortarlas, alentarlas o amonestarlas. Pero tal inferencia sería por completo errónea.
Por ejemplo, precisamente del mismo obispo de Corinto, Dionisio, cuyo testimonio se invoca aquí, dice Eusebio:
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... de sus actividades divinas hacía partícipes abundantemente no sólo a los que estaban sujetos a él, sino también a los de otros países, haciéndose utilísimo a todos con sus cartas católicas que componía para las iglesias.
Eusebio, o.c., IV, 23, 1 (luego menciona muchas de ellas, incluida la dirigida a los romanos)
Igualmente tenemos las epístolas escritas por Ignacio de Antioquía de camino a su martirio. Y, claro, está también la carta de Policarpo a los filipenses, de la cual dice Quasten (o.c., 1:89), “Es una exhortación moral comparable a la Primera Epístola a los Corintios de San Clemente”.
En otras palabras, que muchos obispos o comunidades se viesen impulsadas a escribir a otros no era en modo alguno nada extraño ni requería ninguna autoridad extraordinaria más allá de la que daba el buen testimonio y el conocimiento de las Escrituras.
Un autor católico observa al respecto:
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Aun cuando el obispo tiene en su iglesia su propio campo de acción, ello, sin embargo, no lo dispensa de toda responsabilidad respecto de la Iglesia universal. No es solamente el sentimiento de una mera solidaridad con los fieles de otras comunidades lo que impulsa a obispos como Ignacio y Policarpo a dirigirles sus palabras de aliento o admonición, sino que obran así más bien movidos de un deber claramente sentido. Sin embargo, no puede citarse a ningún obispo de la época postapostólica que intervenga en la situación de otras iglesias con la misma autoridad que en la suya propia o dé instrucciones a la Iglesia universal. El mismo Clemente Romano pasa muy a segundo término tras la Iglesia de Roma como tal, para que, a base de su carta a la iglesia de Corinto, se le pueda atribuir un derecho consciente de corrección, sostenido por autoridad especial, en el sentido, por ejemplo, de la idea del primado.
Karl Baus, De la Iglesia primitiva a los comienzos de la gran Iglesia. En Hubert Jedin (Dir.), Manual de historia de la Iglesia. Versión de D. Ruiz Bueno. Barcelona: Herder, 1980; 1:240-241 (negritas añadidas).
Sobre la base de los hechos, reafirmo pues lo dicho al principio:
Uno puede leer la carta de arriba abajo, detenidamente, y no hallará trazas de ninguna conciencia de supremacía; simplemente, el anhelo ferviente de un santo obispo de que se restableciera la paz en la turbulenta iglesia corintia. Clemente enseña, amonesta, exhorta; lo que no hace nunca es ordenar ni apelar a su investidura como argumento.
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Y ahora, querido hermano católico, vuélvete a dormir si todavía tienes sueño y te habías sobresaltado con la resurrección de este epígrafe por parte de Maripaz. Si te aburre la historia, no hace falta que la leas. Ya lo haremos otros por ti.
Pues yo sugeriría en cambio todo lo contrario: que los incautos (católicos romanos o no) no se dejen enredar y se enteren por sí mismos de los hechos.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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