REFLEXIÓN SOBRE EL LEGALISTA
¿Qué clase de creyente es aquel que quiere agradar a Dios bajo la ley de Moisés?
Es una miseria terrible, por cuanto el fracaso de presentarse ante Dios, por sus propios esfuerzos, guardando la ley, ya lo señaló el Señor mismo aquí:
Jua 7:19 ¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?
De manera que quien lo haga, es un tipo de creyente sin Cristo, aunque lo confiese de labios, pero es pura teoría, porque lo que en realidad está haciendo es producir su propia justicia mediante el uso de la ley, leemos:
Luc 18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias, porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
Luc 18:12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Luc 18:13 Más el publicano, estando lejos, no quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
Luc 18:14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Es interesante la expresión "enaltecer" aplicada al que exhibe su propia justicia, en esta edad de la Iglesia bajo la gracia, guardando el sábado y absteniéndose de ciertos alimentos, como por ejemplo la carne de cerdo.
Este creyente, en su interior, se considera así mismo como obediente... ¿Pero a quién? ¿A Moisés o a Cristo?
Lo digo porque en la Casa de Dios, quién está a cargo ahora, no es Moisés, sino Cristo, leemos:
Heb 3:3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.
Heb 3:4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
Heb 3:5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
Heb 3:6, pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.
La percepción de un legalista, sobre sí mismos, es la de que son muy espirituales, en base a sus propios esfuerzos.
Bajo estas condiciones, el Sacrificio de Cristo, pasa a ser un tributo a la "dignidad" de ellos como hombres obedientes y fieles a la ley de Moisés.
ESTO ES PURA SOBERBIA.