Hay que situarse en el contexto histórico: los primeros pasos del cristianismo y las persecuciones a que eran sometidos sus discípulos por parte de los emperadores romanos. Si traducimos del hebreo ‘César de los romanos’ (‘Qysr rwmyn’), la gematría arrojaría el número 666; pero si traducimos ‘César de Roma’ (‘Qysr Rwm’), el resultado es 616. Además, en la numeración latina el 666 se escribe DCLXVI, considerado un acrónimo de Domitius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit, o sea, ‘El césar Domicio mató vilmente a los enviados de Cristo’. No está claro a quién hace alusión el nombre Domicio; lo más obvio sería Domiciano, un emperador que se distinguió por el acoso a los cristianos, pero la mayoría de los intérpretes se inclinan más bien por Nerón, otro que también se esforzó en ello y que se llamaba Domicio antes de ser adoptado por Claudio. De hecho, en la gematría, la suma de los caracteres hebreos Nero Caesar da 666. En latín es frecuente sintetizar las expresiones, y cuando el resumen del nombre del emperador —Nro— se pasa al hebreo (NRON QSR), da 616. La variante 616 puede explicarse fácilmente, e incluso podría ser la lectura más antigua u original de Apocalipsis 13:18, ya que la letra final nun no es necesaria en la ortografía hebrea de Nerón. Por lo tanto, NRO QSR sería 50+200+6+100+60+200 = 616. Si esta fuera de hecho la lectura original, es fácil ver cómo el texto de Apocalipsis 13:8 habría sido cambiado a 666 debido a su valor más altamente simbólico, ya que 6 representa falta o incompletitud, en contraste con el número 7 que representa completitud; así el triple 666 representa el mal más claramente que 616.