Los creyentes estamos llamados a morar en Dios. "El que habita al abrigo de Dios, morará bajo la sombra del Omnipotente" (Salmo 91:1). "Habitar" es vivir, residir o afincarse en un lugar. Nuestro llamado no es el de acudir algunas veces a Él, sino el de habitar en Él.
Al habitar en Él, recibiremos el cuidado paternal y la providencia de un Dios omnipotente. No somos "cristianos buzos" que acudimos a Dios para respirar solo cuando nos conviene o cuando deseamos acallar nuestras conciencias, sino cristianos que anhelamos mantenernos en comunión con Dios, pues hemos entendido y experimentado que la vida plena de paz, gozo y justicia verdadera se encuentran únicamente en la Fuente de toda bondad; el único Dios verdadero revelado en Cristo Jesús (Santiago 1:17; 1 Pedro 5:10).
Al habitar en Él, recibiremos el cuidado paternal y la providencia de un Dios omnipotente. No somos "cristianos buzos" que acudimos a Dios para respirar solo cuando nos conviene o cuando deseamos acallar nuestras conciencias, sino cristianos que anhelamos mantenernos en comunión con Dios, pues hemos entendido y experimentado que la vida plena de paz, gozo y justicia verdadera se encuentran únicamente en la Fuente de toda bondad; el único Dios verdadero revelado en Cristo Jesús (Santiago 1:17; 1 Pedro 5:10).