Mi querida hermana aqui una reflexión de como nuestra carne suele imitar el fruto del Espiritu.
Es una gran cosa el ser hechos conscientes de cualquier peligro
al que podemos ser expuestos; porque si tememos al
peligro, haremos provisión contra él. Si empezamos con la
convicción de que “los deseos de la carne son contra el Espíritu”,
cuanto más conozcamos de la ganancia y bendición
del Espíritu, más temeremos a la carne que está en orden
contra Él. La carne es Su antagonista natural; y cualquier
avance del Espíritu sólo exaspera más la carne, y la urge a
oponerse al Espíritu, arrastrando al corazón fuera del control
y dictados de Éste. Y esto es de diferentes maneras, no sólo
simplemente por imitación, sino que donde la carne desea
contra el Espíritu en una persona, se traiciona intentando
añadir al Espíritu en alguna forma.
Mejor intenta promover
en la carne lo que pertenece al Espíritu que establecer algo en
imitación a la acción del Espíritu. La imitación apunta más
bien a apartar lo real copiándolo; pero el deseo de la carne
es conseguir por sí misma el crédito debido sólo al Espíritu,
no mediante copia, sino de una manera propia.
Los gálatas
habían comenzado en el Espíritu, y estaban buscando ser
hechos perfectos en la carne. La carne estaba proponiendo
llevar a cabo lo que pertenecía sencilla y enteramente al
Espíritu. En el Espíritu estaba el sentido de que tenía que
haber santidad; y mientras ellos anduvieran en el Espíritu, así
había allí poder sobre la carne de la que venía la inmundicia;
pero la carne se coló dentro y buscó corregirse a sí misma
y presentarse ella misma como santa, sin la intervención
del Espíritu. Rechazó el control del Espíritu, por el que ella
hubiera sido reprimida y separada. . .
Así, por unos, la santidad era buscada por la circuncisión,
conforme a la Ley; por los otros, por andar enteramente aparte
de la carne.