la oración:
Entona, ho Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siembre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. Así han sido decretados los misterios de la Revelación de Dios en virtud de la Voluntad de Aquel que es la Fuente de poder y sabiduría.
(Baha´u´llah)
Qué hermoso.
Le comentaba a la hermana Thames que la oración siempre es un poema y que los salmos son libros poéticos y de oración y cuando leemos estos libros y otras oraciones dichas por personas cercanas a Dios, sentimos en nuestra alma la belleza que expresa la fragancia contenida en las palabras. Estas nos acompañan como un eco reconfortante…
Al juez romano le dijo: «Al juzgar a los hombres, recuerda que tú mismo algún día serás llevado a juicio ante el tribunal de los Gobernantes de un universo. Juzga con rectitud, incluso misericordiosamente, tal como algún día anhelarás consideración misericordiosa de las manos del Arbitro Supremo. Juzga como querrías ser juzgado bajo circunstancias similares, guíate por el espíritu de la ley, no sólo por su letra. Y así como impartes la justicia con ecuanimidad a la luz de las necesidades de los que ante ti comparecen, así tendrás el derecho de esperar justicia atemperada por la misericordia cuando en algún momento comparezcas ante el Juez de toda la tierra».