La esclavitud y el cristianismo

No, lo que pasa es que lo oscuro generalmente está asociado a lo místico y religioso.

Me permití tomar este argumento que, además de erróneo, demuestra que la esclavitud se ha estigmatizado, dándole una idea de opresión al ser humano.

La libertad de algunos se convierte en una ilusión cuando están atrapados por ideologías o vicios que les roban su capacidad de autodeterminación y el autocontrol. La Escritura afirma que una persona queda sujeta al pecado cuando cede su voluntad al pecado. Y el pecado es todo aquello que corrompe el propósito original del ser humano de elegir con plena libertad y conocimeitno de causa.

Lo religioso y místico no es oscuridad o ignorancia; todo lo contrario. El conocimiento de Dios se convierte en una experiencia de vida en el que uno es plenamente consciente de su origen y destino. Para otros, ser religioso y místico es producto de una liberación milagrosa: la persona que estaba esclavizada a sus apetitos desordenados y a la voluntad del maligno, al quedar liberada por la acción salvadora de Cristo en la cruz, el perdón y reconciliación de Dios, elige dar su vida y voluntad al Señor que lo rescató, devolviéndolo a su estado original. Se convierte en un ΔΟΥΛΟΣ del Señor por amor y gratitud, un humilde servidor, y no un slovĕninŭ, atrapado en el abuso de una voluntad corrupta.
 
Casi podría decirles, que me parece que en mis oídos “resuenan” voces que, entre airadas y sorprendidas me estarían diciendo algo así como: «pero, cómo puede plantear semejante cosa, si es evidente que no podían matar a Jesús en un juicio efectuado conforme la ley judía, dado que únicamente podían condenar a muerte los romanos». Y es probable que, seguidamente, me indicarían que el propio Evangelio de Juan lo menciona, al señalar con absoluta claridad que «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie» (Jn.18,31).

Pues bien; debo decirles que no acepto esa afirmación que se viene repitiendo desde hace siglos, y no la admito por varios motivos, pero el que posiblemente debería ser el más sencillo de advertir, y sobre el que volveré más adelante, es por cuanto semejante postura —al menos hasta donde yo he podido conocer— tiene como único basamento la existencia de esa enunciación del Evangelio.

Y si bien como ya lo adelanté, más adelante diré algo más sobre ese aspecto, ahora, tal cual lo hice en otra oportunidad, y aun cuando significará extenderme más de lo habitual (lo que confío sabrán ustedes disculpar) por resultarme mucho más sencillo me permitiré transcribir aquí algunas líneas de uno de mis libros al que titulé ¿Por qué mataron a Jesús?


Pese a dicha afirmación, que tantas veces se la ha mencionado para procurar eludir la responsabilidad de Roma, sabemos sin embargo que en Israel se podía matar legítimamente a los culpables, ya que, por ejemplo, la muerte de Esteban no requirió ninguna aprobación romana (Hc.7,54-60) y Herodes Agripa I tampoco tuvo dificultad en ajusticiar a Santiago, el hermano de Juan (Hc.12,2) de la misma forma que tranquilamente lo pudo hacer un tiempo antes su tío, Herodes Antipas, con Juan el Bautista (Mc.6,17-29).

Es más; el Rey de Israel podía fácilmente condenar a muerte aún sin que exista verdadera culpabilidad, lo que sabemos, por ejemplo, a través de las actitudes de Herodes el “Grande”, no sólo en la famosa y discutida “matanza de los inocentes” (Mt.2,16) sino en infinidad de otros casos históricamente aceptados, entre los cuales hasta encontramos la muerte de una de sus esposas y de algunos de sus propios hijos.

En una primera redacción que realicé sobre este trabajo, interpreté que los párrafos anteriores eran suficientes para aclarar lo antes indicado.

Sin embargo, posteriormente comprendí que posiblemente más de un lector encuentre esa argumentación insuficiente, por lo cual trataré de aclarar un poco más ese tema.

Resulta difícil aceptar que toda condena a muerte tuviese que ser dictada por Roma (cosa que es lo que se pretende atribuir a la citada expresión del Evangelio de Juan «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie») y que, insisto en esto, ha sido la explicación que normalmente se ha suministrado para pretender “justificar” a las autoridades del Imperio en relación con la muerte de Jesús.

Eso es así, ya que tal tipo de pena era usual por aquel entonces. Es más, yo diría que era absolutamente común y corriente en todas las legislaciones de la antigüedad, incluidas la judía y romana.

La reiteración de robos y hurtos (recordemos a quienes mueren con Jesús) violaciones y otros delitos sexuales, defraudaciones, cualquier tipo de homicidio, lesiones graves, y un sinnúmero más de delitos, recibían generalmente tan drástico tratamiento.

Va de suyo entonces que, si en los hechos delictivos que ocurriesen dentro del ámbito del Imperio Romano, y que podían desembocar en la aplicación de ese tipo de sanción, los respectivos procesos judiciales que se realizaban para castigarlos debían ser realizados por la autoridad romana, difícilmente éstas alcanzasen para afrontar tales actividades jurisdiccionales.

Es cierto que Roma, como cualquier otro Imperio invasor triunfante, de toda época y lugar, reclamaba para sí lo que podríamos denominar la “justificación última del poder”, es decir, que cualquier “rey” o autoridad local, e incluso las leyes que tenían, quedaban “sujetas o subordinadas” al poder de Roma.

También es real que los ciudadanos romanos sólo podían ser condenados en definitiva por el Emperador, privilegio del cual carecían todos los demás, situación que podemos corroborar con la apelación que hace San Pablo y que se menciona en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Incluso podemos llegar a pensar, que algo similar abarcase a los “colaboradores” locales de Roma, como podrían ser los publicanos, cobradores de impuestos.

Pero asumirlo para todos resulta muy poco lógico, ya que no sólo implicaría un trabajo ímprobo y lento para las autoridades romanas, sino también un posible factor de disturbios y discusiones sobre la legitimidad de las condenas que se aplicasen, dado que las diferentes poblaciones locales podrían no aceptar tan pacíficamente las sanciones dictadas por las autoridades de Roma, cosa que, en cambio, era muchísimo más sencillo que sucediese si las mismas fuesen aplicadas por sus propias autoridades, y conforme sus propias leyes.

….

Pero es difícil aceptar que Roma hubiese negado a los pueblos dominados el derecho al juzgamiento de los hechos calificados como delitos por las propias leyes locales (las de los pueblos dominados), ya que, insisto, hubiese significado graves demoras en los procesos y trastornos para el propio Imperio dominante, cosa que seguramente ellos no tenían ningún interés que aconteciese[1].

Por otra parte avala tal impresión, el hecho de que Pilato envió a Jesús para que fuese juzgado por Herodes. En efecto; frente a la clara posición de la dirigencia judía que reclamaba su muerte, no podemos pensar que lo hizo sólo para que le aplique algunos azotes.

Asimismo sabemos que conforme la Legislación Hebrea, el "proceso" ante el Sanedrín adolecía de múltiples falencias como para que pudiese desencadenar en una legítima condena a la pena capital.

Es más.

Si tenemos en cuenta el relato del Evangelio de Juan, vemos que allí ni siquiera se menciona la existencia de proceso judicial alguno ocurrido dentro del ámbito hebreo, ya que sólo se habría producido un simple interrogatorio ante Anás (Jn.Cap.18).

Y si consideramos también, que conforme lo citado por ese texto, por una parte, habrían sido dos los apóstoles que se animaron a acompañar a la distancia al Cristo durante el procedimiento de su aprensión, y por la otra que tenemos la certeza de que uno de ellos era Pedro, resulta entonces posible pensar, que el segundo haya sido el propio Juan (así se afirma tradicionalmente) por lo cual esta posición tiene bastante más chance que la de los Sinópticos, para ser tomada como la que presente mayor verosimilitud histórica al respecto.

Incluso, esa eventualidad sería la verdadera razón de aquella famosa expresión, empleada tantas veces para pretender eludir la responsabilidad romana en el Magnicidio, referida a lo afirmado por los jefes hebreos: «a nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie» (Jn.18,31) ya que, si no se había celebrado juicio alguno en el ámbito de la Legislación Hebrea, va de suyo que resultaba absurdo pretender convalidar la aplicación de una condena a muerte como la que pretendían para el Cristo.

Todo esto muestra, con bastante claridad, que la muerte del Señor quiso ser planteada a través de una sistemática bien diferente, como algo "institucionalmente establecido con bastante perfección", y por supuesto con aplicación de la pena máxima pero no conforme la tradición y disposiciones judías, sino al estilo romano, es decir, con las formalidades de una ejecución sumaria que, por lo menos desde la postura romana, fuese jurídicamente “impecable”, y por lo tanto el compromiso era de Roma.



Bueno, hasta aquí lo que he copiado. Les pido disculpen un texto tan largo.

Espero continuar pronto con algo un poco más “cotito”. Cordiales saludos

MARANA-THA

Mario



[1] En ese sentido hasta podemos asumir como “posible”, que Roma hubiese derogado como delitos ciertas conductas que la legislación hebrea sancionaba con la muerte, como podría ser el adulterio de la mujer, dada la liberalidad en la conducta sexual romana lo que, por ejemplo, justificaría la famosa presentación de la adúltera ante Jesús, realizada como un intento de someterlo a serias dificultades (si aceptaba que la lapiden, chocaba con Roma, si la liberaba, lo hacía en contra de la ley hebrea). Pero difícilmente podamos pensar que eso resultase similar para otros delitos.
 
Si bien estimo que mi postura sobre la ejecución de Jesús estaría discretamente explicada, conforme lo adelanté antes mencionando que algo más diría al respecto, dedicaré estas líneas para hacerlo y poder así ir finalizando con esa cuestión.

En primer lugar diré que interpreto que esas famosas palabras del Evangelio de Juan, que se han utilizado durante siglos para tratar de desdibujar la responsabilidad de Roma en ese magnicidio, si en verdad fueron dichas únicamente habrían tenido el sentido de explicar, que ellos no podían ejecutar a Jesús por cuanto no había sido condenado en un juicio legítimo, que se habría tenido que celebrar ante el Sanedrín.

En efecto; no sólo hay que recordar lo que mencioné antes, respecto a que según ese mismo Evangelio de Juan no se realizó juicio alguno, sino una simple declaración ante Anás, sino que también hay que tener en cuenta diversos escritos que se han publicado a lo largo de estos años, la mayoría redactados por escritores judíos, donde se señala que lo que se expresa en los Sinópticos, sobre un eventual juicio del Sanedrín a Jesús, no corresponde a lo establecido en la legislación hebrea, como por ejemplo, la prohibición de sesionar de noche, o que para dictar una condena a muerte debía existir la posibilidad de una apelación, o que no era posible disponer una ejecución antes de una de las grandes fiestas judías, etc.

Pero no es sólo eso lo que me lleva a rechazar esa postura tradicional, sino que existe algo más que para mí es tal vez más importante.

Desde hace muchos años consideré muy “extraña” esa postura, no sólo por lo que vengo explicando, sino también por cuanto al cursar abogacía en la Facultad de Derecho de La Plata, una de las primeras materias que debí aprobar fue Derecho Romano, y al estudiarla no escuché, ni leí, nada parecido (que los romanos se reservaban la aplicación de la pena de muerte), pero al no estar seguro sobre eso (tal vez yo no había sido un buen estudiante), omití hacer referencia alguna en la primera edición del libro que les mencioné.

Tiempo después de publicarlo dediqué algunos momentos de mi vida a investigar sobre el particular, y además consulté a cuanto profesor de dicha materia pude, y que dictaban esa asignatura en distintas Universidades, y logré constatar que todos ellos ratificaban mi pensamiento, es decir, que no encontré ni siquiera uno sólo que me mencionase la existencia de una norma en la legislación romana, que privase a las autoridades locales de los pueblos bajo su dominio de la capacidad de aplicar la pena de muerte a quienes cometiesen delitos en sus respectivos territorios.

Y les diré que incluso tiempo después, en un foro bíblico internacional por Internet en el que participé (similar a este), donde expuse mi postura referida al error que existe en dicha interpretación que tradicionalmente se ha venido repitiendo, dejé en claro que yo continuaré sosteniendo mi idea de que tal afirmación no es cierta, y que lo haré hasta que encuentre alguien que me cite, aunque más no fuese, una sola disposición jurídica romana en tal sentido, y aclaro que no me refiero a que hubiese sido dispuesta en Palestina, sino que aceptaría la de cualquier lugar del extenso Imperio Romano. Casi está de más decirlo, pero nunca encontré a nadie que rebatiese mi posición, ni que señalase la ley romana que pido, pero también, y lamentablemente, pese a mis argumentaciones, tampoco he escuchado que se hubiese modificado la doctrina que desde hace siglos viene sosteniendo el cristianismo.

Pero no obstante lo dicho deseo ser bien claro al respecto, dado que si hay algo de lo que estoy bien seguro es de que yo no tengo la verdad, motivo por el cual les agradeceré a todos los que puedan llegar a leer estas líneas, que consulten con cuanto abogado y/o profesor de Derecho Romano conozcan, respecto a si ellos tienen conocimiento de la existencia de alguna disposición jurídica romana, que hubiese establecido que Roma se reservaba el monopolio de la aplicación de la pena de muerte a los delincuentes.

Bien, ahora sí que estimo haber cumplido con explicar mis ideas en ese sentido, motivo por el cual suspendo aquí, y en un próximo texto dejaré una muy breve explicación de lo que considero fue el motivo por el que se optó por la ejecución de Jesús en un patíbulo romano.

Cordiales saludos

MARANA-THA

Mario
 
Para tratar de ir finalizando lo que intento explicar, sobre lo que considero fue la causa por la que se ejecutó a Jesús en un patíbulo romano, en primer lugar diré que, si bien estoy convencido de que el Señor Jesús no era un personaje “demasiado popular” (al menos en el área de Jerusalén), lo que podemos llamar como su “entrada triunfal” a dicha ciudad provocó el aceleramiento de la intención de matarlo, razón por la cual, al no poder ejecutarlo al estilo hebreo optaron por el mecanismo romano, pero no fue únicamente ése el motivo, sino que existió algo más al respecto, y para explicarlo transcribiré aquí unas pocas líneas que redacté para el libro que les mencioné antes.

En efecto; para la posición romana, el juzgamiento y eventual aplicación de la pena de muerte que hacía un representante del Imperio era perfectamente legítima.

Pilato, autoridad de ocupación, (algo así como si nosotros dijésemos hoy «Jefe Militar dentro de un territorio invadido») podía sin dificultad alguna juzgar sumariamente y condenar a muerte a un enemigo[1], si consideraba que su accionar podía poner en riesgo la conquista.

Vemos también desde otro ángulo, que tampoco se buscó en la muerte de Jesús “suprimir” simplemente a un elemento que molestaba, cosa que podría haber ocurrido con un asesinato en una callejuela de algún pueblito de la Palestina, como se intentó más adelante en el caso de Pablo, según nos relata el Libro de Los Hechos de los Apóstoles (Hch. 25,11-22).

Por el contrario, se organizó la muerte en un patíbulo, y no en uno cualquiera, sino en un cadalso romano.

Es decir, se buscó que lo que aconteciese allí, en Jerusalén, el “esquema” de la muerte de Jesús indicase en todos lados, y no sólo en el ámbito de Israel, la condena de un “delincuente”, cosa que no habría sucedido si hubiese sido simplemente apedreado, o sufrido la decapitación por orden jerárquica hebrea.



Y pasaré a explicar someramente este último aspecto.

La dirigencia hebrea era perfectamente consciente de la existencia de las distintas comunidades judías en la diáspora, así como también que las mismas tenían un número de integrantes muchísimo más importante que los que vivían permanentemente en Israel. Incluso sabían que en algunos lugares hasta había esenios. Por consiguiente estimaban que la muerte en un patíbulo romano les daba al menos cierta seguridad de que la doctrina solidaria de Jesús tropezaría con mayores dificultades de ser adoptada por los judíos que vivían en la diáspora, dado que cuando alguien les hablase de Jesús, y de sus ideas, difícilmente pensarían en Él como un eventual Mesías, sino que lo harían asumiéndolo como un delincuente cualquiera que había sido ajusticiado por los opresores romanos.

Y si bien esa previsión resultó acertada, ya que salvo los judíos “cristiano—helenistas” que se encontraban en la diáspora, puesto que habían sido expulsados del área de Jerusalén luego del martirio de Esteban (y es también imprescindible tener muy en cuenta ese hecho y las ideas que ellos sostenían, ya que es el otro aspecto que chocaba con la dirigencia religiosa y política hebrea), y uno que otro que excepcionalmente pudieron aceptar la doctrina del Señor Jesús, la realidad fue que la prédica efectuada por Pablo y otros no “prendió” en esas comunidades judías de la diáspora.

Ahora bien; sabemos que pese a eso el Espíritu Santo dispuso otra cosa, ya que a partir de la predicación de San Pablo el cristianismo de todas formas se fue expandiendo por todo el ámbito del Imperio Romano, pero haciéndolo fundamentalmente entre los no judíos, no obstante lo cual, y pese a que ellos llegaron a aceptar las ideas vitales (el estilo de vida) de Jesús, aun así para todos la cuestión de la CRUZ fue de cualquier forma bastante traumática, dado que si bien se hablaba de la ejecución del Señor, y de su resurrección, no fue aceptada como símbolo, dado que generaba mucha vergüenza, por el cual el cristianismo no la utilizó hasta después de Constantino, ya que antes se utilizaba o bien el CRISMÓN, o la figura del PEZ para reconocerse como cristianos.

Y si bien les diré que casi deseo dar por finalizada esta cuestión, creo que debo decir aun algo más, y lo haré próximamente en un breve y último mensaje.

Cordiales saludos

MARANA-THA

Mario



[1] No debemos olvidar que para Roma, de forma similar a la mentalidad de todos los pueblos de la antigüedad, cualquiera que no era romano era “hostem”, es decir “enemigo” (de esa palabra latina surgen, por ejemplo, nuestros términos “hostil, hostilidad”, que son bien ilustrativos para lo que intento explicar). Algo parecido a como los griegos mencionaban “bárbaros” a todos los que no tenían su propia raza (o, mejor dicho, no hablaban su lengua) y, a su vez, los judíos los llamaban “griegos” o “paganos” o “gentiles” o actualmente “goin”. La particularidad de Roma era que ellos, desde su origen tenían un lema que decía: “adversus hostem, aeterna potestas”, es decir “contra el enemigo (cualquiera que no fuera romano) nuestro eterno poder”, el cual fue receptado en la Ley de las Doce Tablas como “adversus hostem aeterna autoritas esto” es decir, “el dominio contra el enemigo sea eterno”, y casi está de más decirlo, Jesús de Nazareth, al no ser romano, entraba dentro de esa “calificación” de enemigo a la cual me he referido.
 
Series bíblicas expresó

«Hola, Primero, Jesús no pretendió establecer una hermandad universal, todo lo contrario, quiso que viviéramos apartados del mundo, siquiera haciendo negocios con los del mundo, no casándonos con los del mundo etc.»

Yo entiendo algo completamente distinto de las enseñanzas de Jesús, ya que me parece que por más que nos haya indicado que debemos “vivir bien, correctamente”, eso no implica ninguna actitud negativa hacia el resto de los seres humanos que no lo hagan (y eso sin entrar a analizar quien tiene “derecho” a determinar la corrección o incorrección del accionar de los demás). Si así no fuese no alcanzo a entender que sentido tendrían sus palabras cuando mencionó que había que orar por nuestros “enemigos”, ofrecer la otra mejilla, etc., etc.

Por ende reitero que las enseñanzas del Señor son que debemos considerar a TODO SER HUMANO, como un hermano, sin efectuar ningún tipo de discriminación.

Cordiales saludos

MARANA-THA

Mario
Mucho mal se ha hablado de la esclavitud.

Está vez voy a ser el abogado del diablo.

¿Que es preferible? ¿Ir a la cárcel por deber algo o servir en la casa a quién adeudas con habitación propia, 3 comidas al día, un trato humano decente y libertad segura en un tiempo máximo de 7 años?

La esclavitud es ganar-ganar para ambas partes. Es un acto de misericordia y realmente se restituye en buen grado lo malgastado.
 
Estimado hermano VALENCIA

Ante todo agradezco tu intervención, y trataré de responderte en pocas palabras.

Me parece que no leíste todo lo que mencioné, ya que si así hubiese sido tendrías presente que en la antigüedad no existía lo que hoy llamamos “pena privativa de libertad”, es decir las cárceles (¿o “jaulas” inhumanas?) que tenemos actualmente. Ese sistema se originó aproximadamente recién en el siglo XVII, por lo tanto nadie en épocas de Jesús iría a la cárcel como vos mencionas.

No obstante eso te diré, que tampoco es posible asegurar que el esclavo tuviese “habitación propia, 3 comidas al día, un trato humano decente”, en esa época, y si bien estoy completamente seguro de que normalmente eran tratados “bastante bien”, aspecto sobre el cual he redactado varias páginas en mi libro ¿por qué mataron a Jesús?, al cual hice referencia antes (sostengo que sus vidas se desarrollarían de una forma muy similar a las de cualquier obrero o empleado de la actualidad), yo no me animaría a asegurar que viviesen en las condiciones que señalaste.

Menos aún que resulte posible asegurar lo de la “libertad segura en un tiempo máximo de 7 años” tal cual lo mencionaste, ya que si bien eso es posible asegurarlo con respecto a los esclavos hebreos, no hay duda alguna de que los de otras razas podían ser esclavizados a perpetuidad.

Por consiguiente no estoy tan seguro que se pueda afirmar, que era un “ganar-ganar” y menos que menos un "acto de misericordia".

Reiterándote mi gratitud por tu mensaje, te envío mis cordiales saludos

MARANA-THA

Mario
 
Para intentar concluir con esta explicación, sobre la relación existente entre la ejecución del Señor Jesús en un patíbulo romano, y una eventual desaparición de la esclavitud (que era el “motor” de la economía en aquellos años), mencionaré los dos aspectos que considero más importantes para ayudar a comprender, lo que sin duda alguna fue la enorme y lamentable desviación que tuvo el cristianismo, de aquellos aspectos a los que yo llamo, y considero, LA ESENCIA DEL EVANGELIO, hecho que se produjo al haberse apartado del estilo de vida de Jesús, es decir, del compartir vivencias y bienes.

La primera cuestión que hay que tener en cuenta, y que por motivos que me resultan difíciles de comprender, parece que al cristianismo no le he llamado la atención, es el de los “helenistas” y su pensamiento, y que tratando de resumirlo en dos palabras diré que en esencia implicaba un apartamiento del templo (de sus rituales, ofrendas y diezmos, etc., etc.), e interpreto que es algo que debe ser considerado muy especialmente, en especial teniendo en cuenta las palabras que Jesús dirigió a la samaritana, haciendo referencia a que se acercaba el tiempo en que no se rendiría culto, ni en Jerusalén, ni en el monte Garizim, es decir que no se lo haría en los templos sino en espíritu y verdad. Obviamente, y muy lamentablemente por cierto, no fue eso lo que sucedió.

El otro aspecto que es incluso más sencillo de advertir, e incluso también es más importante, es lo que sucedió por la adopción del cristianismo como religión por Constantino, es decir, la transformación del cristianismo en religión oficial del Imperio Romano, hecho que para mí fue algo a lo que recurrió el Emperador, por cuanto de esa forma lograba que su autoridad y poder fuese reconocidos, y aceptados, en todo el imperio con mayor sencillez y facilidad.

Para entender eso hay que tener en cuenta, que el poder temporal en la antigüedad tenía una vinculación directa y absoluta con la divinidad, cualquiera fuese aquella a la que cada grupo humano reconocía como tal. Obviamente, al establecer Constantino al cristianismo como única religión oficial en el imperio, y la posibilidad de ser “influenciada” por él, lograba el apoyo y reconocimiento inmediato de prácticamente la totalidad de los habitantes del imperio, independientemente de la raza a la que pertenecieran, o del territorio que habitasen.

Y el grave —gravísimo— problema es que ese hecho constituyó el inicio del establecimiento de un cristianismo con apetencia de poder temporal, permaneciendo adherido a las pautas del Antiguo Testamento, así como también del apartamiento de lo que fue en su inicio, ya que fue “rotando” de ser una religión mayoritariamente de las clases bajas y humildes, que vivían en forma generalizada compartiendo vivencias y bienes, para ir transformándose paulatinamente en un religión vinculada con el poder y la riqueza, y adoptando simultáneamente la economía de forma individualista, con la obvia consecuencia del dominio del que mayor posibilidades personales y económicas tenía, con un avance importante de egoísmo.

Por último deseo expresarles una cosa más.

Espero —y deseo— comprenderán, que muchos de los temas que fui exponiendo me llevaron “algunas” horas de estudio y reflexión, así como también la redacción de “varias” páginas tratando de explicar mis ideas, motivo por el cual resulta “bastante” difícil suministrar en los mensajes del foro, todas las explicaciones que serían útiles para comprender lo que deseo transmitir.

Por tal motivo les diré que quedo a vuestra disposición para suministrarles las explicaciones o aclaraciones que consideren útiles o convenientes, y en este sentido les ofrezco, como una alternativa posible, el enviarles en forma gratuita el libro que les mencioné, y al que titulé ¿Por qué mataron a Jesús?

Y al respecto les aclaro que no es mi interés causarles molestia alguna, por lo cual, con el objeto de que estén absolutamente tranquilos con respecto a que no es mi deseo resultarles más adelante un “contacto cargoso”, que les envíe mensajes no deseados o cosas parecidas, o que intente hacerles cambiar su fe y/o pensamientos (cosas que ni se me pasan por la cabeza), les propongo que establezcan a tal fin un mail especial, un correo nuevo, uno distinto al que usen normalmente, es decir uno que les resulte útil únicamente con ese fin, y de esa forma, si me lo suministran, yo les remitiré al mismo ese material para que lo puedan leer, y de esa forma comprender tal vez (al menos eso espero) un poco mejor los motivos por los que sostengo que la ESENCIA DEL EVANGELIO, LO FUNDAMENTAL DEL MENSAJE DE JESÚS fue enseñar que hay que practicar ese estilo de vida, es decir que hay que compartir vivencias y bienes.

Cordiales saludos

MARANA-THA

Mario
 
A lo largo de la historia han habido personas que han justificado la esclavitud y la servidumbre. Quizás sea por interpretar mal las Sagradas Escrituras; y por falta de fe y otras virtudes.

Dios, a través de Jesús, nos reveló que la verdad nos hará libres. Y la verdad es que la Palabra de Dios y el cumplimiento de su Ley nos pueden hacer libres. Dios no quiere esclavos. Los esclavos son obra del mal y del pecado. Dios quiere seres que se acerquen a la libertad verdadera; tanto en este mundo como en el Reino de Dios.

Pero, a pesar de esto, hay que tener en cuenta que ser absolutamente libres puede ser casi imposible. Podemos acercarnos; pero nunca llegar del todo. Solo Dios es absolutamente libre; porqué no depende de nada que no sea Él mismo. A los seres humanos; siempre hay alguna cosa que nos puede condicionar, limitar, predeterminar y causar dependencia. Quizás solo seamos libres de algo cuando somos cautivos de otra cosa. Y siendo "cautivos de Dios" seríamos libres de todas las cosas y seres del mundo que nos esclavizan y arrastran al mal y al pecado. Cuanto más cerca de Dios estemos más libres seres.