Puesto que este tema ya se ha discutido en este foro en el pasado, ahora propongo que lo hagamos única y exclusivamente desde la perspectiva y la óptica bíblica/cristiana. Ya hemos escuchado hasta el cansancio los argumentos humanistas de los paganos y creo que ahora es tiempo de que argumentemos dando explicaciones espirituales en contra de esta abominable conducta. No se descartan los argumentos lógicos y de sentido común en contra de la conducta homosexual puesto que estos son compatibles con lo que la Biblia enseña. Con respecto a lo anterior, alguien podría argumentar, validamente, que la proliferación de la homosexualidad, podría, en el futuro, poner en peligro la existencia y perpetuación de la especie humana y ese es un argumento que tiene un respaldo en la Escritura con el mandato de Dios de "Creced y multiplicaos".
Obviamente los que no son cristianos también pueden participar, pero desde el principio se está dejando claro que ahora este tema se va a analizar desde la óptica bíblica/cristiana. Sobre advertencia no hay engaño.
A continuación aportaré algo de sustento bíblico en contra de la homosexualidad:
BIBLIA Y HOMOSEXUALIDAD
La homosexualidad está de moda; los medios de prensa, y sobre todo la televisión, tratan de embaucarnos cada día con la idea de que la homosexualidad es moralmente neutra, que quienes la practican no merecen nuestra desaprobación, y que incluso les debemos reconocer el derecho a practicar libremente sus inclinaciones y hasta realizan desfiles y manifestaciones públicas exigiendo libertad para dar rienda suelta a sus instintos, una libertad que ni siquiera el resto de las personas nos atreveríamos a reclamar para nosotros mismos. En resumen, tratan de convencernos de que lo bueno es malo y lo malo es bueno.
Pero este desenfreno no se ha quedado sólo en el mundo y últimamente lo vemos penetrando también en las iglesias y denominaciones cristianas. No es que este pecado no haya existido antes; pero lo que antes se ocultaba con vergüenza, hoy día se exhibe con orgullo. Así hemos visto denominaciones que se atreven a llamarse cristianas, que bendicen matrimonios homosexuales y hasta “consagran” obispos abiertamente homosexuales, los cuales se instalan descaradamente a vivir con sus parejas en la propia residencia oficial de la denominación, pretendiendo ejercer desde allí una autoridad meramente formal porque la autoridad moral hace rato que ya la perdieron.
Ministros de culto homosexuales ejercitan en forma continuada la pedofilia sin otra reacción de parte de sus superiores que irlos cambiando sistemáticamente de parroquia en parroquia cada vez que son descubiertos y se presenta algún reclamo contra ellos. Lo que la autoridad espiritual no ha sido capaz de corregir, ha debido corregirlo la autoridad secular mediante multas millonarias que finalmente serán pagadas con los centavos de la viuda.
Como si esto fuera poco, hace poco se descubrió una circular secreta de 1962, proveniente de una alto dignatario de la Iglesia Romana, hecha pública el 6 de agosto último por la cadena informativa CBS de EE UU, que sanciona con excomunión a quienes denuncien una agresión sexual de parte de algún ministro de dicha denominación, incluso si el denunciante es la propia víctima.
Ante esta avalancha publicitaria, los cristianos nos estamos acostumbrando peligrosamente a mirar como normal una conducta desviada que Dios censura abierta y claramente en su palabra. Se nos dice que se trata nada más que de un simple “incidente” y hasta se pretende hacernos pensar que hay homosexuales buenos, los “no practicantes” y homosexuales malos, los “practicantes”. Siguiendo esta línea de clasificaciones, pronto podremos clasificar también a los practicantes como “permanentes-permanentes”, “permanentes ocasionales frecuentes”, “permanentes ocasionales esporádicos” y “permanentes ocasionales frustrados”; dándole a cada grupo la connotación moral que más nos acomode.
Pero al hacer esto, estaremos olvidando que el Señor no cae en estas sutilezas; sino que dice derechamente:
“No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel” [Deuteronomio 23:17].
Dios no los califica si acaso son sodomitas completos, sodomitas a medias o sodomitas-apenas. Dice taxativamente: “ni haya sodomita…”
Pero no solamente prohíbe todo tipo de sodomía, sino que además la califica como abominable, es decir, que siente aversión por ella, la aborrece, la condena y la maldice enérgicamente:
“Hubo también sodomitas en la tierra, e hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que Jehová había echado delante de los hijos de Israel”. [1 Reyes 14:24]
La pone en un mismo plano con el bestialismo, al que califica de perversión:
(Levítico 18: 22, 23) “No te echarás con varón como con mujer; es abominación. Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión.”
Y la castiga con la pena de muerte:
“Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.” [Levítico 20:13]
La sodomía también se presenta en estrecha asociación con la idolatría, de modo que vemos a los reyes de Judá, que cuando actúan rectamente ante los ojos de Dios, combaten tanto la una como la otra. Asa, rey de Judá, hizo lo recto ante los ojos de Dios:
“porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho.” [1 Reyes 15:12]; y su hijo Josafat, que: “anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová” [1 Reyes 22:43], “barrió también de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su padre Asa” [ 1 Reyes 22:46].
El origen del homosexualismo está en el abandono de Dios, en el no tomarlo en cuenta. En que habiendo conocido a Dios, no se le da el honor que merece ni se obedece su voluntad. La Palabra de Dios, según Pablo, en el primer capítulo de su epístola dirigida a los romanos, que eran expertos practicantes en esto de la homosexualidad, nos explica claramente como este es un proceso que empieza por ignorar a Dios, pasa por la idolatría, y continúa por la desviación de las inclinaciones naturales, que se reorientan hacia los de su mismo sexo:
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” [Romanos 1:21-27].
Esto produce una corrupción general de las costumbres; ya que un vez perdido el autocontrol y el dominio propio, se entra por un camino de depravación creciente en el cual, a la falta inicial del homosexualismo se agregan después toda clase de corrupciones semejantes o peores, si es que existe algo peor, cuyo único destino es la muerte eterna:
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican ." [Romanos 1:28:32].
Y si alguna duda cabe todavía de que este hábito cierra las puertas del cielo a quienes lo adquieren, Dios dice a los habitantes de Corinto, que tampoco lo hacían mal en materia de desenfreno sexual:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” [1 Corintios 6:9,10].
Más aún, los homosexuales figuran entre aquellos transgresores y desobedientes que se oponen a la sana doctrina del evangelio de Dios:
“Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado."[1 Timoteo 1:9-11].
¿Más claro?; pero algunos dirán: ¿Qué hacemos con nuestros hermanos que sufren esta lacra? ¡No los podemos rechazar, por cuanto Cristo también murió por ellos!
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores , Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” [Romanos 5:8-9 ].
Ciertamente; pero no por eso debemos dejar de exhortarlos a un cambio de vida de acuerdo con las promesas de nuestro Señor para quienes reconocen su pecado:
“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego”. [Lucas 3:8-9].
Recordándoles la alternativa horrenda que espera a quienes no quieren aprovechar el don de Dios del arrepentimiento:
“Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores,” [2 Pedro 2:9-10].
Por que también ellos deben arrepentirse, cambiar de actitud y mostrar por sus obras que ahora son hijos de Dios, renacidos del agua y del Espíritu:
“Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” [Hechos 11:18].
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” [Santiago 2:17-18]
Confiando en que las cosas viejas pasaron; porque todas son hechas nuevas:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” . [2 Corintios 5:17-19].
Y que con la ayuda del Señor podrán superar su vicio; pero por ningún motivo podremos aceptarles que proclamen, hagan alarde y justifiquen su condición, no dando señales de arrepentimiento ni deseo de cambio. No tienen por qué marginarse de las mismas exigencias que se les hace a los alcohólicos, los fumadores, los jugadores, los malhablados y demás pecadores públicos cuyo único lugar en la iglesia, mientras no cambien de mentalidad, es la banca del penitente; pero nunca la silla del líder.
Fuente y autor: Desconocidos.
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Me parece importante mencionar que en la actualidad, incluso algunos que se dicen cristianos ya están sucumbiendo al mundo cuando le dan su visto bueno al pecado de la sodomía, invocando argumentos de tolerancia, humanidad, igualdad, discriminación, "amor al prójimo" y un largo etcétera.
Obviamente los que no son cristianos también pueden participar, pero desde el principio se está dejando claro que ahora este tema se va a analizar desde la óptica bíblica/cristiana. Sobre advertencia no hay engaño.
A continuación aportaré algo de sustento bíblico en contra de la homosexualidad:
BIBLIA Y HOMOSEXUALIDAD
La homosexualidad está de moda; los medios de prensa, y sobre todo la televisión, tratan de embaucarnos cada día con la idea de que la homosexualidad es moralmente neutra, que quienes la practican no merecen nuestra desaprobación, y que incluso les debemos reconocer el derecho a practicar libremente sus inclinaciones y hasta realizan desfiles y manifestaciones públicas exigiendo libertad para dar rienda suelta a sus instintos, una libertad que ni siquiera el resto de las personas nos atreveríamos a reclamar para nosotros mismos. En resumen, tratan de convencernos de que lo bueno es malo y lo malo es bueno.
Pero este desenfreno no se ha quedado sólo en el mundo y últimamente lo vemos penetrando también en las iglesias y denominaciones cristianas. No es que este pecado no haya existido antes; pero lo que antes se ocultaba con vergüenza, hoy día se exhibe con orgullo. Así hemos visto denominaciones que se atreven a llamarse cristianas, que bendicen matrimonios homosexuales y hasta “consagran” obispos abiertamente homosexuales, los cuales se instalan descaradamente a vivir con sus parejas en la propia residencia oficial de la denominación, pretendiendo ejercer desde allí una autoridad meramente formal porque la autoridad moral hace rato que ya la perdieron.
Ministros de culto homosexuales ejercitan en forma continuada la pedofilia sin otra reacción de parte de sus superiores que irlos cambiando sistemáticamente de parroquia en parroquia cada vez que son descubiertos y se presenta algún reclamo contra ellos. Lo que la autoridad espiritual no ha sido capaz de corregir, ha debido corregirlo la autoridad secular mediante multas millonarias que finalmente serán pagadas con los centavos de la viuda.
Como si esto fuera poco, hace poco se descubrió una circular secreta de 1962, proveniente de una alto dignatario de la Iglesia Romana, hecha pública el 6 de agosto último por la cadena informativa CBS de EE UU, que sanciona con excomunión a quienes denuncien una agresión sexual de parte de algún ministro de dicha denominación, incluso si el denunciante es la propia víctima.
Ante esta avalancha publicitaria, los cristianos nos estamos acostumbrando peligrosamente a mirar como normal una conducta desviada que Dios censura abierta y claramente en su palabra. Se nos dice que se trata nada más que de un simple “incidente” y hasta se pretende hacernos pensar que hay homosexuales buenos, los “no practicantes” y homosexuales malos, los “practicantes”. Siguiendo esta línea de clasificaciones, pronto podremos clasificar también a los practicantes como “permanentes-permanentes”, “permanentes ocasionales frecuentes”, “permanentes ocasionales esporádicos” y “permanentes ocasionales frustrados”; dándole a cada grupo la connotación moral que más nos acomode.
Pero al hacer esto, estaremos olvidando que el Señor no cae en estas sutilezas; sino que dice derechamente:
“No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel” [Deuteronomio 23:17].
Dios no los califica si acaso son sodomitas completos, sodomitas a medias o sodomitas-apenas. Dice taxativamente: “ni haya sodomita…”
Pero no solamente prohíbe todo tipo de sodomía, sino que además la califica como abominable, es decir, que siente aversión por ella, la aborrece, la condena y la maldice enérgicamente:
“Hubo también sodomitas en la tierra, e hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que Jehová había echado delante de los hijos de Israel”. [1 Reyes 14:24]
La pone en un mismo plano con el bestialismo, al que califica de perversión:
(Levítico 18: 22, 23) “No te echarás con varón como con mujer; es abominación. Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión.”
Y la castiga con la pena de muerte:
“Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.” [Levítico 20:13]
La sodomía también se presenta en estrecha asociación con la idolatría, de modo que vemos a los reyes de Judá, que cuando actúan rectamente ante los ojos de Dios, combaten tanto la una como la otra. Asa, rey de Judá, hizo lo recto ante los ojos de Dios:
“porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho.” [1 Reyes 15:12]; y su hijo Josafat, que: “anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová” [1 Reyes 22:43], “barrió también de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su padre Asa” [ 1 Reyes 22:46].
El origen del homosexualismo está en el abandono de Dios, en el no tomarlo en cuenta. En que habiendo conocido a Dios, no se le da el honor que merece ni se obedece su voluntad. La Palabra de Dios, según Pablo, en el primer capítulo de su epístola dirigida a los romanos, que eran expertos practicantes en esto de la homosexualidad, nos explica claramente como este es un proceso que empieza por ignorar a Dios, pasa por la idolatría, y continúa por la desviación de las inclinaciones naturales, que se reorientan hacia los de su mismo sexo:
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” [Romanos 1:21-27].
Esto produce una corrupción general de las costumbres; ya que un vez perdido el autocontrol y el dominio propio, se entra por un camino de depravación creciente en el cual, a la falta inicial del homosexualismo se agregan después toda clase de corrupciones semejantes o peores, si es que existe algo peor, cuyo único destino es la muerte eterna:
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican ." [Romanos 1:28:32].
Y si alguna duda cabe todavía de que este hábito cierra las puertas del cielo a quienes lo adquieren, Dios dice a los habitantes de Corinto, que tampoco lo hacían mal en materia de desenfreno sexual:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” [1 Corintios 6:9,10].
Más aún, los homosexuales figuran entre aquellos transgresores y desobedientes que se oponen a la sana doctrina del evangelio de Dios:
“Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado."[1 Timoteo 1:9-11].
¿Más claro?; pero algunos dirán: ¿Qué hacemos con nuestros hermanos que sufren esta lacra? ¡No los podemos rechazar, por cuanto Cristo también murió por ellos!
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores , Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” [Romanos 5:8-9 ].
Ciertamente; pero no por eso debemos dejar de exhortarlos a un cambio de vida de acuerdo con las promesas de nuestro Señor para quienes reconocen su pecado:
“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego”. [Lucas 3:8-9].
Recordándoles la alternativa horrenda que espera a quienes no quieren aprovechar el don de Dios del arrepentimiento:
“Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores,” [2 Pedro 2:9-10].
Por que también ellos deben arrepentirse, cambiar de actitud y mostrar por sus obras que ahora son hijos de Dios, renacidos del agua y del Espíritu:
“Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” [Hechos 11:18].
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” [Santiago 2:17-18]
Confiando en que las cosas viejas pasaron; porque todas son hechas nuevas:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” . [2 Corintios 5:17-19].
Y que con la ayuda del Señor podrán superar su vicio; pero por ningún motivo podremos aceptarles que proclamen, hagan alarde y justifiquen su condición, no dando señales de arrepentimiento ni deseo de cambio. No tienen por qué marginarse de las mismas exigencias que se les hace a los alcohólicos, los fumadores, los jugadores, los malhablados y demás pecadores públicos cuyo único lugar en la iglesia, mientras no cambien de mentalidad, es la banca del penitente; pero nunca la silla del líder.
Fuente y autor: Desconocidos.
_______________________________________________________________________________________________________________
Me parece importante mencionar que en la actualidad, incluso algunos que se dicen cristianos ya están sucumbiendo al mundo cuando le dan su visto bueno al pecado de la sodomía, invocando argumentos de tolerancia, humanidad, igualdad, discriminación, "amor al prójimo" y un largo etcétera.