La Biblia ES la Palabra de Dios

Originalmente enviado por: Son of Epafrodite
Contestando:


Vilobe: me parece bien lo que crees, pero no se conoce a Dios por la Biblia, sino la "Biblia" por Dios. Escrito está: "el Espíritu os guiará a toda Verdad"... (no la Biblia)

Son: Te contesta vilobe42 o Virginia a esto: Dije: si podemos conocer a Dios por la Biblia porque el mismo Dios es el que hace viva y eficaz; y nos permite conocerlo a traves de su Palabra, la Biblia. En ningun momento quice decir que fuera algo aparte de Dios eso seria algo intelectual; por eso agregue porque Dios mismo es el que la hace viva y eficaz y nos permite conocerlo a traves de su Palabra, la Biblia. Si estoy de acuerdo contigo en que el Espiritu nos guiara a toda verdad.
Entonces se puede hacer una realidad en la vida tuya una palabra por ejemplo Juan 3:16. o Juan 10: 27, 28.
Dice la Palabra la fe viene por el oir y el oir por la Palabra de Dios.


Luis: nadie lleva a nadie a los pies de Cristo más que el poder que resucitó a este último de los muertos.

Maripaz:
1)Ese versículo nada dice de la Biblia. No debemos añadir nada nuestro, humano y carnal, a la Palabra de Dios, pues ella es suficiente por Sí Misma.
2)El canon es una pequeña ventaja y una gran desventaja.
3)La Palabra de Dios no es la Biblia.

Saludos
 
Contestando:

Dreamer: menudo borrachín que estás hecho. Jeje.

Maripaz: saludos a usted:
1)¿Usted habla de un buffete de abogados o de Cristo? ¿Pruebas?
2)Por el Espíritu
3)El Rema normalmente es un oráculo personal de Dios a un ser humano, el Logos es una palabra para otros. El Rema es Vida, el Logos es Poder. El Rema es Poder, el Logos es Vida. El Rema de Dios es la Inspiración, es Cristo. El Logos de Dios es Cristo también. Son ambos cara y cruz, cruz y cara.
4)El Espíritu inspiró el Rema, el Rema es dada por el Espíritu, de tal forma que en aquellos que actúa, no hay diferencias entre el Espíritu que inspiró el Rema y el Rema que inspira el Espíritu.

Vilobe: la Biblia no es la Palabra de Dios.

Saludos!
 
Originalmente enviado por: Son of Epafrodite
Contestando:

Dreamer: menudo borrachín que estás hecho. Jeje.

Maripaz: saludos a usted:
1)¿Usted habla de un buffete de abogados o de Cristo? ¿Pruebas?
2)Por el Espíritu
3)El Rema normalmente es un oráculo personal de Dios a un ser humano, el Logos es una palabra para otros. El Rema es Vida, el Logos es Poder. El Rema es Poder, el Logos es Vida. El Rema de Dios es la Inspiración, es Cristo. El Logos de Dios es Cristo también. Son ambos cara y cruz, cruz y cara.
4)El Espíritu inspiró el Rema, el Rema es dada por el Espíritu, de tal forma que en aquellos que actúa, no hay diferencias entre el Espíritu que inspiró el Rema y el Rema que inspira el Espíritu.

Vilobe: la Biblia no es la Palabra de Dios.

Saludos!





¡



Eso, es tan solo tu opinión . No la puedes avalar CON NADA



Tu palabra , no vale NADA, es un simple billete de Monopoly
 
saludos a todos

saludos a todos

saludos a todos

a ver si estoy bien

La palabra, en hebreo "dbhar", en griego "logos" el "logos", es la palabra hablada termino con el que se hace referencia en general a lo que esta en la mente del que habla.
El "rhema" es la palabra eficaz, la palabra que se hace vida. Salmo 107:20 -El envio su palabra y los sano... su palabra se hizo vida y El se contituyo en "Jehova Ropheca": Jehova Sanador. he aqui, el rhema de Dios. palabra viva y penetrante. (Juan 6:63). La palabra de Dios es una extension de la personalidad.

si estoy mal, favor de corregir
_________________
QUE LA GRACIA DEL SEÑOR JESUCRISTO SOBREABUNDE SOBRE TODOS NOSOTROS.
 
Re: saludos a todos

Re: saludos a todos

Originalmente enviado por: ERNESTO HERNANDEZ
saludos a todos

a ver si estoy bien

La palabra, en hebreo "dbhar", en griego "logos" el "logos", es la palabra hablada termino con el que se hace referencia en general a lo que esta en la mente del que habla.
El "rhema" es la palabra eficaz, la palabra que se hace vida. Salmo 107:20 -El envio su palabra y los sano... su palabra se hizo vida y El se contituyo en "Jehova Ropheca": Jehova Sanador. he aqui, el rhema de Dios. palabra viva y penetrante. (Juan 6:63). La palabra de Dios es una extension de la personalidad.

si estoy mal, favor de corregir
_________________
QUE LA GRACIA DEL SEÑOR JESUCRISTO SOBREABUNDE SOBRE TODOS NOSOTROS.



¡¡¡ Exacto !!!


Y hay veces que la leemos como simples palabras de hombres, y otras veces las mismas palabras cobran vida y nos redarguyen, haciendo impacto en nosotros.


¿Donde está la diferencia, en la Palabra o en nosotros?.


La Palabra es siempre la misma, siempre lo ha sido, pero en determinadas ocasiones cobra vida por el Espíritu Santo que la inspiró, entonces pasa de ser simple "logos" o mensaje, a ser "rhema", y Cristo se manifiesta a nosotros por ella .



PALABRA En el AT “la palabra (dahbahr) de Dios” se usa 394 veces para hacer referencia a una comunicación divina que llega a los hombres de parte de Dios en forma de mandamiento, profecía, advertencia o aliento. La fórmula usual es “vino (lit. fue) palabra de Yahvéh a …”, pero a veces la palabra es “vista”, como si fuese una visión (Is. 2.1; Jer. 2.31; 38.21). La palabra de Yahvéh es extensión de la personalidad divina, investida con autoridad divina, y debe ser escuchada por ángeles y hombres (Sal. 103.20; Dt. 12.32); permanece para siempre (Is. 40.8), y una vez pronunciada no puede volver sin que se cumpla (Is. 55.11). Se la usa como sinónimo de la ley (toÆraÆ) de Dios en Sal. 119, único lugar donde se hace referencia a ella como mensaje escrito en lugar de hablado.
En el NT es traducción de dos términos, *logos y rhema, de los que el primero se usa especialmente en cuanto al mensaje evangélico cristiano (Mr. 2.2; Hch. 6.2; Gá. 6.6), aunque el segundo también tiene el mismo significado (Ro. 10.8; Ef. 6.17; He. 6.5, etc.). Nuestro Señor habló de la palabra de Dios (en la parábola del sembrador, Lc. 8.11; véase tamb. Mr. 7.13; Lc. 11.28), pero en los evangelios sinópticos siempre se valió del plural al hablar de su propio mensaje (“mis palabras”, Mt. 24.35 y paralelos; Mr. 8.38; Lc. 24.44). En el cuarto evangelio, sin embargo, con frecuencia se encuentra el singular. Para la iglesia primitiva la palabra era un mensaje revelado por Dios en Cristo, que debía ser predicado, atendido, y obedecido. Se trataba de la palabra de vida (Fil. 2.16), de verdad (Ef. 1.13), de salvación (Hch. 13.26), de reconciliación (2 Co. 5.19), de la cruz (1 Co. 1.18).
Bibliografía. G. Fries, B. Klappert, O. Betz, “Palabra”, °DTNT, t(t). III, pp. 249–282; G. Gerleman, “Palabra”, °DTMAT, t(t). I, cols. 614–627; G. Ziener, “Palabra”, °DTB, 1967, cols. 744–748; L. Alonso Schökel, La palabra inspirada, 1969.
H. Haarbeck et al., en NIDNTT 3, pp. 1078–1146; A. Debrunner et al., en TDNT 4, pp. 69–143.

Douglas, J. D., Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
 
Amigo Dreamer Angel, dices:

"creo que la bilia y su significado real EVOLUCIONA a medida que evoluciona el hombre"

Eso es CORRECTO, el problema ha sido que ha habido una "evolucion" desbalanceada. Me explico: EL HOMBRE SE HA PREOCUPADO MAS POR EL AVANCE MATERIAL QUE POR EL ESPIRITUAL.

Por eso Dios nos dijo:

"buscad primero el Reino de Dios, que lo demas se te dará por añadidura"

Las cosas materiales Y NUESTRO "APEGO" A ELLAS nos han "esclavizado" (incluyenodo el texto biblico).

CUANDO ALGO NOS ES INDISPENSABLE PARA "VIVIR" O CONVIVIR TERMINAMOS ADORANDOLO.

Por eso hay que dejarlo TODO* por JESUS.

* TODO= padres, hijos, religion, ...y todos los etcs que agreguemos.

LA EVOLUCION ESPIRITUAL EN JESUS (DIOS) ES LA ORDEN
 
SIP

SIP

a aprt ed eque falt aun avance moral falt aun avance en la comprension y entregar el cariño ma salla d elas diferencias
 
"Mientras los protestantes estudian el menú (la Biblia), los asistentes a la Eucaristia (los catolicos) nos gozamos la cena." -

Dr. Scott Hahn, ex-ministro protestante
 
Originalmente enviado por: ManuelCorona
"Mientras los protestantes estudian el menú (la Biblia), los asistentes a la Eucaristia (los catolicos) nos gozamos la cena." -

Dr. Scott Hahn, ex-ministro protestante




Mientras los verdaderos católicos (no Manuel Corona) toman la hostia; los cristianos toman el pan y el vino en memoria de Cristo, tal y como Él instituyó, y le adoran en espiritu y en verdad, sin necesidad de unos pases mágicos de un sacerdote del que no se sabe que habrá hecho la noche anterior (ver caso del cura homosexual Mantero en España, entre tantos muchos otros)



Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre (Jeremías 17:5)
 
Jesús ha dicho que Él no ha venido para abrogar lo más mínimo de la ley, sino para cumplirla. Pues bien, en el A.T. estaba totalmente prohibido beber la sangre. Quien hiciese eso, debía de ser muerto (Lev. 17:10-14). Entonces Jesús les había incitado a una acción que según la ley de Moisés tiene como castigo la muerte. Los apóstoles y los ancianos, en la reunión celebrada en Jerusalén sobre los que inquietaban a los convertidos de entre los gentiles, decidieron no imponerles la ley de Moisés, pero que se abstuviesen de sangre...etc (Hech. 15:29). Esto seria incomprensible si a los cristianos de entre los gentiles, como de entre los judíos, literalmente se les pidiese beber la sangre de Cristo. Los judíos con facilidad han comprendido la intención de Jesús. Habían comprendido que Jesús, de esta manera, quiso dejar muy claro, que "creer en Él” significa una total entrega a Él y una total dependencia de Él; como nosotros no podemos tener vida eterna si no le aceptamos a Él por fe. Pues Él nos dice: "Yo soy el pan de vida" (Jn. 6:48).

(Extraído de “En la calle recta”; publicación de carácter cristiano realizada por exsacerdotes catolicorromanos)

Si alguien desea suscribirse de forma gratuita, debe escribir a:

EN LA CALLE RECTA
Apartado 215
24400 Ponferrada (León)
ESPAÑA
 
Esto enseña la iglesia católica:


“Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención”. (Lumen Gentium, 3:AAS57(1965)6.

Catecismo 1366.......La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (=hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto.

“Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento;[.....] este sacrificio [es]verdaderamente propiciatorio.” (Concilio de Trento, Ses 22,Doctrina del Santo sacrificio de la misa c.2:DS 1740)




Sin embargo, la Palabra de Dios dice algo muy diferente:

Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; PORQUE CON UNA SOLA OFRENDA hizo perfectos para siempre a los santificados.(Hebreos 10:11-14)

Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; Y SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN.(Hebreos 9:22)

Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25Y NO PARA OFRECERSE MUCHAS VECES, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.(Heb 9:24-28)




Ya lo dicen Pedro y los apóstoles en Hechos 5:29



Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres
 
Así dicen los padres apóstolicos y los que vivieron de primera mano el cristianismo:


Didajé
La Didajé o “Doctrina de los Doce Apóstoles” es probablemente el documento cristiano más primitivo conocido. Es anónima, y fue compuesta probablemente en Palestina o Siria en la segunda mitad del primer siglo.
Cito según la edición bilingüe de Daniel Ruiz Bueno.

9. (1) Respecto a la acción de gracias [eujaristias], daréis gracias de esta manera:
(2) Primeramente, sobre el cáliz:
Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos.
(3) Luego, sobre el fragmento:
Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos.
(4) Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.
(5) Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros.
10. (1) Después de saciaros, daréis gracias así:
(2) Te damos gracias, Padre santo, por tu santo Nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos.
(3) Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu Nombre y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute. Mas a nosotros nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual y de vida eterna por tu siervo.
(4) Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos.
(5) Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y reúnela de los cuatro vientos, santificada, en el reino tuyo que has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
14. (1) Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro.
(2) Todo aquel, empero, que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se haya reconciliado, a fin de que no profane vuestro sacrificio.
(3) Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones. [Mal 1:11,14].
Clemente de Roma
Este obispo de Roma escribió hacia fines del primer siglo una carta a la Iglesia de Corinto. En ella no trata de la Eucaristía, pero hace alusión al sacrificio de Cristo como algo singular y ya cumplido.
1 Corintios (ed. Ruiz Bueno)
7. (4) Fijemos nuestra mirada en la sangre de Cristo, y conozcamos cuán preciosa es a los ojos del Dios y Padre suyo, pues, derramada por nuestros pecados, alcanzó gracia de arrepentimiento para todo el mundo.
21. (6) Reverenciemos al Señor , cuya sangre fue derramada por nosotros...
Ignacio de Antioquía
Este obispo, quien falleció antes de 117, escribió siete cartas en camino de su martirio en Roma. Es afecto a un lenguaje ricamente simbólico, por lo cual sus declaraciones concernientes a la Eucaristía deben valorarse cautelosamente. Por ejemplo, dijo a los Romanos: “Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo” (Romanos 4:1).
También presenta un punto de vista del episcopado que no se halla en el Nuevo Testamento pero que al parecer se desarrolló tempranamente.
En la carta a los tralianos, citada más abajo, llama a la fe, la carne de Cristo, y al amor, su sangre.
Las citas son de la edición de Ruiz Bueno.
Efesios 13:1.
Por lo tanto, poned empeño en reuniros con más frecuencia para celebrar la Eucaristía de Dios y tributarle gloria. Porque, cuando apretadamente os congregáis en uno, se derriban las fortalezas de Satanás y por la concordia de vuestra fe se destruye la ruina que él os procura.
Efesios 20:2.
Si os congregáis, repito, para mostrar vuestra obediencia al obispo y al colegio de ancianos con indivisible pensamiento, rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo.
Tralianos 8:1.
... Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre de Jesucristo.
Romanos 7:3.
No siento placer por la comida corruptible ni me atraen los deleites de esta vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, del linaje de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.
Filadelfos 4:1.
Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía, pues una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos. De esta manera, todo cuanto hiciereis, lo haréis según Dios.
Esmirniotas 7.
(1) [los que profesan doctrinas ajenas a la gracia de Jesucristo] Apártanse también de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Señor Jesucristo, la misma que padeció por nuestros pecados, la misma que, por su bondad, resucitóla el Padre. Así, pues, los que contradicen al don de Dios, mueren y perecen entre sus disquisiciones. ¡Cuánto mejor les fuera celebrar la Eucaristía, a fin de que resucitaran!
(2) Conviene, por tanto, apartarse de tales gentes, y ni privada ni públicamente hablar de ellos, sino prestar toda atención a los profetas, y señaladamente al Evangelio, en el que la pasión se nos hace patente y vemos cumplida la resurrección. Toda escisión, en cambio, huidla, como principio de males.
8. (1)... Sólo aquella Eucaristía ha de tenerse por válida que se celebre por el obispo o por quien de él tenga autorización.
(2) ... Sin contar con el obispo, no es lícito bautizar ni celebrar la Eucaristía ...
Justino Mártir
De origen palestino, hijo de padres paganos, Justino fue uno de los grandes defensores de la fe cristiana del segundo siglo. Fundó una escuela en Roma, donde murió mártir hacia 165.
En sus escritos se hallan varias referencias ala Eucaristía, cómo era practicada y cuál era su significado. El pan y el vino, que son capaces de nutrir el cuerpo, nutren también las almas al ser consagrados por la acción de gracias. Es precisamente esta acción de gracias lo que constituye un sacrificio agradable a Dios (Diálogo con Trifón, 117).
Cito de la edición de Padres Apologetas Griegos de Ruiz Bueno.
Apología I
65. (2) Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz.
(3) Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
(4) “Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”
(5) Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.
66. (1) Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
(2) Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por virtud de la oración al Verbo que Dios procede, el alimento sobre que fue dicha la acción de gracias –alimento del que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado.
(3) Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así les fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: Esta es mi sangre, y que sólo a ellos les dio parte.
67. (3) El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
(4) Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
(5) Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias y todo el pueblo exclama diciendo “amén”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes.
Diálogo con Trifón
41. (1) La ofrenda de la flor de harina, señores –proseguí- que se mandaba a hacer por los que se purificaban de la lepra, era figura del pan de la Eucaristía que nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión que él padeció por todos los hombres que purifican sus almas de toda maldad, a fin de que juntamente demos gracias a Dios por haber creado el mundo y cuanto en él hay por amor del hombre, por habernos a nosotros librado de la maldad en que nacimos y haber destruido con destrucción completa a los principados y potestades de aquel que, según su designio, nació pasible.
(2) De ahí que sobre los sacrificios que vosotros entonces ofrecíais, dice Dios, por boca de Malaquías, uno de los doce profetas: No está mi complacencia en vosotros –dice el Señor- , y vuestros sacrificios no los quiero recibir de vuestras manos. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y sacrificio puro. Porque grande es mi nombre en las naciones –dice el Señor-, y vosotros lo profanáis [Malaquías 1:10-12].
(3) Ya entonces, anticipadamente, habla de los sacrificios que nosotros, las naciones, le ofrecemos en todo lugar, es decir, del pan de la Eucaristía y lo mismo del cáliz de la Eucaristía, a par que dice que nosotros glorificamos su nombre y vosotros lo profanáis.
117. (1) Así, pues, Dios atestigua de antemano que le son agradables todos los sacrificios que se le ofrecen por el nombre de Jesucristo, los sacrificios que éste nos mandó ofrecer, es decir, los de la Eucaristía del pan y del vino, que celebran los cristianos en todo lugar de la tierra. En cambio, Dios rechaza los sacrificios que vosotros le ofrecéis por medio de vuestros sacerdotes, cuando dice: Y no recibiré de vuestras manos vuestros sacrificios, porque desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado –dice- en las naciones y vosotros lo profanáis.
(2) Vosotros seguís aún ahora diciendo porfiadamente que Dios dice no recibir los sacrificios que se le ofrecían en Jerusalén por los israelitas que en aquel tiempo la habitaban; sí, en cambio, las oraciones que le hacían los hombres de aquel pueblo que se hallaban en la dispersión, y estas oraciones son las que llama sacrificios. Ahora bien, que las oraciones y acciones de gracias hechas por hombres dignos son los únicos sacrificios perfectos y agradables a Dios, yo mismo os lo concedo.
(3) Justamente ésos solos son los que los cristianos han aprendido a ofrecer hasta en la consagración del pan y del vino, en que se recuerda la Pasión que por su amor sufrió el Hijo de Dios...
(5) En cambio, no hay raza alguna de hombres, llámense bárbaros o griegos o con otros nombres cualesquiera, ora habiten en casas o se llamen nómadas sin viviendas o moren en tiendas de pastores, entre los que no se ofrezcan por el nombre de Jesús crucificado oraciones y acciones de gracias al Padre y hacedor de todas las cosas.

Ireneo de Lyon
De origen asiático, Ireneo (c. 140- c. 202) llegó a ser obispo de Lyon en las Galias. Escribió una “Refutación de la falsa gnosis” más conocida como “Contra las Herejías.” En los libros 4 y 5, al tratar de los sacrificios y la resurrección corporal , se refiere a la Eucaristía. Emplea el hecho de que la acción del Señor de ofrecer elementos materiales es prueba de que nuestros cuerpos han de ser redimidos, resucitando incorruptibles.
Adversus Haereses
4.17. (4) De todos estos es evidente que Dios no buscaba sacrificios y holocaustos de ellos [los creyentes del Antiguo Pacto], sino fe, y obediencia, y rectitud, por causa de su salvación. Como Dios, al enseñarles su voluntad en Oseas el profeta, dijo: “Deseo misericordia más que sacrificios, y el conocimiento de Dios más que holocaustos” [Oseas 6:6]. Además, nuestro Señor también les exhortó con el mismo fin cuando dijo: “Si hubiéreis conocido lo que significa Misericordia quiero, y no sacrificios, no hubiéseis condenado al inocente” [Mateo 12:7]. Así El da testimonio a los profetas, que ellos predicaron la verdad; pero acusa a estos hombres (sus oyentes) de ser necios a causa de las faltas de ellos.
(5) De nuevo, dando instrucciones a sus discípulos para ofrecer a Dios las primicias de sus propias cosas creadas –no como si él tuviese necesidad de ellas, sino para que ellos mismos no fuesen ni infructuosos ni ingratos-, él tomó aquella cosa creada, pan, y dio gracias, y dijo: “Este es mi cuerpo.” Y del mismo modo la copa, la cual es parte de la creación a la que pertenecemos, él confesó ser su sangre, y enseñó la nueva oblación del nuevo pacto; la cual la Iglesia, habiéndola recibido de los Apóstoles, ofrece a Dios en todo el mundo, a Aquel que nos da como medios de subsistencia las primicias de sus propios dones en el Nuevo Testamento, concerniente a lo cual Malaquías, entre los doce profetas, así habló de antemano: “No tengo placer en vosotros, dijo el Señor omnipotente, y no aceptaré sacrificio de vuestras manos. Pues desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado entre los gentiles, y en cada lugar incienso es ofrecido a mi nombre, y un sacrificio puro; pues grande es mi nombre entre los gentiles, dijo el Señor omnipotente”; indicando del modo más claro, por estas palabras, que el pueblo anterior [los judíos] cesarán ciertamente de ofrendar a Dios, pero que en todo lugar se le ofrecerá sacrificio, y uno puro; y que su nombre es glorificado entre los gentiles.
(6) ¿Pero qué otro nombre hay que sea glorificado entre los gentiles que aquel de nuestro Señor, por quien el Padre es glorificado, y el hombre también? Y porque es [el nombre] de su propio Hijo, quien fue hecho hombre por El, el lo llama como suyo propio ... Ya que, por tanto, el nombre del Hijo le pertenece al Padre, y ya que en el Dios omnipotente la Iglesia ofrenda a través de Jesucristo, Él dice bien sobre ambas bases: “Y en cada lugar se ofrece incienso a mi nombre, y un sacrificio puro.” Ahora Juan, en el Apocalipsis, declara que el “incienso” son “las oraciones de los santos.”
4.18. (1) La oblación de la Iglesia, por tanto, la cual el Señor dio instrucciones que fuese ofrecida en todo el mundo, cuenta como un sacrificio puro para Dios, y le es aceptable; no que Él necesite un sacrificio de nosotros, sino que quien lo ofrece es él mismo glorificado en lo que ofrece, si su don es acepto. Pues por el don se demuestra tanto honor como afecto hacia el Rey; y el Señor, deseando que lo ofreciésemos en toda simplicidad e inocencia, se expresó así: “Por tanto, cuando ofrezcas tu don sobre el altar, y recuerdes que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y ve; primero recocíliate con tu hermano, y luego retorna a ofrecer tu don.” [Mateo 5: 23-24]. Estamos obligados, pues, a ofrecerle a Dios las primicias de su creación, como asimismo dice Moisés: “No comparecerás en la presencia del Señor tu Dios con las manos vacías” [Deuteronomio 16:16]; de modo que el hombre, siendo contado como agradecido, pueda recibir el honor que fluye de Él.
(2) Y la clase de las oblaciones en general no ha sido dejada de lado; pues hay oblaciones allí [entre los judios] y aquí [entre los cristianos. Sacrificios hubo entre el pueblo; sacrificios hay, también, en la Iglesia; pero sólo la especie ha sido cambiada, en la medida en que la ofrenda ahora no es hecha por esclavos, sino por hombres libres. Pues el Señor es uno y siempre el mismo; pero el carácter de una oblación servil es peculiar, como lo es también el de la de los hombres libres, para que, por las mismas oblaciones, pueda manifestarse la libertad. Pues con Él no hay nada sin propósito, ni carente de significación, ni sin designio...
(3) ... Los sacrificios, por tanto, no santifican al hombre, porque Dios no necesita sacrificio; sino que es la conciencia del oferente lo que santifica al sacrificio cuando es pura, y así mueve a Dios a aceptarlo como de un amigo. “Pero el pecador” , dice Él, “que mata un becerro para mí, es como si matase un perro.” [Isaías 66:3].
(4) En la medida, entonces, en que la Iglesia ofrece unánimemente, su don es justamente reconocido como un sacrificio puro para con Dios. Como también le dice Pablo a los filipenses: “Estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito las cosas que enviasteis, el olor de una dulce fragancia, un sacrificio aceptable, que complace a Dios.” [Filipenses 4:18]. Pues debemos hacer una oblación a Dios, y en todas las cosas ser hallados agradecidos para con Dios nuestro hacedor, en una mente pura, y en fe sin hipocresía, en esperanza bien fundada, en amor ferviente, ofreciendo las primicias de sus propias cosas creadas. Y la Iglesia sola ofrece esta pura oblación al Creador, ofreciéndole a Él, con acción de gracias, de su creación. Pero los judíos no ofrendan así... Ni tampoco ninguna de las sinagogas de los herejes ... ¿Cómo pueden ser coherentes consigo mismos, [al decir] que el pan sobre el cual se ha dado gracias es el cuerpo del Señor, ómo pueden ser coherentes consigo mismos, [al decir] que el pan sobre el cual se ha dado gracias es el cuerpo del Señor, y la copa su sangre, si no le reconocen a él mismo como el Hijo del Creador del universo, esto es, su Verbo, a través de quien el bosque fructifica, y las fuentes fluyen, y la tierra da “primero el tallo, luego la espiga, y luego el grano lleno en la espiga” [Marcos 4:28]?
(5) De nuevo, ¿cómo pueden decir que la carne, la cual es nutrida con el cuerpo del Señor y con su sangre, va a la corrupción y no participa en la vida? Que, por tanto, modifiquen su opinión o cesen de ofrecer las cosas recién mencionadas. Pero nuestra opinión es concordante con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía establece nuestra opinión. Pues le ofrecemos lo que es de Él, anunciando consistentemente la fraternidad y unión de la carne y el espíritu. Porque como el pan, el cual se produce de la tierra, cuando recibe la invocación de Dios, no es más pan común, sino la Eucaristía, consistente en dos realidades, terrenal y celestial, del mismo modo nuestros cuerpos, cuando reciben la Eucaristía, no son ya corruptibles, teniendo la esperanza de la resurrección para la eternidad.
5.1. (3) Vanos son también los ebionitas, quienes no reciben por fe en sus almas la unión de Dios y hombre, sino que permanecen en la vieja levadura del nacimiento [natural], y no quieren entender que el Espíritu Santo vino sobre María, y que el poder del Altísimo la cubrió; de donde lo que fue generado es santo, y el Hijo del Altísimo, Padre de todos, quien efectuó la encarnación de este ser, y mostró una nueva [clase de] generación; que así como por la generación previa recibimos la muerte, así también por esta nueva generación podamos heredar la vida. Por tanto, estos hombres rechazan la mezcla de vino celestial, y desean que sólo sea agua del mundo, no recibiendo a Dios de modo de tener unión con Él, sino que permanecen en aquel Adán que había sido conquistado y fue expulsado del Paraíso. No considerando que, habiendo sido unido a lo que había sido formado, animaba al hombre, y le manifestó como un ser dotado de arzón; de modo que al final, el Verbo del Padre y el Espíritu de Dios, habiéndose tornado unidos con la antigua sustancia de la formación de Adán, tornaron al hombre vivo y perfecto, receptivo al perfecto Padre, para que así como en el natural todos estábamos muertos, en el espiritual todos seamos vivificados [cf. 1 Corintios 15:22]...
5.2. (2) Pero vanos en todo respecto son quienes rechazan la entera economía de Dios, y niegan la salvación de la carne, y tratan con desprecio su regeneración, sosteniendo que no es capaz de incorrupción. Pero si ésta de veras no alcanza la salvación, entonces ni el Señor nos redimió con su sangre, ni es la copa de la Eucaristía la comunión de su sangre, ni el pan que partimos la comunión de su cuerpo. Pues la sangre solamente puede provenir de las venas y la carne, y todo lo demás que constituye la sustancia del hombre, como fue realmente hecho el Verbo de Dios. Por su propia sangre nos redimió, como también su apóstol declara: “En quien tenemos redención por medio de su sangre, la remisión de los pecados.” [Colosenses 1:14]. Y así como somos sus miembros, también somos nutridos por medio de la creación (y Él mismo nos concede la creación, pues causa que el sol salga, y envía la lluvia conforme a su voluntad). Él ha reconocido la copa, la cual es una parte de la creación, como su propia sangre, de la cual Él humedece nuestra sangre: y el pan (también una parte de la creación) Él lo ha establecido como su propio cuerpo, del cual Él da crecimiento a nuestros cuerpos.
(3) Cuando, por tanto, la copa mezclada y el pan manufacturado recibe al Verbo de Dios, y se hace la Eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo, de las cuales cosas la sustancia de nuestra carne es nutrida y sostenida, ¿cómo pueden afirmar que la carne es incapaz de recibir el don de Dios, que es vida eterna, si es nutrida del cuerpo y sangre del Señor, y es un miembro de Él? –como también lo declara el bendito Pablo en su epístola a los efesios, que “somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” [Efesios 5:30]. Él no habla estas palabras acerca de algún hombre espiritual e invisible, pues un espíritu no tiene huesos ni carne; sino de la economía [por la cual] un hombre real, consistente de carne, y nervios, y huesos – aquella [carne] que es nutrida por la copa que es su sangre, y recibe alimento del pan que es su cuerpo. Y del mismo modo en que lo cortado de la viña plantada en el suelo fructifica en su sazón, o como un grano de trigo que cae en tierra y se descompone sale con un múltiple aumento por el Espíritu de Dios, quien contiene todas las cosas, y entonces, a través de la sabiduría de Dios, sirve para el uso de los hombres, y habiendo recibido al Verbo de Dios, se torna la Eucaristía, la cual es el cuerpo y la sangre de Cristo; de igual modo nuestros cuerpos, siendo nutridos por ella, y depositados en la tierra, y sufriendo allí descomposición, surgirán a su debido tiempo, concediéndoles resurrección el Verbo de Dios para la gloria de Dios Padre, quien libremente da inmortalidad a esto mortal, y a esto corruptible, incorrupción, pues la fuerza de Dios se hace perfecta en la debilidad, para que nunca nos envanezcamos, como si tuviésemos vida por nosotros mismos, y nos exaltemos contra Dios, haciéndose ingratas nuestras mentes; sino que aprendiendo por experiencia que poseemos duración eterna del poder insuperable de este ser, no por nuestra propia naturaleza, ni subestimemos la gloria que rodea a Dios tal como Él es, ni seamos ignorantes de nuestra propia naturaleza, sino que conozcamos lo que Dios puede hacer, y qué beneficios recibe el hombre, y así nunca nos extraviemos de la verdadera comprensión de cómo son las cosas, esto es, tanto con respecto a Dios como con respecto al hombre. ¿Y no pudiera ser, quizá, como ya he observado, que con este propósito Dios permitió nuestra disolución en el polvo común de la mortalidad, para que, siendo nosotros instruidos en todas las maneras, podamos ser precisos en todas las cosas para el futuro, no siendo ignorantes ni de Dios ni de nosotros?


Aquí va la segunda parte:
Clemente de Alejandría
Probablemente nació en Atenas hacia 150. Recibió formación filosófica antes de su conversión, y cuando se hizo cristiano retuvo mucho de lo aprendido de los filósofos. El cristianismo era para él la verdadera filosofía. Murió hacia 215. Nótese cómo considera simbólicos de la nutrición del alma los dichos de Juan 6.
El Pedagogo, 1, 6
Pues la misma Palabra es fluida y suave como la leche, o sólida y compacta como la carne. Y demorándonos en este enfoque, podemos comparar la proclamación del Evangelio, que está universalmente difundido, como leche; y como carne la fe, por la cual la instrucción se compacta en un fundamento, la cual, siendo más sustancial que el oír, se asemeja a la carne, y aporta al alma misma nutrición de esta clase. En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, trajo esto mediante símbolos, cuando dijo: “Comed mi carne y bebed mi sangre” [Juan 6:34]; describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de la cual la Iglesia, como un ser humano que consta de muchos miembros, se refresca y crece, es ligada y compactada por ambas –por la fe, que es el cuerpo, y la eseranzala cual es el alma.; como también el Señor de la carne y de la sangre. Pues en realidad la sangre de la fe es la esperanza, en la cual la fe es sostenida como por un principio vital. Y cuando expira la esperanza, es como si la sangre se escurriese, y la vitalidad de la fe resulta destruida. Si, pues, alguien se opusiese, diciendo que por leche se signfican las primeras lecciones –como si fuera, el primer alimento- y que por carne se entienden aquellas comprensiones espirituales que ellos alcanzan elevándose al conocimiento, que entiendan que, al decir que la carne es alimento sólido, y la carne y sangre de Jesús, son llevados por su propia sabiduría vana a la verdadera simplicidad. Pues la sangre resulta ser un producto original en el hombre, y algunos se han aventurado a llamarla la sustancia del alma. Y esta sangre, transmutada por un proceso natural de asimilación en el embarazo de la madre ... florece y envejece, para que no haya temor para el niño. La sangre, también, es la parte más húmeda de la carne, siendo una especie de carne líquida; y la leche es la parte más dulce y excelente de la sangre ... ¡Qué absurdo es, entonces, no reconocer que la sangre es convertida por el aliento en aquella blanca y brillante sustancia! El cambio que sufre es en calidad, no en esencia. Ciertamente no hallaréis nada más nutritivo, dulce o blanco que la leche. En todo aspecto, entonces, es como nutrición espiritual, la cual es dulce por la gracia, nutritiva como vida, brillante como el Día de Cristo.
La sangre del Verbo también ha sido exhibida como leche. La leche así provista en el parto, es administrada al bebé ... las mujeres embarazadas, al tornarse madres, secretan leche. Pero el Señor Cristo, el fruto de la Virgen, no pronunció benditas las mamas de las mujeres, ni las seleccionó para dar alimento. ¡Oh mística maravilla! El Padre universal es uno, y uno el Verbo universal; y el Espíritu Santo es uno e igual en todas partes, y una sola es la única madre virgen. Yo amo llamarla la Iglesia. Esta madre, cuando estaba sola, no tenía leche, porque sola no era una mujer. Pero ella es a la vez virgen y madre –pura como una virgen, amante como una madre. Y llamando a sus hijos a ella, los nutre con la leche santa , o sea con la Palabra para la infancia. Por tanto ella no tenía leche; pues la leche era este niño puro y hermoso, el cuerpo de Cristo, el cual nutre por la Palabra a la joven raza, la cual el Señor mismo trajo a luz en espasmos de la carne, la cual el Señor envolvió en su preciosa sangre. ¡Oh, maravilloso nacimiento! ¡Oh santas fajas de bebés! El Verbo es todo para el niño, tanto padre como madre, y tutor y nodriza. “Comed mi carne”, dice, “y bebed mi sangre.” [Juan 6: 53-54]. Tal es el adecuado alimento que el Señor ministra, y Él ofrece su carne y entrega su sangre, y nada falta para el crecimiento de los niños. ¡Oh sorprendente misterio! Nos unimos en expulsar la vieja y carnal corrupción, como también la vieja alimentación, recibiendo a cambio otro nuevo régimen, aquel de Cristo, recibiandole si podemos, para guardarlo en nuestro interior; y que, al guardar al Salvador en nuestras almas como en un santuario, podamos corregir las afecciones de nuestra carne.
Pero no estais inclinados a entenderlo de este modo, sino quizá más generalmente. Oídlo también de la siguiente manera. La carne figurativamente representa para nosotros el Espíritu Santo; pues la carne fue creada por Él. La sangre nos señala a la Palabra, pues como rica sangre ha sido infundida para vida; y la unión de ambas es el Señor, el alimento de los bebés, el Señor que es Espíritu y Verbo. El alimento –esto es, el Señor Jesús – esto es, el Verbo de Dios, el Espíritu hecho carne, es carne celestial santificada. La nutrición es la leche del Padre, por la cual sola nosotros los bebés nos nutrimos. El Verbo mismo, entonces, el Amado, y nuestro alimentador, ha derramado su propia sangre por nosotros, para salvar a la humanidad; y por Él nosotros, creyendo en Dios, huimos hacia el Verbo, “el pecho cariñoso” del Padre. Y Él solo, como corresponde, nos provee a nosotros, niños, con la leche de amor, y solamente son bendecidos los que maman de este pecho.
Además, el Verbo declara ser Él mismo el pan del cielo. “Pues Moisés”, dice, “no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os dio el verdadero pan del cielo. Pues el pan de Dios es Aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo. Y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.” [Juan 6: 32-33,51]. Aquí ha de notarse el misterio del pan, en la medida en que Él habla de su carne, y como carne, consecuentemente, lo que ha surgido a través del fuego , como el trigo surge a través del decaimiento y la germinación; y, en verdad, ha surgido a través del fuego para el gozo de la Iglesia, como pan horneado... Pero ya que Él dijo “Y el pan que daré es mi carne” y ya que la carne es humedecida con sangre, y la sangre se denomina figurativamente vino, estamos invitados a saber que, como pan, deshecho en una mezcla de vino y agua, atrapa el vino y deja la porción acuosa, así también la carne de Cristo, el pan del cielo, absorbe la sangre; esto es, aquellos de entre los hombres que son celestiales, nutriéndolos para inmortalidad, y dejando para destrucción solamente las concupiscencias de la carne.
Así, de muchas maneras el Verbo es figurativamente descrito, como alimento, y carne, y comida, y pan, y sangre, y leche. El Señor es todos éstos, para darnos disfrute a nosotros que hemos creído en Él. Que nadie piense que es extraño, cuando decimos que la sangre del Señor es figurativamente representada como leche. Pues, ¿no es figurativamente representada como vino? “Quien lava”, se dice, “su vestimenta en vino, su túnica en la sangre de la vid” [Génesis 49: 11]. En su propio Espíritu dice que revestirá el cuerpo del Verbo; como ciertamente por su propio Espíritu nutrirá a quienes tengan hambre del Verbo.
Y que la sangre es el Verbo, es testificado por la sangre de Abel, el justo que intercede con Dios. Pues la sangre nunca hubiese emitido una voz, si no hubiese sido considerada como la Palabra: pues el hombre justo del pasado es el tipo del nuevo justo; y la sangre que antaño intercedía, intercede en el lugar de la nueva sangre. Y la sangre que es el Verbo gime a Dios, ya que anunciaba que el Verbo había de sufrir...
... Porque si hemos sido regenerados en Cristo, Aquel que nos ha regenerado nos nutre con su propia leche, el Verbo... Y como la regeneración era consistentemente espiritual, asimismo la nutrición del hombre es espiritual. En todos los respectos, por tanto, y en todas las cosas, somos llevados a la unión con Cristo, en relación con su sangre, por la cual somos redimidos; y a simpatía, en consecuencia de la nutrición que fluye del Verbo; y en inmortalidad, a través de su guía.
El Pedagogo 2.2
Posteriormente la viña sagrada produjo el racimo profético. Esto fue un signo para ellos, cuando se los llevó de su vagabundeo a su reposo; representando el gran racimo, el Verbo, machacado por nosotros. Pues la sangre de la vid –esto es, el Verbo- deseaba ser mezclada con agua, como su sangre es mexclada con salvación.
Y la sangre del Señor es doble. Pues está la sangre de su carne, por la cual somos redimidos de la corrupción; y la espiritual, por la cual somos ungidos. Y beber la sangre de Jesús es tornarse participante de la inmortalidad del Señor; siendo el Espíritu el principio energético del Verbo, como la sangre lo es de la carne.
Concordantemente, como el vino se mezcla con agua, así es el Espíritu con el hombre. Y la una, la mezcla de vino con agua, nutre para fe; mientras que el otro, el Espíritu, conduce a la inmortalidad.
Y la mezcla de ambos –del agua y del Verbo- es llamada Eucaristía, gracia renombrada y gloriosa; y quienes por fe partricipan de ella son santificados tanto en cuerpo como en alma. Por la mezcla divina, el hombre, la voluntad del Padre la ha compuesto místicamente del Espíritu y del Verbo. Pues en verdad, el espíritu se une al alma, que es inspirada por él; y la carne, por razón de la cual el Verbo se hizo carne, al Verbo.
Stromata (Misceláneas) 10
Por lo cual el Salvador, tomando el pan, primero habló y bendijo. Entonces partiendo el pan, lo presentó, para que pudiésemos comerlo, conforme a la razón, y que conociendo las Escrituras pudiésemos caminar obedientemente.
Tertuliano
Tertuliano de Cartago (c. 160-c. 220) fue un prolífico autor. Hacia el fin de su vida adoptó el montanismo. En sus escritos hay algunas alusiones a la Eucaristía, a la que llama “sacramento”, equivalente latino del griego “mysterion.” Nótese el paralelo entre la nutrición del cuerpo y la del alma, que nos recuerda a lo ya dicho por Justino. El pan que representa a Cristo debe entenderse en sentido espiritual.
Sobre la Corona, 3
Tomamos también, en las congregaciones antes del amanecer, y de la mano de nadie sino de los presidentes, el sacramento de la Eucaristía, el cual el Señor tanto mandó que fuese comido a la hora de las comidas, y dispuso que fuese tomado por todos por igual.
Sobre la resurrección de la carne, 8
Y ya que el alma es, como consecuencia de su salvación, escogida al servicio de Dios, es la carne la que en realidad la torna capaz de tal servicio. La carne, ciertamente, es lavada, para que el alma pueda ser limpiada; la carne es ungida, para que el alma pueda ser consagrada; la carne es señalada (con la cruz) para que el alma pueda ser fortificada; la carne es cubierta con la imposición de manos, para que el alma pueda también ser iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma del mismo modo pueda cebarse en Dios. No pueden separarse en su recompensa, cuando están unidas en su servicio.
Sobre la Oración, 6
... podemos más bien entender “Danos hoy el pan nuestro de cada día” espiritualmente. Pues Cristo es nuestro pan; porque Cristo es vida, y el pan es vida. “Yo soy”, dice Él, “el pan de vida” [Juan 6:35]; y , un poco antes, “El Pan es la Palabra del Dios viviente, quien descendió de los cielos.” Entonces hallamos, también, que su Cuerpo es reconocido en el pan: “esto es mi cuerpo” [Mateo 26:26]. Y así, al pedir “nuestro pan diario” pedimos perpetuidad en Cristo, e indivisibilidad de su cuerpo. Pero debido a que aquella palabra admite también un sentido carnal, no puede ser empleada así sin el recuerdo religioso con disciplina espiritual; pues [el Señor] manda que se ore por el pan, el cual es el único alimento necesario para los creyentes.
Sobre la Oración, 19
Similarmente, también, respecto de los días de Estaciones [¿ayunos?] la mayoría piensa que ellos no deben estar presentes en las oraciones sacrificiales, sobre la base de que la Estación puede interrumpirse por la recepción del Cuerpo del Señor. ¿Es entonces que la Eucaristía cancela un servicio dedicado a Dios, o es que lo une más a Dios?¿No será tu Estación más solemne si junto con ella has estado en el altar de Dios? Cuando el Cuerpo del Señor ha sido recibido y reservado, cada punto está asegurado, tanto la participación en el sacrificio como el cumplimiento del deber.
Hipólito de Roma
Hipólito (c.170-235) fue el último gran escritor romano en escribir en griego. Muchas de sus obras se han perdido, pero en el tema que nos ocupa revisten interés algunas partes de “La Tradición Apostólica”, obra cuyo contenido es esencialmente litúrgico. Ya que escribió en Roma, resulta de particular interés su referencia eucarística a los “símbolos” que “representan” el cuerpo y la sangre del Señor.
La tradición apostólica
4. Cuando se haya convertido en obispo, que todos le ofrezcan el beso de paz, saludándolo porque él se dignificó. Que los diáconos le presenten la oblación y que él, imponiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga, dando gracias: “El Señor sea con vosotros”. Y que todos digan: “Y con tu espíritu.” “Elevad vuestros corazones.” “Ya los tenemos levantados hacia el Señor.” “Demos gracias al Señor.” “Este es digno y justo.”
Y que continúe entonces así:
Nosotros te damos gracias, oh Dios, por tu Hijo bienamado, Jesucristo, que nos enviaste en estos últimos tiempos como salvador, redentor y mensajero de tu designio. El es tu Verbo inseparable, por quien has creado todo, el cual, en tu beneplácito, enviaste desde el cielo en el seno de una virgen y, habiendo sido concebido, se encarnó y se manifestó como tu Hijo, nacido del Espíritu Santo y de la Virgen.
El fue quien, cumpliendo tu voluntad y adquiriendo un pueblo santo, extendió las manos para liberar del sufrimiento a quienes tienen confianza en ti.
Mientras él ofrendaba su sufrimiento voluntario a fin de destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para hollar con sus pies el infierno, para conducir a los justos a la luz, para fijar las reglas de la fe y manifestar la resurrección, tomando el pan te agradecía, diciendo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo que he partido por vosotros”; y del mismo modo el cáliz, diciendo: “Esta es mi sangre que se ha vertido por vosotros. Cuando hacéis esto, hacedlo en mi memoria.”
Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos este pan y este cáliz, dándote las gracias por habernos juzgado dignos de estar ante ti y servirte como sacerdotes.
Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa Iglesia. Reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios para estar henchidos del Espíritu Santo, para la afirmación de su fe en la verdad, a fin de que te alabemos y glorifiquemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu gloria y tu honor con el Espíritu Santo en tu santa Iglesia, ahora y por los siglos. Amén.
21.
... Entonces será presentada la oblación al obispo y él dará gracias sobre el pan porque es el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado, porque es la imagen de la sangre que se derramó por todos los que creen en él; sobre la leche y la miel mezcladas, indicando la promesa hecha a nuestros padres, al hablarles de la tierra donde abundan la leche y la miel, por cuyo cumplimiento Cristo dio su carne, de la cual, como niños pequeños, se alimentan los creyentes; sobre el agua presentada en ofrenda para significar el baño, a fin de que el alma del hombre obtenga los mismos efectos que el cuerpo.
Todas estas cosas el obispo las explicará a los que reciben la comunión. Cuando parte el pan, al presentar cada trozo, dir{a: “El pan del cielo en Cristo Jesús” y el que recibe responderá: “Amén.”
... si es necesario recordar alguna otra cosa, el obispo lo dirá bajo el [sello del] secreto a los que recibieron la Eucaristía. Los infieles no deben tener conocimiento de todo esto. Sólo podrán tenerlo después de recibir la Eucaristía. Esta es la piedra blanca de la que Juan dijo: “Un nombre nuevo está escrito allí, que nadie lo conozca a excepción de aquél que recibirá la piedra” [Apocalipsis 2:7].
41.
El que estuviere en su casa, que ore y alabe a Dios en la hora tercera. El que en ese momento estuviera en otra parte, que eleve una plegaria a Dios en su propio corazón, ya que en esa hora se vio a Cristo atado al madero. También en el Antiguo Testamento, la Ley prescribió ofrecer y presentar el pan de la proposición en la hora tercera, como símbolo del cuerpo y de la sangre de Cristo: la inmolación del irracional cordero es la representación del cordero perfecto. Siendo Cristo el Pastor, es también el maná que descendió del cielo.

Orígenes
Orígenes (185-254) fue uno de los más grandes eruditos de la antigüedad cristiana. Nació en Alejandría y fue discípulo de Clemente, a quien sucedió. Escribió muchísimo, pero gran parte de su obra se ha perdido. Su punto de vista espiritual acerca de la Eucaristía puede deducirse de las obras remanentes.
Contra Celso 8,57
Celso supone que los hombres “cumplen con las obligaciones de la vida hasta que son liberados de sus ligaduras” cuando, de acuerdo con costumbres comúnmente recibidas, ofrecen sacrificios a cada uno de los dioses reconocidos en el estado; y no percibe el verdadero deber que es cumplido por una diligente piedad. Porque nosotros decimos que cumple verdaderamente con los deberes de la vida el que siempre tiene presente quién es su Creador, y qué cosas le son agradables, y quien actúa en todas las cosas de modo que pueda complacer a Dios. De nuevo, Celso quiere que seamos agradecidos con estos demonios, imaginándose que les debemos ofrendas de agradecimiento. Pero nosotros, si bien reconocemos la obligación del agradecimiento, sostenemos que no mostramos ingratitud al rehusar darle gracias a seres que ningún bien nos hacen, sino que más bien están contra nosotros cuando ni les sacrificamos ni les adoramos. Estamos mucho más preocupados por no ser desagradecidos para con Dios, quien nos ha colmado con sus beneficios, cuya hechura somos, quien nos cuida en cualquier condición que nos hallemos, y quien nos ha dado esperanza de cosas más allá de la vida presente. Y tenemos un símbolo de gratitud a Dios en el pan que llamamos la Eucaristía.
Orígenes
Homilías sobre Éxodo 13,3:
Deseo amonestaros con ejemplos de vuestra religión. Vosotros que estáis acostumbrados a participar en los divinos misterios, cuando recibís el cuerpo del Señor, reverente y minuciosamente guardáis que ninguna partícula caiga al suelo y que nada del don consagrado se pierda. Porque os consideráis culpables, y con razón, si cualquier parte de él se perdiese por negligencia. Pero si observáis tal cuidado en guardar su cuerpo, y apropiadamente, ¿cómo es que pensáis que descuidar la Palabra de Dios sea un crimen menos grave que descuidar su cuerpo?
Comentario sobre el Evangelio de Juan
6,35
Si investigamos más en la significación de que Jesús fuese señalado por Juan, cuando dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, podemos situarnos en la economía del advenimiento corporal del Hijo de Dios en vida humana, y en tal caso concebiremos que el cordero no es sino el hombre. Pues el hombre “fue llevado como una oveja al matadero, y como un cordero, mudo ante sus trasquiladores.” De aquí, también, que en el Apocalipsis se ve un cordero, de pie como inmolado. Este cordero inmolado ha sido hecho, según ciertas ocultas razones, una purificación para el mundo entero. por la cual, conforme al amor del Padre por el hombre, él se sometió a la muerte, redimiéndonos por su propia sangre de aquél que nos tenía en su poder, vendidos bajo el pecado. Y aquél que llevó a este cordero al matadero fue Dios en el hombre, el gran Sumo Sacerdote, como lo muestra por las palabras: “Nadie me quita mi vida, sino que la entrego por mí mismo. Tengo poder para entregarla, y tengo poder para volverla a tomar.”
10,13
Hasta qué punto haya cualquier pascua y cualquier fiesta de levadura además de las dos que hemos mencionado, es un punto que debemos examinar más cuidadosamente, ya que estas sirven como un modelo y una sombra de las celestiales de las cuales hablamos, y no solamente tales cosas como comida y bebida y lunas nuevas y sábados, sino también los festivales, son una sombra de las cosas por venir. En primer lugar, cuando el Apóstol dice, “Cristo, nuestra pascua, es sacrificado” , uno puede albergar al respecto dudas como éstas. Si la oveja de los judíos aes un tipo del sacrificio de Cristo, entonces debiera haber sido ofrecida [solamente] una y no una multitud, ya que Cristo es uno; o, si muchas ovejas fueron ofrecidas se ha de seguir el tipo, como si muchos Cristos fuesen sacrificados. Pero para no demorarnos en esto, podemos preguntar cómo la oveja, que era la víctima, contiene una imagen de Cristo, cuando era sacrificada por hombres que estaban cumpliendo la Ley, pero Cristo fue muerto por transgresores de la Ley, y qué aplicación puede hallarse en Cristo de la instrucción, “Comerán la carne esta noche, asada al fuego, y pan ázimo en hierbas amargas comerán”, y “No lo comas crudo, ni hervido, sino asado al fuego; la cabeza con los pies y las entrañas; y no dejarás nada aparte para la mañana, y no le quebrarás ningún hueso. Pero lo que sobre hasta la mañana lo quemarás.” La frase “No le quebrarás ningún hueso” parece haber sido empleada por Juan en su Evangelio, como aplicada a los acontecimientos concernientes a cristo, y conectándolos con la ocasión hablada en la Ley cuando quienes comían la oveja son llamados a no quebrarle ningún hueso.
Traemos a la mente las palabras, “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, pues se dice de la pascua, “Lo tomarás de los corderos o de las cabras.” El Evangelista aquí concuerda con Pablo, y ambos están involucrados en las dificultades de las que hablábamos más arriba. Pero por otra parte tenemos que decir que si el Verbo se hizo carne, y el Señor dice, “A menos que comáis la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero. Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él” – entonces la carne de la que así se habla es aquella del Cordero que quita el pecado del mundo; y esta es la sangre, parte de la cual había de colocarse en las jambas, y en los dinteles de las casas, en las cuales comemos la pascua. De la carne de este Cordero es necesario que comamos en el mundo, el cual es noche, y la carne ha de ser asada al fuego, y comida con pan ázimo, pues el Verbo de Dios no es solamente carne. El dice, en efecto, de sí mismo “Yo soy el pan de vida” ... No debemos pasar por alto, empero, que por un uso amplio de las palabras, cualquier comida es llamada pan ... Me lleva a esta observación el dicho de Juan, “Y el pan que daré es mi carne, por la vida del mundo.” De nuevo, comemos la carne del Cordero, con hierbas amargas, y pan ázimo, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y nos lamentamos con la pena que es según Dios, un arrepentimiento que opera para nuestra salvación, y del cual no debemos arrepentirnos; o cuando, a causa de nuestras pruebas, nos volvemos hacia las especulaciones que resultan ser aquellas de la verdad, y somos nutridos por ellas. No hemos, sin embargo, de comer la carne del Cordero cruda, como lo hacen quienes son esclavos de la letra, como animales irracionales, y aquellos que están enfurecidos contra hombres verdaderamente razonables, porque éstos desean entender las cosas espirituales; en verdad [aquéllos] comparten la naturaleza de las bestias salvajes. Sino que debemos esforzarnos en convertir la crudeza de la Escritura en alimento bien cocido, no permitiendo que lo escrito se torne fláccido, y húmedo, y magro, como aquéllos que tienen oídos con comezón, y apartan sus oídos de la verdad. Sino que seamos de espíritu ferviente y nos aferremos a las fieras palabras dadas a nosotros por Dios, como las que Jeremías recibió de Aquel que le habló: “He aquí, he hecho mis palabras en tu boca como fuego” , y veamos que la carne del Cordero esté bien cocida, de modo que aquellos que participan de ella puedan decir, mientras Cristo habla en nosotros: “Nuestro corazón ardía en el camino, mientras nos abría las Escrituras.”
... Pero en este comer, debemos comenzar por la cabeza, es decir, en las doctrinas principales y más esenciales acerca de las cosas celestiales, y debemos terminar con los pies, las últimas ramas del conocimiento que investigan la naturaleza última de las cosas, o acerca de cosas más materiales, o acerca de cosas bajo la tierra, o acerca de espíritus malvados o demonios inmundos. Pues puede ser que la relación de estas cosas no sea obvia, como ellas mismas, sino que está dispuesta entre los misterios de la Escritura, de tal modo que puede llamarse, trópicamente, los pies del Cordero. Tampoco debemos dejar de tratar con las entrañas, que están dentro y escondidas de nosotros; debemos acercarnos al conjunto de la Escritura como a un cuerpo, no debemos lacerar ni irrumpir a través de las fuertes y bien entretejidas conexiones que existen en la armonía de toda su composición, como aquéllos que laceran, en la medida que pueden, la unidad del Espíritu que está en todas las Escrituras. Pero esta antedicha profecía del Cordero ha de ser nuestra nutrición solamente durante la noche de esta oscrura vida nuestra; lo que viene después de esta vida es, como si fuera, el amanecer del día, y ¿por qué habríamos de dejar para entonces la comida que solamente puede sernos útil ahora? Pero cuando la noche haya pasado, y el día que la sigue esté a la mano, entonces tendremos para comer un pan que no tiene nada que ver con el pan leudado del antiguo e inferior estado de cosas, sino que es ázimo, y que nos servirá hasta que aquello que viene después del pan ázimo nos sea dado, el maná, el cual es alimento de ángeles más que de hombres.
Cada uno de nosotros, pues, puede sacrificar su cordero en cada casa de nuestros padres, y mientras uno quebranta la ley, no sacrificando en absoluto el cordero, otro puede guardar enteramente el mandamiento, ofreciendo su sacrificio, y cociéndolo correctamente, y evitando quebrarle ningún hueso. Esta es, brevemente, la interpretación de la Pascua sacrificada por nosotros, la cual es Cristo, en conformidad con la interpretación adoptada por los Apóstoles, y con el Cordero en el Evangelio. Pues no debemos suponer que las cosas históricas son tipos de cosas históricas, y las cosas materiales de lo material, sino que las cosas materiales son t´picas de cosas espirituales, y las cosas históricas de la [cosas] intelectuales. No es necesario que nuestro discurso ascienda ahora a aquella tercera pascua que ha de ser celebrada con miríadas de ángeles en el éxodo perfectísimo y más bendito; ya hemos hablado de estas cosas con mayor extensión de la que el pasaje exige.
Comentario sobre Mateo, Libro 10, 14
... como no es la carne, sino la conciencia de aquel que come con duda lo cual mancilla al que come, pues “quien duda es condenado si come, pues no come con fe”, y como nada es puro para quien está mancillado e incrédulo, no en sí mismo, sino que a causa de su mancilla e incredulidad, así lo que es santificado a través de la palabra de Dios y la oración no santifica a quien lo usa por su propia naturaleza, pues de ser así santificaría aun a aquél que come indignamente del pan del Señor, y nadie por esta causa se tornaría débil o enfermo o dormiría pues algo por el estilo representó Pablo al decir, “Por esta causa muchos de entre vosotros estáis débiles y enfermos y no pocos duermen.” Y en el caso del pan del Señor, consecuentemente, hay ventaja para quien lo emplea cuando con mente impoluta y conciencia pura participa del pan. Y de este modo, ni por no comer quiero decir que por el mismo hecho de que no comemos del pan que ha sido santificado por la palabra de Dios y la oración, somos privados de nada bueno, ni que por comer somos mejores en algo bueno; pues la causa de nuestra carencia es la impiedad y los pecados, y la causa de nuestra abundancia es la rectitud y las buenas acciones; así que tal es el significado de lo dicho por Pablo: “No somos mejores si comemos, ni somos peores si no comemos.” Ahora, si “todo lo que entra a la boca va al estómago y es arrojado en la letrina” aún la comida que ha sido santificada a través de la palabra de Dios y la oración, en conformidad con el hecho de que es material, va al estómago y es arrojado en la letrina, pero por causa de la oración que viene sobre ella, conforme a la medida de la fe, deviene un beneficio y es un medio de ver claramente para la mente que busca lo que es beneficioso, y no es la materia del pan sino
la palabra que se dice sobre ella lo que aprovecha al que come no indignamente del Señor. Y estas cosas ciertamente son dichas del cuerpo típico y simbólico. Pero muchas cosas podrían decirse acerca del Verbo mismo que se hizo carne, y verdadera comida de la cual el que come vivirá seguramente por siempre, no siendo capaz de comer de ella ninguna persona indigna; pues si fuese posible para uno que continúa indigno comer de Aquel que se hizo carne, quien era el Verbo y el pan viviente, no se habría escrito que “todo el que come de este pan vivirá para siempre.”
Comentario sobre Mateo serie 85
Este pan que el Verbo de Dios dice ser su cuerpo, es la Palabra que alimenta las almas, el Verbo que procede de Verbo Dios; es pan celestial, que está colocado encima de la mesa, del cual está escrito : “Tú pones ante mí una mesa, enfrente de mis enemigos” [Salmo 22:5]. Y esa bebdida que el Verbo Dios dice ser su sangre, es la Palabra que sacia e inebria los corazones de los que beben; de la bebdida de este cáliz está escrito: ¡Qué bueno es tu embriagador cáliz! ... El Verbo Dios no llamó cuerpo suyo a aquel pan visible que tenía en sus manos, sino a la Palabra, en cuyo misterio debía romperse el pan. No llamó su sangre a aquella bebida visible, sino a la Palabra, en cuyo misterio se serviría esta bebida. Porque ¿qué otra cosa puede ser el cuerpo o la sangre del Verbo Dios sino la palabra que alimenta y alegra los corazones?
(Citado por J. Quasten, Patrología. Madrid: BAC, 1978; 1: 397)
Cipriano de Cartago
Este maestro de retórica nacido c. 200, se convirtió al Evangelio en 246 y poco después fue elegido como obispo. Aunque sus escritos contribuyeron a concebir la Eucaristía como un nuevo sacrificio, un examen de los textos relevantes muestran que eso se debió a una mala comprensión de ellos.
La oración del Señor, 18
Como la plegaria prosigue, pedimos y decimos: “Danos hoy nuestro pan de cada día.” Esto puede entenderse tanto espiritual como simplemente, pues cada entendimiento es provechoso en la utilidad divina para salvación. Pues Cristo es el pan de vida y el pan aqupi es de todos, pero es nuestro. Y como decimos “Padre nuestro”, porque Él es el Padre de quienes entienden y creenm también decimos “pan nuestro” porque Cristo es el pan de aquellos de nosotros que alcanzan su cuerpo. Más aún, pedimos que este pan se nos dé cotidianamente, no sea que nosotros, que estamos en Cristo y recibimos la Eucaristía diariamente como alimento de salvación, con la intervencióm de algún pecado más grave, mientras somos expulsados y como no comunicantes somos privados del pan celestial, seamos separados del cuerpo de Cristo como Él mismo declara, diciendo, “Yo soy el pan de vida que descendió del cielo. Quienquiera que coma de mi pan vivirá por siempre. Además, el pan que daré es mi carne por la vida del mundo.” Ya que dice que, si alguien come de su pan, vive para siempre, como es manifiesto que viven quienes alcanzan su cuerpo y reciben la Eucaristía por derecho de comunión, así por otra parte debemos temer y orar, no sea que cualquiera, cuando es cortado y separado del cuerpo de Cristo, permanezca separado de la salvación, como Él mismo amenaza, diciendo: “A menos que comáis la carne del Hijo del hombre y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros.” Y así, pedimos que nuestro pan, el cual es Cristo, nos sea dado cotidianamente, de modo que nosotros, que permanecemos en Cristo, no nos alejemos su santificación y cuerpo.
Epistola 62 (Oxford 63) año 253
Carta a Cecilio, sobre el sacramento de la copa del Señor
2. Sabe, entonces, que he sido advertido que, al ofrecer la copa, la tradición del Señor debe ser observada, y que nada debe ser hecho por nosotros sino lo que el Señor hizo primero en nuestro beneficio, como que la copa que se ofrece en memoria de Él debe ofrecerse mezclada con vino. Pues cuando Cristo dice, “Yo soy la vid verdadera”, la sangre de Cristo ciertamente no es agua, sino vino; ni tampoco puede parecer su sangre por la cual somos redimidos y resucitados estar en la copa, si en la copa no hay vino por la cual se demuestre la sangre de Cristo, la cual es declarada por el sacramento y testimonio de todas las Escrituras.
4 ... Pues, ¿quién es más sacerdote del Dios Altísimo que nuestro Señor Jesucristo, quien ofreció un sacrificio a Dios el Padre, y ofreció exactamente la misma cosa que Melkisedek había ofrecido, esto es, pan y vino, es decir, su cuerpo y sangre? ... En el Génesis, por tanto, para que la bendición hacia Abraham por Melkisedek el sacerdote pudiese ser adecuadamente celebrada, precede la figura del sacrificio de Cristo, a saber, como [estaba] ordenada en pan y vino, y así Aquél que es la plenitud de la verdad cumplió la verdad de la imagen prefigurada.
7. En Isaías también el Espíritu Santo testifica esto mismo concerniente a la pasión del Señr, diciendo, “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas son como las del que ha pisado un lagar?” Isaías 63:2] ¿Puede el agua tornar rojos los vestidos? ¿O hay agua en el lagar que es hollado por los pies, o comprimido por la prensa? Ciertamente, por tanto, se hace mención del vino, para que pueda entenderse la sangre del Señor, y para que lo que posteriormente fue manifestado en la copa del Señor pueda ser predicho por los profetas que lo anunciaron. Se insiste también repetidamente en el pisoteo y la presión del lagar, porque como no puede lograrse beber el vino a menos que antes el racimo sea pisoteado y exprimido, del mismo modo tampoco nosotros podríamos beber la sangre de Cristo a menos que Cristo hubiese sido primero pisoteado y exprimido , y hubiese primero bebido de la copa de la cual también da de beber a los creyentes.
9 ... [El Señor enseñó] con el ejemplo de su propia autoridad que la copa había de mezclarse con la unión de agua y vino. Pues al tomar la copa en la víspera de su pasión, la bendijo y se la dio a sus discípulos, diciendo: “Bebed todos de esto; porque esta es mi sangre del Nuevo Testamento, la cual será derramada por muchos, para la remisión de pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” En esta porción hallamos que la copa que el Señor ofreció estaba mezclada, y que era vino aquello que llamó su sangre. De lo cual se nota que no se ofrece la sangre de Cristo si no hay vino en la copa, ni se celebra el sacrificio del Señor con una consagración legítima a menos que nuestra oblación y sacrificio respondan a su pasión. ¿Pero cómo habremos de beber el nuevo vino del fruto de la vid con Cristo en el reino de su Padre, si en el sacrificio de Dios el Padre y de Cristo no ofrecemos vino, ni mezclamos la copa del Señor conforme a la propia tradición del Señor?
10. [Cita 1 Corintios 11: 23-26]. Pero si es tanto mandado por el Señor, y también la misma cosa es confirmada y entregada por su apóstol, que tantas veces bebemos, hacemos en recuerdo del Señor lo mismo que el Señor también hizo; y que al mezclar la copa del Señor de la misma manera no nos apartamos de la enseñanza divina; sino que no debemos apartarnos de los preceptos evangélicos, y que los discípulos deben también observar y hacer las mismas cosas que el Maestro tanto enseñó como hizo.
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11. Ya que, entonces, ni el apóstol mismo ni un ángel del cielo puede predicar nada diferente de lo que Cristo ha una vez enseñado y sus apóstoles han anunciado, me pregunto mucho de dónde se originó esta práctica que, contrariamente a la disciplina evangélica y apostólica, ofrece en algunos lugares agua en la copa del Señor, la cual agua no puede por sí misma expresar la sangre de Cristo. El Espíritu Santo no está silencioso en los Salmos acerca del sacramento de esto, cuando menciona la copa del Señor, y dice: “!Esta copa embriagadora, cuán excelente es!” Ahora, la copa que embriaga es ciertamente mezclada con vino, pues el agua no puede embriagar a nadie. Y la copa del Señor embriaga de tal manera, como Noé se embriagó bebiendo vino, en el Génesis. Pero debido a que la intoxicación de la copa del Señor no es como la intoxicación con el vino del mundo, ya que el Espíritu Santo dijo en el Salmo, “Tu copa embriagadora”, añadió, “Cuán excelente es”, porque sin duda la copa del Señor embriaga de tal modo a los que la beben, que los pone sobrios; que restaura en sus mentes la sabiduría espiritual; que cada uno se recupera del sabor del mundo al entendimiento de Dios; y del mismo modo que, por el vino común la mente se disuelve, y el alma se relaja, y toda tristeza es dejada de lado, así, cuando la sangre del Señor y la copa de salvación ha sido bebida, la memoria del viejo hombre es dejada de lado, y surge un olvido de la anterior conducta mundana, y el acongojado y triste pecho que era oprimido por los atormentadores pecados es alivianado por el gozo de la divina misericordia; porque solamente es capaz de regocijarse quien bebe en la Iglesia la cual, cuando está embriagada, retiene la verdad del Señor.
13. Pues porque Cristo nos cargó a todos, en que cargó también con nuestros pecados, vemos que en el agua se entiende el pueblo, pero en el vino la sangre de Cristo. Pero cuando el agua se mezcla en la copa con vino, el pueblo es hecho uno con Cristo, y la asmablea de creyentes es asociada y reunida con El en quien ella cree; la cual asociación y conjunción de agua y vino está tan mezclada en la copa del Señor, que aquella mezcla no puede ser ya separada jamás. De aquí, más aún, que nada puede separar a la Iglesia –esto es, el pueblo establecido en la Iglesia, fiel y firmemente perseverantes en lo que han creído- de Cristo, en un modo tal que impidiese su amor indiviso de permanecer y adherirse. Así, por tanto, al consagrar la copa del Señor no puede ofrecerse agua sola, como tampoco solamente vino. Pues si alguien ofreciese sólo vino, la sangre de Cristo está disociada de nosotros; pero si el agua estuviese sola, el pueblo está disociado de Cristo; pero cuando ambos están mezclados, y se unen entre sí con un estrecho vínculo, se completa un sacramento espiritual y celestial. Así la copa del Señor no es ciertamente agua sola, ni vino solo, a menos que cada uno se mezcle con el otro; del mismo modo en que, por otra parte, el cuerpo del Señor no puede ser harina sola o agua sola, si ambas no se unen y se compactan en la masa de un pan; en el cual mismísimo sacramento nuestro pueblo demuestra ser uno, de forma que de modo similar a muchos granos, recolectados, y molidos, y mezclados en una masa, hacen un pan; así en Cristo, quien es el pan celestial, podamos saber que hay un cuerpo, con el cual nuestro número es añadido y unido.

14. No hay entonces razón, queridísimo hermano, para que nadie piense que ha de seguirse la costumbre de ciertas personas, que antaño han pensado que en la copa del Señor ha de ofrecerse agua sola. Pues debemos averiguar a quién han seguido ellas mismas. Pues si en el sacrificio que ofreció Cristo nadie ha de ser seguido sino Cristo, ciertamente nos corresponde obedecer y hacer aquello que Cristo hizo, y lo que mandó que fuese hecho, ya que Él mismo dice en el Evangelio: “Si hacéis todo lo que os mando, no os llamaré siervos, sino amigos.” Y que Cristo solo haya de ser oído, también lo testimonia el Padre desde el cielo, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; a Él oíd.” De lo cual, si Cristo solo debe ser oído, no debemos prestar atención a lo que otro antes de nosotros puede haber pensado que deba hacerse, sino a lo que Cristo, quienes antes de todos, hizo primero. Tampoco conviene seguir la práctica del hombre, sino la verdad de Dios, ya que Dios habla por el profeta Isaías , y dice: “En vano me adoran, enseñando mandamientos y doctrinas de hombres.” Y de nuevo en el Evangelio el Señor repite este mismo dicho, y dice, "“echazáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra propia tradición.” Más aún, en otra parte lo establece diciendo: “Quienquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y le enseñase a los hombres a hacerlo, será llamado el menor en el reino de los cielos.” Pero si no podemos quebrantar ni siquiera el menor de los mandamientos del Señor, ¡cuánto más está prohibido infringir los tan importantes, tna grandes, tan relacionados al mismo sacramento de la pasión de nuestro Señor y nuestra propia redención, o cambiarlo por tradición humana en cualquier otra cosa diferente de lo que fue divinamente dispuesto! Pues si Crsito, nuestro Señor y Dios, es él mismo el sumo sacerdote de Dios el Padre, y se ha ofrecido primero a Sí mismo como sacrificio al Padre, y ha mandado que esto sea hecho en memoria de Él mismo, ciertamente cumple con el oficio de Cristo el sacerdote que imita lo que hizo Cristo; y entonces ofrece un verdadero y pleno sacrificio en la Iglesia a Dios el Padre, cuando procede a ofrecerlo conforme a lo que ve que Cristo mismo ofreció.

17. Y porque hacemos mención de su pasión en todos los sacrificios (pues la pasión del Señor es el sacrificio que ofrecemos) no debemos haccer nada fuera de lo que Él hizo. Porque dice la Escritura, “Pues tantas veces como coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga.” Tantas veces, por tanto, como ofrecemos la copa en conmemoración del Señor y de su pasión, hagamos lo que es sabido que hizo el Señor. Y permite, queridísimo hermano que se arribe a esta conclusión: si entre nuestros predecesores alguno sea por ignorancia o simpleza, no ha observado y guardado esto que el Señor por su ejemplo y enseñanza nos ha instruido que hagamos, puede, por la misericordia del Señor, tener concedido el perdón a su simplicidad. Pero no podemos ser perdonados quienes somos ahora amonestados e instruidos por el Señor para ofrecer la copa del Señor mezclada con vino conforme a lo que el Señor ofreció, y para dirigir cartas a nuestros colegas acerca de esto, de modo que la ley evangélica y la tradición del Señor pueda ser guardada en todas partes, y no haya desviación de lo que Cristo tanto enseñó como hizo.
Epístola 75 a Magnus (Oxford 69); año 255
6. Además, aún los propios sacrificios del Señor declaran ellos mismos que la unanimidad cristaian está ligada en sí misma por un firme e inseparable amor. Pues cuando el Señor llama al pan, el cual es compuesto por la unión de muchos granos, su cuerpo, indica a nuestro pueblo al cual Él cargó como estando unido; y cuando llama al vino, el cual es exprimido de muchas uvas y racimos y recolectado, su sangre, también significa nuestro rebaño reunido por la mezcla de una multitud unida.

(Jetonius)