Mas aportes para hechar luz sobre el Papa Pio XII:
La verdad sobre el
Papa de Hitler
El jesuita Peter Gumpel hace una pormenorizada defensa del Papa en los
tiempos del nazismo. Paso a paso rebate los argumentos volcados por John
Cornwell en su libro "El Papa de Hitler".
El jesuita Peter Gumpel es uno de los grandes historiadores en materia de relaciones entre la Iglesia y el estado alemán en este siglo. Junto con su familia fue perseguido por Hitler teniendo que emprender el camino del exilio y la Santa Sede le ha pedido que se encargue de la postulación de la causa de beatificación de Pío XII.
En un documento de su puño y letra, el sacerdote responde una por una a las acusaciones que lanza el libro del periodista británico John Cornwell, "El Papa de Hitler", y arranca con la portada, en la cual el entonces nuncio
apostólico Eugenio Pacelli sale de un edificio del gobierno alemán escoltado por dos soldados. La fotografía, dice Gumpel, es de una visita oficial que tuvo lugar hacia 1929, cuatro años antes de que Hitler llegara al poder el 30 de enero de 1933. Pacelli nunca regresó a Alemania, "por lo que el uso de esta fotografía -dice- es engañoso y tendencioso. Repetidas veces se publicaron protestas contra esta foto que se utiliza de manera sucia. Una portada así revela ya en un primer momento la intención de denigrar al futuro Pío XII".
Los concordatos
Gumpel cuestiona además la lista de archivos que Cornwell dice haber consultado, por ser demasiado breve para un libro de carácter histórico y que, además de ser fuentes secundarias y selectas, dice que fueron consultadas parcialmente.
En su primera parte, Cornwell ofrece una serie de conjeturas, hipótesis e insinuaciones que para Gumpel son innecesarias, tales como las referencias a los concordatos. Éstos son los acuerdos que la Santa Sede firma con los diferentes gobiernos en materia de reglar las relaciones entre ambos, con un primer objetivo claramente pastoral y no político.
Muchas veces son los países quienes ven conveniente la firma del concordato, y así lo hizo Serbia frente a monseñor Pacelli, representante eclesiástico. Éste reportaba sus actos al secretario de Estado vaticano y el Papa Benedicto XV y nada hace inferir que la firma de este tratado haya influido en el estallido de la contienda mundial, tal como denuncia el periodista inglés.
Cornwell le asigna al futuro Papa responsabilidad en la sublevación de Munich de 1919 a partir de un informe de cuando era nuncio, donde alude al hecho de que los líderes revoltosos eran terroristas judíos enviados por Rusia. Tenía que mencionar en su informe quiénes eran los líderes terroristas para que su superior comprendiera que este episodio formaba parte del esfuerzo de los comunistas rusos para extender su poder en varios países occidentales.
Cornwell cita un libro en el cual se afirma explícitamente que en 1929 (cuatro años antes de que Hitler llegara al poder), Pacelli advirtió en términos ásperos ante el peligro que constituía Hitler. "O Cornwell no leyó este libro o voluntariamente omitió esta y otras declaraciones similares de Eugenio Pacelli -asegura el crítico jesuita-, que podrían ser fácilmente comprobadas, simplemente porque no encuadran con sus inclinaciones destructivas".
Escudo Papal de Pío XII
Hitler al poder
También fue Hitler quien pidió la firma del concordato entre su país y la Iglesia, a la par de hacer declaraciones positivas sobre el cristianismo en Alemania. Si el Vaticano se hubiera negado al acuerdo, Hitler habría reprochado ese rechazo y la persecución de la Iglesia católica, que ya se experimentaba solapadamente, se habría transformado en persecución oficial y severa.
En el proceso de Nuremberg, el ministro de Relaciones Exteriores, Joachim von Ribbentrop, reconoció que cuando fue secretario de Estado, Pacelli envió reiteradas protestas por infracciones al concordato las que casi siempre fueron ignoradas. En 1937 se publicó la encíclica "Mit brennender Sorge" -con "ardiente" preocupación y no "con gran aprecio" como mal traduce Cornwell-.
El gran redactor de esta ardiente protesta fue Pacelli, quien hizo también la dura condena del nazismo en Lourdes, Lisieux, París y Budapest, donde estuvo como legado papal. Aunque es cierto que no mencionó el nombre de Hitler ni usó la palabra "nazismo", es claro a quiénes se dirigían estas condenas.
Cornwell menosprecia los esfuerzos de Pío XII para evitar la segunda guerra mundial y a su primera encíclica publicada a principios del conflicto. Si esta carta encíclica fue tan insignificante, ¿cómo es posible que los aliados lanzaran 88.000 copias de ella en paracaídas sobre Alemania, donde estaba prohibida su publicación?
Repetidas veces Pío XII denunció el tratamiento sufrido por los países ocupados. Sin embargo, los obispos polacos -a excepción de los que huyeron de Polonia y buscaron refugio en el extranjero- imploraron al Papa que cesara las protestas para no agravar la situación de opresión y persecución. Miles de sacerdotes polacos y de otras nacionalidades fueron asesinados por los nazis según Ulrich von Hehl en su libro "Sacerdotes Bajo el Terror de Hitler", obra que nunca es mencionada por Cornwell. "El periodista, que nunca ha vivido en un estado policial criminal altamente organizado, ignora totalmente la situación que rige en tal estado y, como consecuencia, muchísimos de sus juicios, apreciaciones y sugerencias, son completamente irreales, utópicos y anacrónicos. Desde una perspectiva histórica, se debe poder comprender la situación como era en ese entonces y no juzgarla con la percepción de la situación de hoy día en países libres. Proceder en una manera tan irresponsable es un error capital que se repite en el libro de Cornwell", asevera Gumpel. Antes de que Hitler fuera nombrado canciller, en repetidas ocasiones los obispos alemanes advirtieron contra los nazis y su "Weltanschauung" (ideología) pagana. Cuando el Führer fue nombrado canciller legítimo del Reich, no era fácil saber cómo se comportaría Hitler una vez que llegara al gobierno. No obstante, los obispos nunca aprobaron su ideología, y sus protestas aumentaron paulatinamente. En varios informes de la Gestapo se puede leer que, mientras que la Iglesia católica tuviera una influencia sobre la gente, la ideología nazi nunca sería aceptada por gran parte del pueblo alemán.
El Papa Pacelli
Ambos bandos en la Segunda Guerra Mundial ejercieron presión sobre Pío XII: los adversarios de Hitler querían que el Papa declarara una cruzada contra el nazismo; Hitler ejerció presión sobre él para que declarara una cruzada contra el bolchevismo. Ambas pretensiones eran absurdas, considerando que el bolchevismo había cometido y seguía cometiendo numerosos crímenes, y que perseguían toda clase de religión; lo mismo se podía decir de los nazis con la excepción de aquellos protestantes que apoyaban enérgicamente a Hitler.
Durante su papado y hasta cinco años después de su muerte, ocurrida el 9 de octubre de 1958, Pío XII fue muy elogiado por toda clase de organizaciones judías, incluidos rabinos de varios países. Si una protesta ardiente contra
los crímenes perpetrados contra los judíos habría tenido efecto es una discusión eterna debido al prejuicio y parcialidad de las partes.
"Una protesta pública no habría salvado la vida de un sólo judío -sentencia el jesuita-. Sólo habría agravado la persecución de judíos y católicos e impedido o hecho prácticamente imposible la difundida acción silenciosa para ayudar a judíos en todo lo posible. Es bien conocido que ninguna organización ha salvado tantos judíos como la Iglesia católica, y esto por orden oficial de Pío XII. Él sabía muy bien que este silencio (que en realidad no fue silencio para aquellos que realmente querían oír y comprender), podría serle reprochado un buen día. Pero no estaba preocupado por su reputación; quería salvar la vida de judíos: una decisión justa, que sin duda exigía sabiduría y muchísimo coraje".
En su libro, Cornwell no especula sobre porqué el proyecto de apresar a 8.000 judíos romanos fue repentinamente interrumpido cuando sólo una octava parte del plan había sido llevada a cabo en octubre de 1943. Pero el Secretario de Estado Maglione se había reunido con el embajador alemán von Weizsacker, llamado urgentemente por el Vaticano, en nombre de Pío XII. Temiendo que una protesta formal de la Santa Sede enfureciera a Hitler, Weizsacker suavizó su informe sobre la posición de la Santa Sede. Por orden de Pío XII, se entabló contacto con el comandante militar alemán en Roma, Rainer Stahel, un oficial austríaco de la antigua escuela. Este hombre, muy humano, envió un comunicado directamente al lugarteniente del Führer, Himmler. "Este tipo de acción violenta contra los judíos italianos altera mis planes militares para reforzar las divisiones alemanas de combate al sur de Roma, y también puede crear problemas serios aquí en Roma", recomendó. Ésta era una razón verdadera, pero no menos importante era su desacuerdo con los actos criminales de la Gestapo. Su intervención tuvo éxito. Himmler ordenó detener las deportaciones y miles de judíos pudieron ser escondidos en el Vaticano y en más de 150 instituciones eclesiásticas en Roma. De todo esto, por supuesto, no habla Cornwell.
El "Papa de Hitler"
El inglés denuncia que en las Actas y Documentos de la Santa Sede durante la Segunda Guerra Mundial no se publicó un informe enviado por Riegner de Suiza a Roma. Este informe llegó al Vaticano en octubre de 1942, luego de la
publicación de las Actas.
Repetidas veces, Pacelli dijo oficialmente que la victoria de Hitler en la Segunda Guerra Mundial significaría el fin de la Iglesia Católica en Europa. "Entonces -se pregunta el defensor- si realmente era el Papa de Hitler, ¿por qué transmitió al gobierno inglés la propuesta de un grupo de generales alemanes anti-nazistas, que preguntaron si Inglaterra haría la paz con Alemania si ellos, el grupo de generales alemanes, tuvieran éxito en detener a Hitler y quitarlo del gobierno? El responsable de la propuesta fue el general Ludwig Beck, quien había sido jefe del Estado Mayor, pero en 1938 dimitió por estar convencido de que Hitler era un criminal y no obstante todas sus promesas y tratados, atacaría otras naciones. Pacelli conoció a Beck cuando fue nuncio en Berlín y estimaba mucho su honestidad e integridad. Si Pío XII hubiese sido el Papa de Hitler nunca se habría comprometido a esta mediación tan altamente peligrosa".
Cuando después de Pearl Harbour Estados Unidos se alió con Rusia, muchos católicos americanos tuvieron problemas de conciencia en cuanto a la producción de armas destinadas a la Rusia comunista. En su encíclica "Divini Redemptoris," Pío XI había prohibido a los católicos actuar a favor de los comunistas. Así, Pío XII ordenó que los obispos distinguidos de EE.UU. declararan que la posición de la Iglesia Católica en lo que se refiere al comunismo seguía siendo la de siempre, pero no estaba opuesta al pueblo ruso. Como el pueblo ruso que había sido atacado por los nazis, era menester ayudar a gente que había sido injustamente atacada. ¿Cómo es entonces que Pío XII puede ser llamado el "Papa de Hitler"? Si hubiera sido eso, obviamente nunca hubiera dado la orden nombrada. Podría aún haber proclamado una cruzada contra la Rusia comunista pero por supuesto, no obstante la presión de Alemania nazista, con resolución y coraje se rehusó a declararla.
Existe evidencia histórica clara de que Pío XII estaba completamente opuesto tanto al socialismo nacional como al comunismo y que creía, como Churchil, primer ministro inglés, que a largo plazo el comunismo era el peligro mayor para el mundo y el cristianismo.
De acuerdo con el protocolo, cada nuevo Papa debe informar de su elección, a todos los gobiernos con quienes la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas. Por tanto, fue necesaria una nota personal de Pío XII a Hitler cuyo tono fue moderado. En el momento más exitoso del Kulturkampf, el recién electo León XIII envió un mensaje parecido a la Alemania de Bismarck, que disminuyó las tensiones.
Un gesto similar debía hacer Pío XII, aunque no tenía ilusiones. "Debemos mostrar que queremos paz; si el otro lado no quiere paz, combatiremos" dijo el nuevo pontífice. Inglaterra y Francia, desde el comienzo hicieron concesiones a Hitler que obstinadamente se rehusaron a hacer a los gobiernos democráticos alemanes anteriores a Hitler. Ambos hicieron concesiones al Reich pero, más que nada, con la encíclica "Mit brennender Sorge" de 1937 la Santa Sede había denunciado en la forma más clara y aguda posible que Hitler no era honesto y que tratados firmados por él no tenían valor alguno. Un año más tarde, en 1938, tuvo lugar la infortunada Conferencia de Munich entre Inglaterra, Francia, Italia, Alemania. Chamberlain y Daladier, por una y otra nación, confiadamente anunciaron que ahora habría "paz en nuestro tiempo, y paz para siempre" .
Cornwell no dice mucho sobre las importantes cartas encíclicas de Pío XII, como "Mystici corporis" (sobre la Iglesia), "Divino afflante Spiritu" (sobre estudios avanzados de la Escritura), "Mediator Dei" (la Magna Carta de la
liturgia) ni sobre sus otras numerosas encíclicas, o sus discursos que abarcaron toda la gama de los problemas modernos. "Cornwell, un total amateur en estas -materias a juicio de Gumpel-, a veces tiene el descaro de hacer comentarios negativos sobre esas actividades importantes, sin las cuales el Concilio Vaticano II no hubiera sido posible. Tanto que los documentos conciliares no citan a ningún otro autor tan a menudo como a Pío XII".
Entre nazis y comunistas
Las observaciones que le hace Cornwell a Pacelli apuntan al documento Humani Generis, sin reconocer que se manifestaban, en esa época, ciertas tendencias de relativismo teológico que debían ser corregidas. Hoy, los juicios sobre esta cuestión son mucho más justos y equilibrados de lo que fueron en tiempos pasados. También refiere al problema de los sacerdotes obreros. Pío XII no les prohibió no obstante reconocer que en no pocos casos, había sacerdotes que ejercían un papel importante en sindicatos encabezados por comunistas; que descuidaban sus deberes sacerdotales y la
oración; que impulsaban la lucha de clases; y que algunos se transformaron en fervientes comunistas. Pío XII apreció mucho la generosidad de tantos sacerdotes trabajadores, pero sintió la necesidad de asegurar su vida sacerdotal, reduciendo las horas que empleaban como trabajadores en ocupaciones laicas.
Pío XII distaba mucho de ser ambicioso y arribista, como apunta Cornwell. Pacelli hizo una gran carrera porque era brillante, concienzudo y trabajador. Siendo joven sacerdote, quería desempeñar un trabajo estrictamente pastoral en el sentido directo de la palabra. Fue sólo en obediencia a una autoridad superior que entró en el servicio diplomático de
la Santa Sede. Cuando terminó en 1929 su tarea como nuncio apostólico, quería ser obispo diocesano y desempeñar en ese cargo su labor pastoral. Cuando fue elegido Papa, no aceptó la elección inmediatamente, e insistió en una segunda votación. Cuando ésta resultó abrumadoramente a su favor, aceptó la elección como señal de la voluntad de Dios, pero "in signum crucis", como pesada cruz.
Salvo una o dos excepciones, Cornwell ignora totalmente la cantidad de volúmenes científicos muy bien documentados publicados por el Kommission fur Zeitgeschichte (Comisión de Historia).
"Robert Kempner, Fiscal General Adjunto de los Estados Unidos de América en los juicios de Nuremberg, refuta los ataques contra Pío XII y su conducta durante la Segunda Guerra Mundial y sobre su decisión de abstenerse de protestar abiertamente contra la persecución de los judíos", agrega Peter Gumpel.
El jesuita estima que Cornwell no da la debida importancia al hecho de que la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de Iglesias Cristianas (con sede en Suiza, país neutral) optaran por la misma decisión que tomó Pío XII e igualmente decidió abstenerse de pronunciar fuertes protestas para no perjudicar las acciones secretas y silenciosas de ayuda a los judíos.
Defensores del Papa
Gumpel señala que el inglés reiteradamente alude a fuentes citadas a su vez por otros. "No nos encontramos, por tanto, ante una investigación científica. El fenómeno "citado por" se aplica muy frecuentemente", dice el sacerdote.
Cornwell asegura haber estudiado todas las actas de la encuesta canónica hecha sobre la beatificación de Pío XII pero, denuncia Gumpel, omite los juicios positivos de los testigos.
Después de que Rolf Hochhuth presentó su obra "El Vicario", en 1963, el cardenal Montini (más tarde Pablo VI) escribió una fuerte carta en defensa de Pío XII, pocos días antes de que él mismo fuera electo Papa. Esta carta
fue publicada en varios medios pocos días después de la elección de Montini. Juan XXIII siempre expresó un gran aprecio por Pío XII. Y en su último viaje a Africa, Juan Pablo II lo llamó un "gran Papa". Cuando un periodista le preguntó por el supuesto "silencio" sobre el Holocausto por parte de Pío XII, Juan Pablo II reaccionó agudamente y aconsejó al periodista que leyera las obras del padre Blet que acababa de publicar una clara defensa de Pío XII. Hace unos meses el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, reaccionó fuertemente contra las calumnias hechas contra Pío XII, y la "sottile persecuzione" (la sutil persecución) de éste, que en verdad se basa en una falsificación deliberada de la historia. Cornwell o ignora o minimiza tales declaraciones.
Cornwell también se refiere a menudo a D'Arcy Osborne, representante inglés ante la Santa Sede durante la segunda guerra, pero no dice que este diplomático consideraba a Pío XII la persona más santa que había tenido el
privilegio de conocer en su larga vida y que confió en una carta privada que sentía no ser católico para poder recibir la Santa Comunión de manos de Pío XII. "Muchos otros testimonios podrían ser añadidos de personas distinguidas y honestas dice Gumple-. Si se toma en cuenta todo esto, uno se siente obligado a decir que el libro de Cornwell busca hacer un linchamiento moral y un auténtico asesinato de carácter. Su Pío XII no es el Papa de Hitler; es un Pío XII ficticio, una fea caricatura de un hombre noble y santo".
Se podría decir mucho más. Por ejemplo, que Cornwell es totalmente ignorante de la guerra psicológica hecha, especialmente, por los ingleses, divulgando falsos informes sobre transmisiones de Radio Vaticano y otras, o que obviamente nunca ha escuchado hablar de las falsificaciones de Scattolini que muchos creyeron. Después de la guerra, Scattolini fue detenido por la policía italiana y admitió que los informes que le hallaron (unos mil) fueron pura y simplemente inventados por él mismo para ganar dinero. Se podría decir mucho más, pero las pocas observaciones hechas dan una idea de lo que se debe pensar sobre el libro de Cornwell. "Tomando todo en cuenta, mi juicio es el siguiente: Cornwell, que es sin duda alguna un amateur en el campo de la historia, derecho canónico, etc., -concluye Peter Gumpel-. Ha producido un libro superficial, muy mal hecho y completamente indigno de confianza. Objetivamente hablando es parcial, tendencioso y tan unilateral que uno se pregunta cuál es el verdadero motivo que llevó a este hombre a escribir este libro".