Protestantes y católicos se disputan la autoría fundadora de Cristo. Los segundos aseguran que su Iglesia fue fundada por Jesús y que Simón Pedro fue el primer Papa. Los primeros niegan que Jesus haya fundado Iglesia alguna. Historiadores agnósticos defensores de la historicidad de Jesús apuntalan esta tesis, la de que Jesús fue un judío ortodoxo que defendió hasta el final de sus días el cumplimiento de la Ley Mosaica. De hecho hay citas evangélicas para todos los gustos, para católicos, para evangélicos e incluso para los defensores de un Jesús judío ortodoxo,
Como no estoy dispuesto a dar la razón a ninguno de los bandos en conflicto, propongo una visión aparte de las anteriores: Jesús no fundó Iglesia alguna por la sencilla razón de que fue la Iglesia la que fundó a Jesús.
Asegurar que Jesús fundó la Iglesia Cristiana equivale a afirmar algo así como que Rómulo y Remo fueron los auténticos fundadores de Roma. Todos sabemos que esa fue una leyenda por la que la ciudad se atribuía a sí misma un origen mitológico, que Rómulo y Remo son símbolos de la ciudad. Con Jesús sucede algo parecido como con Santa Brígida, una monja imaginaria impuesta para sustituir el culto a la diosa céltica Bridget o como con el mitológico San Jorge.
La Iglesia cristiana necesitó de un héroe mitológico que le diera origen, sentido y significado, lo fue construyendo poco a poco hasta dotarlo de carne y hueso.
Como no estoy dispuesto a dar la razón a ninguno de los bandos en conflicto, propongo una visión aparte de las anteriores: Jesús no fundó Iglesia alguna por la sencilla razón de que fue la Iglesia la que fundó a Jesús.
Asegurar que Jesús fundó la Iglesia Cristiana equivale a afirmar algo así como que Rómulo y Remo fueron los auténticos fundadores de Roma. Todos sabemos que esa fue una leyenda por la que la ciudad se atribuía a sí misma un origen mitológico, que Rómulo y Remo son símbolos de la ciudad. Con Jesús sucede algo parecido como con Santa Brígida, una monja imaginaria impuesta para sustituir el culto a la diosa céltica Bridget o como con el mitológico San Jorge.
La Iglesia cristiana necesitó de un héroe mitológico que le diera origen, sentido y significado, lo fue construyendo poco a poco hasta dotarlo de carne y hueso.