Re: ¿JESUS DIJO QUE ERA DIOS?
Uno de los primeros apologistas fue Justino Mártir, quien vivió desde alrededor de 110 hasta 165 E.C. Ninguno de sus escritos existentes menciona a tres personas coiguales en un solo Dios.
Por ejemplo, según La Biblia (versión católica de Serafín de Ausejo), Proverbios 8:22-30 dice esto de Jesús en su existencia prehumana: “Yahvéh me creó al comienzo de su acción, antes que sus obras más antiguas. [...] Nací cuando no existían los abismos [...] Antes que las colinas yo nací [...] Allí estuve a su lado [el de Dios] como arquitecto”.
Justino, al considerar esos versículos, dice en su Diálogo con Trifón:
“Esta descendencia es engendrada por el Padre antes de todas las criaturas —la palabra lo ha puesto de manifiesto—; ahora bien, todo el mundo convendrá en que lo engendrado es numéricamente distinto del que lo engendra”[SUP]9[/SUP].
Puesto que el Hijo nació de Dios, Justino sí usa la expresión “Dios” tocante al Hijo. Declara en su Apología I: “El Padre del universo tiene un Hijo, que, siendo Verbo y primogénito de Dios, es también Dios”[SUP]10[/SUP].
La Biblia también alude al Hijo de Dios mediante el título “Dios”. En Isaías 9:6 se le llama “Dios Poderoso”. Pero en la Biblia se llama “dioses” también a ángeles, humanos, dioses falsos y a Satanás. (Ángeles: Salmo 8:5; compárese con Hebreos 2:6, 7. Humanos: Salmo 82:6. Dioses falsos: Éxodo 12:12; 1 Corintios 8:5. Satanás: 2 Corintios 4:4.)
En las Escrituras Hebreas, la palabra que se vierte “Dios”, ´El, significa sencillamente “Poderoso” o “Fuerte”. Su equivalente en las Escrituras Griegas es the·ós.
Además, el término hebreo que se usa en Isaías 9:6 muestra una distinción clara entre el Hijo y Dios. Ahí al Hijo se le llama “Dios Poderoso”, ´El Guib·bóhr, no “Dios Todopoderoso”.
Este término en hebreo es ´El Schad·dái y aplica únicamente a Jehová Dios.
Sin embargo, note que aunque Justino llama al Hijo “Dios”, nunca dice que el Hijo es una de tres personas iguales, cada una de las cuales es Dios aunque las tres forman un solo Dios. Más bien, dice en su Diálogo con Trifón:
“Es [...] llamado Dios y Señor [Jesús en su existencia prehumana] otro que está bajo el Hacedor del universo [el Dios Todopoderoso], y que [el Hijo] se llama también ángel o mensajero, por ser El [el Hijo] quien anuncia a los hombres cuanto quiere se les anuncie el Creador de todas las cosas, por encima del cual no hay otro Dios. [...]
”[El Hijo] es otro que el Dios creador del universo, otro, digo, numéricamente, no en sentir y pensamiento”[SUP]11[/SUP].
Aparece un pasaje interesante en la Apología I de Justino, capítulo 6, donde él defiende a los cristianos de la acusación pagana de que son ateos. Escribe:
“A El [Dios] y al Hijo, que de El vino y nos enseñó todo esto, y al ejército de los otros ángeles buenos que le siguen y le son semejantes, y al Espíritu profético, le damos culto y adoramos”[SUP]12[/SUP].
Un traductor de ese pasaje, Bernhard Lohse, comenta: “Como si no bastara con que en esta enumeración se menciona a ángeles como seres que reciben honra y adoración de los cristianos, Justino no titubea en mencionar a los ángeles antes de nombrar al Espíritu Santo”[SUP]13[/SUP]. (Véase también An Essay on the Development of Christian Doctrine [Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana][SUP]14[/SUP].)
Así que, aunque Justino Mártir parece haberse apartado de la doctrina bíblica pura en relación con quién debe ser objeto de la adoración del cristiano, es patente que él no consideró que el Hijo fuera igual al Padre, como tampoco se consideró que los ángeles fueran iguales a Él. Respecto a Justino, citamos nuevamente de la obra The Church of the First Three Centuries, del señor Lamson:
“Justino consideró que el Hijo era distinto de Dios e inferior a él: distinto, no en el sentido moderno de constituir una de tres hipóstasis, o personas, [...] sino distinto en esencia y naturaleza; con una existencia real, sustancial, individual, separada de Dios, de quien derivó todos sus poderes y títulos; constituido bajo él, y sujeto en todas las cosas a su voluntad.
El Padre es supremo; el Hijo está subordinado: el Padre es la fuente de poder; el Hijo, el recibidor: el Padre origina; el Hijo, como ministro o instrumento suyo, ejecuta. Son dos en número, pero concuerdan, o son uno, en voluntad; la voluntad del Padre siempre convence al Hijo”[SUP]15[/SUP].
Además, Justino no dice en ninguna parte que el espíritu santo sea una persona igual al Padre y al Hijo. De modo que en ningún sentido puede decirse honradamente que Justino enseñó la Trinidad de la cristiandad moderna.
FUENTE:
9. Padres Apologetas Griegos, segunda edición, B.A.C., Madrid, 1979, página 528; introducciones, texto griego, versión española y notas de Daniel Ruiz Bueno.
10. Ibíd., página 254.
11. Padres Apologetas Griegos, páginas 394, 395, 397.
12. Ibíd., página 187.
13. A Short History of Christian Doctrine, por Bernhard Lohse, traducido del alemán al inglés por F. Ernest Stoeffler, 1963, segunda impresión en rústica: 1980, página 43.
14. An Essay on the Development of Christian Doctrine, página 20.
15. The Church of the First Three Centuries, páginas 73, 74, 76.
Uno de los primeros apologistas fue Justino Mártir, quien vivió desde alrededor de 110 hasta 165 E.C. Ninguno de sus escritos existentes menciona a tres personas coiguales en un solo Dios.
Por ejemplo, según La Biblia (versión católica de Serafín de Ausejo), Proverbios 8:22-30 dice esto de Jesús en su existencia prehumana: “Yahvéh me creó al comienzo de su acción, antes que sus obras más antiguas. [...] Nací cuando no existían los abismos [...] Antes que las colinas yo nací [...] Allí estuve a su lado [el de Dios] como arquitecto”.
Justino, al considerar esos versículos, dice en su Diálogo con Trifón:
“Esta descendencia es engendrada por el Padre antes de todas las criaturas —la palabra lo ha puesto de manifiesto—; ahora bien, todo el mundo convendrá en que lo engendrado es numéricamente distinto del que lo engendra”[SUP]9[/SUP].
Puesto que el Hijo nació de Dios, Justino sí usa la expresión “Dios” tocante al Hijo. Declara en su Apología I: “El Padre del universo tiene un Hijo, que, siendo Verbo y primogénito de Dios, es también Dios”[SUP]10[/SUP].
La Biblia también alude al Hijo de Dios mediante el título “Dios”. En Isaías 9:6 se le llama “Dios Poderoso”. Pero en la Biblia se llama “dioses” también a ángeles, humanos, dioses falsos y a Satanás. (Ángeles: Salmo 8:5; compárese con Hebreos 2:6, 7. Humanos: Salmo 82:6. Dioses falsos: Éxodo 12:12; 1 Corintios 8:5. Satanás: 2 Corintios 4:4.)
En las Escrituras Hebreas, la palabra que se vierte “Dios”, ´El, significa sencillamente “Poderoso” o “Fuerte”. Su equivalente en las Escrituras Griegas es the·ós.
Además, el término hebreo que se usa en Isaías 9:6 muestra una distinción clara entre el Hijo y Dios. Ahí al Hijo se le llama “Dios Poderoso”, ´El Guib·bóhr, no “Dios Todopoderoso”.
Este término en hebreo es ´El Schad·dái y aplica únicamente a Jehová Dios.
Sin embargo, note que aunque Justino llama al Hijo “Dios”, nunca dice que el Hijo es una de tres personas iguales, cada una de las cuales es Dios aunque las tres forman un solo Dios. Más bien, dice en su Diálogo con Trifón:
“Es [...] llamado Dios y Señor [Jesús en su existencia prehumana] otro que está bajo el Hacedor del universo [el Dios Todopoderoso], y que [el Hijo] se llama también ángel o mensajero, por ser El [el Hijo] quien anuncia a los hombres cuanto quiere se les anuncie el Creador de todas las cosas, por encima del cual no hay otro Dios. [...]
”[El Hijo] es otro que el Dios creador del universo, otro, digo, numéricamente, no en sentir y pensamiento”[SUP]11[/SUP].
Aparece un pasaje interesante en la Apología I de Justino, capítulo 6, donde él defiende a los cristianos de la acusación pagana de que son ateos. Escribe:
“A El [Dios] y al Hijo, que de El vino y nos enseñó todo esto, y al ejército de los otros ángeles buenos que le siguen y le son semejantes, y al Espíritu profético, le damos culto y adoramos”[SUP]12[/SUP].
Un traductor de ese pasaje, Bernhard Lohse, comenta: “Como si no bastara con que en esta enumeración se menciona a ángeles como seres que reciben honra y adoración de los cristianos, Justino no titubea en mencionar a los ángeles antes de nombrar al Espíritu Santo”[SUP]13[/SUP]. (Véase también An Essay on the Development of Christian Doctrine [Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana][SUP]14[/SUP].)
Así que, aunque Justino Mártir parece haberse apartado de la doctrina bíblica pura en relación con quién debe ser objeto de la adoración del cristiano, es patente que él no consideró que el Hijo fuera igual al Padre, como tampoco se consideró que los ángeles fueran iguales a Él. Respecto a Justino, citamos nuevamente de la obra The Church of the First Three Centuries, del señor Lamson:
“Justino consideró que el Hijo era distinto de Dios e inferior a él: distinto, no en el sentido moderno de constituir una de tres hipóstasis, o personas, [...] sino distinto en esencia y naturaleza; con una existencia real, sustancial, individual, separada de Dios, de quien derivó todos sus poderes y títulos; constituido bajo él, y sujeto en todas las cosas a su voluntad.
El Padre es supremo; el Hijo está subordinado: el Padre es la fuente de poder; el Hijo, el recibidor: el Padre origina; el Hijo, como ministro o instrumento suyo, ejecuta. Son dos en número, pero concuerdan, o son uno, en voluntad; la voluntad del Padre siempre convence al Hijo”[SUP]15[/SUP].
Además, Justino no dice en ninguna parte que el espíritu santo sea una persona igual al Padre y al Hijo. De modo que en ningún sentido puede decirse honradamente que Justino enseñó la Trinidad de la cristiandad moderna.
FUENTE:
9. Padres Apologetas Griegos, segunda edición, B.A.C., Madrid, 1979, página 528; introducciones, texto griego, versión española y notas de Daniel Ruiz Bueno.
10. Ibíd., página 254.
11. Padres Apologetas Griegos, páginas 394, 395, 397.
12. Ibíd., página 187.
13. A Short History of Christian Doctrine, por Bernhard Lohse, traducido del alemán al inglés por F. Ernest Stoeffler, 1963, segunda impresión en rústica: 1980, página 43.
14. An Essay on the Development of Christian Doctrine, página 20.
15. The Church of the First Three Centuries, páginas 73, 74, 76.