Mejor dicho, Jesús nunca negó ser Dios.
Prueba de ello es que siendo hombre, se hacía Dios, o se hacía igual a Dios, dependiendo del texto bíblico que se use. Ya se sabe que ante la declaración, “No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn 10:33), tu respuesta automática es que se trataba de una declaración ignorante de los fariseos, ¿pero qué o quien avalúa que sea una declaración ignorante? El texto bíblico no lo avalúa; Jesús y Juan no lo avalúan. Está más que claro que lo único que lo avalúa es tu propio prejuicio.
Sin embargo, más adelante en el mismo texto, Jesús sabe muy bien cuál es la controversia en las mentes de los fariseos, y por eso, en vez de disculparse o de corregirles la declaración, les recalca ser el Hijo de Dios, y que el Padre es su propio Padre, y que el Padre está en él y él en el Padre. Ante lo cual los fariseos procuraron prenderle otra vez (Jn 10:36-39).
Otro ejemplo de que ser el Hijo de Dios hace de Jesús, Dios, es cuando sus discípulos le rinden adoración con la declaración, “En verdad tú eres el Hijo de Dios” (Mt 14:33). Los discípulos no rendirían adoración a nadie que no sea Dios, y Jesús no se los permitiría si no fuese Dios él mismo.
Por supuesto, no está demás recalcar la declaración de que “Este (Hijo Jesucristo) es el Dios verdadero y la vida eterna” (1 Jn 5:20) que hace de Jesús, Dios, o igual a Dios.