Re: ¿JESUS DIJO QUE ERA DIOS?
REFLEXIÓN 1.
Mucha de la confusión que obstruye el pensamiento claro acerca de la Divinidad puede ser trazada a una causa primera. No hemos contado con los cambios en el significado de los vocablos, que han sido afectados por el tiempo, a medida que el idioma se trasplantaba de una cultura a otra. Un ejemplo más destacado de esto es el término “Hijo de Dios”, el cual muchos hoy inconscientemente lo traducen como “Dios, el Hijo”, un significado que no era posible que tuviera en los documentos cristianos originales.
“Hijo de Dios” es un título que identifica al actor principal en el drama Cristiano, Jesús, el Mesías. “Hijo de Dios” es un nombre dado en la Biblia a representantes de Dios, principalmente a su rey escogido. Una distorsión en el significado de ese título tendrá un efecto desastroso sobre nuestra comprensión de la fe original. El Cristianismo original debe ser amoldado por las ideas y conceptos que circulaban en su medio ambiente apostólico del primer siglo, ahora vistos por nosotros a una distancia de 1900 años. El paso del tiempo nos ha alienado del mundo del pensamiento de los escritores apostólicos de la Biblia. Un cuadro muy diferente de lo que ellos enseñaron emerge si examinamos nuestras Escrituras en contra de los antecedentes lingüísticos, culturales y religiosos de aquellos históricos creyentes del primer siglo.
Si creemos que Dios se revela a sí mismo a través de las palabras de la Biblia, será preciso que quien pretenda llevar el nombre de Jesús examine la evidencia en las Escrituras para que determine quién es el Dios de la Biblia. Un investigador Cristiano de la verdad es personalmente responsable de tamizar cuidadosamente los diversos textos relevantes, tal como hicieron los entusiastas Bereanos. Ellos fueron renombrados por su renovante pero rara nobleza de mente (Hechos 17:11). Ellos se atrevieron a ver “si estas cosas eran así.”. El resultado fue que ellos vinieron a ser verdaderos creyentes.
Nosotros no creemos que Jesús fue “sólo un buen hombre”, o uno de una serie de profetas. Nuestra fe está puesta en él como el agente escogido y sin pecado del único Dios para la salvación de hombres y mujeres en todas partes. No obstante, decir en español contemporáneo que él es Dios, deforma las Escrituras Cristianas. Es suficiente, y completamente bíblico, creer que él es el Mesías, el Hijo de Dios. No estamos intimidados por los argumentos populares de que Jesús debe ser cualesquiera “loco, malo, o Dios.”
Forzarnos a una elección entre aceptarlo como lunático, mentiroso o Dios mismo, nos desvía hábilmente de la verdad acerca de su identidad real. Hay otra opción, una que satisface la descripción escrituraria exactamente. En cuanto al intento de algunos de definir a Dios como un “que” en tres “quiénes” lo encontramos desprovisto de sustento bíblico. Un momento de reflexión revela que en la Escritura el Dios de Israel nunca es descrito como un “que” o de ninguna forma impersonal. Los pronombres personales singulares nos informan que el único Dios es definitivamente un “quién.” Hacerlo tres “quiénes” viola demostrativamente el consistente testimonio de las Escrituras. Cualquiera debería confesar que la idea Trinitaria de Dios como ambos, tres y uno, no puede ser comprendida, aunque sugerimos que semejante admisión señala sólo la debilidad de todo el concepto trinitario.
Creer en un Dios unipersonal confirió a Israel una visión del mundo que la separó de las otras filosofías, religiones, culturas y naciones. Ella retiene su comprensión especial sobre Dios hasta este día.
En contraste, el amplio espectro del Cristianismo se sujeta a la idea de un Dios en tres personas de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), con una minoría afirmando creer en un Dios en dos personas (Padre y “Palabra”), ambas personas existiendo desde la eternidad. Las religiones orientales aceptan mucho más que un Dios, o al menos de seres personales intermediarios entre el Dios Supremo y la creación, como ocurrió en el mundo Griego por quien la Iglesia Cristiana estuvo influenciada poco después de la muerte de su fundador, Jesús, el Mesías. Grandes cantidades de personas hoy día están encontrando sus raíces teológicas en el concepto Oriental de muchos dioses, el credo de que todos nosotros somos dioses esperando el auto-descubrimiento y en cierto grado desconcertante de que todo es Dios. Es difícil no observar que la anarquía religiosa sobreviene inevitablemente cuando cada persona es un dios en su propia opinión, determinando su propio credo y conducta. De allí tantos “cristianos” llamados “de por libre” o bien, como yo los llamo, “lobos solitarios” que, so pretexto de pasárselas en “comunión” constante con Dios, pretenden que la Divinidad les dé, por separado y ajustándose a sus gustos y caprichos personales, la revelación que más se adapte al compás de la música que deleiten sus oídos.
Cuando Jesús estuvo explicando el fundamento de su creencia, él repitió las palabras dichas por Moisés a la nación de Israel: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deut. 6:4,5); Mar. 12:29,30). A partir de la confirmación de Jesús de las palabras de Moisés registradas en el libro de Deuteronomio, estamos forzados a concluir que él debió haber entendido y creído lo que Moisés creía que significaban estas palabras. Si hubiera sido de otra manera, o si algún cambio radical había ocurrido para negar la afirmación definitiva de Moisés acerca de “un Dios”, los escritores del Nuevo Testamento fallaron completamente en suministrar cualquier declaración necesaria y oportuna pero igualmente no ambigua para revertir o corregir esta pieza clave de la fe judía.
Al principio en Génesis oímos decir que “los dos (Adán y Eva) serán una carne” (Gén. 2:24). La palabra “uno” aquí significa precisamente uno y no más (una carne y no dos “carnes”). Un racimo de uvas es exactamente eso, uno y no dos racimos. Así cuando se dice que Dios es “un Señor” (Deut. 6:4; Mar. 12:29, NASV) El es un solo Señor y no más. Suponga que alguno dijera que la palabra “uno” significaba un “uno compuesto” en las palabras “un trípode”. Suponga que alguno pensara que la frase un Estados Unidos de América implicara que ese un es realmente plural en su significado. El razonamiento engañoso es obvio: La idea de pluralidad pertenece a las palabras Trípode y “Estados”, no a la palabra “un”. Es un subterfugio transferir a “un” la pluralidad que pertenece sólo al siguiente sustantivo. Esto sería similar a decir que “un” realmente significa “un ciento” cuando aparece en la combinación “un cien piés”.
No demandamos un ejército de teólogos expertos o lingüistas que nos ayuden a entender ciertas declaraciones transparentes en donde la Biblia se refiere a los conceptos elementales con la mayor sencillez posible para una sana comprensión de su enseñanza. Todos hemos usado un lenguaje similar incluyendo la palabra “único” desde que aprendimos a hablar.
Todos sabemos lo que significa “único”. Jesús describió al Padre como el “único Dios verdadero.” Ninguno discrepa que el Padre es el verdadero Dios. Pero observe cuidadosamente: No sólo es el Padre “el verdadero Dios,” él es el único verdadero Dios.” Nosotros estaríamos desconfiados de cualquiera que dijera que tiene “sólo una esposa” si su hogar consistiera de tres mujeres separadas, cada una de las cuales él afirmara que son su única esposa. Como el “único Dios verdadero”, o como bien podríamos igualmente decir, “El único que es verdaderamente Dios,” el Padre de Jesús mantiene una posición única y sin par.
A pesar de las declaraciones definitivas de Jesús sobre sus credos, que le mostraron ser un verdadero hijo de Israel, algunos teólogos del presente día están determinados en justificar el credo muy posterior formulado en el cuarto y quinto siglos. Ellos sostienen que Jesús, después de todo, sí afirmó ser Dios porque él no negó que era el Hijo de Dios”. La ecuación repetida del “Hijo de Dios” con “Dios” en los escritos Trinitarios necesita ser examinada…