Re: ¿JESUS DIJO QUE ERA DIOS?
Yo había sido muy malo y me vinieron a buscar.
La justicia me perseguía hace rato pero no me podían hallar.
Un día tocaron a mi puerta y se me tiraron encima.
Se podía notar la felicidad de sus rostros y a los golpes me llevaron al tribunal.
En el tribunal el juez me sentenció a muerte y hasta dijo como me iban a matar.
El linchamiento sería en plena plaza pública y al otro día muy temprano por la mañana.
Todo el pueblo resultó invitado a ver mi ejecución.
Y la mañana siguiente parece haber llegado en avión de lo rápido que apareció.
Y allí estaba yo con la soga al cuello y esperando que pateen el cajón, cuando apareció un loco que dijo conocerme y ser mi amigo y se dirigió directo al juez.
No entendí bien porque demoraban en matarme pero de repente noté, que lo traían esposado a el.
Como si ya no les interesara mas, me sacaron con desprecio la soga y me empujaron a un costado.
Lo subieron al desconocido y le pusieron la soga a el.
Ya nadie parecía prestarme atención.
El centro de atención había cambiado de posición.
La misma multitud que gritaba matenlo!!! asesino!!! a mi, en menos de cinco minutos se lo estaban gritando a el.
Se imaginan lo desconcertado que estaba. Esa mañana me iban a ahorcar y ahí estaba tirado en el piso, completamente ignorado.
El banco cedió y el desconocido murió en un santiamén.
La gente satisfecha en su deseo de venganza y muerte, se fueron retirando mirando y disfrutando el cuerpo colgando, de aquel pobre loco, que me había reemplazado.
Cuando todos se habían retirado, quedé solo con el Juez y perplejo le pregunté, para cuando se había postergado mi muerte.
A lo que sin vacilar me contestó. Tu muerte acaba de ocurrir.
Que suerte la tuya, de tener tal amigo, que se ofreció a pagar la condena que pesaba sobre tí.
La ciudad se ha cobrado, y puedes irte en paz.
Yo no lo podía creer, y aunque ya no había nadie, me retiré como con culpa, dándome vuelta, para ver si alguien igual me perseguía para atraparme otra vez.
Tenía tanta presión que al llegar a casa me puse a llorar como un bebe.
No había forma de que pudiera entender.
¿Porque yo? ¿Porque a mi? Porque dijo que me amaba hasta dar su vida por mi si yo jamás lo había visto en mi vida.
Me había preparado para morir aquella fría mañana.
Había terminado mis lazos con todos y con todo.
Por primera vez en toda mi vida, no me sentía el centro de algo. Y me sentí verdaderamente libre.
Aquella noche no pude dormir pensando en aquel desconocido que había dado su vida por mi.
Yo estaba vivo aquí y el estaba bien muerto allá.
Y ya no quise volver a salir. Sentí que por primera vez estaba limpio y no me quería volver a ensuciar.
Apenas habían pasado tres días y mi timbre sonó con suavidad.
Al abrir perplejo la puerta, el estaba allí parado como solicitando permiso para que lo deje pasar.
Señor, atiné a decirle... ¿Quien sos?
Yo soy el que puso su vida en tu lugar y por lo tanto la vida que ahora disfrutas me pertenece a mi.
Desde ese día, en vez ser esclavo del pecado para muerte, fue esclavo de este amigo para vivir con el, eternamente.
Yo había sido muy malo y me vinieron a buscar.
La justicia me perseguía hace rato pero no me podían hallar.
Un día tocaron a mi puerta y se me tiraron encima.
Se podía notar la felicidad de sus rostros y a los golpes me llevaron al tribunal.
En el tribunal el juez me sentenció a muerte y hasta dijo como me iban a matar.
El linchamiento sería en plena plaza pública y al otro día muy temprano por la mañana.
Todo el pueblo resultó invitado a ver mi ejecución.
Y la mañana siguiente parece haber llegado en avión de lo rápido que apareció.
Y allí estaba yo con la soga al cuello y esperando que pateen el cajón, cuando apareció un loco que dijo conocerme y ser mi amigo y se dirigió directo al juez.
No entendí bien porque demoraban en matarme pero de repente noté, que lo traían esposado a el.
Como si ya no les interesara mas, me sacaron con desprecio la soga y me empujaron a un costado.
Lo subieron al desconocido y le pusieron la soga a el.
Ya nadie parecía prestarme atención.
El centro de atención había cambiado de posición.
La misma multitud que gritaba matenlo!!! asesino!!! a mi, en menos de cinco minutos se lo estaban gritando a el.
Se imaginan lo desconcertado que estaba. Esa mañana me iban a ahorcar y ahí estaba tirado en el piso, completamente ignorado.
El banco cedió y el desconocido murió en un santiamén.
La gente satisfecha en su deseo de venganza y muerte, se fueron retirando mirando y disfrutando el cuerpo colgando, de aquel pobre loco, que me había reemplazado.
Cuando todos se habían retirado, quedé solo con el Juez y perplejo le pregunté, para cuando se había postergado mi muerte.
A lo que sin vacilar me contestó. Tu muerte acaba de ocurrir.
Que suerte la tuya, de tener tal amigo, que se ofreció a pagar la condena que pesaba sobre tí.
La ciudad se ha cobrado, y puedes irte en paz.
Yo no lo podía creer, y aunque ya no había nadie, me retiré como con culpa, dándome vuelta, para ver si alguien igual me perseguía para atraparme otra vez.
Tenía tanta presión que al llegar a casa me puse a llorar como un bebe.
No había forma de que pudiera entender.
¿Porque yo? ¿Porque a mi? Porque dijo que me amaba hasta dar su vida por mi si yo jamás lo había visto en mi vida.
Me había preparado para morir aquella fría mañana.
Había terminado mis lazos con todos y con todo.
Por primera vez en toda mi vida, no me sentía el centro de algo. Y me sentí verdaderamente libre.
Aquella noche no pude dormir pensando en aquel desconocido que había dado su vida por mi.
Yo estaba vivo aquí y el estaba bien muerto allá.
Y ya no quise volver a salir. Sentí que por primera vez estaba limpio y no me quería volver a ensuciar.
Apenas habían pasado tres días y mi timbre sonó con suavidad.
Al abrir perplejo la puerta, el estaba allí parado como solicitando permiso para que lo deje pasar.
Señor, atiné a decirle... ¿Quien sos?
Yo soy el que puso su vida en tu lugar y por lo tanto la vida que ahora disfrutas me pertenece a mi.
Desde ese día, en vez ser esclavo del pecado para muerte, fue esclavo de este amigo para vivir con el, eternamente.
