2 de Corintios 5:16
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
[SUP]17 [/SUP]De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
* Nosotros. . . conocemos.
Es decir, tenemos una opinión. En el texto griego el pronombre "nosotros" es enfático. Pablo se pone en contraste con otros, quizá con sus oponentes de la iglesia de Corinto, quienes destacaban la "letra" de la ley y daban tanta importancia a las apariencias externas.
* De aquí en adelante.
Es decir, desde que se convirtió, cuando cambiaron sus opiniones. Antes de ese tiempo había considerado a Cristo y a algunos hombres a través de los estrechos conceptos del judaísmo. Cuando Pablo era Saulo no había visto "hermosura" " en el Salvador (Isa. 53: 2); y el inevitable resultado fue que había odiado a Jesús como el Mesías, y también a sus seguidores (Hech. 8: 3; 9: 1).
* Según la carne.
Pablo se resiste a estimar a los hombres basándose en las apariencias. No se proponía juzgar a los hombres teniendo como norma su nacionalidad, linaje, educación, cultura, riqueza, alcurnia y la aprobación humana (cf. 1 Cor. 1: 26; 2 Cor. 1: 17). Lo que tenía en cuenta era la "nueva criatura" ( 5: 17). Pablo ahora estimaba a los hombres desde el punto de vista de Cristo, de acuerdo con el carácter de ellos y su inclinación hacia las cosas espirituales ( Mat. 5: 19; 7: 20-27; 12: 46-50). Esta nueva norma para justipreciar a los hombres es otro resultado de la muerte y la gloriosa resurrección de Cristo. El cristiano maduro ve en cada hombre un pecador que debe ser salvado y restaurado a la imagen de Dios, convirtiéndose así en un candidato para el reino de los ciclos. Las apariencias superficiales tienen poco valor; lo que vale es el corazón ( 1 Sam. 16: 7; 2 Cor. 4: 18). Desde este punto de vista una persona de inmensas riquezas podría ser sumamente pobre, y una de muchos conocimientos, completamente ignorante.
* A Cristo conocimos.
Pablo había contemplado a Cristo antes de su conversión desde un punto de vista sólo humano: como un nazareno despreciado, un hombre de cuna humilde, sin educación académica, muy pobre y un impostor que había sido rechazado y crucificado.
A través de los siglos millones de personas de inclinación carnal han cometido el mismo error. En nuestros días abundan las apreciaciones sobre Cristo desde una perspectiva sólo humana. Los eruditos hablan de él como de un gran maestro; los filósofos lo consideran como un exponente de verdad y sabiduría; los sociólogos lo catalogan como un gran reformador social; los psicólogos ven en él a un profundo estudiante de la naturaleza humana, y los teólogos lo consideran como supremo entre los fundadores de las grandes religiones del mundo. Pero para esos hombres Jesús es, en el mejor de los casos, el más grande, el más sabio y el mejor de los grandes hombres del mundo. Los eruditos se han esforzado al máximo para reconstruir el fondo histórico y cultural del Jesús humano, pero no han hecho esfuerzos por llegar a una apreciación más profunda de su divinidad y de su papel como el que salva a los hombres de sus pecados.
Leer la Biblia como si fuera un libro cualquiera es ver en Cristo sólo un hombre como cualquier otro hombre. Es posible espaciarse en los episodios conocidos de la vida de Jesús para formarse un concepto elevado de él y para organizar un bello sistema de ética con sus enseñanzas, y sin embargo pasar por alto las verdades más importantes del Evangelio. La carne y la sangre no disciernen en él al divino-humano Hijo de Dios e Hijo del hombre (Mat. 16: 17). Sólo la percepción espiritual puede discernir las cosas espirituales (1 Cor. 2:14).
El que es una nueva criatura en Cristo Jesús (2 Cor. 5: 17), no disminuye la importancia del Cristo histórico, pero va más allá de ese concepto de él y magnifica a ese humilde personaje como Señor y Dios. Lo hace porque su mente está iluminada por el Espíritu. " "Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" " (1 Cor. 12: 3).
* Ya no lo conocemos así.
Es decir, desde el punto de vista que sostenía cuando era un inconverso. Pablo sabía ahora por experiencia personal y no simplemente por informaciones de segunda mano. Los adversarios de Pablo en Corinto pretendían tener mayor autoridad y más prerrogativas debido a su relación con los apóstoles de Jerusalén y quizá con Jesús mismo. Pero el énfasis de un conocimiento de Cristo "según la carne" inducía a los hombres a exagerar la importancia de aquellas cosas acerca de él que se veían materialmente y eran transitorias, mientras que subordinaban o ignoraban completamente las verdades espirituales más importantes, explícitas e implícitas en su vida y enseñanzas".
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
[SUP]17 [/SUP]De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
* Nosotros. . . conocemos.
Es decir, tenemos una opinión. En el texto griego el pronombre "nosotros" es enfático. Pablo se pone en contraste con otros, quizá con sus oponentes de la iglesia de Corinto, quienes destacaban la "letra" de la ley y daban tanta importancia a las apariencias externas.
* De aquí en adelante.
Es decir, desde que se convirtió, cuando cambiaron sus opiniones. Antes de ese tiempo había considerado a Cristo y a algunos hombres a través de los estrechos conceptos del judaísmo. Cuando Pablo era Saulo no había visto "hermosura" " en el Salvador (Isa. 53: 2); y el inevitable resultado fue que había odiado a Jesús como el Mesías, y también a sus seguidores (Hech. 8: 3; 9: 1).
* Según la carne.
Pablo se resiste a estimar a los hombres basándose en las apariencias. No se proponía juzgar a los hombres teniendo como norma su nacionalidad, linaje, educación, cultura, riqueza, alcurnia y la aprobación humana (cf. 1 Cor. 1: 26; 2 Cor. 1: 17). Lo que tenía en cuenta era la "nueva criatura" ( 5: 17). Pablo ahora estimaba a los hombres desde el punto de vista de Cristo, de acuerdo con el carácter de ellos y su inclinación hacia las cosas espirituales ( Mat. 5: 19; 7: 20-27; 12: 46-50). Esta nueva norma para justipreciar a los hombres es otro resultado de la muerte y la gloriosa resurrección de Cristo. El cristiano maduro ve en cada hombre un pecador que debe ser salvado y restaurado a la imagen de Dios, convirtiéndose así en un candidato para el reino de los ciclos. Las apariencias superficiales tienen poco valor; lo que vale es el corazón ( 1 Sam. 16: 7; 2 Cor. 4: 18). Desde este punto de vista una persona de inmensas riquezas podría ser sumamente pobre, y una de muchos conocimientos, completamente ignorante.
* A Cristo conocimos.
Pablo había contemplado a Cristo antes de su conversión desde un punto de vista sólo humano: como un nazareno despreciado, un hombre de cuna humilde, sin educación académica, muy pobre y un impostor que había sido rechazado y crucificado.
A través de los siglos millones de personas de inclinación carnal han cometido el mismo error. En nuestros días abundan las apreciaciones sobre Cristo desde una perspectiva sólo humana. Los eruditos hablan de él como de un gran maestro; los filósofos lo consideran como un exponente de verdad y sabiduría; los sociólogos lo catalogan como un gran reformador social; los psicólogos ven en él a un profundo estudiante de la naturaleza humana, y los teólogos lo consideran como supremo entre los fundadores de las grandes religiones del mundo. Pero para esos hombres Jesús es, en el mejor de los casos, el más grande, el más sabio y el mejor de los grandes hombres del mundo. Los eruditos se han esforzado al máximo para reconstruir el fondo histórico y cultural del Jesús humano, pero no han hecho esfuerzos por llegar a una apreciación más profunda de su divinidad y de su papel como el que salva a los hombres de sus pecados.
Leer la Biblia como si fuera un libro cualquiera es ver en Cristo sólo un hombre como cualquier otro hombre. Es posible espaciarse en los episodios conocidos de la vida de Jesús para formarse un concepto elevado de él y para organizar un bello sistema de ética con sus enseñanzas, y sin embargo pasar por alto las verdades más importantes del Evangelio. La carne y la sangre no disciernen en él al divino-humano Hijo de Dios e Hijo del hombre (Mat. 16: 17). Sólo la percepción espiritual puede discernir las cosas espirituales (1 Cor. 2:14).
El que es una nueva criatura en Cristo Jesús (2 Cor. 5: 17), no disminuye la importancia del Cristo histórico, pero va más allá de ese concepto de él y magnifica a ese humilde personaje como Señor y Dios. Lo hace porque su mente está iluminada por el Espíritu. " "Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" " (1 Cor. 12: 3).
* Ya no lo conocemos así.
Es decir, desde el punto de vista que sostenía cuando era un inconverso. Pablo sabía ahora por experiencia personal y no simplemente por informaciones de segunda mano. Los adversarios de Pablo en Corinto pretendían tener mayor autoridad y más prerrogativas debido a su relación con los apóstoles de Jerusalén y quizá con Jesús mismo. Pero el énfasis de un conocimiento de Cristo "según la carne" inducía a los hombres a exagerar la importancia de aquellas cosas acerca de él que se veían materialmente y eran transitorias, mientras que subordinaban o ignoraban completamente las verdades espirituales más importantes, explícitas e implícitas en su vida y enseñanzas".