Cuando tenía 10 años, mi padre me obligó a ir al velorio de un amigo suyo que no conocía. Cuando llegamos allí, me quedé en un rincón esperando para irme. Entonces, un hombre se me acercó y me dijo: "disfruta tu vida muchacho, sé feliz porque yo no la disfruté". Puso su mano sobre mi cabeza y se alejó. Antes de irnos, mi padre me obligó a despedirme del muerto, y cuando miré el ataúd me asusté: era el hombre que me hablaba mientras yo estaba en un rincón. Empecé a no poder dormir, tenía miedo de estar solo, iba al psicólogo, no apagaba las luces por las noches... Años después descubrí algo increíble que cambió mi vida: aquel miserable muerto tenía un hermano gemelo...