Recordamos hoy aquel 31 de Octubre de 1517 en que Martín Lutero fijase sus 95 tesis en la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg, en Sajonia.
Durante todo este día primaveral (aquí, en el sur) resonarán en mis oídos los compases del viejo himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”.
¡Cómo comenzó a cambiar el mundo a partir de entonces!
Aquellas tesis en latín fueron traducidas a todos los idiomas europeos y una vez impresas no conocieron fronteras que contuvieran aquel mensaje de rebeldía contra la opresión religiosa, llevando la semilla del evangelio que luego sería predicado en la lengua popular de cada nación.
Aquel hito, junto al de la dieta de Worms, donde un solo hombre se atreve a enfrentarse a lo más granado del Imperio para confesar ante todos la lealtad de su conciencia a la Palabra de Dios, creo que es lo más grande que ha acontecido en el mundo desde la muerte, sepultura, resurrección y ascensión a los cielos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Hoy día, todavía quedamos cristianos que participamos de aquella misma unción espiritual, y con coraje y valor proclamamos salvación y justificación, sólo por gracia, sólo por fe, sólo por Cristo.