Re: HOMOSEXUALIDAD Y DIOS
LA APOSTASÍA CRISTIANA GAY
Un aspecto clave de la apostasía latente en la Teología “Cristiana” Gay es que ésta no reconoce que el Movimiento Homosexual es uno de los canales de influencia del plan satánico para la destrucción de la familia, activo desde Génesis (Génesis 3; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Juan 8:44; 1ª. Pedro 5:8; Efesios 6:12; 1ª. Juan 2:15). Satanás opera sistemáticamente a través de aquello que el mundo secular llama, candorosa y reverentemente, “cultura contemporánea”. Y lo ha hecho en todos los tiempos.
Nuestra cultura occidental, bombardeada por sucesivos cambios sociales en los últimos tres siglos, ha dado sus bienaventuranzas al Movimiento de Liberación Femenina que se venía incubando desde mediados del siglo XX; a los movimientos estudiantiles y gremiales anti-capitalistas (“Revolución de las Flores” y Mayo del ’68), que legitimó el socialismo estalinista en numerosos países; y, a través de las últimas dos a tres décadas, a la corriente post-modernista de búsqueda de alternativas religiosas, enmarcadas en el Movimiento de la Nueva Era.
A la luz de las Escrituras, ¿qué es el Movimiento Homosexual contemporáneo sino la expresión de un progresivo fracaso del hombre en oponerse al perfecto plan de Dios, fundado en una tozuda defensa de sus propias convicciones, que no ofrecen paz ni gozo genuinos? (Job 40: 1-2). “Sin Dios ni ley”, bien podría ser el lema del Movimiento. Lo paradójico es que, a pesar de todo, haya quienes pretenden abrazar la fe en Cristo sin abandonar su homosexualidad; más aún, pretenden torcer las Escrituras proclamando que Dios los acepta y ama sin pretender cambiarlos. Incluso van más allá, afirmando que su homosexualidad es un “don de Dios”. ¡Les dan gracias a Dios por ser gays! Este “don” incluso ha sido calificado por ellos como la “quinta ley espiritual” para los gays y las lesbianas.
“Teólogos” y “pastores” homosexuales como Troy Perry, Michael Countryman, Tomás Hanks, Mona West y Donald Eastman, afirman tener la verdad en cuanto a la interpretación del pecado sodomítico, diciendo que Ocidente ha vivido, literalmente, engañado por la torcida lectura que de la Biblia ha hecho la Iglesia cristiana, calificando de pecado a la homosexualidad y provocando con ello un gran daño emocional y espiritual a las personas gay. “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo (…). ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5: 20).
La teología “cristiana” gay se fundamenta en el principio de la interpretación relativista de la Palabra de Dios, defendiendo a ultranza la contextualización cultural de los textos bíblicos y afirmando que lo que en el Antiguo y Nuevo Testamento se refiere como comportamiento homosexual no es lo que hoy en día comprendemos como tal. Pretenden desconocer que las conductas homosexuales son tan antiguas como la prostitución femenina y masculina, el adulterio y el homicidio; los antiguos las practicaban en sus relaciones comunes y no se restringían solamente a ritos idolátricos, propios de los pueblos paganos que rodeaban a Israel.
Ellos ignoran deliberadamente (ningún artículo apológetico “cristiano” gay es capaz de analizarlo con sinceridad) que no sólo Sodoma y las otras tres ciudades comarcanas que la rodeaban fueron destruidas por la inmoralidad sexual reinante (Zoar, Zeboim y Gomorra). Porque tal como Sodoma refleja el caso de una sociedad altamente influenciada, no sólo por prácticas idolátricas cananeas sino comportamientos homosexuales y aberraciones habituales y masificadas, así también la tribu israelita de Benjamín, pueblo de Dios, asentado en Gabaa, atravesó por similar experiencia (Jueces 19:1-24). El pecado homosexual en Gabaa afrontó su propio castigo con una casi literal exterminación de sa tribu: murieron allí más de 25 mil benjamitas y otros 40 mil soldados de Israel, y sólo por misericordia de Dios hubo posterior restauración (Jueces 20: 47-48). ¡No sólo los gentiles sino también los hijos de Dios estaban y están expuestos a este pecado!
LA APOSTASÍA CRISTIANA GAY
Un aspecto clave de la apostasía latente en la Teología “Cristiana” Gay es que ésta no reconoce que el Movimiento Homosexual es uno de los canales de influencia del plan satánico para la destrucción de la familia, activo desde Génesis (Génesis 3; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Juan 8:44; 1ª. Pedro 5:8; Efesios 6:12; 1ª. Juan 2:15). Satanás opera sistemáticamente a través de aquello que el mundo secular llama, candorosa y reverentemente, “cultura contemporánea”. Y lo ha hecho en todos los tiempos.
Nuestra cultura occidental, bombardeada por sucesivos cambios sociales en los últimos tres siglos, ha dado sus bienaventuranzas al Movimiento de Liberación Femenina que se venía incubando desde mediados del siglo XX; a los movimientos estudiantiles y gremiales anti-capitalistas (“Revolución de las Flores” y Mayo del ’68), que legitimó el socialismo estalinista en numerosos países; y, a través de las últimas dos a tres décadas, a la corriente post-modernista de búsqueda de alternativas religiosas, enmarcadas en el Movimiento de la Nueva Era.
A la luz de las Escrituras, ¿qué es el Movimiento Homosexual contemporáneo sino la expresión de un progresivo fracaso del hombre en oponerse al perfecto plan de Dios, fundado en una tozuda defensa de sus propias convicciones, que no ofrecen paz ni gozo genuinos? (Job 40: 1-2). “Sin Dios ni ley”, bien podría ser el lema del Movimiento. Lo paradójico es que, a pesar de todo, haya quienes pretenden abrazar la fe en Cristo sin abandonar su homosexualidad; más aún, pretenden torcer las Escrituras proclamando que Dios los acepta y ama sin pretender cambiarlos. Incluso van más allá, afirmando que su homosexualidad es un “don de Dios”. ¡Les dan gracias a Dios por ser gays! Este “don” incluso ha sido calificado por ellos como la “quinta ley espiritual” para los gays y las lesbianas.
“Teólogos” y “pastores” homosexuales como Troy Perry, Michael Countryman, Tomás Hanks, Mona West y Donald Eastman, afirman tener la verdad en cuanto a la interpretación del pecado sodomítico, diciendo que Ocidente ha vivido, literalmente, engañado por la torcida lectura que de la Biblia ha hecho la Iglesia cristiana, calificando de pecado a la homosexualidad y provocando con ello un gran daño emocional y espiritual a las personas gay. “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo (…). ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5: 20).
La teología “cristiana” gay se fundamenta en el principio de la interpretación relativista de la Palabra de Dios, defendiendo a ultranza la contextualización cultural de los textos bíblicos y afirmando que lo que en el Antiguo y Nuevo Testamento se refiere como comportamiento homosexual no es lo que hoy en día comprendemos como tal. Pretenden desconocer que las conductas homosexuales son tan antiguas como la prostitución femenina y masculina, el adulterio y el homicidio; los antiguos las practicaban en sus relaciones comunes y no se restringían solamente a ritos idolátricos, propios de los pueblos paganos que rodeaban a Israel.
Ellos ignoran deliberadamente (ningún artículo apológetico “cristiano” gay es capaz de analizarlo con sinceridad) que no sólo Sodoma y las otras tres ciudades comarcanas que la rodeaban fueron destruidas por la inmoralidad sexual reinante (Zoar, Zeboim y Gomorra). Porque tal como Sodoma refleja el caso de una sociedad altamente influenciada, no sólo por prácticas idolátricas cananeas sino comportamientos homosexuales y aberraciones habituales y masificadas, así también la tribu israelita de Benjamín, pueblo de Dios, asentado en Gabaa, atravesó por similar experiencia (Jueces 19:1-24). El pecado homosexual en Gabaa afrontó su propio castigo con una casi literal exterminación de sa tribu: murieron allí más de 25 mil benjamitas y otros 40 mil soldados de Israel, y sólo por misericordia de Dios hubo posterior restauración (Jueces 20: 47-48). ¡No sólo los gentiles sino también los hijos de Dios estaban y están expuestos a este pecado!