Re: Historias
Mientras mi no muy profesional conductor me esperaba en su camioneta, permanecí en aquel lugar unos minutos más y le agredecí al Dios del universo por haberme buscado. Le agradecí por haberme impreso en mi mente ese extraordinario versículo en quel preciso momento de mi camino y por haber alterado de forma radical la historia de mi vida. Le agradecí por reorientarme del mundo de los ngocios hacia el mundo del trabajo en la iglesia y por haberme bendecido con una esposa cristiana y dos hijos maravillosos... que ya son adultos y aman servir a Dios y a Su iglesia.
Como si todo eso no fuera suficiente, también me rodeó d grandes amigos, desafíos que lograr y una visión que seguir. ¡Cuán asombrosa es su gracia!
Mi lista de agradecimientos parecía ser eterna a medida que mi mente recorría los regalos dados por Dios desde aquella noche de campamento. Miré hacia abajo, donde mis pies se apoyaban en aquella colina, y secándome las lágrimas pensé: Todo comezó aquí. Gracias, Padre... gracias.
Preocupado por no perder mi transporte, corrí de regreso hasta donde estaba estacionada la camioneta. Nunca sentí tanto alivio como cuando ví el vehículo destartalado en aquel lugar. Apenas me subí a la vieja Explorer, mi conductor encndió el motor y enfilamos hacia el puerto deportivo del que habíamos partido.
Habrían pasado un par de minutos cuando me miró y me dijo:
Cuando terminé mi relato no hacía más que preguntarme cuál sería su postura en cuanto a las cuestiones espirituales. El silencio que siguió fue roto por sus sentidas palabras:
Mis preguntas terminaron con esta idea: ¿No será que tenía que conocer a aquel joven?
No sé si esta experiencia se debía a mi propia necesidad de reflexionar en una experiencia de conversión impactante o si se trataba de una caminata por el estacionamiento del puerto deportivo para ofrecerle esperanza a alguien desafortunado. No obstante, aprendí algo: Los grandes momentos de la vida se desarrollan a partir de simples actos de cooperación con el misterioso accionar de Dios... de leves impulsos que siempre tienden a enontrar lo que se ha perdido y a liberar lo que ha estado esclavizado.
La aventura de colaborar con Dios incluye ofrecer el regalo más grande que una persona puede recibir -el regalo de Su admirable gracia- a personas inmerecedoras (las cuales muchas veces ni siquiera lo saben) como tú y yo.
Atte.
Joaco <><
La aventura de colaborar con Dios -3da. parte
Por Bill Hybels (Tomado de su libro "Simplemente acercate a ellos")
Por Bill Hybels (Tomado de su libro "Simplemente acercate a ellos")
Mientras mi no muy profesional conductor me esperaba en su camioneta, permanecí en aquel lugar unos minutos más y le agredecí al Dios del universo por haberme buscado. Le agradecí por haberme impreso en mi mente ese extraordinario versículo en quel preciso momento de mi camino y por haber alterado de forma radical la historia de mi vida. Le agradecí por reorientarme del mundo de los ngocios hacia el mundo del trabajo en la iglesia y por haberme bendecido con una esposa cristiana y dos hijos maravillosos... que ya son adultos y aman servir a Dios y a Su iglesia.
Como si todo eso no fuera suficiente, también me rodeó d grandes amigos, desafíos que lograr y una visión que seguir. ¡Cuán asombrosa es su gracia!
Mi lista de agradecimientos parecía ser eterna a medida que mi mente recorría los regalos dados por Dios desde aquella noche de campamento. Miré hacia abajo, donde mis pies se apoyaban en aquella colina, y secándome las lágrimas pensé: Todo comezó aquí. Gracias, Padre... gracias.
Preocupado por no perder mi transporte, corrí de regreso hasta donde estaba estacionada la camioneta. Nunca sentí tanto alivio como cuando ví el vehículo destartalado en aquel lugar. Apenas me subí a la vieja Explorer, mi conductor encndió el motor y enfilamos hacia el puerto deportivo del que habíamos partido.
Habrían pasado un par de minutos cuando me miró y me dijo:
-¿De qué se trata todo esto?.
Le miré mientras él no apartaba sus ojos del camino.
-¿Te refieres a que haya ido hasta la ladera de aquella colina?
-Reconozcamos que es un poco raro -comentó-. Creí que te ibas a encontrar con alguien o con algo. Sin embargo, hiciste todo este viaje justo para pararte allí, a solas, en la ladera de la colina. ¿Qué significa todo esto?
-¿En verdad quieres saberlo? -le pregunté.
Asintió y entonces le dije que deseaba estar parado en el sitio exacto donde me había encontrado con Dios.
-¿En serio? -comentó, ocultando su cinismo-. ¿Y cómo es que sucede algo así exactamente?
Comencé a explicarle cómo había sido la experiencia más poderosa de toda mi vida en aquella montaña. Le conté cómo había crecido escuchando de Dios y aprendiendo acerca de la iglesia, pero que había estado en un plan de mejoramiento personal durante años, con la esperanza de ganarme el favor divino.Le miré mientras él no apartaba sus ojos del camino.
-¿Te refieres a que haya ido hasta la ladera de aquella colina?
-Reconozcamos que es un poco raro -comentó-. Creí que te ibas a encontrar con alguien o con algo. Sin embargo, hiciste todo este viaje justo para pararte allí, a solas, en la ladera de la colina. ¿Qué significa todo esto?
-¿En verdad quieres saberlo? -le pregunté.
Asintió y entonces le dije que deseaba estar parado en el sitio exacto donde me había encontrado con Dios.
-¿En serio? -comentó, ocultando su cinismo-. ¿Y cómo es que sucede algo así exactamente?
-Todo cambió para mí en aquel lugar. Fue allí donde aprendí que todo lo que estaba tratando de conseguir jamás me conduciría a tener una relación con Dios.
Mi comentario permaneció en el aire por unos segundos mientras esperaba alguna clase de respuesta que me indicara que debía continuar hablando. de pronto, él saltó con otra pregunta:-¿Y bien? ¿Qué diablos hiciste entonces?
Disfruntando de su franqueza, le dije que la manera en que había sucedido fue através de un solo versículo de las Escrituras.-Se encuentra en el libro de Tito. para ser exactos, se trata de Tito 3:5, y dice que Cristo nos salvó no por las obras justas que hayamos hecho sino por Su misericordia.
Más silencio. Luego, con cierta incomodidad, señaló:-Bueno, eso sí que es asombroso, ¿no?
Era más una afirmación que una pregunta. Luego me preguntó qué había hecho después de que ese versículo me impactara tanto, y le expliqué todo el proceso por el que pasé de entregarle a Cristo mi voluntad y mi corazón, de pedirle que perdonara mi pecado, de implorarle que guiara mi vida por medio del grandioso regalo de su gracia en vez de a través de mis propios esfuerzos.Cuando terminé mi relato no hacía más que preguntarme cuál sería su postura en cuanto a las cuestiones espirituales. El silencio que siguió fue roto por sus sentidas palabras:
-Mira lo que soy. Soy un perdedor. Solo sou un perdedor. Quiero decir... ¿podría algo como eso sucederle a alguien como yo?
Qué momento tan glorioso, pensé mientras ordenaba mis pensamientos.-En primer lugar, no eres un perdedor -le aseguré-. para nada. Eres tan importante para Dios que te ha estado buscando desde el día en que nacieste. Y puedes tener con Dios la misma relación que yo hallé a fines de la adolescencia. Puede sucederte en cualquier momento y en cualquier lugar. Si aceptas el regalo de gracia, serás hecho una nueva criatura y Él guiará tu vida por el resto de tus días.
Cuando arribamos al puerto deportivo, le entregué una generosa suma de dinero y le agradecí por su disposiión a ayudarme. Mientras me preparaba para partir me dijo:-Jamás hubiera imaginado que este día terminaría así. Gracias por lo que me dijiste. ¿Sabes? Hay un pastor que está comenzando una nueva iglesia al lado de mi casa. Viene a verme diciendo que esta iglesia presneta el mensaje del Evangelio de una manera nueva y que podría gustarme escucharlo. Me parece un buen hombre, pero he sido demasiado obstinado para ir. Quizás este fin de semana me dé una vuelta por ahí.
Al abordar el bote en las primeras horas de la noche, me senté a reflexionar en aquellos noventa minutos. Por mi mente pasaban muchas preguntas. ¿Qué fue todo eso, Dios? ¿Por qué sentí el impulso de visitar el campamento hoy, habiendo estado en este puerto tantas veces antes? ¿Por qué insistí cuando la empresa de taxis se negó a llevarme? ¿Por qué estuve de acuerdo en llamar a un completo extraño para pedile que me llevara? ¿Y cómo se me ocurrió subirme a una camioneta en ese estado?Mis preguntas terminaron con esta idea: ¿No será que tenía que conocer a aquel joven?
No sé si esta experiencia se debía a mi propia necesidad de reflexionar en una experiencia de conversión impactante o si se trataba de una caminata por el estacionamiento del puerto deportivo para ofrecerle esperanza a alguien desafortunado. No obstante, aprendí algo: Los grandes momentos de la vida se desarrollan a partir de simples actos de cooperación con el misterioso accionar de Dios... de leves impulsos que siempre tienden a enontrar lo que se ha perdido y a liberar lo que ha estado esclavizado.
La aventura de colaborar con Dios incluye ofrecer el regalo más grande que una persona puede recibir -el regalo de Su admirable gracia- a personas inmerecedoras (las cuales muchas veces ni siquiera lo saben) como tú y yo.
Atte.
Joaco <><