Me refiero a que, para los pecados del día a día, los que se dan cuando queriendo hacer bien, aún con el firme propósito de no pecar, aún así pecamos, aunque sea mediante una pequeña mentirijilla. Ante los cuales, basta con acudir a Dios, y pedirle perdón, en el nombre de Jesucristo, y tema resuelto; la sangre del Señor nos cubre a la perfección. Dije otros medios, pero lo correcto hubiese sido indicar: "acudiendo ante Dios mediante su Hijo y Señor nuestro". Entendiendo que la confesión es el reconocer que hemos pecado, y que el arrepentimiento lo es el cambiar de actitud y tener el firme propósito de no volver a hacerlo.
Gracias por tu paciencia en explicarme las cosas, Raül.
Creo que las voy entendiendo un poco mejo, pero a veces me quedo con la impresión (que puede estar muy equivocada, por supuesto) de que crees que el mecanismo por el que Dios borró los pecados de nuestra vida pasada es diferente del mecanismo por el que los borra en el día a día.
El arrepentimiento, la fe, y el otorgamiento de la gracia inmerecida, constituyen el mismo mecanismo, tanto para los pecados grandes como para los pequeños. Y la exhortación amorosa de Dios sigue siendo la misma una vez que recibimos su perdón: "Vete, y no peques más". ¿Estás de acuerdo?