Estimado don Julio:
Estimado don Julio:
Desde que aprendí a leer y mi abuela me obsequiara mi primer Nuevo Testamento, cotidianamente vengo leyendo las Escrituras (hace ya seis décadas), y todavía no hallé en ellas contradicción alguna. ¿O será acaso que de puro ingenuo que soy no me doy cuenta?
No me explico como algunos foristas a cada paso que dan ya tropiezan con una contradicción.
Me temo que lo que realmente ocurra es que las tales “contradicciones” únicamente estén en la mente del lector, pues en definitiva, ellas tan sólo son aparentes. Si la misma Palabra de Dios es lámpara que ilumina (Salmo 119:105) y su autor es el Espíritu de verdad que nos guía a toda verdad (Jn.16:13) no es normal que el cristiano ande a los tropezones en su lectura.
Confieso sí, que frecuentemente me he enfrentado con dificultades, pues de momento no podía de repente conciliar un texto con otro. Pero a sabiendas que el problema no estaba en la Biblia sino en mi propia cabeza, a mayor estudio las dificultades se desvanecían.
Aunque se conozca e invoque la hermenéutica con sus leyes y reglas, es frecuente verlas adaptadas al uso del consumidor, que si a la vuelta de página encuentra un versículo que parece sugerirle algo distinto a lo que comúnmente se entiende, el grito de ¡eureka! le salta del pecho con más alegría que al propio Arquímedes.
Antes de entrar a examinar los tres textos bíblicos aportados para desmentir la llevada al cielo de Enoc y Elías, debo admitir una realidad: miles y miles de estudiosos de las Escrituras, católicos, ortodoxos y protestantes, han pasado una y cien veces por sobre Jn. 3:13; 1Cor.15:50 y Heb. 10:19-22 sin que se les moviera un pelo (en los que tenían) en cuanto al asunto de Enoc y Elías trasladados al cielo. ¿Los trataré de descuidados y superficiales? O lo que es peor, ¿de que viendo el problema deliberadamente lo soslayaron? Hay casos en que algunos comentaristas han hecho efectivamente así, decepcionándonos cuando al consultarles en un punto realmente difícil cuya respuesta apremiaba ¡hasta se saltean el versículo! Pero gracias a Dios, no son todos así. Y nosotros tampoco queremos esquivar el bulto. Vayamos pues al punto:
b) ¿Por qué no debería de creerlo?
1 – Jn.3:13: “Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo”.
Esto que dijo el Señor Jesús compete únicamente a Él: “¿Pues qué, si vierais al hijo del hombre subir a donde estaba primero?” (Jn.6:62); “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn.20:17); “El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos” (Ef.4:10); “quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios” (1Pe.3:22); “¿Quién subió al cielo y descendió?” (Prov.30:4). Nótese: a) El verbo “subió” aquí es activo, significando con ello al que sube por su propio impulso. Hubo alguien que lo intentó: “Tú que decías en tu corazón: - Subiré al cielo, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono”. Pero no lo consiguió: “¡Cómo caíste del cielo, Lucero!” (Isaías 14:12,13). Los hombres de Babel también lo intentaron, pero tampoco pudieron (Gn.11:4). Enoc y Elías no subieron al cielo de motu proprio sino que ambos fueron trasladados al mismo por voluntad y poder de Dios. b) No se trataba solamente de subir, sino de descender y volver a subir. Nicodemo estaba ante quien no solamente podía hablarle de las cosas terrenales sino testificarle también de las celestiales. En esto el Señor Jesucristo era exclusivo y excluyente de cualquier otra criatura. De otro que luego testifica haber sido arrebatado hasta el tercer cielo, dice que “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2Co.12:4) y por tanto, no las expresó.
Examinado el contexto de las palabras de Jesús en Jn.3:13, ellas no niegan que el Omnipotente haya hecho como quiso con Enoc y Elías llevándoselos al cielo con Él, y por tanto no hay contradicción alguna.
2 - 1Cor.15:50: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.
Esto que Pablo escribe bajo inspiración del Espíritu Santo en orden a la futura resurrección de los muertos y transformación de los creyentes vivos a la venida del Señor (siguientes vs.), nada tiene que ver con Enoc y Elías. ¿O acaso le diremos a Dios que se equivocó pues no tomó entonces en cuenta lo que Pablo mucho después escribiría? “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente?” (Job 40:2). “¡Ay del que…pleitea con su Hacedor!” (Isaías 45:9). Además, si el solo sabio Dios quisiera hacer con Enoc y Elías tal como haría con el cuerpo de los transformados a la venida del Señor, nada le impedía transformarles ya desde entonces. No tiene Él obligación alguna de rendirnos cuenta de todo lo que hace y como lo hace. En vista de estas consideraciones, se esfuma en el aire cualquier pretensión de contradicción.
3 - Heb. 10:19-22: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.”
Julio pregunta: - ¿Estaba este camino abierto al cielo antes de la muerte de Cristo?
Respondo: creo que el mismo contexto, por ejemplo en el v.12: “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, muestra que este camino nuevo y vivo es abierto desde entonces y hacia acá.
Los sacrificios ofrecidos por Abel, Noé y los patriarcas, establecidos luego en la Ley, no tenían más que “la sombra de los bienes venideros” (He.10:1) pero apuntaban a la sangre inocente derramada por el substituto por nuestros pecados. Así la fe de Enoc y Elías no contemplaba su propia justicia sino la simiente de la mujer que en la persona del Mesías aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn.3:15).
No consigo ver como puede ser que esta libertad que tenemos ahora nosotros para entrar al Lugar Santísimo, no la pudiera tener el mismo Dios para introducir a su presencia sin mediar la muerte tanto a Enoc como a Elías. Recuérdese que ellos no treparon al cielo sino que Dios los llevó. ¿No puede Él hacer con lo suyo tal como quiera?
Toda la Palabra de Dios concuerda y armoniza perfectamente. No hay manera que podamos poner unos versículos contra otros.
Pero si alguno al llegar al cielo prefiere mirar a Enoc y a Elías como a inmigrantes ilegales, quizás hasta pueda perseguirlos como intrusos en la Jerusalem celestial.
Ricardo.