Te contaré una historia que leí y lo que un incrédulo se dijo al respecto:
“Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”
Vino Cristo y nos reveló una historia, pero el incrédulo se dijo a sí mismos : “no, no lo creeré si no lo dice la ley de Moisés.
Vino Moisés a Cristo, pero el incrédulo se dijo a sí mismo: “no, no lo creeré si no lo dice la ley y el testimonio”
Vinieron al monte de la Transfiguración tres testigos, conforme la ley de Moisés para dar testimonio de lo que apareció ante ellos, pero aquel mal hombre se dijo a sí mismo: “no, no lo creeré, debe ser una señal, una enseñanza, pues no hay algo así en la Tanaj”
Vinieron cristianos que, como epístolas vivientes, trataron de hacer reconvertir a aquel mal hombre, pero se dijo a sí mismo: no, no pueden con mis “argumentos”, así que, no los escucharé.
Un día murió aquel hombre que, desechó las palabras de Jesús, la ley, el testimonio, a los ángeles que Dios le envió a su vida y que, empecinadamente rechazó.
A dónde crees tú que irá aquel hombre?