Hola a todos.
Estimados hermanos, miren esta increìble declaraciòn de este personaje:
"SI ES POSIBLE VIVIR SIN PECAR Y SER SANTO".
Entonces, tenemos aquì un claro retrato del "legalismo" que arropa la secta adventista....Para sustentar este despropòsito, este personaje se vale de un puñado de textos mal entendidos y sacados de su verdadero contexto. !nada nuevo en el proceder de la secta adventista!!!....
Creo que en un foro de esta categorìa, realmente no valdrìa la pena gastar de nuestro valioso tiempo intentando rebatir tamaña pretensiòn legalista.
De todas formas, para ilustraciòn de todos, voy a reproducir parte de un artìculo tomado del internet, que le viene como "anillo al dedo" a este personaje.......
LA JUSTICIA DE DIOS:
Muchos cristianos parecen estar avergonzados del evangelio, puesto que aborrecen la doctrina de que nuestra justicia viene enteramente de Dios, no de nosotros mismos. "¡Anarquistas! ¡Antinomianos!", exclaman. Porque no creen en la sincera promesa de Dios de escribir su ley en nuestros corazones y en nuestras mentes con su propia mano, no de hacer que nosotros la escribamos en nuestros corazones y en nuestras mentes con nuestra propia mano. Pero esta promesa, junto con el don del perdón de Dios y la enseñanza de su Santo Espíritu, es la suma del Nuevo Pacto (Jeremías 31:31-34), que fue traído a nosotros en la sangre de Jesús.
En su incredulidad, no conocen ni la verdad de la Escritura, ni el poder de Dios para efectuar un cambio real y duradero en la mente y en el corazón. Rehusando confiar en que Jesús hará su obra en ellos, confían sólo en su propio esfuerzo para agradar a Dios, siguiendo sus propias versiones de la ley moral. ¿Piensan que el Espíritu Santo apenas ayuda a los hombres a obedecer la ley, como socio de sus impíos corazones? ¡No! Dios mismo cambia los corazones a la imagen de Jesús, y después mueve a estos nuevos corazones para que hagan las obras de Él. Todo es obra de Dios, no nuestra. Y todo es gloria de Dios, no nuestra.
El evangelio (las buenas nuevas) es el mensaje de la verdad de Jesús, un mensaje que obra poderosamente dentro de nosotros. Y las buenas nuevas es que el poder de Dios hará lo que nosotros no podemos hacer porque no tenemos la fortaleza moral. El evangelio "es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree". El poder de Dios obra la salvación en todos los que confían en Jesús para que les salve. En este poder del evangelio, "se revela la justicia de Dios". Esta justicia no es de los hombres, sino de Dios. Y es "revelada", no ganada. Es un don de Dios por gracia.
Ahora, consideremos lo que la Escritura quiere decir cuando llama a la salvación "una justicia que es por fe y para fe", de principio a fin. Si es de principio a fin, no hay lugar ni siquiera para un poquito de esclavitud moral. Así que no me avergüenzo de confiar solamente en Jesús para que cree un nuevo corazón dentro de mí, y para que me motive a hacer sus obras justas. Así es como viviremos, yo y todos los que creen en Jesús, tanto judíos como gentiles.
Por lo tanto, debemos ir a Dios en busca de justicia, y responder a la obra que él lleva a cabo en nuestros corazones. Por supuesto, el Espíritu de Dios nos guía hacia un cuidadoso estudio de la ley mosaica, para examinar la forma de justicia que viene de su Espíritu, para que no seamos engañados por falsos espíritus que afirman que vienen de parte de Dios. Pero la ley mosaica es sólo una sombra de la verdadera ley que Cristo opera en nosotros. Así que la ley mosaica presenta la forma general y el aspecto de la verdadera ley. La ley mosaica no es la verdadera ley que Dios se proponía traer a la humanidad por medio de los judíos y del Mesías de los judíos.
Si sólo tratamos de obedecer la ley moral mosaica sin el Espíritu, si sólo interpretamos esta ley sin someternos a la misericordia y la gracia de Jesús en el nuevo pacto de su sangre, fracasaremos. En su lugar, debemos conocer el milagro que ocurre cuando Jesús ejecuta una nueva creación en nuestros corazones y en nuestras mentes. Por este milagro creemos en Dios y oramos a Él. Debemos mantener nuestra esperanza en Jesús, volviendo nuestros ojos a Él como a nuestro Maestro, al Alfarero que da forma a nuestra arcilla. Jesús y sus palabras son vivientes, no sólo mera tinta sobre papel para que la interpretemos y obedezcamos. Sólo por el poder de Jesús, por la obra de su Espíritu, pueden las justas demandas de la ley comenzar a ser satisfechas en nuestras obras y palabras. Esta sola es nuestra esperanza, que nos libra del poder y el engaño del pecado.
La ley mosaica es sabia, pero no para salvación. En su lugar, el evangelio (confiar en que Jesús hará su obra en nuestros corazones) es sabio para salvación. Pero la ley mosaica es sólo sabia para la enseñanza de la excelencia moral, que es uno de los resultados o efectos de la salvación de Cristo. La justicia viene con la fe y la salvación. En el mundo secular, algunas de las leyes mosaicas son también un sabio freno y una sabia guía para el pueblo, si son manejadas correcta y honestamente por el que es salvo. Con justicia y misericordia, la ley mosaica puede mantener el orden en la sociedad. Pero no es para la iglesia. Cada cristiano debe ser renovado por Dios, y no está sujeto a la ley mosaica. Los viejos odres de las 613 leyes del Antiguo Pacto no pueden soportar la expansión del vino nuevo, y se rompen bajo su presión.
En realidad, los judíos acusaban a Jesús y a los apóstoles de ser malditos por la misma razón, diciendo que enseñaban una vida licenciosa y pecaminosa porque enseñaban libertad de la ley. Pero los apóstoles no enseñaban la impiedad, sino más bien una manera de producir justicia en los hombres, una justicia mucho mejor.
Puesto que un pacto es un cuerpo de leyes, y la Palabra de Dios dice que el pacto antiguo es caduco, su ley también es caduca. Uno no puede separar la ley del pacto porque, por definición, un pacto es un cuerpo de leyes (obligaciones/deberes). Así que la antigua ley ya no se aplica a los que están bajo el Nuevo Pacto. En Cristo, todos los justos requisitos de la ley deben ser satisfechos en nosotros por el poder y la obra del Espíritu Santo en Jesús, que es nuestro Dios.
La ley del pacto antiguo estaba representada por el arquetipo, los Diez Mandamientos, el decálogo. Por eso, los Diez Mandamientos, escritos en tablas de piedra, son llamados el Pacto Antiguo mismo. Cuando fueron puestos en el arca del pacto, dieron su nombre al arca, pues representaban la totalidad del pacto antiguo. En consecuencia, si el pacto antiguo es declarado caduco en la Escritura, el decálogo, sobre todo, es caduco. Todos los otros mandamientos del pacto antiguo simplemente proceden de, o hacen provisión para, el ministerio de estos Diez Mandamientos. Si no estamos obligados por el pacto antiguo, no estamos obligados por los Diez Mandamientos. Sin embargo, el decálogo describe la justicia que viene por medio de Jesucristo. Por supuesto, el decálogo es sólo una sombra, una representación, de la realidad que fue prometida a Abraham y a Moisés. No es la realidad, pero nos da una idea de lo que es la verdadera justicia. Sin embargo, el amor justo descrito por la ley mosaica no puede ser alcanzado por nuestro propio esfuerzo humano para cumplir la ley mosaica. Ni dice nunca el Nuevo Testamento que el Espíritu de Jesús nos ayudará a obedecer la ley mosaica. Jesús no nos ayuda a obedecer la ley. Él mismo escribe su nueva ley en nosotros, para hacernos sus nuevas criaturas, todo por medio de su propia obra, no la nuestra. Si todo lo que recibiéramos de Jesús fuera una ratificación del pacto antiguo, entonces en vano habrían hablado Moisés, los profetas, y los apóstoles.
El verdadero Espíritu Santo nos enseña la naturaleza de la justicia por medio de la ley, pero no nos impone en modo alguno ninguna obligación hacia la ley de Moisés, especialmente bajo la ley moral, el decálogo, que produce gran condenación. Estar sujetos a algo lógicamente entraña obligación y deber. Si las obligaciones y los deberes no son cumplidos por el que está sujeto a ellos, entonces el tal merece condenación y castigo.
El sacrificio de Cristo no hace nada a favor del que está sujeto a la ley moral, puesto que el tal no participa de la muerte de Cristo con Cristo. La única manera de que una persona permanezca atada a la ley es que permanezca viva y que no muera con Cristo. Pero si uno muere con Cristo, está muerto, y por lo tanto, ninguna ley puede sujetarle. No se puede sujetar a un hombre muerto a ninguna ley.
No hay escapatoria lógica a las propias palabras de ellos. Su obligación a la ley siempre equivale a condenación y castigo. Si se atan a una ley que no pueden obedecer, se condenan a sí mismos. La única manera de que alguien pueda librarse de la condenación relacionada con deberes y obligaciones no cumplidos es por medio de la muerte, la cual libera a una persona de todos los deberes y todas las obligaciones de la ley. Así Jesús, por medio de la muerte, nos libró de la condenación y la ley. Y, en su muerte vicaria, nosotros morimos, porque Él murió por nosotros como substituto nuestro. Jesús específicamente nos libró de la sujeción al decálogo, de la totalidad del Antiguo Pacto. Ahora, el deber y la obligación descansan en las manos de Dios, y Dios puede hacer en nosotros lo que nosotros mismos no podíamos hacer. Así que debemos entrar en el reposo sabático de Cristo, y confiar en el poder de Jesús, en su Espíritu. Ya no debemos confiar más en nuestro propio poder para cumplir todos los deberes y todas las obligaciones requeridos por la ley moral, el decálogo.
Si somos guiados por la ley escrita en piedra, ¿cómo podemos ser guiados enteramente por el Espíritu Santo? Uno no puede ser guiado por la ley (ya sea una interpretación carnal o espiritual de la ley en las mentes de los hombres) y al mismo tiempo ser guiado por el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo a menudo exige mucho más de nosotros que la ley escrita - en pensamiento, palabras, hechos, y obras de amor. O, en algunos casos, el Espíritu cancela las exigencias de la ley moral en cuestiones de justicia y castigo. Como David, que ilegalmente alimentó a sus hombres hambrientos con los panes de la proposición, el Espíritu Santo no siempre obedece la letra de la ley, sólo el propósito justo de la ley. Hay una gran diferencia entre las justas demandas o los justos propósitos de la ley, y la letra de la ley sin misericordia ni gracia.
Además, los que le restan la ley ceremonial y judicial a la totalidad de la ley -- los que las quitan y las separan de la ley moral para poder dejar a los cristianos sujetos sólo a la ley moral -- lo hacen ilegalmente. La ley moral de Moisés dice que uno no puede quitar nada de la ley del Antiguo Pacto que le fue dado en el monte Sinaí, ni añadirle nada. Moisés ordenó con autoridad: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno" (Deuteronomio 4:2). Por lo tanto, la totalidad de la ley mosaica se sostiene entera, o cae entera.
Si estos hombres creen que pueden restar la ley ceremonial de la totalidad de la ley, y decir que no quebrantan la ley, entonces otros pueden quitar algunas leyes morales de otras leyes morales, y no quebrantar la ley. El modelo que usen debe ser consistente, pero no lo es. No sólo no podemos quitar, sino que tampoco podemos añadir. Si Jesús hubiese venido a construir sobre las leyes de Moisés, entonces habría pecado. Jesús no puede añadir a la ley mosaica lo que Él enseñó en las bienaventuranzas (o sea, Mateo 5:21-48). Sin embargo, Jesús puede introducir un Nuevo Pacto que es más completo que la ley mosaica, y reemplazar el Antiguo Pacto con una ley que cumple todos los justos requerimientos de la antigua ley, sustituyendo y superando la antigua ley.
Por esta razón, el Nuevo Pacto es una nueva ley, y no nos ata al Antiguo Pacto. El Antiguo Pacto era un tutor temporal, provisional, de la justicia que habría de venir a nosotros, y vivir en nosotros, por medio de Jesús. Por supuesto, cuando vino Jesús, Él no abolió la justicia descrita por la ley, sino sólo la ley misma. Más bien, Jesús cumplió o completó la justicia de la manera en que Dios realmente quería que se completara. Reconociendo que el mismo Espíritu Santo escribió tanto el Antiguo como el Nuevo Pacto, nosotros no podemos esperar que la justicia de la nueva ley sea muy diferente de la justicia de la antigua ley. Puesto que Dios no cambia, su definición de justicia tampoco puede cambiar.
Pero el antiguo fue escrito en piedra, y era ejecutado por el hombre, mientras que el nuevo está escrito en nuestros corazones, y es ejecutado por Dios. Jesús confirmó la igualdad de los tipos de justicia de ambos pactos ordenando que no se enseñase ni contra el más pequeño de los mandamientos. Sin embargo, esto no altera el hecho de que el Nuevo Pacto de Cristo reemplaza al Antiguo Pacto, aunque no actúa contra la justicia descrita por el Antiguo Pacto. Ya no estamos sujetos al decálogo, pero tampoco nos oponemos a sus mandamientos. Más bien, vamos más allá de ellos.
Jesús no enseñó contra el más pequeño de los mandamientos cuando reemplazó el Antiguo Pacto con el Nuevo, ni siquiera las leyes ceremoniales. Si los hombres enseñan contra las leyes ceremoniales, entonces enseñan contra el menor de los mandamientos de Dios, y Jesús les condena como pecadores. Pero nosotros no enseñamos contra las leyes ceremoniales. Nosotros enseñamos el cumplimiento tanto de la ley ceremonial como de la ley moral, el cumplimiento de toda la ley. Ya no estamos sujetos a la ley ceremonial, pero tampoco lo estamos a la ley moral. Repito, Jesús no vino a oponerse a ninguna parte de la ley, ni la ceremonial ni la moral. Más bien, vino a ejecutar en nosotros el completamiento o cumplimiento de toda la antigua ley, reemplazándola, a toda ella, con una ley viviente y más completa. Así, los que quitan la ley ceremonial de toda la ley, se oponen a la ley moral, a Moisés, y a Jesús.
Si Jesús reemplazó las leyes de los sacrificios, las del sacerdocio, las alimentarias, las de las festividades, y así sucesivamente, entonces reemplazó también toda la antigua ley moral con una ley moral nueva y más completa. Y, si Jesús completa o cumple la ley moral en nosotros, también completa y cumple las leyes ceremoniales en nosotros.
No permanece, para obligarnos, ninguna de las leyes del Antiguo Pacto, pero ninguna de las leyes del Antiguo Pacto permanece sin cumplir tampoco en el Nuevo Pacto.
¿Abolió Jesús el mandamiento mosaico de hacer sacrificios por el pecado? ¡No! Pero tenemos un nuevo sacrificio en Jesús. Las leyes de los sacrificios no han sido abolidas, o de lo contrario, el sacrificio de Jesús no significaría nada. Más bien, los justos requerimientos de aquellas ceremonias son completados y cumplidos por el sacrificio de Cristo.
Además, tenemos un nuevo sacerdocio. Las leyes del antiguo sacerdocio se cumplen por el hecho de que en Jesús tenemos un nuevo y eterno Sumo Sacerdote y un nuevo sacerdocio real. Un Nuevo Pacto debe tener un nuevo sacerdocio, y lo tiene. En Jesús, también tenemos un nuevo alimento espiritual para que nos mantenga separados del mundo y santificados en él. Así también, nuestras leyes de las festividades enseñan más amor y tienen mayor significado, aumentando la comunión del pueblo de Dios, si son dirigidas por el Espíritu de Dios. Como la ley moral, toda la ley del Antiguo Pacto es reemplazada y ha caducado, pero ha sido cumplida y completada por una nueva ley en Cristo.
La gracia de Dios enseña a nuestros corazones a temer y amar a Dios. En este temor y amor a Dios, aprendemos a hacer a Dios Señor de cada uno de nuestros pensamientos, a poner todos nuestros pensamientos en cautiverio para Cristo. El Espíritu de Jesús nos convence de pecado mucho más que la ley del Antiguo Pacto. Entonces Él hace que nuestros corazones se sometan a su Espíritu, para efectuar en nosotros un milagro de salvación, para hacernos santos, un sacerdocio santo. Esta es verdadera salvación, para recibir poder de Dios para vencer el poder del pecado y la tentación, para andar en la justicia de Dios y que procede de Dios. Al hacer esto, nosotros no sólo cumplimos la "ley moral", sino toda la ley, incluyendo todo el propósito de las leyes del sacerdocio y la ley ceremonial. En todas las cosas, todo es de Cristo.
En cuanto a esta justicia -- esta santificación que nos convierte en "santos", los santos -- la Palabra de Dios declara: "Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Corintios 6:11). ¿Cómo podemos ser santificados por el Espíritu de Dios y al mismo tiempo por nuestros propios esfuerzos humanos para obedecer la ley moral? Simplemente no funciona de esa manera.
Recibimos pasivamente el lavado y la santificación con la justificación en Cristo, en el nombre (autoridad) de Jesús, y por su Espíritu.
Aproximadamente 1400 años de ley mosaica demostraron que el esfuerzo humano, estando atado a la obediencia a una ley, no funciona. Y otros 2000 años de Cristo lo confirmaron.
Por lo tanto, oramos: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma, y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:23, 24). Sí, Él lo hará, no nosotros. Al recibir pasivamente su obra, somos "ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo" (Romanos 15:16).
La ley del Antiguo Pacto y sus sacrificios no tenía poder para hacer lo que Jesús mismo promete hacer en nosotros, por medio de su Nuevo Pacto con nosotros. Él nos guardará irreprensibles, al enseñarnos a someternos a él, porque nosotros mismos no podemos guardarnos irreprensibles. "¡Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo!" (Hebreos 9:14).
Así que tenemos que llegar a la conclusión de que toda la obra de nuestra salvación es hecha por Dios, y que nosotros hacemos buenas obras sólo como resultado o efecto de lo que Dios hace en nosotros.
Pero, ¿qué sucede con los que concuerdan en que no están sujetos a la ley moral, pero claramente no manifiestan justicia en sus vidas? ¿Es la nueva ley del Nuevo Pacto, el milagro de la salvación, realmente ejecutada en aquél que no practica la justicia? ¿Qué sucede si dicen que practican la justicia, pero sus justicias no se ajustan al modelo de la sombra presentada por la ley mosaica? ¿Qué sucede si la ley dice: "No codiciarás", pero un así llamado cristiano vive en la codicia? ¿Es realmente cristiano? La Biblia nos dice claramente que los que practican el pecado no son de Cristo.
Pero, ¿qué sucede con los que insisten en que ellos sólo están bajo las restricciones del "amor"? ¿Quieren decir con esto el amor como Dios define el amor justo, o como el Espíritu Santo nos impulsa a amar? No. Parece que la mayoría define el "amor" como cualquier cosa que los pecaminosos y rebeldes deseos de la carne sienta deseos de hacer en ese momento. Si sienten deseos de tener lujos costosos, mientras sus hermanos y hermanas en Cristo se mueren de hambre, piensan que están amando por medio del Espíritu Santo. Después de todo, se están divirtiendo los unos con los otros. ¿No es esto amor? No prestan atención al verdadero gozo en el corazón. Quieren pasar un buen rato, no hacer buenas obras.
Para practicar esta clase de amor mundano, muchos cristianos cauterizan sus conciencias, mientras cantan con fervor en la iglesia. Aman las emociones religiosas que les despiertan la música y los "sermones con poder", pero no aman el verdadero poder del Espíritu Santo, que a menudo convence dolorosamente a nuestros corazones de pecado. Así que, en realidad, no obedecen a Dios, y no son movidos en lo más mínimo a amar con sacrificio como Jesús nos amó a nosotros.
El Espíritu Santo no efectúa una nueva creación en ellos. Más bien, fabrican para ellos mismos su propia ley, una de esfuerzos humanos, para "creer" que Jesús les salva mediante una oracioncita recitada y sentimientos religiosos. Mediante esta nueva ley de hechura humana, creen que entrarán por las puertas del cielo. Pero, ¿conocen verdaderamente la salvación milagrosa de Jesucristo y su nueva ley?
¿creen que pueden vivir para Jesucristo mientras nadan en auto-indulgencia y deseos mundanos?
Así que queremos que Dios obre en nosotros un amor justo, que cumpla la ley, y hasta vaya más allá de la ley, pero que nunca vaya contra la intención de la ley. Sin embargo, este amor justo obrado por el Espíritu Santo puede a veces parecer que desobedece la ley, tal como Cristo pareció desobedecer el sábado. Pero, en realidad, este amor cumple el propósito de la ley, como Jesús cumplió el propósito del sábado.
La salvación es un milagro, pero este don sobrenatural de Dios ya no se predica plenamente. Esta doctrina reside en el centro mismo del evangelio, y sin ella no hay evangelio. No predicamos la ausencia de ley, sino una nueva ley obrada por Cristo. Ni predicamos la sujeción humana a la ley, sino una libertad de toda la ley mosaica, muerte a la ley con Cristo. Esto es lo que debemos tratar de conocer. "Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal" (Hebreos 5:14).
¿Cómo podemos llamar al mensaje del Nuevo Pacto las "Buenas Nuevas", si permanecemos atados a la ley moral? O ¿cómo podemos llamarlo "Buenas Nuevas" si continuamos viviendo en la codicia y el pecado? ¿Hay alguien por allí que predique el evangelio real y pleno? Jesús murió para perdonarnos de modo que pudiéramos entrar a este evangelio, y resucitó de entre los muertos para que su Espíritu pudiera traernos a su nueva vida. ¿Hay alguna iglesia por allí que sea fiel al evangelio?
Ya no deberíamos andar más según la carne -- ni de acuerdo con la ley mediante el esfuerzo humano, ni de acuerdo con los pecaminosos deseos de la carne. No estamos obligados o sujetos a la ley moral, sino más bien obligados y sujetos a Jesús, a su Espíritu que mora en nosotros, para escucharle y obedecerle. "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:11-14).
Nótese que el original griego de este texto no prohibe vivir según la "naturaleza pecaminosa", sino que prohibe vivir según la carne, que incluye vivir por el esfuerzo humano para obedecer las leyes de Moisés. En vez de eso, debemos ser guiados por el Espíritu de Dios en todas las cosas.
No podemos ser perfectamente sin pecado mientras estemos en este cuerpo de carne. Si alguno dice que no tiene pecado, la verdad no está en él (1 Juan 1:8).
Sin embargo, si Jesús nos salva, su Santo Espíritu nos impulsará a practicar la justicia continuamente. "Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia [que no la practica continuamente], y que no ama a su hermano, no es de Dios" (1 Juan 3:7-10).
En este versículo, Juan usó el tiempo presente del verbo que significa hacer, construir, hacer, o practicar. El tiempo presente es durativo en aspecto, lo cual significa que la acción es continua o repetida. Por lo tanto, Juan nos dice que sólo los que continuamente practican la justicia son hijos de Dios. Cualquiera que no lo haga, no es de Dios, y no está siendo salvado por Jesús. Todos los que están siendo salvados continuarán construyendo la justicia. "La justicia de Dios viene por medio de la fe en Cristo Jesús a todos los que creen en él" (Romanos 3:22).
Por supuesto, algunas almas débiles comienzan con muy poca fortaleza inherente, y construyen lentamente en el Señor. Pero, si son guiados por el Espíritu, y continuamente construyen la justicia con todo lo que Dios les ha dado, aunque sean débiles, Dios les tendrá por justos. Comoquiera que lo miremos, debemos esperar un aumento de justicia en nuestras vidas, si Jesús está salvándonos realmente. Esto no viene, y no puede venir a nosotros si nos sujetamos a la ley moral. Sólo puede venir por medio de la obra de Dios en nosotros. Así que oremos de corazón y fervientemente, pidiendo este milagroso don de Dios. Nuestras vidas eternas dependen de que recibamos este don de Dios.