Re: ESCUDRINANDO EL LIBRO DEL APOCALIPSIS.
El hecho indiscutible de que la Palabra de Dios dice que "Jehova CASTIGARA al ejercito de los cielos EN LO ALTO", con ocasion de la venida de Jehova a este planeta para CASTIGAR TAMBIEN "a los reyes de la tierra sobre la tierra" (Isaias 24: 21), y si "EN LOS CIELOS se embriagara" la espada de Jehova, con ese CASTIGO (Isaias 34: 5), ESO PARA MI ES PRUEBA SUFICIENTE DE QUE EXISTE EL PECADO EN OTROS LUGARES DEL UNIVERSO.
Patricio, no es mi deseo importunarte, pero me animo a hacerte algunas recomendaciones que, posiblemente, puedas comprender, aunque solo sea de forma incipiente, después de tu experiencia como adventista del séptimo día. Estoy seguro de que desde que abandonaste las falsas enseñanzas de esa secta has aprendido muchas cosas de la Biblia que jamás sospechaste, y, sin duda, ese progreso seguirá. Sin embargo, me parece que te resultaría muy beneficioso distanciarte al máximo de planteamientos que, inconscientemente, aún te atan a la cosmovisión adventista, con su conflicto, sus mundos planetarios y demás zarandajas.
Permíteme que te aclare, a grandes rasgos a qué me refiero. ¿Has considerado el mensaje global de Isaías en el contexto en el que vivió y, concretamente, cuál es la naturaleza de la predicción del capítulo 24 y de ese versículo 21 que tanto te inquieta? ¿No te parece que Isaías, en ese capítulo, está vaticinando una serie de calamidades que iban a acontecer en Judea? ¿No te parece que el profeta vaticina, con acierto, que Jerusalén sería restaurada? Fíjate, por ejemplo, en el versículo 23. No hay ningún motivo para imaginar que esa profecía de Isaías haya que arrancarla de su contexto histórico (Isaías vivió en la época en que Judea y Jerusalén estaban a merced de las campañas militares asirias, a finales del siglo VIII y comienzos del siglo VII), y, como sabemos, su libro también contiene predicciones relativas al posterior cautiverio judío en Babilonia y promesas de restauración. Si, como parece, el vaticinio de Isaías se circunscribe a la época señalada, siglos antes del nacimiento de Jesucristo, supondría un grave error interpretativo arrancarlo de esa contexto histórico, en el que sabemos que las predicciones se cumplieron, para adjudicarlo a una época imaginaria futura de la que nada sabemos.
En ese contexto, ¿qué significa el versículo 21? Mucho me temo, amigo mío, que no habla de planetas lejanos, sino, más bien, de arquetipos celestes de la clase gobernante de las naciones de este mundo; no de otros. ¿A qué me refiero por arquetipos celestes? Sencillo: A proyecciones mentales de los humanos, que imaginan que hay "ángeles nacionales" que guían y favorecen al grupo humano del que son patrones. En los últimos capítulos de Daniel encontrarás referencia a tales personajes (un tal Miguel, "uno de los principales príncipes", prototipo y defensor del judaísmo), el "príncipe de Persia", el "príncipe de Javán", etc. ¿Hay alguna realidad física o metafísica en tales entes? Probablemente no más que en el sol, la luna y las estrellas del sueño de José, hijo de Jacob. Ese sol se dice implícitamente que es el propio Jacob; la luna, Raquel; las estrellas, los doce patriarcas, arquetipo del gobierno "celestial" de Israel. Cuando Daniel 8:10 afirma que el cuerno pequeño "creció hasta llegar al ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra", no se está hablando de ninguna expedición interplanetaria de nadie; ni, por supuesto, de ningún ataque a un "santuario celestial". Muy al contrario, se habla de algo terriblemente cercano para el pueblo hebreo: de la futura desolación del santuario de la "tierra deseable" (Judea) y de la liquidación de la clase dirigente de ese pueblo. Ese "ejército del cielo" o esas "estrellas" no están formado por mundos extraterrestres, sino por los dirigentes, en ese caso, de la nación hebrea (ya sabemos que esto irritará al payaso de gavialito, pero da igual; él no puede cambiar la realidad, y una vez destapada, la ruina de su malvada doctrina es irremediable).
Por el mismo motivo, amigo Patricio, quizá te convendría reconsiderar tu postura sobre Isaías 24:21. La restauración de Jerusalén después del exilio iba a conllevar un juicio divino no solo contra "reyes de la tierra" (por ejemplo, los últimos monarcas del Imperio neobabilónico), sino también, figuradamente, de los "poderes" de los cielos que, en la imaginación popular, habían propiciado su ascenso en el pasado.
Entender la Biblia de esta forma resulta enormemente atrayente (evita interpretaciones sensacionalistas, normalmente falsas, de lo que el adventismo es un excelente botón de muestra). Además, produce resultados siempre reproducibles y estables, capaces de soportar la prueba del tiempo. Y tiene una tercera ventaja: irrita enormemente a los sectarios, pues, por muy duros de entendederas que sean, perciben que no tienen nada que rascar en cuanto su ansiada víctima percibe la realidad palpable del mensaje bíblico, que nada tiene que ver con fantasías sacadas de contexto.
Lo que digo no es nada del otro mundo. No he sido el primero en descubrirlo, ni mucho menos. Fíjate, por ejemplo, en el comienzo del libro de Miqueas:
"Oíd, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti. Jehová, el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros. Porque Jehová sale de su lugar, desciende y camina sobre las alturas de la tierra. Los montes se derretirán debajo de él y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por una pendiente" (1:2-4). Espectacular, ¿verdad? Montes que se funden, como si habláramos de un volcán o de algo aún más aparatoso; valles que se ahondan como si un cuchillo candente cortara un bloque de cera, el mismísimo Dios hollando los montes... ¿Qué pronostica Miqueas? ¿La "segunda venida" de Cristo? ¿La "tercera" (uno de tantos inventos del adventismo)? En realidad, nada de todo ello. Si sigues leyendo, verás que se refiere a Samaria y Jerusalén y al castigo que iban a recibir ambas ciudades y sus respectivos reinos en las décadas que siguieron a la predicción del profeta. ¿Se cumplieron las palabras de Miqueas? Ciertamente. ¿Caminó Dios, literalmente, sobre los montes? No. ¿Se abrió algún valle? No. ¿Se fundió algún monte? Aparte de algún incendio ocasional ocasionado por los invasores asirios y babilonios, tampoco. El cumplimiento de la predicción de Miqueas lo llevaron a cabo ejércitos perfectamente terrenales: los de Asiria y Babilonia. O sea, que Jehová saliera "de su lugar", descendiera y caminara sobre las alturas de la tierra significa, lisa y llanamente, que la tierra de los hebreos iba a ser arrasada por ejércitos extranjeros. Nada menos que eso, pero tampoco nada más que eso.
Y precisamente esta es la explicación, dejando a un lado las grotescas fantasías futuristas, de la naturaleza de la parusía: la liquidación, por iniciativa divina, del autoproclamado acceso exclusivo del judaísmo a los atrios celestiales. También en esa ocasión el protagonista fue un ejército extranjero que liquidó a Israel, su templo y su culto.
Sé que es mucho para asimilar de un trago. Vete pensándotelo, si te apetece y no te importa llevarte algún que otro sobresalto.