«Porque David danzó, por tanto, yo también danzaré en los servicios públicos».
Al menos, ése es el argumento de muchos carismáticos que defienden la danza en sus cultos públicos.
¿El problema? El episodio singular de David danzando ante el Señor no fue un acontecimiento prescriptivo, sino profético. Un acontecimiento único e irrepetible que prefiguró la llegada del Mesías.
Veamos:
En 2 Samuel 6:11 leemos que antes de que el Arca del Pacto (donde habitaba la presencia de Dios bajo la Antigua Alianza) entrara en Jerusalén, estuvo estacionada durante tres meses en las afueras de Judea, en la ciudad gentil de Gat. "Por tres meses permaneció el arca del Señor en la casa de Obed-edom geteo".
Al cabo de estos tres meses, el Arca fue finalmente trasladada a su lugar apropiado en la ciudad del Rey. Ante la llegada de la presencia de Dios a su ciudad, David saltó de alegría ante el Arca. 2 Samuel 6:14: "David danzaba con toda su fuerza delante del Señor, y estaba vestido con un efod de lino".
Esa es la sombra (o tipo), ahora, veamos la plenitud (o cumplimiento) bajo el Nuevo Pacto:
El evangelista Lucas nos dice que el ángel Gabriel se apareció a una virgen en la ciudad galilea de Nazaret (una ciudad gentil). El ángel le anuncia: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:34). Este es el mismo lenguaje utilizado por el profeta Moisés cuando después de terminar la construcción del antiguo tabernáculo, morada antigua de la presencia divina bajo el Antiguo Testamento, nos dice: "Entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la gloria del Señor llenó el tabernáculo" (Éxodo 40:34). ¿Qué nos están diciendo las Escrituras? Clara e indudablemente: esta virgen, en su seno, alberga ahora la plenitud de la gloria y la presencia de Dios en el Santo Niño que carga. Cómo más tarde nos dice el evangelista Juan: "Y el Verbo se hizo carne, y hizo Su habitación entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). La plenitud de la Deidad habita ahora entre los hombres corporalmente (Colosenses 2:9) en el seno de la virgen, como predijo el profeta Isaías (Isaías 7:14). He aquí el tabernáculo de la Nueva Alianza.
¿Qué hace María una vez que recibe el anuncio angelical? Lucas nos dice: "Y María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá" (Lucas 1:39): es decir, se traslada de un ciudad gentil a una ciudad judía. Lucas nos narra que llega a la casa de su parienta Elizabeth (o Isabel también), que estaba casada con un sacerdote Zacarías, quien acababa de oficiar en el antiguo templo con un efod de lino para quemar incienso ante el Señor (Lucas 1:9, 40), y su esposa, ya avanzada en edad, había concebido al Juan el Bautista, el heraldo del Mesías.
¿Qué sucede cuando María, llevando en su seno la plenitud de la gloria y de la presencia divina, llama a la puerta de Isabel?
– Lucas 1:41: "Y aconteció que cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo".
¡Juan el Bautista, como David de antaño, danzó de alegría ante la presencia de Dios! La madre misma lo admite, cuando llena del Espíritu proclama: "¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre" (Lucas 1:43-44).
El verdadero tabernáculo ha llegado, el Mesías está aquí, lo que fue prefigurado en la danza de David desnudo, se cumple en el bebé desnudo saltando de alegría en el vientre de Elisabet ante María.
Luego, Lucas nos dice que María se quedó con ella durante tres meses (Lucas 1:56).
Nótese todos los paralelismos entre el episodio davídico y el cumplimento en Cristo: claramente y sin lugar a dudas, David, no sólo como rey, sino como profeta que era, estaba proclamando la venida del Mesías a Jerusalén. Por eso danzó con un efod de lino (vestidura sacerdotal), como si estuviera desnudo.
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¿Qué significa todo esto para nuestras prácticas litúrgicas actuales en nuestras reuniones públicas? Sencillo: la danza no es prescriptiva, pues lo que hizo David no fue un precedente para que se estableciera en las iglesias, sino un acontecimiento profético que presagiaba la venida del Rey. Nótese varias cosas:
1. Nunca más se nos dice que David danzó de tal manera (de nuevo, porque fue un evento profético, no una forma de culto establecida).
2. David no bailó en los terrenos del Templo, sino en un evento único festivo en las afueras del Templo (en ningún lugar de las Escrituras vemos a sacerdotes o adoradores danzado en el Templo, eso sería una gran impropiedad).
3. Ni Jesús ni Sus Apóstoles nos dicen jamás que parte de nuestros servicios de adoración deben incluir “danzas proféticas” como las que hizo David. Todo lo contrario, se nos manda: "Como en todas las iglesias de los santos ... hágase todo decentemente y con orden" (1 Corintios 14:33, 40).
En suma: ¿podemos danzar alocadamente en nuestros servicios públicos semidesnudos (pues así David danzó)? Que podemos, podemos. ¿Pero debemos? No, absolutamente no. Nuestros servicios públicos deben ser reverenciales, no sensuales; ordenados, no entretenidos; y apostólicos, no carismáticos. Esta ha sido la regla de todas las Iglesias por más de 20 siglos, hasta que el siglo pasado, personas que malinterpretaron las Escrituras para decirnos que aún existen Profetas y Apóstoles entre nosotros, han adoptado las corrientes de la farándula del mundo en sus cultos.
Ahora bien, ¿significa esto que en ocasiones especiales y festividades fuera de nuestras reuniones sagradas no podemos danzar de alegría ante el Señor? No, absolutamente no. Dancemos en nuestras bodas, en nuestros aniversarios, en nuestros eventos festivos. Pero no cuando nos reunimos el domingo, y participamos de la palabra de Dios, y comulgamos con el Cristo crucificado y estamos ante el Dios tres veces Santo. Ante el trono de Dios, hasta los ángeles se postran con temor reverencial, así también nosotros.
Entienda quien pueda …
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