Querida hermana Gisele:
Parece que el tema de la música de alabanza es recurrente en este foro, pues ya de antiguo (unos tres años) también se trató el asunto y recientemente sobre el uso de instrumentos musicales.
Casi siempre que sale a relucir suelo participar por ser creyente y amante de la música, aunque habitualmente hay alguien que después de alguna de mis intervenciones trata de convencerme de que no debo escuchar música ‘mundana’, o de que soy un presumido, aun así me voy a arriesgar a participar de nuevo.
En mi opinión tiene usted bastante razón en lo que dice. El caso es que desde hace más de 30 años he participado como cantante en bastantes actividades cúlticas, evangelísticas, culturales, etc, organizadas por iglesias u organizaciones evangélicas españolas y jamás he cobrado una sola peseta por ello, incluso ni los gastos que por participar he tenido (desplazamiento, alojamiento, etc.) si bien es verdad que a veces me han ofrecido la casa de algún hermano cuando mi participación se producía fuera de mi ciudad de residencia. El caso es que siempre consideré que mi actividad musical, en la alabanza, o proclamación del evangelio, era un deber hacia el Señor y su iglesia que había de ser sufragada por mi, siendo mi responsabilidad conseguir los ingresos que sustentaran mi vida y la de mi familia con mi profesión, para así no gravar el presupuesto de las iglesias que visitaba y más aún la iglesia local a la que asisto regularmente. Sin embargo observaba como otros grupos o participantes recibían un sobre con el importe de su actuación, e incluso escuchaba comentarios sobre este o aquel solista o grupo que no asistía porque no se le pagaba la cantidad por ellos requerida.
Cierto que el obrero es digno de su salario, pero creo que quizás hay demasiados asalariados en las iglesias. Mi reflexión es ¿cuántos recursos económicos consume la propia iglesia en sí misma? Local o locales, pastor o pastores, director de alabanza musical, director de educación cristiana, materiales educativos, instrumentos musicales, megafonía, decoración, grupos de señoras y jóvenes, y un largo etcétera. No digo que esto no sea importante, incluso algunos de estos apartados son imprescindibles, pero ¿cuántas de estas y otras cosas o cargos no mencionados podrían ser prescindibles? ¿Por qué hay que pagar por la alabanza musical? ¿No se podrían dedicar muchos de esos recursos económicos para mejor extender el evangelio, pagando a misioneros, o ayudando a personas necesitadas? Ya sé que cada cosa tiene su lugar, pero a lo mejor el problema está en el orden de prioridades que damos a las cosas; cuando ponemos lo accesorio delante de lo necesario.
Otra cosa que me sorprende es que algunos hermanos hacen una división (no muy bien argumentada) sobre lo que es la música de o para Dios y la música del mundo, y en base a esa idea personalista elevada a un ‘quasi dogma’ proclaman que los cristianos no debemos escuchar música mundana. Aún no he conseguido entender muy bien esta dicotomía de una visión maniquea en donde todo es o negro o blanco, o es de Dios o es del diablo ¿no existe ninguna zona neutra?
Puede haber terrenos fronterizos polémicos. Por poner un ejemplo dentro del mundo de la música clásica (en el que me muevo profesionalmente), Gustav Mahler, en su Sinfonía nº 3, puso en la voz de una contralto algunos textos de la obra de Nietszche (el filósofo de la muerte de Dios), ‘Así habló Zaratustra’, ¿es lícito o ilícito que un creyente interprete o escuche esta música, ya sea con un motivo profesional o por mero placer auditivo? o bien, como trató de convencerme un hermano, ¿no debo interpretar la música de Mozart porque éste era un libertino? ¿No es éste un asunto perteneciente a la libertad personal del cristiano en donde nadie tiene derecho a entrometerse?
Que el Señor la bendiga.
Parece que el tema de la música de alabanza es recurrente en este foro, pues ya de antiguo (unos tres años) también se trató el asunto y recientemente sobre el uso de instrumentos musicales.
Casi siempre que sale a relucir suelo participar por ser creyente y amante de la música, aunque habitualmente hay alguien que después de alguna de mis intervenciones trata de convencerme de que no debo escuchar música ‘mundana’, o de que soy un presumido, aun así me voy a arriesgar a participar de nuevo.
En mi opinión tiene usted bastante razón en lo que dice. El caso es que desde hace más de 30 años he participado como cantante en bastantes actividades cúlticas, evangelísticas, culturales, etc, organizadas por iglesias u organizaciones evangélicas españolas y jamás he cobrado una sola peseta por ello, incluso ni los gastos que por participar he tenido (desplazamiento, alojamiento, etc.) si bien es verdad que a veces me han ofrecido la casa de algún hermano cuando mi participación se producía fuera de mi ciudad de residencia. El caso es que siempre consideré que mi actividad musical, en la alabanza, o proclamación del evangelio, era un deber hacia el Señor y su iglesia que había de ser sufragada por mi, siendo mi responsabilidad conseguir los ingresos que sustentaran mi vida y la de mi familia con mi profesión, para así no gravar el presupuesto de las iglesias que visitaba y más aún la iglesia local a la que asisto regularmente. Sin embargo observaba como otros grupos o participantes recibían un sobre con el importe de su actuación, e incluso escuchaba comentarios sobre este o aquel solista o grupo que no asistía porque no se le pagaba la cantidad por ellos requerida.
Cierto que el obrero es digno de su salario, pero creo que quizás hay demasiados asalariados en las iglesias. Mi reflexión es ¿cuántos recursos económicos consume la propia iglesia en sí misma? Local o locales, pastor o pastores, director de alabanza musical, director de educación cristiana, materiales educativos, instrumentos musicales, megafonía, decoración, grupos de señoras y jóvenes, y un largo etcétera. No digo que esto no sea importante, incluso algunos de estos apartados son imprescindibles, pero ¿cuántas de estas y otras cosas o cargos no mencionados podrían ser prescindibles? ¿Por qué hay que pagar por la alabanza musical? ¿No se podrían dedicar muchos de esos recursos económicos para mejor extender el evangelio, pagando a misioneros, o ayudando a personas necesitadas? Ya sé que cada cosa tiene su lugar, pero a lo mejor el problema está en el orden de prioridades que damos a las cosas; cuando ponemos lo accesorio delante de lo necesario.
Otra cosa que me sorprende es que algunos hermanos hacen una división (no muy bien argumentada) sobre lo que es la música de o para Dios y la música del mundo, y en base a esa idea personalista elevada a un ‘quasi dogma’ proclaman que los cristianos no debemos escuchar música mundana. Aún no he conseguido entender muy bien esta dicotomía de una visión maniquea en donde todo es o negro o blanco, o es de Dios o es del diablo ¿no existe ninguna zona neutra?
Puede haber terrenos fronterizos polémicos. Por poner un ejemplo dentro del mundo de la música clásica (en el que me muevo profesionalmente), Gustav Mahler, en su Sinfonía nº 3, puso en la voz de una contralto algunos textos de la obra de Nietszche (el filósofo de la muerte de Dios), ‘Así habló Zaratustra’, ¿es lícito o ilícito que un creyente interprete o escuche esta música, ya sea con un motivo profesional o por mero placer auditivo? o bien, como trató de convencerme un hermano, ¿no debo interpretar la música de Mozart porque éste era un libertino? ¿No es éste un asunto perteneciente a la libertad personal del cristiano en donde nadie tiene derecho a entrometerse?
Que el Señor la bendiga.