Epístola de Bernabé 2:4-6 (c. 130 D. C.).
"Porque Él nos ha hecho saber bien claramente, por medio de todos los profetas, que Él no necesita ni sacrificios ni ofrendas encendidas enteras ni ofrendas generales, diciendo en una ocasión: '¿Para qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios?' dice el Señor. 'Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demandó esto de vuestras manos cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y días de reposo no los puedo soportar'. Por tanto, Él ha abolido estas cosas, para que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que está libre del yugo de la compulsión, pueda tener su ofrenda, una ofrenda no hecha por el hombre".
La Historia Eclesiástica de Eusebio Pamphilus (c. 260-339 D. C.) es probablemente una de las obras disponibles más importantes sobre la historia de la iglesia primitiva, que abarca los acontecimientos de sus primeros tres siglos. Como persona nacida durante el período de la iglesia primitiva, Eusebio era un historiador capaz, que vio de cerca los sucesos que ayudaron a dar forma a los acontecimientos históricos y teológicos de la iglesia primitiva.
Historia Eclesiástica, de Eusebio, Libro 1, Capítulo 5 (c. 315 D. C.).
"Por cuanto el nombre de cristianos tiene el propósito de indicar esta misma idea, de que un hombre, por el conocimiento y la doctrina de Cristo, se distingue por la modestia y la justicia, la paciencia y una virtuosa fortaleza, y por una profesión de piedad hacia el único y solo Dios suopremo; todo esto no menos estudiosamente cultivado por ellos que por nosotros. Por tanto, ellos no guardaban la circuncisión ni el sábado, ni lo hacemos nosotros; ni nos abstenemos de ciertos alimentos, ni guardamos otras ordenanzas, que Moisés subsiguientemente entregó para ser observadas en tipos y símbolos, porque cosas como éstas no pertenecen a los cristianos". (13)
Ireneo, obispo de Lyons (c. 178 D. C.
"El deber de celebrar el misterio de la resurrección de nuestro Señor puede cumplirse sólo en el día del Señor". (16)
Justino Mártir (c. 100-165 C. D. vivió durante el reinado de Antonio Pío y sufrió el martirio en 165 D. C. durante el reinado de Marco Aurelio. Era un entusiasta promotor del evangelio, y después de viajar mucho por todo el Imperio Romano, se estableció en Roma como maestro cristiano. Mientras estaba allí, filósofos vecinos se confabularon contra él a causa de su profesión cristiana, y le llevaron delante de las autoridades romanas, las cuales le ejecutaron por decapitación.
La primera apología de Justino, capítulo 67
"Y en el día llamado del sol, todos los que viven en ciudades o en el campo se reúnen en un solo lugar, y se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, hasta donde el tiempo lo permita; luego, cuando el lector ha dejado de leer, el presidente da instrucciones verbales, y exhorta a la imitación de estas buenas cosas ... Pero el domingo es el día en el cual todos nosotros tenemos asamblea común, porque es el primer día en que Dios, habiendo producido un cambio en la oscuridad y la materia, hizo el mundo; y Jesucristo nuestro Salvador en el mismo día se levantó de entre los muertos". (17)
Algunos cristianos dirían que estas epístolas y afrmaciones no son dignas de confianza y reflejan una apostasía general que ocurría en la iglesia durante esa época. Pero esta es la iglesia de la cual Cristo dijo: "Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". También, los hombres que escribieron cartas como éstas a los primeros cristianos eran el tipo de personas de las cuales se habla en Hebreos 11.