Mientras los israelitas fueron el pueblo de Dios, hubo lugares santificados donde se ofrecía adoración especial a Dios. Durante su estancia en el desierto se construyó un tabernáculo bajo la dirección del propio Jehová. Luego Salomón le construyó un templo en Jerusalén. En estos lugares especiales se daba culto a Jehová, consultándosele y ofreciéndosele sacrificios. No cabe dudas de que antes de Cristo no se rendía adoración a nadie más que a Jehová en estos lugares.
Lo interesante es que cuando Jesús vino a la tierra, todavía existía el templo en Jerusalén. Mientras por otro lado, los habitantes de Samaria y otras regiones del norte, tenía sus propios lugares de adoración también a Jehova, según nos muestra la conversación de Jesús con la samaritana. Curiosamente, Jesús nunca dijo: 'es a mí a quien ustedes adoran', sino que le llamó al templo: "la casa de mi Padre", y cuando conversaba con la samaritana, le especificó que los verdaderos adoradores adorarín sin lugar específico adonde ir, pero sería AL PADRE.
Si vamos a la región celestial según nos muestran las visiones a Juan, encontramos a Jesús hablando del templo o santuario celestial, y para sorpresa de muchos, en este lugar tampoco se le rinde adoración especial a Jesús, sino a Jehová. Precisamente en este lugar fue donde Jesús presentó a Dios su sacrificio sacerdotal, el precio de su sangre y cuerpo perfectos.
Heb.9:11 Sin embargo, cuando Cristo vino como sumo sacerdote de las cosas buenas que han llegado a realizarse, mediante la tienda más grande y más perfecta no hecha de manos, es decir, no de esta creación, 12 él entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna [para nosotros]. [...] 24 Porque Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros.
De ese mismo lugar Jesús habló aquí:
Rev.3:12 ”’Al que venza... lo haré columna en el templo de mi Dios, y ya no saldrá [de este] nunca, y sobre él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo desde mi Dios, y ese nuevo nombre mío.
Si Jesús fuera Dios ¿no lo asociaría la Escritura con los lugares donde a Dios se le rinde servicio sagrado?
Lo interesante es que cuando Jesús vino a la tierra, todavía existía el templo en Jerusalén. Mientras por otro lado, los habitantes de Samaria y otras regiones del norte, tenía sus propios lugares de adoración también a Jehova, según nos muestra la conversación de Jesús con la samaritana. Curiosamente, Jesús nunca dijo: 'es a mí a quien ustedes adoran', sino que le llamó al templo: "la casa de mi Padre", y cuando conversaba con la samaritana, le especificó que los verdaderos adoradores adorarín sin lugar específico adonde ir, pero sería AL PADRE.
Si vamos a la región celestial según nos muestran las visiones a Juan, encontramos a Jesús hablando del templo o santuario celestial, y para sorpresa de muchos, en este lugar tampoco se le rinde adoración especial a Jesús, sino a Jehová. Precisamente en este lugar fue donde Jesús presentó a Dios su sacrificio sacerdotal, el precio de su sangre y cuerpo perfectos.
Heb.9:11 Sin embargo, cuando Cristo vino como sumo sacerdote de las cosas buenas que han llegado a realizarse, mediante la tienda más grande y más perfecta no hecha de manos, es decir, no de esta creación, 12 él entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna [para nosotros]. [...] 24 Porque Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros.
De ese mismo lugar Jesús habló aquí:
Rev.3:12 ”’Al que venza... lo haré columna en el templo de mi Dios, y ya no saldrá [de este] nunca, y sobre él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo desde mi Dios, y ese nuevo nombre mío.
Si Jesús fuera Dios ¿no lo asociaría la Escritura con los lugares donde a Dios se le rinde servicio sagrado?