Querido David:
Con este texto me despido hasta Septiembre, pués me voy de vacaciones.
¿Qué me hace ser yo?
Si yo me doy cuenta de que vivo. Si yo soy algo más que las circunstancias que me han tocado vivir. Si yo me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor. Es más, si yo me doy cuenta de lo que pasa dentro de mí. Si yo me doy cuenta de que tengo una reacción propia frente a los estímulos que me llegan. Entonces me doy cuenta de que yo soy algo diferente al entorno.
Pero ¿qué soy yo?
Pertenezco al género humano, es evidente, pero ¿es esto lo que me hace ser yo? Veamos. He nacido de un padre y de una madre, como todos los hombres. Tengo un cuerpo con dos brazos y dos piernas. Ando erguido, cosa que me costó lo suyo y que aprendí en mi más tierna infancia. Y tengo un cerebro que me permite pensar.
Este cuerpo que visto me permite moverme por el mundo y hacer cosas, pero tiene sus servidumbres. Respirar, transpirar, comer, beber, evacuar. Limpiarlo, lavarlo y mantenerlo en las mejores condiciones.
Si yo fuera el cuerpo que visto no me daría cuenta de que me pertenece, de que forma parte de mí, pero que no soy yo. Yo debo ser algo más que se percata de sus partes y de sus componentes. Por otra parte no tengo ningún mérito de tenerlo, ya que es algo que se me ha dado, por lo que no puedo sentirme orgulloso ni pesaroso de nada de él. Me sirve, lo utilizo, pero no soy yo.
Digamos que me faltara un brazo. ¿Sería menos yo? No, seguiría siendo tan yo como antes. Sólo si me faltara yo mismo dejaría de ser yo.
Tengo una cultura, una raza, un país, una nación, un idioma. Estoy inmerso en una sociedad. Pero nunca podré decir que eso soy yo. Forma parte del entorno que me ha permitido educarme en formas aprendidas y aceptadas de ser, pero que en realidad no son yo. Tampoco puedo sentirme orgulloso de ello porque es algo que se me ha dado y que tengo que romper con ello para poder ser yo, el genuino, el auténtico.
Tengo la facultad de pensar, de razonar. Pero esto que puede parecer una facultad elevada de mí, no deja de ser una torpe reacción entre mi memoria, mi capacidad de comparar y mi voluntad. Me doy cuenta que esto tampoco soy yo porque toda reacción de la razón se compone de actitudes aprendidas, de reacciones ante estímulos, de vivencias pasadas, de reacciones semejantes, en fin, de algo que es como un traje que me viste, pero que no soy yo.
También tengo la facultad de desear. El hombre se compone de deseos. Deseo lo mejor para mí e incluso lo mejor para todo el mundo. ¡Deseo tantas cosas! A veces creo que yo soy un puro deseo. Si yo fuera auténticamente yo, estaría satisfecho conmigo mismo, por lo que no necesitaría nada. No habría deseos en mi vida. Yo deseo tantas cosas, porque interiormente algo me impulsa a ser yo, y este deseo se convierte en múltiples deseos de otras cosas.
Por ejemplo, tengo un gran deseo sexual. El deseo sexual, se compone en realidad de dos deseos: el de la satisfacción sexual personal y el de la procreación. Yo deseo el cuerpo y la mente de mi contrario, porque me doy cuenta que no me pertenezco, que mi cuerpo y mi mente no me pertenecen completamente. Deseo pertenecerme y busco en el otro de lo que carezco. Si yo fuera realmente yo no tendría ya deseo sexual. Este habría muerto al resolver el deseo inicial que lo provoca. En cuanto al deseo de procreación es otra malinterpretación de mi auténtico deseo de autenticidad y eternidad, que queda traducido en un simple deseo de perpetuarme.
También tengo un gran deseo de saber. “De saberme”. Pero este deseo se traduce en un deseo de conocer, de analizar para luego sintetizar. Me deseo a mí mismo y busco en el exterior algo que satisfaga mi gran deseo, pero de esta forma nunca lo consigo y quedo frustrado.
Tengo otra facultad más sutil. La intuición. Pero esta se rechaza porque no supone un esfuerzo, no supone un razonamiento. Viene completa sin necesidad de elaborar y no la acepto. Tal vez sea lo más auténtico de mí, pero no me han enseñado a utilizarla. La intuición se compone de símbolos y no los comprendo.
Todo esto me hace pensar que lo que realmente soy yo es este punto, este centro que me permite darme cuenta de todo esto. Soy un centro de CONCIENCIA. Un centro de conciencia revestido de muchas cosas naturales y otras artificiales que me permiten habitar este mundo, mantenerme en él. Pero intuyo que este centro de conciencia no es puro aún. Es un híbrido entre la conciencia divina y la natural.
Si yo me hubiese creado a mí mismo, ya sería yo. Ya estaría completo. No necesitaría buscarme hasta encontrarme. Esto quiere decir, que lo más auténtico de mí no es obra mía. Entonces puedo pensar en un Dios que haya creado esa partícula infinitesimal que es lo más auténtico de mí. Dios ha creado esa partícula y la ha puesto en un medio natural. Este medio natural debe tener también conciencia propia, porque de hecho la partícula creada por Dios viene revestida de otra clase de conciencia. Es una conciencia natural, del medio.
Si yo sigo analizándome, llego a percibir la diferencia entre las dos. La conciencia natural tiende a facilitarme la vida en este mundo. La conciencia divina se basta por si misma y tiende a darse a conocer. No es de este mundo y el mundo no le preocupa. De ahí esos encontronazos entre las dos conciencias ante las preguntas importantes de la vida. Pero la conciencia natural asfixia a la conciencia divina, no dejándola manifestarse en el mundo. Son dos conciencias diametralmente opuestas que luchan por establecer sus postulados a la entidad, al yo. Cada una de ellas lucha por ser sí mismas.
La conciencia natural es territorial. Así como el animal marca su territorio, lucha por él y le gusta vivir en él, a la conciencia natural le pasa lo mismo. De ahí todos esos sentimientos sociales, nacionales y territoriales que luchan por imponerse a la auténtica conciencia del ser.
La conciencia natural es social, es gregaria. Se siente bien socialmente y busca, como el animal, ser el jefe de la manada. Esta conciencia natural busca situarse por encima de los demás, y si no lo consigue, al menos busca la aceptación de los demás.
La conciencia natural se siente incompleta. Busca autorealizarse y utiliza todas las teorías e ideas sociales, culturales, científicas, religiosas y antropológicas para crear un ideal. Toda su conducta va dirigida a parecerse cada vez más a su ideal. Sabe que no es, pero busca ser un ser idealizado. Quiere ser un superhombre.
La conciencia natural recibe apoyos de conciencias naturales de otras gentes habitantes del mundo. Es a lo que se llama “el inconsciente colectivo”. Por este proceso ideas culturales de otras gentes pasan a formar parte de los métodos y formas de su ideal.
En cambio, la conciencia divina sólo tiende a ella. Es la base de la intuición y es la que empuja al ser. No la conocemos, pero representa lo más auténtico de nosotros mismos. Es la autenticidad completa. No es territorial, ni nacional, ni social, ni gregaria, es, sencillamente, divina. Es lo que yo quiero ser. Quiero que su energía, que su voluntad y su belleza se manifieste en mí y a través de mí. Es intemporal, imperecedera, desproporcionada para nosotros. Es una joya. Es lo único que quedará después de quitar toda la hojarasca que la maniata y la asfixia.
Es lo que me hace ser yo.