El extremismo Islámico en Europa y la hostilidad antijudía
El agudo incremento de la violencia antijudía en Europa Occidental ha atraído la atención sobre la creciente población musulmana en esa parte del mundo. En prácticamente cada país de la Unión Europea los musulmanes superan a los judíos por 10 a 1. Para los judíos europeos ese no sería un factor particularmente inquietante, puesto que ellos estuvieron y siguen estando a favor del pluralismo religioso y cultural, a no ser por el hecho de las perturbadoras pruebas acerca de la radicalización de vastas cantidades de musulmanes que habitan en Europa. En una medida creciente, este vuelco al extremismo se ha canalizado en hostilidad contra los judíos y desafortunadamente, las autoridades concernientes con frecuencia cerraron los ojos ante esta situación, por lo menos cuando solamente estuvieron amenazados los judíos y las instituciones judías. Sin embargo, Europa está cobrando conciencia de que la estabilidad misma del continente pudiera quedar afectada seriamente a menos que se adopten las medidas necesarias para controlar las influencias extremistas en la populosa sociedad musulmana que ahora vive en ella.
<b>La presencia musulmana en la Unión Europea.</b>
*A la inmigración se debe el 70% del crecimiento general de la población en los Estados miembros de la Unión Europea durante los últimos cinco años, y la gran mayoría de los que buscaron y siguen procurando ahora una vida mejor en Europa, son musulmanes. Teniendo en cuenta las escasas perspectivas que ofrece el mundo árabe para mejorar la existencia de la gente, esta tendencia probablemente va a continuar. Una vez que se establecen en Europa, los musulmanes producen una tasa de natalidad mucho mayor que la de los europeos autóctonos. En la actualidad se calcula que la cantidad de musulmanes que viven en la Unión Europea suma entre 12 y 20 millones, lo que equivale a decir que hay más musulmanes en Europa que noruegos, suecos, daneses, griegos, checos y húngaros. Y la cantidad de musulmanes (incluso si su tasa de natalidad disminuye en cierta medida, lo que seguramente va a ocurrir) no cabe dudas que seguirá creciendo.
En Gran Bretaña los musulmanes ahora constituyen la segunda mayor comunidad religiosa (mayor que la de los católicos romanos). En Francia se calcula que la población musulmana probablemente suma 6 millones, aunque no faltan los que afirman que en realidad el número no debe ser inferior a los 8 millones. Significativamente, los musulmanes componen la mitad de todos los adolescentes y los de "veintitantos" en Marsella y a lo largo y ancho de la región de Ródano-Alpes. Tan es así, que la palabra jeunes ("jóvenes") se ha convertido en un eufemismo para significar musulmanes. En realidad el porcentaje de musulmanes en la demografía de Francia excede el de los afroamericanos en los Estados Unidos. Se podría argüir con certeza que los problemas raciales en Francia son mucho más explosivos que los de Estados Unidos, habida cuenta que los musulmanes tienen en Francia poca o ninguna representación política. No hay un solo musulmán en las 577 bancas de la Cámara de Diputados de la Asamblea Nacional.
Por supuesto que es importante hacer una distinción entre la gran masa de recién llegados no aquerenciados y los sectores musulmanes tradicionales con añejas raíces en Europa. Pero la mayoría de estos últimos están en los Balcanes y no en países integrantes de la Unión Europea. No caben dudas de que la creciente población musulmana en Europa va a tener un impacto enorme en la sociedad europea. Ahora mismo, ningún visitante a las principales ciudades de Europa Occidental puede dejar de observar el rostro cada vez más pluralista del continente. Pero la inestabilidad social que ha acompañado al asentamiento musulmán en Europa, trasciende las meras diferencias raciales.
<b>Aumento del fundamentalismo.</b>
En la sociedad musulmana de Europa existe una fuerte corriente a favor de rechazar la idea de cualquier integración genuina en la sociedad circundante. Muy por el contrario, se nota en la comunidad musulmana en Europa un aumento evidente y muy preocupante del fundamentalismo religioso, el cual frena a los musulmanes de tornarse en miembros plenamente integrados a las sociedades en cuyo seno han escogido vivir.
No se trata de resistencia a la adopción de un estilo de vida diferente ni adhesión a un antiguo ritual, sino más bien una antipatía consciente y frecuentemente militante por la cultura mayoritaria que los alberga.
Es claro que la presencia de tanta gente que no comparte la cultura dominante del país donde vive, e incluso siente hostilidad hacia dicha cultura, probablemente exacerbará la tendencia preexistente europea a la xenofobia. Resulta contundente acerca de los sentimientos que abriga la sociedad francesa hacia la minoría islámica, un muestreo tomado por la Comisión Nacional sobre Derechos Humanos, que reveló que el 63% de la mencionada sociedad francesa piensa que "hay demasiados árabes" en el país; en tanto que el 43% respondieron que hay demasiados negros, el 21% demasiados asiáticos y apenas el 19% demasiados judíos. ¿De dónde proviene esta hostilidad? ¿La fuente del problema es el retraimiento de los musulmanes a integrarse a la sociedad francesa, o quizás la extendida antipatía que reina hacia ellos genera su no disposición a integrarse?
Sea cual fuere la respuesta, el temor al "diluvio" musulmán puede ser detectado en los países que fueron los destinos favoritos de esa inmigración. En Holanda, donde viven un millón de ellos en una población total de 16 millones, los legisladores han decidido formar una comisión gubernamental para investigar las actividades de las mezquitas, que se han convertido en incubadoras de sentimientos antioccidentales y frecuentemente incitaron a la violencia. Fue este temor a los musulmanes el que apuntaló el meteórico ascenso del partido que lideró el finado Pim Fortuny. Pero Fortuny y sus simpatizantes no pueden, sin embargo, ser considerados de la misma manera que el francés Jean Marie Le Pen. Por el contrario, Fortuny fue un pilar del estilo de vida "liberado", del "todo vale" por el cual Holanda es famosa desde hace décadas. El quid de la oposición de Fortuny – un conocido homosexual – a la comunidad islámica, era el temor por el hecho de que los musulmanes de reciente inmigración se oponen firmemente a las conductas "liberadas" de la sociedad occidental, y podrían actuar para cambiarlas.
En Europa los musulmanes son en su mayoría pobres e integran una porción sustancial de la clase relegada. Los barrios donde viven tienen generalmente una tasa de desempleo mucho más alta que el promedio nacional. En Francia, por ejemplo, según algunas evaluaciones, el 50% de los desempleados son musulmanes. La mayoría de los vecindarios musulmanes están plagados de todos los problemas sociales que acosan a las zonas aquejadas de miseria, incluyendo un alto índice de criminalidad, drogas, prostitución, etc. No hay que sorprenderse, pues, de que esos barrios se hayan tornado terrenos fértiles para los que predican el mensaje del extremismo islámico. El atractivo del islam no se refiere solamente a su enaltecimiento de la dignidad de los oprimidos, sino además a la provisión de reales servicios de atención social que, de otra manera, lamentablemente brillan por su ausencia.
Los orígenes nacionales y la clase social a que pertenecen los inmigrantes tienen un impacto enorme en el grado de observancia religiosa musulmana. Por cierto que la estricta observancia de las tradiciones islámicas no significa, de ninguna manera, simpatizar con los terroristas – ni siquiera tenerles antipatía a los judíos o a Israel -. Con todo, los musulmanes franceses son considerablemente más religiosos (por lo menos en términos de ritual y de concurrencia a la mezquita) que sus vecinos cristianos. Se considera generalmente que el 75% de los musulmanes de Francia cumplen el ayuno del mes del Ramadán y las dos terceras partes de todos ellos evitan el consumo de bebidas alcohólicas. Esto constituye un marcado contraste con las tradiciones políticas francesas, que están fuertemente enraizadas en el laicismo. La mayoría de los franceses sólo van a la iglesia "cuando nacen, se casan y mueren". Por esta razón hay poca tolerancia a cualquier desviación de lo que se tiene por un comportamiento francés normal. Es por esto que el francés común y corriente se muestra tan asombrado cuando observa a niñas que concurren a las escuelas públicas con una pañoleta que les cubre la cabeza. En los Estados Unidos, donde se registra un mayor compromiso con el comportamiento pluralista y existe una mayor tolerancia por los derechos del individuo frente a la costumbre colectiva, también existe un mayor grado de libertad de expresión religiosa. Pero se notan signos alarmantes de que la colectividad musulmana está crecientemente influenciada por un islam fanático que no solamente rechaza los valores occidentales, sino que los ataca.
<b>Musulmanes y judíos en Europa.</b>
En Francia, por ejemplo, hay 1.200 mezquitas, casi todas ellas mantenidas con dinero procedente del extranjero. Casi todos los imanes que predican en ellas, son foráneos. Esas instituciones están fuertemente influenciadas por los países que les giran fondos, y muchas importan la misma tendencia beligerante del islam que se practica en el "viejo hogar". Cierto imán declaró en Roubaix que el área que rodea la mezquita donde él predica, es territorio islámico donde los funcionarios franceses no tienen autoridad alguna y no son bienvenidos. Otro, Mohamed Latreche, nacido en Argelia, formado en Siria, imán en Estrasburgo, fundó un partido político denominado PMF (Partido de los Musulmanes Franceses). Su plataforma política mayormente se revuelve alrededor de la demonización de los judíos. En mayo de 2002 él organizó una manifestación en la que participaron representantes del Hamas y el Hizbollah, y en cuyo transcurso se dispararon andanadas de improperios convocando al boicot de empresas de propiedad judía y de la firmas internacionales supuestas de estar bajo el control judío. Si bien no todos los musulmanes son antisemitas, la tendencia antijudía en el islam, exacerbada por los acontecimientos en el Medio Oriente, es por cierto potente. Y es este antisemitismo el que se nota muy manifiesto en las mezquitas esparcidas a lo largo y ancho de Europa.
Según informa un corresponsal del diario "Washington Post", "Hamburgo – y toda Alemania – eran campo libre para los extremistas islámicos.... La mezquita «Al Kuds» se inauguró en 1993 y desde entonces es un centro de arengas incendiarias. «¡Los judíos son cruzados, y hay que cortarles sus gargantas!», exhortó el imán Mohammed bin Mohammed al-Fizazi en un sermón anterior al 11 de septiembre de 2001, que fue grabado en video. Resulta ilustrativo que Mohammed Ata, uno de los cerebros de los ataques del 11 se septiembre, era un feligrés asiduo precisamente de esa mezquita de Hamburgo".
Como recientemente escribió el Prof. Robert Wistrich, de la Universidad Hebrea, "La noción... de que los judíos son «arrogantes impostores» que permanentemente traman nuevos complots y conspiraciones para sembrar discordia, conflictos y división en el seno de la comunidad musulmana, es considerada evidente por sí misma y consistente con las enseñanzas del Corán. Repiten en forma constante que sólo la adhesión férrea a los verdaderos valores islámicos puede preservar a los musulmanes de la grave amenaza interpuesta por la infiltración judeo-sionista y del imperialismo occidental, peligro que ya había sido anticipado por los sagrados textos del Corán".
Bajo la influencia de tales enseñanzas, los musulmanes en Europa han cometido y siguen cometiendo acciones de violencia contra judíos e instituciones judías. Si bien fueron musulmanes los que perpetraron esos actos, han sido las élites europeas las que generaron el ambiente de hostilidad hacia Israel que los hizo posibles. Aclarado esto, hay que señalar que casi todo sondeo de la opinión pública confeccionado en Europa muestra que hay mucha menos desconfianza hacia los judíos que hacia los musulmanes, puesto que no se sospecha que los judíos sean antioccidentales ni que estén en contra de la modernidad.
Si las circunstancias fuesen normales, podría esperarse que judíos y musulmanes se unan en causas de mutua preocupación, incluyendo la matanza ritual, la circuncisión y la legislación concerniente al día semanal de descanso. Pero hoy en día la atmósfera está tan enrarecida que no cabe pensar en ninguna clase de cooperación. Algunos judíos que han podido acercarse a la comunidad musulmana, informan que muchos de los que eran sus interlocutores tradicionales ahora sienten temor de continuar esos contactos. Afortunadamente, se nota, con todo, algunos constantes llamados a la moderación. En la comunidad islámica italiana, el imán Hadi Palazzi sigue relacionado con judíos y continúa predicando un mensaje de moderación e incluso amistad con Israel..
Según el periódico "The Economist", que publicó un largo informe sobre el islam en Europa Occidental, elocuentemente subtitulado "No le tema", "el temor al extremismo no está limitado a los que no son musulmanes. Ghoul Moulay, quien es imán en Marsella, expresa con fanqueza su miedo al fundamentalismo, no precisamente el de Somalía o Yemen, sino también el de Gran Bretaña. Sohen Bencheikh, el gran muftí de Marsella, dice que «los musulmanes deben inmunizarse contra la radicalización proveniente del exterior» Al igual que muchos otros, ellos creen que es esencial que los imanes deberían ser formados en Europa, no en el Medio Oriente, el Maghreb o Pakistán".
Le corresponde a Europa descubrir la manera de integrar a los musulmanes en su seno y lograr una fórmula para que pierdan su relumbre el fundamentalismo y la violencia. Hasta que llegue ese momento, el progreso del islam sigue siendo la mayor amenaza a la estabilidad de un continente que se ha apartado demasiado del objetivo de construir un brillante futuro común.
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Traducción al español, elaborada por OJI, de "Radical Islam in Europe: A united continent faces a burgeoning treat to its stability", N° 83 de los "Policy Dispatches".
(Traducción: Pedro J. Olschansky) via <A HREF="http://www.shalomsefarad.com">Shalomsefarad</A>.