EL FULANO PÍO XII
Al igual que Mussolini, Hitler – un Católico de nacimiento – vio la necesidad de ganarse el apoyo del Vaticano mediante un Concordato, firmado el 20 de Julio de 1933, para darle a su “proceso” un semblante externo de legitimidad ante el mundo y ante su país <40% católico>, así como para neutralizar a católicos opositores a su régimen, ya que el partido católico era el más fuerte oponente [Partido Central Alemán]. Por su parte, la iglesia Católica tenía sus propios intereses, como lo eran:
• Apoyar a Hitler para combatir el enemigo común: el comunismo, cuyo origen estaba ligado a sectores judíos.
• Tener el apoyo del Estado para la imposición a los alemanes católicos el nuevo Código de Derecho Canónigo. Con esto podría controlar aún más las iglesias alemanas, las cuales habían adquirido cierto grado de libertad de acción. Hay que recordar que hacía unos 400 años antes, Martín Lutero había quemado públicamente una copia del Derecho Canónico en Wittemberg.
• Nuevas medidas favorables para la educación católica, incluyendo nuevas escuelas.
Este Concordato, similar al alcanzado con Mussolini en Italia <1929>, fue canalizado por el entonces Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Eugenio Pacelli, quien había vivido 13 años en tierras alemanas como Arzobispo y Nuncio Apostólico.
Hitler temía que los católicos se unieran, como lo hicieron para derrotar a Bismark al querer imponer su lucha cultural “Kulturkampf” (1871-1887) –lucha entre la iglesia Católica y el poder secular, la cual limitaría en gran manera la influencia política de la iglesia católica en el Reich.
Hitler estaba convencido de que su movimiento sólo podría triunfar si el catolicismo político y sus redes democráticas fueran eliminados. Y estaba en lo correcto, puesto que a comienzos de los años 30, el Partido Central Alemán, los obispos católicos alemanes, así como los medios de comunicación católicos habían rechazado contundentemente al Nacional Socialismo. Le negaban a los Nazis los sacramentos y entierros religiosos, se escribían artículos contra los Nazis en más de 400 periódicos católicos. Lamentablemente, la actitud católica en Alemania no era la misma que prevalecía en el Vaticano, siendo esta posición la misma que encarnaba y auspiciaba Eugenio Pacelli – promover los intereses de expansión y dominio del Vaticano ante que cualquier otra consideración.
Al final, Hitler insistió que el firmar el concordato dependería del voto aprobatorio del Partido Central católico a la legislación que le daría poderes dictatoriales. No conforme con esto, Hitler insistió en el desmembramiento posterior del Partido Central, la última fuerza parlamentaria verdadera de Alemania. Todo esto bajo la mirada complaciente de Pacelli.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, muchos católicos, viendo que sus líderes habían dejado de luchar y sus líderes capitulaban, se unieron por millones al partido Nazi, creyendo que así apoyaban al Papa.
Después de firmado el Concordato con el Reich, Pacelli declaró un triunfo sin paralelo para la Santa Sede. En un artículo en L’Osservatore Romano, Pio XII anunció que el tratado indicaba el reconocimiento y aceptación total de las leyes de la iglesia Católica por parte del estado Alemán. Posteriormente, lo que se vio fue que el verdadero triunfador había sido Hitler, y los judíos las primeras víctimas del Concordato. Como consecuencia del Concordato, la iglesia Católica alemana, por insistencia de Roma, permaneció en silencio, aunque hubo pocas excepciones, como los sermones del Cardenal Michael Von Falhaber, Arzobispo de Munich, los cuales denunciaban a los Nazis por su rechazo del Antiguo Testamento como simplemente un texto judío.
El Vaticano sabía de la intención de Hitler de exterminar a los judíos antes de firmar el Concordato, (recuérdese que el libro autobiográfico de Hitler “Mein Kampf” con sus ideas antisemitas ya era altamente conocido desde 1925). Un poco antes de la firma del documento, el 1º de abril de 1933, Hitler expresó que se crearía una atmósfera especialmente favorable para la lucha contra el judaísmo internacional. Justificó su programa sistemático o boicot contra los judíos, con estas palabras. “Creo que hoy estoy actuando al unísono con la intención del Creador Todopoderoso”, y predijo que el nombre de Hitler sería honrado en todos los países “como el hombre que de una vez por todas exterminó la peste judía del mundo” (Adolph Hitler por John Toland, pg.24, Ballantine Books, 1977).
¿Por qué extrañarse de la actitud tomada por la iglesia Católica, si ésta inició una campaña antijudía desde el tiempo del Emperador Adriano (117-138 DC) y llevada a su máxima expresión por la Inquisición en la Edad Media?. Basta la siguiente declaración de Hitler para ver quien inspiró su conducta antisemita:
“Ante todo, he aprendido de los jesuitas. Y así también lo hizo Lenín, si mal no recuerdo. El mundo jamás ha conocido algo tan espléndido como la estructura jerárquica de la Iglesia Católica. Hubo muchísimas cosas que simplemente he apreciado de los jesuitas para ser usadas por el partido” (The Jesuits: History and Legend of the Society of Jesus, pg, 266 por Manfred Barthel, 1984)
La Iglesia Católica cooperó plenamente con los nazis en “clasificar” a la gente de descendencia judía. La Iglesia Católica continuó su particular “cooperación” durante todo el tiempo que duró la guerra. La Iglesia Católica aprobaba el totalitarismo, siempre y cuando no entrara en conflicto con les “asuntos e intereses de la Iglesia”. Aunque es cierto que hubo casos de ayuda a los judíos por parte de la Iglesia Católica, como institución nunca reconoció públicamente que la defensa de los judíos era un deber cristiano. El Vaticano prohibió severamente muchos otros libros, pero nunca incluyó a Mein Kampf ni las obras antisemíticas ponzoñosas de numerosos líderes de la Iglesia Católica en su Indice de lecturas prohibidas.
Se ha considerado que si el Papa hubiera protestado, como muchos le rogaron que lo hiciera, sólo habría hecho que las cosas se empeoraran para los judíos. ¿Podrían haber sido peores? ¿Acaso el silencio del Vaticano salvó a alguien?. Evidentemente no. Como Pedro De Rosa dice en su libro Vicars of Christ: The Dark Side of the Papacy, pg.198 (Crown Publishers, 1988):
“Había un solo hombre en el mundo cuyo testimonio Hitler temía más, puesto que muchos en sus fuerzas armadas eran católicos. Ese único hombre no dijo nada. A pesar de lo que Winston Churchill llamaría ‘probablemente el crimen más grande y más horrible que se haya cometido en toda la historia del mundo’, el Papa decidió permanecer neutral.”
No es menos significativo el hecho de que la iglesia nunca excomulgó a Hitler, ni a Mussolini, ni a Hitler, ni a ningún otro de los participantes claves en el Holocausto. Por último, es un hecho demostrado el papel que la Iglesia Católica jugó en el escape de los criminales de guerra Nazis hacia Sudamérica y otros sitios. Los documentos desclasificados recientemente en Argentina así lo confirma.
Como dato adicional, el mismo día que Pío XII comenzó su pontificado, Mussolini echó de Italia a 69.000 judíos y el Papa no dijo nada. Una semana más tarde Italia invadió Albania. El Papa protestó, pero “no porque un país había sido cruelmente atacado, sino porque la agresión se había llevado a cabo en un viernes santo” (The Vatican in World Politics. Pg.126. Avro Manhatan, Horizon Press, 1949).
Católicos, vean este video:
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¿Por qué la iglesia católica no ha excomulgado al mounstruo de Hitler, su mounstruo?