«»Y a ustedes, enemigos de Babilonia,
les mando que ataquen y persigan
a estos despreciables babilonios.
»Yo soy el Dios de Israel;
yo soy el Dios todopoderoso.
Tengo algo pendiente con Babilonia.
Ya he abierto mi depósito de armas,
y sacaré las más destructivas.
Estoy muy enojado,
y haré pedazos a los babilonios.
¡Llegó la hora del castigo!
¡Maten a todos sus soldados!
¡Maten a toda su gente!
»¡Que vengan los guerreros,
y ataquen a Babilonia!
¡Que la rodeen
para que nadie se escape!
Babilonia se rebeló contra mí.
Por eso, ¡denle su merecido!
¡Trátenla como ella trató a otros!
Yo soy el Dios de Israel,
yo soy un Dios diferente.
»Yo les juro que en ese día
sus jóvenes y sus mejores soldados
caerán muertos por las calles.
»Babilonia, nación orgullosa,
cuando llegue el día de tu castigo,
vendré y te daré tu merecido.
Les prenderé fuego a tus ciudades
y a todos sus alrededores.
Tus habitantes tropezarán y caerán,
y nadie los ayudará a levantarse.
Yo soy el Dios todopoderoso,
yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.
¡Que todos sus profetas mentirosos
se vuelvan locos y pierdan la vida!
¡Que tiemblen de miedo sus soldados!
¡Que se mueran sus caballos,
y sean destrozados sus carros de guerra!
¡Que todos sus soldados extranjeros
se acobarden y se mueran!
¡Que les roben todos sus tesoros!
¡Que se sequen sus ríos!»
Jeremías 50:21, 25, 27, 29-32, 36-37 TLA