LA HISTORIA MUESTRA
No se empezó a enseñar esta doctrina hasta más de 200 años después de la muerte de María. El primer origen de ese dogma tiene sus inicios en los llamados evangelios apócrifos, escritos por herejes del segundo y tercer siglos. «El pseudo evangelio de Mateo» y el «evangelio árabe de la infancia de Jesús», especialmente escritos por antiguos herejes para sostener sus errores, nos presentan los primeros rastros de la deificación de María. Más tarde, la secta de los Colliridianos surge y ofrece un culto a la Virgen, sustituyendo a las diosas paganas Diana, Minerva, etc.
En el período patrístico los padres de la Iglesia no eran de ningún modo renuentes a atribuir pecados y varias imperfecciones a María. La inmaculada concepción, de la bendita Virgen María por sus padres Joaquín y Ana, fue contradicha por grandes católicos durante muchos siglos y no hubo consenso a su favor hasta el siglo XVI. Asimismo este decreto papal choca con varios papas que directa o indirectamente manifiestan que nunca creyeron en la inmaculada concepción y repudiaron tal doctrina. Además, está documentada por sus declaraciones, la oposición de muchos padres de la Iglesia, que eran adversos a la Inmaculada Concepción. Por ejemplo:
Eusebio de Cesarea(265-340) (Emiss, en Orat. 2 de Nativ.) dice: «Ninguno está exceptuado de la mancha del pecado original, ni aun la madre del Redentor del mundo. Sólo Jesús se halló exento de la ley del pecado, aun cuando haya nacido de una mujer sujeta al pecado».
Ambrosio (340-397), doctor de la Iglesia y obispo de Milán dice: «Jesús es El solo a quien los lazos del pecado no vencieron; ninguna criatura concebida por el contacto del hombre y la mujer, ha sido exceptuada del pecado original; sólo ha sido exceptuado Aquel que fue concebido sin aquel contacto y de una virgen, por obra del Espíritu Santo» (Comentario al Salmo 118).
Joviniano, negaba la virginidad de María durante el nacimiento de Jesús.
• San Agustín (354-430), obispo de Hipona y doctor de la Iglesia combatió la idea de que María hubiera nacido sin mancha del pecado original (en Psalm 34, sermón 3) dice: «Maria murió por causa del pecado original transmitido desde Adán a todos sus descendientes». Y en su escrito De Peccatorum Meritis, declara que la carne de María era «carne de pecado» y que María, que descendía de Adán, murió a consecuencia del pecado.
Tertuliano, una de las autoridades máximas de la Iglesia cristiana primitiva, advirtió en contra de esta suposición del nacimiento de María y además sostuvo que después del nacimiento de Cristo, José y María llevaron una vida matrimonial como la de cualquier otra pareja unida ante Dios en santo matrimonio.
El papa León 1, en el año 440, afirmaba: «Sólo el Señor Jesucristo entre los hijos de los hombres nació inmaculado, porque El solo ha sido concebido sin la suciedad y la concupiscencia de la carne» (Sermón 24 de Nativ. Dom.).
El papa Gelasio, en el año 492, escribía: «Corresponde sólo al Cordero Inmaculado el no tener pecado alguno» (Gelassii Papae Dicta, Tomo 4, Colosenses).
El papa Gregorio el Grande (540-604), comentando Job 14:4 expresa que Jesucristo es el único que no ha sido concebido de sangre impura y verdaderamente puro en su carne.
Anselmo (1033-1109), arzobispo y doctor de la Iglesia, también escribió (Op., p. 92): «Si bien la concepción de Cristo ha sido inmaculada, no obstante, la misma Virgen de la cual El nació ha sido concebida en la iniquidad y nació con el pecado original, porque ella pecó en Adán, así como por él todos pecaron».
Tampoco hay apoyo muy fuerte para este dogma sobre la base de la tradición. Hasta el año 1140 (la fecha de la carta de San Bernardo) los testimonios de los Padres eran adversos a la Inmaculada Concepción.
Bernardo de Claivaux (1090-1153) alguien profundamente devoto de la importancia de María para la
Iglesia, no estaba de acuerdo con la doctrina de la Inmaculada Concepción. En su famosa carta a los canónigos de Lyon, llamaba a la nueva ceremonia en honor de la «Inmaculada Concepción» una novedad «de la que nada saben los ritos de la Iglesia, la razón no aprueba, y la antigua tradición no recomienda».
Bernardo protestó enérgicamente diciendo que con la misma razón, se podían establecer días de fiesta conmemorativos de la concepción de la madre, abuela y bisabuela de María, y así sucesivamente hasta nuestra madre Eva.
En el siglo XII, los escolásticos habían formulado la pregunta: ¿Significa la inmunidad de María del pecado que ella fue concebida sin pecado (inmaculada concepción)? Durante el siglo trece los teólogos escolásticos afirmaron claramente que María había pecado.
Buenaventura (1217-1274) fue igualmente negativo a esta doctrina de la Inmaculada Concepción, el escribió: «todos los santos que han hecho mención de este asunto, con una sola boca han aseverado que la bendita Virgen fue concebida en pecado original».
Tomás de Aquino (1225-1274), el sumo doctor de la Iglesia romana, luchó valientemente contra esa incipiente herejía. Afirmó más allá de toda duda que Mara con-trajo el pecado original . Ella tuvo que sufrir las consecuencias del pecado original, incluyendo la muerte. El dice, por ejemplo: «La bienaventurada Virgen María, habiendo sido concebida por la unión de sus padres, ha contraido
el pecado original» (Summa Thcolog., part. 3).
En su última obra escrita llega a afirmar taxativa-
«Ciertamente (María) fue concebida con el pecado original, como era natural... Si no hubiera sido concebida con pecado original, no habría necesitado ser redimida por Cristo y, de ser así, Cristo no sería el Redentor universal de los hombres, lo que derogaría la dignidad de Cristo» (Brevis Summa defide).
El Papa Inocencio III, en el año 1216, dice: «Eva fue formada sin la culpa, y engendró en la culpa; María fue formada en la culpa, y engendró sin la culpa» (De Festo Assump., Sermón 2).
El mismo papa Sixto IV, perteneciente a la orden de Scoto, prefirió guardar un prudente distanciamiento en la disputa, e insistir en que «nada ha sido decidido todavía por la Iglesia romana y la sede apostólica». En otras palabras, a casi milenio y medio del nacimiento de Maria no existía ninguna certeza de que su concepción hubiera sido inmaculada.
No se empezó a enseñar esta doctrina hasta más de 200 años después de la muerte de María. El primer origen de ese dogma tiene sus inicios en los llamados evangelios apócrifos, escritos por herejes del segundo y tercer siglos. «El pseudo evangelio de Mateo» y el «evangelio árabe de la infancia de Jesús», especialmente escritos por antiguos herejes para sostener sus errores, nos presentan los primeros rastros de la deificación de María. Más tarde, la secta de los Colliridianos surge y ofrece un culto a la Virgen, sustituyendo a las diosas paganas Diana, Minerva, etc.
En el período patrístico los padres de la Iglesia no eran de ningún modo renuentes a atribuir pecados y varias imperfecciones a María. La inmaculada concepción, de la bendita Virgen María por sus padres Joaquín y Ana, fue contradicha por grandes católicos durante muchos siglos y no hubo consenso a su favor hasta el siglo XVI. Asimismo este decreto papal choca con varios papas que directa o indirectamente manifiestan que nunca creyeron en la inmaculada concepción y repudiaron tal doctrina. Además, está documentada por sus declaraciones, la oposición de muchos padres de la Iglesia, que eran adversos a la Inmaculada Concepción. Por ejemplo:
Eusebio de Cesarea(265-340) (Emiss, en Orat. 2 de Nativ.) dice: «Ninguno está exceptuado de la mancha del pecado original, ni aun la madre del Redentor del mundo. Sólo Jesús se halló exento de la ley del pecado, aun cuando haya nacido de una mujer sujeta al pecado».
Ambrosio (340-397), doctor de la Iglesia y obispo de Milán dice: «Jesús es El solo a quien los lazos del pecado no vencieron; ninguna criatura concebida por el contacto del hombre y la mujer, ha sido exceptuada del pecado original; sólo ha sido exceptuado Aquel que fue concebido sin aquel contacto y de una virgen, por obra del Espíritu Santo» (Comentario al Salmo 118).
Joviniano, negaba la virginidad de María durante el nacimiento de Jesús.
• San Agustín (354-430), obispo de Hipona y doctor de la Iglesia combatió la idea de que María hubiera nacido sin mancha del pecado original (en Psalm 34, sermón 3) dice: «Maria murió por causa del pecado original transmitido desde Adán a todos sus descendientes». Y en su escrito De Peccatorum Meritis, declara que la carne de María era «carne de pecado» y que María, que descendía de Adán, murió a consecuencia del pecado.
Tertuliano, una de las autoridades máximas de la Iglesia cristiana primitiva, advirtió en contra de esta suposición del nacimiento de María y además sostuvo que después del nacimiento de Cristo, José y María llevaron una vida matrimonial como la de cualquier otra pareja unida ante Dios en santo matrimonio.
El papa León 1, en el año 440, afirmaba: «Sólo el Señor Jesucristo entre los hijos de los hombres nació inmaculado, porque El solo ha sido concebido sin la suciedad y la concupiscencia de la carne» (Sermón 24 de Nativ. Dom.).
El papa Gelasio, en el año 492, escribía: «Corresponde sólo al Cordero Inmaculado el no tener pecado alguno» (Gelassii Papae Dicta, Tomo 4, Colosenses).
El papa Gregorio el Grande (540-604), comentando Job 14:4 expresa que Jesucristo es el único que no ha sido concebido de sangre impura y verdaderamente puro en su carne.
Anselmo (1033-1109), arzobispo y doctor de la Iglesia, también escribió (Op., p. 92): «Si bien la concepción de Cristo ha sido inmaculada, no obstante, la misma Virgen de la cual El nació ha sido concebida en la iniquidad y nació con el pecado original, porque ella pecó en Adán, así como por él todos pecaron».
Tampoco hay apoyo muy fuerte para este dogma sobre la base de la tradición. Hasta el año 1140 (la fecha de la carta de San Bernardo) los testimonios de los Padres eran adversos a la Inmaculada Concepción.
Bernardo de Claivaux (1090-1153) alguien profundamente devoto de la importancia de María para la
Iglesia, no estaba de acuerdo con la doctrina de la Inmaculada Concepción. En su famosa carta a los canónigos de Lyon, llamaba a la nueva ceremonia en honor de la «Inmaculada Concepción» una novedad «de la que nada saben los ritos de la Iglesia, la razón no aprueba, y la antigua tradición no recomienda».
Bernardo protestó enérgicamente diciendo que con la misma razón, se podían establecer días de fiesta conmemorativos de la concepción de la madre, abuela y bisabuela de María, y así sucesivamente hasta nuestra madre Eva.
En el siglo XII, los escolásticos habían formulado la pregunta: ¿Significa la inmunidad de María del pecado que ella fue concebida sin pecado (inmaculada concepción)? Durante el siglo trece los teólogos escolásticos afirmaron claramente que María había pecado.
Buenaventura (1217-1274) fue igualmente negativo a esta doctrina de la Inmaculada Concepción, el escribió: «todos los santos que han hecho mención de este asunto, con una sola boca han aseverado que la bendita Virgen fue concebida en pecado original».
Tomás de Aquino (1225-1274), el sumo doctor de la Iglesia romana, luchó valientemente contra esa incipiente herejía. Afirmó más allá de toda duda que Mara con-trajo el pecado original . Ella tuvo que sufrir las consecuencias del pecado original, incluyendo la muerte. El dice, por ejemplo: «La bienaventurada Virgen María, habiendo sido concebida por la unión de sus padres, ha contraido
el pecado original» (Summa Thcolog., part. 3).
En su última obra escrita llega a afirmar taxativa-
«Ciertamente (María) fue concebida con el pecado original, como era natural... Si no hubiera sido concebida con pecado original, no habría necesitado ser redimida por Cristo y, de ser así, Cristo no sería el Redentor universal de los hombres, lo que derogaría la dignidad de Cristo» (Brevis Summa defide).
El Papa Inocencio III, en el año 1216, dice: «Eva fue formada sin la culpa, y engendró en la culpa; María fue formada en la culpa, y engendró sin la culpa» (De Festo Assump., Sermón 2).
El mismo papa Sixto IV, perteneciente a la orden de Scoto, prefirió guardar un prudente distanciamiento en la disputa, e insistir en que «nada ha sido decidido todavía por la Iglesia romana y la sede apostólica». En otras palabras, a casi milenio y medio del nacimiento de Maria no existía ninguna certeza de que su concepción hubiera sido inmaculada.