El culto a la Virgen María
La Iglesia católica Romana enseña:
1. Que la misma Virgen María nació por Concepción milagrosa y sin pecado original, al igual que el propio Hijo de Dios.
2. Que Dios la ha nombrado y hecho Reina de los Ángeles (Letanía de la Virgen).
3. Últimamente el papa Pio XII decreto como dogma de fe, en el año 1950 la Asunción de la Virgen, o sea, la doctrina de que ella fue resucitada y ascendió al Cielo, igualándola así con las prerrogativas del santo y eterno Hijo de Dios.
4. El libro de san Alfonso María de Ligorio titulado Las glorias de María obra sumamente popular entre los católicos romanos, declara que:
a. “Seremos a veces más presto oídos y salvos acudiendo a María e invocando su santo nombre que el de Jesús nuestro Salvador. Más pronto hallamos la salud acudiendo a la madre que al Hijo” (página 82).
b. “Muchas cosas se piden a Dios y no se alcanzan: se piden a María y se consiguen. No porque María sea más poderosa que Dios sino porque Jesucristo decretó honrar así a su madre”. No rehusamos ampliar esta frase de San Alfonso Ligorio con la segunda sentencia, que nuestros críticos echaron a perder en nuestra anterior edición. Nos gusta ciertamente, en un autor tan mariano como es Alfonso Ligorio el reconocimiento de que María no es superior a Dios como podría mal interpretarse de su anterior declaración. Pero la última parte de la frase empeora el caso para los mismos católicos, pues ¿donde consta que Jesucristo decretó honrar así a su madre? Que nos presenten el famoso decreto y lo cumpliremos enseguida. Si no pueden presentarlo sométanse nuestros amigos católicos a la Palabra Divina recordando el texto de Proverbios: “Toda palabra de Dios es limpia. Es escudo a los que en Él esperan. No añadas a sus palabras porque no te reprendan y seas hallado mentiroso” (Proverbios, cap. 30:5-6)
c. “María se llama puerta del Cielo porque ninguno puede entrar en está dichosa mansión si no pasa por ella” (Página 99).
d. “Todos obedecen los preceptos de María, aun Dios” (Página 115). (He aquí el latín del original para que no digan que la sentencia esta mal traducida: “Imperio Virginis omnia famulantur, etiam Deus”)
e. Jesucristo dijo: “Nadie viene a mí si mi madre no le atrae primero por sus ruegos” (La ampliación de esta otra frase que nos ofrece el autor de Santa María, Madre de Dios no cambia tampoco su sentido ni la hace más justificable. Es copia de San Alfonso Ligorio: “Dice Jesucristo: "Nadie puede venir a mí si no lo trajera el Padre Celestial"; e igual dice de su madre, como se expresa Ricardo de san Lorenzo: “Nadie puede venir a mí si mi madre no lo trajere con sus ruegos “).
En efecto las palabras atribuidas falsamente al Salvador quedan en pie, solamente que ha responsabilidad acerca de las mismas paso de san Alfonso Ligorio a Ricardo de San Lorenzo. Por lo tanto podemos continuar preguntándonos: ¿de dónde sacó Ricardo de San Lorenzo y la iglesia Romana que la consiente semejante afirmación? ¿De los Santos Evangelios? ¡No!, Al contrario: Jamás habló Cristo de su humana madre en tal sentido No se trata aquí de una hipérbole o exageración propia del siglo en que se escribió el libro ya que falta en los evangelios cualquier clase de base para tal exageración o mala interpretación. Nosotros reconocemos que existe alguna base hiperbólica en los evangelios para las interpretaciones y exageraciones que con el tiempo dieron lugar a los dogmas de la Eucaristía y la confesión auricular: pero no hay una sola frase en los evangelios que reforzándola o exagerándola pueda dar lugar a una creencia en la mediación de María. Por otra parte la excusa con que el autor de Santa María, Madre de Dios trata de justificar las frases de san Alfonso Ligorio no sirve en ese caso ni puede convencer a nadie Dice: “Todos sabemos cómo gustaban los predicadores de los siglos pasados de esas “acomodaciones” de textos de la Escritura. Pero este gusto del tiempo que nosotros podemos muy honradamente abandonar era perfectamente inocuo en ellos No pretendan que Jesucristo hubiese dicho en su vida mortal las cosas que ellos le atribuían, ni que tuvieran, por tanto la autoridad de Él, sino solo afirmaban que ellos “creían” que Jesucristo las “pudo decir”. ¿Será eso una “blasfemia” muy grande?”.
Pero el caso es que el pueblo católico, que por lo general lee poco los evangelios da como cierto todo lo que ve escrito en letras de molde en un libro con censura eclesiástica, sin preguntarse si es verdad o no: si es un hecho literal o una exageración del autor: por consiguiente el censor y el obispo que autorizan el libro se hacen tan responsables de la exageración o falsedad como el escritor de la Edad Media que la concibió:
"Dice María: El que acude a mí y oye lo que le digo, no se perderá" (página 140). Otra frase gratuita y atrevidísima que el referido autor pone falsamente en la boca de María, la cual no se halla en los santos evangelios-
Ninguno de los siguientes y bien notables escritores de los tres primeros siglos, san Bernabé, san Hermas, san Clemente de Roma, san Policarpo, Tatiano, Atenágoras, Teófilo, san Hipólito, san Firmiliano, san Dionisio, Arnobio, etc. mencionan en todos sus escritos a la Virgen María ni una sola vez.
Justino Mártir la menciona dos veces hablando del nacimiento de Cristo: pero tal como la haría un escritor evangélico de nuestros días: sin ninguna expresión especial de veneración o culto. Tertuliano la menciona cuatro veces en la misma forma.
Orígenes, san Basilio y san Juan Crisóstomo hablan de sus defectos, Crisóstomo dice que “fue movida por ambición y arrogancia excesiva cuando envió un mensaje a Cristo para demostrar la influencia que tenía sobre Él” (Homilía de San Mateo 12:48) Sin duda es ésta una opinión exagerada que los evangélicos no compartimos; pero el haberla propuesto este gran padre de la Iglesia, demuestra que en su tiempo no existía el culto a la Virgen.
Eusebio, célebre autor de la Historia Eclesiástica dice: “Ninguno está exceptuado de la mancha del pecado original, ni aun la madre del Redentor del mundo; solo Jesús quedo exento de la Ley del pecado, aún cuando haya nacido de una mujer sujeta a pecados (Emiss. In Horat. 2 de Nativ.).
San Agustín dice: “María murió por causa del pecado Original, transmitido desde Adán a todos sus descendientes” (salmo 34, sermón III).
San Anselmo declara: “Si bien la concepción de Cristo ha sido inmaculada, no obstante, la misma Virgen de la cual nació, ha Sido concebida en la iniquidad, y nació con el pecado original; porque ella pecó en Adán, así como por él todos pecaron” (Op. Pág. 9)
Santo Tomás de Aquino, sumo doctor da la Iglesia Romana en s. XII, luchó valientemente en contra de la que él consideraba herejía de la inmaculada concepción, y dice: “La bienaventurada Virgen María, habiendo sido concebida por la unión de sus padres, ha contraído el pecado original'' (Summa teológica, part. 3 pág. 65).
Los franciscanos, capitaneados por Duns Scott, defendieron la concepción Inmaculada de María y surgió de esto, entre ellos y los dominicanos secuaces de santo Tomas de Aquino, una áspera e interminable polémica.
Opinión de algunos papas:
León I dice: “Entre los hombres Cristo solamente fue inocente, porque Él solo ha sido concebido sin la suciedad y la concupiscencia de la carne" (Op. T., pág. 78. No estamos de acuerdo con la opinión de estos escritores de la Edad Media de que la unión sexual dentro del santo lazo del matrimonio signifique suciedad o pecado (Hebreos 13:4)).
Inocencio III declara: “Eva fue formada sin la culpa, y engendró en la culpa; María fue formada en la culpa y engendró sin la culpa” (Sermón Assumpt.).
Sixto IV. Solicitado para decidir el litigio entre tomistas y scottistas, emitió un decreto prohibiendo que se pronunciaran ni en favor ni en contra de la inmaculada concepción de María." (Decret. Pont. Publicado en el año 1488).
Origen Pagano del culto a María
¿De donde sacó la Iglesia Católica la idea de que doblan tributarse a María hombres casi divinos? Si no fue del ejemplo y autoridad apostólica, debía ser y fue únicamente del paganismo.
El paganismo tenía sus diosas, que apelaban a tos sentimientos femeninos. Era halagador para las matronas y doncellas grecorromanas poder decir a una de su sexo:
”oh hija de Saturno señora venerable
Que moras el gran fuego en la llama eternal,
Los dioses han puesto en ti morada estable,
Perenne fundamento de la raza mortal”
(Los himnos de Orfeo. Himno a Vesta. Taylor, las dos Babilonias).
Era costumbre muy arraigada entre las matronas romanas dirigirse a Juno (Diana) llamándola “Romana Reina del Cielo”; las vestales consagraban su virginidad a la diosa del fuego; y a la diosa Ceres se le llevaban ofrendas simbólicas de trigo de los campos (Jeremías 44:17-19 y 25); pero el cristianismo no tenía diosas de ninguna clase porque como dice san Pablo, en el reino de Dios “no hay varón ni hembra” Por esto los neófitos medio convertidos del paganismo, hallaron en falta una persona femenina que adorar: y existiendo entre los recuerdos venerabas de aquella breve Edad de Oro, en que el cielo se comunicó con la tierra, una grata memoria de aquella santa mujer que fue madre del Salvador, la idolatría tan arraigada en sus corazones empezó a manifestarse tributando a ella honores similares a los que hablan estado rindiendo a las diosas de su religión pagana. Era la misma actitud, el mismo lenguaje y a veces, hasta los mismos ídolos, a los que se cambiaba simplemente el nombre.
Oposición al culto de María
Pero tal tendencia no pasó sin protestas peor parte de tos grandes escritores cristianos de los primeros siglos.
Epifanio (año 403) arguye contra una herejía llamada de los corilidianos; así llamados porque, echando de menos la práctica idolátrica pagana que Jeremías denuncia (capitulo 7:18), empezaron a tributar ese culto a la Virgen María, y dice: “Ella fue una virgen honrada por Dios: pero no nos fue dada para ser adorada, sino que ella misma adoró a Aquel que fue nacido de ella según la carne” Cita Juan 2:4, y añade: “Esto dijo Jesús para que el pueblo entendiese que la Virgen era humana, y nada más. Porque si Cristo no quiere que los ángeles sean adorados, menos quiere que se rinda culto a esa que fue nacida de Ana... Dejad que María tenga honra y que solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sea adorado. Que nadie de culto a María” (Contra las Herejías, LXXIV).
Aunque a partir del tercer siglo hallamos que algunos padres tienen palabras de elogio para ella, no se exceden generalmente de lo que un Evangélico da nuestros días reconoce y diría de la bienaventurada de las mujeres. San Ambrosio (año 370), que escribió numerosas expresiones de reverencia para la Virgen, no tiene en sus numerosas obras una sola frase que ni remotamente pueda sugerir una rogativa a ella.
La veneración cultual a la Virgen María no se encuentra antes del año 699 Desde entonces muchas protestas fueron formuladas por tal motivo por los mejores cristianos. Es interesante observar que ninguna de las sectas evangélicas de la Edad Antigua y de la Edad Media anteriores a Lutero (Montanistas, Novacianos, Donatistas, Valdenses, Hussistas, Anabaptistas, etc.) transigieron nunca con el culto idolátrico a la Virgen María como dejamos demostrado en el libro “El Cristianismo Evangélico o través de los siglos” Todas declaraban que la bendita Virgen seria la primera en rechazar tales honores.
Ciertamente, la verdadera Virgen María, la humilde de doncella de Nazaret: la que recibió con dulzura, sin mostrarse jamás ofendida, los aparentes reproches de su divino hijo: la que se llamaba a sí misma “la criada del Señor", no podemos imaginarnos que aceptara complacida la pomposa veneración de la que ha sido hecha objeto, de un modo tan general dentro de la iglesia Católica Romana, ni que se sustituya el nombre de Dios y el de su Divino Verbo por su humildísimo nombre de criatura humana.
Por esto, los cristianos evangélicos preferimos seguir el ejemplo apostólico y el de los primeros cristianos, por más que la práctica católica parezca más honorable para la bendita y santa madre del Señor: pues comprendemos, por la sencillez y humildad con que aparece en los Santos Evangelios, que ella seria la primera en rechazar ese culto fastuoso que se le rinde, a pesar de todas las imaginarias historias de apariciones que se le atribuyen, con las cuales se ha pretendido en vano demostrar lo contrario
Una confesión extraordinaria y chocante, sin duda, para muchos católicos es la que encontramos en la página 122 del ya citado opúsculo Santa María, Madre de Dios, donde leemos:
”La Iglesia Católica no se ha pronunciado sobre la naturaleza de los fenómenos de Lourdes, como ni sobre la de los similares de Fátima en nuestro siglo. La canonización de Bernardo Soubiron mira sus virtudes heroicas. La “aprobación” del culto de Lourdes y Fátima sólo nos dice que nada hay en él contrario a la fe y moral cristianas, y que es provechoso a los fieles. El católico solo cree lo revelado por Dios en lo única Revelación pública y oficial que se cerró con la muerte del último apóstol, y como tal, propuesto por Magisterio Eclesiástico”.
No podemos por menos que aplaudir al autor católico de este excelente párrafo: pues esto creemos también los cristianos evangélicos: “que la única revelación pública y oficial de Dios en Cristo se cerró con la muerte del apóstol san Juan”, como parece demostrarlo el último capitulo del Apocalipsis, y particularmente los versículos 18 y 19, enfatizando la condenación que recaerá sobre el que añadiere o quitare a las palabras de Dios en la referida revelación.
La Iglesia católica Romana enseña:
1. Que la misma Virgen María nació por Concepción milagrosa y sin pecado original, al igual que el propio Hijo de Dios.
2. Que Dios la ha nombrado y hecho Reina de los Ángeles (Letanía de la Virgen).
3. Últimamente el papa Pio XII decreto como dogma de fe, en el año 1950 la Asunción de la Virgen, o sea, la doctrina de que ella fue resucitada y ascendió al Cielo, igualándola así con las prerrogativas del santo y eterno Hijo de Dios.
4. El libro de san Alfonso María de Ligorio titulado Las glorias de María obra sumamente popular entre los católicos romanos, declara que:
a. “Seremos a veces más presto oídos y salvos acudiendo a María e invocando su santo nombre que el de Jesús nuestro Salvador. Más pronto hallamos la salud acudiendo a la madre que al Hijo” (página 82).
b. “Muchas cosas se piden a Dios y no se alcanzan: se piden a María y se consiguen. No porque María sea más poderosa que Dios sino porque Jesucristo decretó honrar así a su madre”. No rehusamos ampliar esta frase de San Alfonso Ligorio con la segunda sentencia, que nuestros críticos echaron a perder en nuestra anterior edición. Nos gusta ciertamente, en un autor tan mariano como es Alfonso Ligorio el reconocimiento de que María no es superior a Dios como podría mal interpretarse de su anterior declaración. Pero la última parte de la frase empeora el caso para los mismos católicos, pues ¿donde consta que Jesucristo decretó honrar así a su madre? Que nos presenten el famoso decreto y lo cumpliremos enseguida. Si no pueden presentarlo sométanse nuestros amigos católicos a la Palabra Divina recordando el texto de Proverbios: “Toda palabra de Dios es limpia. Es escudo a los que en Él esperan. No añadas a sus palabras porque no te reprendan y seas hallado mentiroso” (Proverbios, cap. 30:5-6)
c. “María se llama puerta del Cielo porque ninguno puede entrar en está dichosa mansión si no pasa por ella” (Página 99).
d. “Todos obedecen los preceptos de María, aun Dios” (Página 115). (He aquí el latín del original para que no digan que la sentencia esta mal traducida: “Imperio Virginis omnia famulantur, etiam Deus”)
e. Jesucristo dijo: “Nadie viene a mí si mi madre no le atrae primero por sus ruegos” (La ampliación de esta otra frase que nos ofrece el autor de Santa María, Madre de Dios no cambia tampoco su sentido ni la hace más justificable. Es copia de San Alfonso Ligorio: “Dice Jesucristo: "Nadie puede venir a mí si no lo trajera el Padre Celestial"; e igual dice de su madre, como se expresa Ricardo de san Lorenzo: “Nadie puede venir a mí si mi madre no lo trajere con sus ruegos “).
En efecto las palabras atribuidas falsamente al Salvador quedan en pie, solamente que ha responsabilidad acerca de las mismas paso de san Alfonso Ligorio a Ricardo de San Lorenzo. Por lo tanto podemos continuar preguntándonos: ¿de dónde sacó Ricardo de San Lorenzo y la iglesia Romana que la consiente semejante afirmación? ¿De los Santos Evangelios? ¡No!, Al contrario: Jamás habló Cristo de su humana madre en tal sentido No se trata aquí de una hipérbole o exageración propia del siglo en que se escribió el libro ya que falta en los evangelios cualquier clase de base para tal exageración o mala interpretación. Nosotros reconocemos que existe alguna base hiperbólica en los evangelios para las interpretaciones y exageraciones que con el tiempo dieron lugar a los dogmas de la Eucaristía y la confesión auricular: pero no hay una sola frase en los evangelios que reforzándola o exagerándola pueda dar lugar a una creencia en la mediación de María. Por otra parte la excusa con que el autor de Santa María, Madre de Dios trata de justificar las frases de san Alfonso Ligorio no sirve en ese caso ni puede convencer a nadie Dice: “Todos sabemos cómo gustaban los predicadores de los siglos pasados de esas “acomodaciones” de textos de la Escritura. Pero este gusto del tiempo que nosotros podemos muy honradamente abandonar era perfectamente inocuo en ellos No pretendan que Jesucristo hubiese dicho en su vida mortal las cosas que ellos le atribuían, ni que tuvieran, por tanto la autoridad de Él, sino solo afirmaban que ellos “creían” que Jesucristo las “pudo decir”. ¿Será eso una “blasfemia” muy grande?”.
Pero el caso es que el pueblo católico, que por lo general lee poco los evangelios da como cierto todo lo que ve escrito en letras de molde en un libro con censura eclesiástica, sin preguntarse si es verdad o no: si es un hecho literal o una exageración del autor: por consiguiente el censor y el obispo que autorizan el libro se hacen tan responsables de la exageración o falsedad como el escritor de la Edad Media que la concibió:
"Dice María: El que acude a mí y oye lo que le digo, no se perderá" (página 140). Otra frase gratuita y atrevidísima que el referido autor pone falsamente en la boca de María, la cual no se halla en los santos evangelios-
Ninguno de los siguientes y bien notables escritores de los tres primeros siglos, san Bernabé, san Hermas, san Clemente de Roma, san Policarpo, Tatiano, Atenágoras, Teófilo, san Hipólito, san Firmiliano, san Dionisio, Arnobio, etc. mencionan en todos sus escritos a la Virgen María ni una sola vez.
Justino Mártir la menciona dos veces hablando del nacimiento de Cristo: pero tal como la haría un escritor evangélico de nuestros días: sin ninguna expresión especial de veneración o culto. Tertuliano la menciona cuatro veces en la misma forma.
Orígenes, san Basilio y san Juan Crisóstomo hablan de sus defectos, Crisóstomo dice que “fue movida por ambición y arrogancia excesiva cuando envió un mensaje a Cristo para demostrar la influencia que tenía sobre Él” (Homilía de San Mateo 12:48) Sin duda es ésta una opinión exagerada que los evangélicos no compartimos; pero el haberla propuesto este gran padre de la Iglesia, demuestra que en su tiempo no existía el culto a la Virgen.
Eusebio, célebre autor de la Historia Eclesiástica dice: “Ninguno está exceptuado de la mancha del pecado original, ni aun la madre del Redentor del mundo; solo Jesús quedo exento de la Ley del pecado, aún cuando haya nacido de una mujer sujeta a pecados (Emiss. In Horat. 2 de Nativ.).
San Agustín dice: “María murió por causa del pecado Original, transmitido desde Adán a todos sus descendientes” (salmo 34, sermón III).
San Anselmo declara: “Si bien la concepción de Cristo ha sido inmaculada, no obstante, la misma Virgen de la cual nació, ha Sido concebida en la iniquidad, y nació con el pecado original; porque ella pecó en Adán, así como por él todos pecaron” (Op. Pág. 9)
Santo Tomás de Aquino, sumo doctor da la Iglesia Romana en s. XII, luchó valientemente en contra de la que él consideraba herejía de la inmaculada concepción, y dice: “La bienaventurada Virgen María, habiendo sido concebida por la unión de sus padres, ha contraído el pecado original'' (Summa teológica, part. 3 pág. 65).
Los franciscanos, capitaneados por Duns Scott, defendieron la concepción Inmaculada de María y surgió de esto, entre ellos y los dominicanos secuaces de santo Tomas de Aquino, una áspera e interminable polémica.
Opinión de algunos papas:
León I dice: “Entre los hombres Cristo solamente fue inocente, porque Él solo ha sido concebido sin la suciedad y la concupiscencia de la carne" (Op. T., pág. 78. No estamos de acuerdo con la opinión de estos escritores de la Edad Media de que la unión sexual dentro del santo lazo del matrimonio signifique suciedad o pecado (Hebreos 13:4)).
Inocencio III declara: “Eva fue formada sin la culpa, y engendró en la culpa; María fue formada en la culpa y engendró sin la culpa” (Sermón Assumpt.).
Sixto IV. Solicitado para decidir el litigio entre tomistas y scottistas, emitió un decreto prohibiendo que se pronunciaran ni en favor ni en contra de la inmaculada concepción de María." (Decret. Pont. Publicado en el año 1488).
Origen Pagano del culto a María
¿De donde sacó la Iglesia Católica la idea de que doblan tributarse a María hombres casi divinos? Si no fue del ejemplo y autoridad apostólica, debía ser y fue únicamente del paganismo.
El paganismo tenía sus diosas, que apelaban a tos sentimientos femeninos. Era halagador para las matronas y doncellas grecorromanas poder decir a una de su sexo:
”oh hija de Saturno señora venerable
Que moras el gran fuego en la llama eternal,
Los dioses han puesto en ti morada estable,
Perenne fundamento de la raza mortal”
(Los himnos de Orfeo. Himno a Vesta. Taylor, las dos Babilonias).
Era costumbre muy arraigada entre las matronas romanas dirigirse a Juno (Diana) llamándola “Romana Reina del Cielo”; las vestales consagraban su virginidad a la diosa del fuego; y a la diosa Ceres se le llevaban ofrendas simbólicas de trigo de los campos (Jeremías 44:17-19 y 25); pero el cristianismo no tenía diosas de ninguna clase porque como dice san Pablo, en el reino de Dios “no hay varón ni hembra” Por esto los neófitos medio convertidos del paganismo, hallaron en falta una persona femenina que adorar: y existiendo entre los recuerdos venerabas de aquella breve Edad de Oro, en que el cielo se comunicó con la tierra, una grata memoria de aquella santa mujer que fue madre del Salvador, la idolatría tan arraigada en sus corazones empezó a manifestarse tributando a ella honores similares a los que hablan estado rindiendo a las diosas de su religión pagana. Era la misma actitud, el mismo lenguaje y a veces, hasta los mismos ídolos, a los que se cambiaba simplemente el nombre.
Oposición al culto de María
Pero tal tendencia no pasó sin protestas peor parte de tos grandes escritores cristianos de los primeros siglos.
Epifanio (año 403) arguye contra una herejía llamada de los corilidianos; así llamados porque, echando de menos la práctica idolátrica pagana que Jeremías denuncia (capitulo 7:18), empezaron a tributar ese culto a la Virgen María, y dice: “Ella fue una virgen honrada por Dios: pero no nos fue dada para ser adorada, sino que ella misma adoró a Aquel que fue nacido de ella según la carne” Cita Juan 2:4, y añade: “Esto dijo Jesús para que el pueblo entendiese que la Virgen era humana, y nada más. Porque si Cristo no quiere que los ángeles sean adorados, menos quiere que se rinda culto a esa que fue nacida de Ana... Dejad que María tenga honra y que solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sea adorado. Que nadie de culto a María” (Contra las Herejías, LXXIV).
Aunque a partir del tercer siglo hallamos que algunos padres tienen palabras de elogio para ella, no se exceden generalmente de lo que un Evangélico da nuestros días reconoce y diría de la bienaventurada de las mujeres. San Ambrosio (año 370), que escribió numerosas expresiones de reverencia para la Virgen, no tiene en sus numerosas obras una sola frase que ni remotamente pueda sugerir una rogativa a ella.
La veneración cultual a la Virgen María no se encuentra antes del año 699 Desde entonces muchas protestas fueron formuladas por tal motivo por los mejores cristianos. Es interesante observar que ninguna de las sectas evangélicas de la Edad Antigua y de la Edad Media anteriores a Lutero (Montanistas, Novacianos, Donatistas, Valdenses, Hussistas, Anabaptistas, etc.) transigieron nunca con el culto idolátrico a la Virgen María como dejamos demostrado en el libro “El Cristianismo Evangélico o través de los siglos” Todas declaraban que la bendita Virgen seria la primera en rechazar tales honores.
Ciertamente, la verdadera Virgen María, la humilde de doncella de Nazaret: la que recibió con dulzura, sin mostrarse jamás ofendida, los aparentes reproches de su divino hijo: la que se llamaba a sí misma “la criada del Señor", no podemos imaginarnos que aceptara complacida la pomposa veneración de la que ha sido hecha objeto, de un modo tan general dentro de la iglesia Católica Romana, ni que se sustituya el nombre de Dios y el de su Divino Verbo por su humildísimo nombre de criatura humana.
Por esto, los cristianos evangélicos preferimos seguir el ejemplo apostólico y el de los primeros cristianos, por más que la práctica católica parezca más honorable para la bendita y santa madre del Señor: pues comprendemos, por la sencillez y humildad con que aparece en los Santos Evangelios, que ella seria la primera en rechazar ese culto fastuoso que se le rinde, a pesar de todas las imaginarias historias de apariciones que se le atribuyen, con las cuales se ha pretendido en vano demostrar lo contrario
Una confesión extraordinaria y chocante, sin duda, para muchos católicos es la que encontramos en la página 122 del ya citado opúsculo Santa María, Madre de Dios, donde leemos:
”La Iglesia Católica no se ha pronunciado sobre la naturaleza de los fenómenos de Lourdes, como ni sobre la de los similares de Fátima en nuestro siglo. La canonización de Bernardo Soubiron mira sus virtudes heroicas. La “aprobación” del culto de Lourdes y Fátima sólo nos dice que nada hay en él contrario a la fe y moral cristianas, y que es provechoso a los fieles. El católico solo cree lo revelado por Dios en lo única Revelación pública y oficial que se cerró con la muerte del último apóstol, y como tal, propuesto por Magisterio Eclesiástico”.
No podemos por menos que aplaudir al autor católico de este excelente párrafo: pues esto creemos también los cristianos evangélicos: “que la única revelación pública y oficial de Dios en Cristo se cerró con la muerte del apóstol san Juan”, como parece demostrarlo el último capitulo del Apocalipsis, y particularmente los versículos 18 y 19, enfatizando la condenación que recaerá sobre el que añadiere o quitare a las palabras de Dios en la referida revelación.